“Durante todos estos años pensé que toda mi familia se había perdido en el Holocausto. 67 años después que nos vimos por última vez, descubrí pronto que tengo un hermano, que vive a una hora y media de viaje de mi casa. Siempre creí que estaba sola en el mundo, que era huérfana y que tampoco tenía hermanos. Ahora, puedo abrazar a mi hermano mayor”.
Y eso es precisamente lo que ocurrió: Shoshana November (73) no paró de besar y abrazar a Benny Shilon (79), su hermano mayor, a quien no había visto desde que se despidiera de ella cuando tenía 5 años de edad; ella era entonces una pequeña niña en el orfanato Janusz Korchak en Varsovia.
Los hermanos fueron separados muy tempranamente. Cada uno de ellos experimentó los horrores de la guerra y milagrosamente ambos sobrevivieron al Holocausto.
Cada uno de ellos, por su parte, inmigró a Israel y formó una familia. Y durante décadas, cada uno creyó ser el único sobreviviente de la familia.
“Siempre me molestó ser sola en el mundo” cuenta Shoshana, habitante de Kfar Saba.
“Siempre quise decir: mi hermano viene a pasar conmigo el shabat, o mi hermano y sus hijos pasarán conmigo las fiestas. La familia de mi difunto esposo pasó a ser mi familia”.
Pero recientemente ocurrió un gran milagro: Shoshana descubrió que su hermano Benny estaba vivo y que vivía en Kiriat Tivón (cerca de Haifa). Se encontraron por primera vez en la casa de Rajel Zilberberg, la hija de Shoshana. “Tengo un hermano, tengo familia”, dijo Shoshana orgullosa, y no paró de besar y acariciar a Benny.
Después que terminaron de abrazarse y de besarse, y después que todos los presentes en la reunión se limpiaron las lágrimas, los dos hermanos se sentaron a rememorar. A poner orden en las fechas y en los pocos recuerdos compartidos por una hermana de 5 años y su hermano de 11, separados el uno de la otra durante tanto tiempo.
La historia
Sus padres, Jacob y Batya Shalmovitz, tuvieron cuatro hijos: Shalmak era el mayor; lo seguía Benjamín (Benny) y después Shamek. Shoshana, la menor, nació en 1930. La familia vivía en Varsovia, Polonia. Benny recuerda que sus padres, cuya situación económica era buena, perdieron todas sus propiedades durante la crisis económica del ´30.
Su padre, Jacob, abandonó a la familia y viajó a Inglaterra, mientras su madre, Batya, se quedó sola con cuatro hijos pequeños. “Nos hicimos muy pobres”, recuerda Benny. En 1936, debido a la difícil situación en el hogar, los niños fueron repartidos en diversos hogares de niños en Polonia. Shoshana, cuenta Benny, fue enviada al orfanato Janusz Korchak en Varsovia.
Su hermana menor se sorprende: nunca supo que había pasado los años de su primera infancia en el orfanato conducido por el famoso educador. Dos años después que fuera enviada al Hogar de Niños, Benny fue a visitar a su hermana pequeña. “Yo tenía 11 años”, recuerda. “Rositchka -así la llamábamos- quiso darme un beso. Pero yo me negué, me daba vergüenza que me besara mi hermana. Durante todos los años que han pasado desde entonces, he lamentado que no nos hayamos despedido con un beso. Todos los años, en el Día del Recuerdo a los Héroes y Mártires del Holocausto, yo pensaba en mi pequeña hermana y en el beso que no nos dimos”.
Ahora se resarció por lo que se había perdido y besó a su hermana una y otra vez mientras relataba la historia de su vida. Fue enrolado al Ejército Rojo, en el que sirvió hasta el final de la guerra. Todo contacto con los demás miembros de su familia se cortó.
La lucha por sobrevivir
Shoshana no recuerda la historia del beso. “Yo era realmente chica”, dice disculpándose. Ella recuerda los años antes de la guerra; recuerda cómo fue llevada a varios campos, hasta que terminó en Auschwitz. “Luché por vivir” dice mientras se descubre el antebrazo y muestra el número grabado en él.
