La coalición gobernante en Israel tiene tres ejes básicos: la derecha nacionalista-revisionista, los herederos del partido religioso nacional y las fracciones religiosas ultraortodoxas.
Figuras como Oren Hazan, regente de casinos, o Arie Deri, que estuvo preso por cohecho¸ son algunos exponentes de la alianza en el poder. Oren Hazan tuvo activa participación en los enfrentamientos provocados por los colonos en la Cisjordania ocupada. Ladrones, estafadores y corruptos ornamenten, tal vez, los gabinetes gubernamentales de otros países, pero, en Israel, esta gente, administra el destino de millones de ciudadanos. Por mero ejemplo, pueden decidir un ataque militar a Irán o, en ausencia de tratativas de paz, pueden resolver una nueva guerra en Gaza.
La amargura ocasionada por la guerra del pasado verano (Tzuk Eitán-Margen Protector) no es menor al desconcierto que produce el liderazgo israelí en absolutamente todos los planos de gestión. Desde la ministra de cultura, embanderada con los hooligans de «La Familia» (la «barra brava» de Betar Jerusalem), hasta Yoguev, el parlamentario que propone demoler -con un tractor del tipo D9- a la Corte Suprema de Justicia, opuesta al robo de tierras, para allanar así el camino a la colonización en las áreas palestinas de la ribera occidental del Jordán.
«Abajo la inteligencia» vociferan desde la bancada gubernamental.
En esta atmósfera inquisitorial, era totalmente previsible que Ishai Shlisl, un fanático ortodoxo, sospechoso de preparar bombas molotov para agredir a pobladores árabes, sea el agresor que irrumpió en la Marcha del Orgullo Gay, en Jerusalén, apuñalando a diestra y siniestra. El ataque de Shlisl, quien había salido recientemente de prisión tras cumplir una condena por una agresión similar en 2005, provocó ahora la muerte de la adolescente Shira Banki, una las seis participantes de la marcha apuñaladas por el ultraortodoxo.
Tampoco sorprende que, horas después, colonos nacionalistas incendien una casa en las proximidades de Shjem-Nablus, asesinando a un bebé, Ali Dawabsha, e hiriendo gravemente al resto de esa familia palestina.
Algunos medios de prensa consideran –equivocadamente- que se trata de un acontecimiento sin precedentes. Pero recientemente terroristas-saboteadores israelíes prendieron fuego a la Iglesia del Milagro de los Panes y los Peces, cercana al Mar de la Galilea.
A fines de 2008, en Hebrón, los colonos, partidarios del fuego celestial, quemaron una vivienda y, para evitar que los pobladores palestinos escapen, se ocuparon –previamente- de juntar piedras para impedir su salida.
Los «chicos de las lomas», hijos de los colonos, queman plantaciones de olivos, pero sus padres lo ven como una travesura comparada con los ataques terroristas del Hamas, como si fuera un torneo de venganza y crueldad.
Quienes claman por la muerte y el fuego son los herederos ideológicos de las falanges de aquel «viva la muerte».
Llegó la hora de salir del infierno de la ocupación militar y el colonialismo opresor; es impostergable, contra los partidarios del fuego y la muerte, elevar –en Israel y en el mundo entero- las auténticas voces judías y sionistas, por la convivencia y la paz: por la vida misma.