«Los acontecimientos en Faluya son ejemplos dramáticos de la lucha continua entre la dignidad humana y la barbarie», afirmó Bremer.
Las imágenes espeluznantes, e inéditas, que recorrieron el mundo mostraban a un grupo de iraquíes -pertenecientes a la tribu sunita- seguidores de Saddam Hussein, bailando sobre los cadáveres y apedreando un auto en llamas.
La emboscada ocurrió cuando tres vehículos circulaban por el centro de Fallujah donde dos de ellos fueron tiroteados e incendiados por una turba de gente enloquecida. El auto restante logró escapar.
Los cadáveres de los americanos fueron arrastrados por la calles, descuartizados y colgados de un puente al grito de “Daremos nuestra sangre, nuestras almas por el Islam”.
Debajo de uno de los cuerpos colgados, los atacantes desplegaron una pancarta con una calavera y dos tibias con el lema: “Fallujah, tumba de los americanos”.
El Departamento de Estado confirmó, en Washington, que las cuatro víctimas eran contratistas norteamericanos.
El mismo día, en Malahma, a 24 kilómetros de Fallujah, murieron cinco marines en lo que se consideró uno de los peores ataques carreteros contra las tropas americanas. Los soldados murieron cuando su vehículo blindado pisó una bomba.
El atentado de ayer, a 100 días de que las fuerzas de ocupación den el traspaso de la soberanía a los iraquíes, recordó a Estados Unidos su experiencia en Somalia, cuando un grupo de soldados fue también asesinado, arrastrado y ultrajado en público. Ese episodio produjo, como detonante, la retirada del ejercito estadounidense de Somalia.
Desde la captura del ex presidente iraquí, Saddam Hussein, el pasado 13 de diciembre, ya son 138 los militares muertos en Irak y más de 3.000 heridos desde el comienzo de la invasión.