Opinión:

Juntos pero diferentes

Por Guillermo Lipis

El “sionismo sin distinciones” -como alguna vez lo mencionara nuestro colaborador desde Israel Sergio Rotbart- aún en la diáspora implica el riesgo de no poder ejercer un “sionismo crítico”. No hay que olvidar que no fue en Dizengoff o en Ben Iheuda donde explotaron dos bombas como las que volaron la sede de la Embajada de Israel en la Argentina o la A.M.I.A. Esos atentados pusieron, nuevamente, sobre el tapete la discusión de si la diáspora puede, o no, involucrarse en la política israelí. El “sionismo sin distinciones” evita el disenso interno de fondo y, ante la concreta realidad de que hoy la derecha gobierna Israel, la máxima conducción de la O.S.A. determina el achicamiento del espacio de debate a favor de un Estado con una política de gobierno definidamente de derecha y que hace que el sionismo en el mundo sea visualizado, lamentablemente, sólo desde esa línea ideológica por los mentores de teorías conspirativas y antisemitas que están corriendo delante de nuestra hasbará.
Apoyo incondicional a Israel sí, pero juntos y diferentes también.
Hoy, ese apoyo incondicional al sionismo encarnado por una propuesta como “todos juntos y las discusiones de fondo en Dizengoff o en Ben Iheuda” limita las retóricas del sionismo en la diáspora a un aspecto tan primario (pero no por ello menos importante, pero igual insuficiente) como el reconocimiento y defensa de la existencia de Israel. A pesar de ciertas posiciones palestinas y del mundo árabe en particular, lo cierto es que no es esa la verdadera discusión; ya nadie en el mundo civilizado y con sentido común pone en duda la existencia de Israel. Ni los Estados Unidos, ni Rusia, ni la Comunidad Europea dejarán de reconocer al Estado hebreo. Habrán, como efectivamente existen, posiciones antisemitas, declaraciones de boicot a cierta política israelí, científicos que censuren a la ciencia producida en Israel pero, en definitiva, no son más que diversas estrategias contrarias a nuestros objetivos que si no abrimos la posibilidad de discutirlas democráticamente en la diáspora como en Israel -acerca de qué clase de Israel queremos y cómo enfrentar los ataques de los sectores aún opositores por afuera de los marcos comunitarios referenciales- difícilmente alguien salga a hacerlo por nosotros. Y para ello necesitamos la discusión interna y el abordaje de cómo trabaja cada factor comunitario los aspectos que nos preocupan a todos.
“El concepto de sionismo sin distinciones, decía Rotbart, conduce a Israel al polo de la anormalidad (guerra y conflicto permanentes) y, tarde o temprano, a dejar de ser un faro espiritual para los judíos de la diáspora”, sencillamente por la imposibilidad de debatir democráticamente (o sea, juntos pero diferentes) y con sentido crítico aquello que afecta a Israel y a las comunidades de la diáspora.
Nadie lo hará por nosotros y nosotros tampoco debemos dejar de hacerlo. Aún si creemos que la acriticidad es la mejor forma de apoyar a Israel. Con todo respeto, la hasbará (esclarecimiento) y el análisis de situación requiere de otra propuesta un poco más audaz porque algunos sectores sociales siguen sin comprender al sionismo y la historia del pueblo judío, y no hay otra organización que sea la O.S.A. (de la que no se puede poner en tela de juicio su actual capacidad de trabajo y buena voluntad de sus dirigentes) para que se las explique. La O.S.A. debe tomar esa sartén por el mango, además de seguir realizando reuniones para los distintos marcos comunitarios.
El momento histórico internacional que se está viviendo, y en Israel en particular, impone salir a trabajar en el mundo gentil además de seguir mirando y trabajando para adentro.