Parafraseando a Henry Kissinger podemos decir una vez más, que Israel carece de política exterior y sólo se centra en su política interior.
Viendo las sonrisas que repartió el primer ministro Netanyahu durante la manifestación de duelo en las calles de Paris y los saludos dirigidos a las «masas» imaginarias que «coreaban su nombre» (sic) desde los balcones, podría creerse que se trataba de un desfile de carnaval y no de un trágico evento.
Viendo la marcha de los líderes uno no podía dejar de preguntarse a qué grado puede llegar el nivel de cinismo, siendo que más de uno de estos jefes de estado (con algunas excepciones) es incluso responsable de políticas de guerra, de discriminación, de opresión de otro pueblo e incluso de ataques terroristas, sea en la Europa iluminada y democrática o en la cuenca oriental del mar Mediterráneo.
Pero Netanyahu volvía a demostrar sus cualidades histriónicas pensando en un sólo receptor de su mensaje: los eventuales votantes de las elecciones de marzo en Israel.
Si la suerte de sus hermanos judíos en Francia le preocupa, sus actos y expresiones vienen a probar lo contrario.
Desde el primer momento dio la impresión que la protesta y el dolor de la comunidad judía de Francia fue confiscada por los políticos israelíes. Démosle a los hechos y a las citas el lugar de honor que les corresponde para avaluar lo antedicho.
Natan Sharansky, presidente de la Agencia Judía, se refirió a la respuesta de los políticos israelíes diciendo que «Jerusalén debe calibrar cuidadosamente su mensaje de aliá hacia los judíos franceses, acogerlos, pero por otro lado no dar la apariencia de estar explotando el antisemitismo, (el subrayado es mío), o querer ser visto como bailando sobre la sangre (derramada)»…»No tenemos que decirle (a los judíos franceses): ‘Es vuestra obligación la de abandonar de inmediato (Francia)’, dijo Sharansky, ‘Tenemos que decirles que haremos todo lo posible para que se sientan cómodos, y que Israel es un gran lugar para vivir como judíos’.»
A su vez, Uri Ariel, ministro de la construcción y miembro central del partido Ha-Bayit Haieudi (La Casa Judía) instruyó a los funcionarios del Ministerio y a la Autoridad de Administración de Tierras de Israel, a ampliar los asentamientos con el fin de dar cabida a los recién llegados. Como si esto no fuera suficiente, el ministro se permitió decidir para los judíos de Francia cuál es (¿debería ser?) su sueño sionista: «No hay duda de que los judíos de Francia, los cuales de por sí se identifican profundamente con la empresa de los asentamientos sionistas en Cisjordania (!!!), van a querer establecerse en una de las comunidades de Judea y Samaria una vez que lleguen a Israel», dijo Ariel.
No resulta muy difícil definir la actitud de los actuales gobernantes de Israel. ¿Falta de sensibilidad? ¿Arrogancia? ¿Oportunismo?
Permítaseme definirlo de otra forma y encuadrar este último trágico suceso y la respuesta de los gobernantes de Israel en una definición más amplia y categórica: paternalismo desvergonzado.
Paternalismo que le asigna al establishment actual de Israel el derecho a definir lo que es bueno y lo que es malo para los judíos de la Diáspora.
Paternalismo que le brinda la prerrogativa de fijar cuál es el hogar (el físico, no sólo el espiritual) de los judíos en el mundo.
Paternalismo que apunta muy bajo tocando las fibras del complejo de culpa (injustificado) de los judíos, de no vivir en la conflictiva (y la vez atractiva) Tierra de Israel.
Paternalismo que más de una vez piensa más en la aliá (inmigración ascendiente) que en los olim (inmigrantes ascendientes).
Y una posdata:
Llegó la hora de defender la dignidad exigiendo un diálogo auténtico, honesto e igualitario entre Israel y los judíos del mundo (sean o no candidatos a inmigrantes ascendientes).
* Educador, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Promotor de planes comunitarios.