Shoshana recuerda a la mujer que le salvó la vida cuando estaban paradas una junto a la otra en una de las “selecciones”, en la fila de los designados a la cámara de gas. “La mujer que estaba parada a mi lado me miró y dijo: ‘Tú eres joven, tú todavía tienes que vivir. Anda a la otra fila’. Me empujó fuera de la fila, y así me salvó la vida”.
A Benny le cuesta controlar sus emociones: “Como soldado en el Ejército Rojo, estuve en las tropas que liberaron Auschwitz. Jamás soñé que mi hermana Rositchka estaba allí. Recuerdo que vimos los grandes hornos. No pude imaginar a mi pequeña hermana en ese campo”.
Pero Shoshana había estado ahí. Sobrevivió la marcha de la muerte y permaneció viva. Ambos hermanos estuvieron tan cerca uno del otro sin saberlo, pero el destino no los reunió.
¿Eres tú, Rositchka?
En 1948, Shoshana inmigró a Israel sola. Se casó y tuvo dos hijas, Rajel y Batia. Hoy tiene cinco nietos.
Benny hizo aliá en 1957. Se casó con Naamá y tienen tres hijos y seis nietos. “Cuando estaba en Rusia, traté de encontrar a mis hermanos, relata, pero estaba seguro que Shoshana había perecido en el Holocausto. Estuve solo desde que era muy joven. No supe lo que era sentir el calor de una familia hasta que me casé y tuve mis propios hijos”.
Ambos hermanos no se hubiesen reunido de no ser por un familiar de los Estados Unidos que visitó a Shoshana. Viajaron juntos a Yad Vashem (Museo del Holocausto) en Jerusalem. “Di mis datos en la Sección de Búsqueda de Familiares”, cuenta Shoshana. “Busqué durante años hasta que entendí que las posibilidades de que alguien hubiera sobrevivido eran nulas. De pronto me dijeron: – Alguien la está buscando, su hermano”.
Profundamente emocionada, Shoshana salió de Yad Vashem con un papel en la mano con el nombre y el número de teléfono de su hermano. “Regresé a casa y le di el número a mi nieto Nir, para que marcara por mí”.
“Lo llamé y dije: Usted tiene una hermana que se llama Shoshana y que le quiere hablar. Él me preguntó: ‘¿Eres tú, Rositchka?’… Inmediatamente sentí en su voz que era Benny. Enseguida pasamos a hablar en polaco. Hablamos sobre nuestros padres y nuestros hermanos”. Al término de esa emocionante conversación, acordaron reunirse el shabat para una cena familiar.
“Cuando mi madre me dijo que había encontrado a su hermano, fui muy escéptica”, dice su hija Rajel. “Tenía miedo que mi mamá se emocionara demasiado. Pero desde el momento en que encontramos a mi tío, la casa se llenó de alegría y excitación. Hasta último momento, teníamos miedo que todo fuera un error y sufriéramos una gran desilusión”.
Todavía no lo puedo creer
Pero no hubo ninguna desilusión cuando Benny, acompañado por su esposa y uno de sus hijos, golpeó la puerta. “No me podía imaginar cómo se vería”, cuenta Shoshana. “Yo recordaba que siempre decían que era un chico lindo”. Benny: “Tú eras la bonita, y sigues siendo. Supe que eras mi hermana desde el primer instante”.
Los dos hermanos, que no se habían visto en 67 años, apenas pudieron despedirse. “Tenemos que recuperar mucho”, dicen. “Todavía no puedo creerlo”, dice Shoshana. “Aunque está a mi lado y le hablo y lo toco, aún no creo que tengo un hermano. Es un sueño. Es un verdadero milagro”.
Ahora que se encontraron, ambos están empezando a creer que todo es posible, que alguno de sus dos hermanos puede estar vivo, quizás incluso viva en Israel. Shoshana saca un álbum de fotografías. “Sigues siendo la misma niña bonita de las fotos”, dice Benny. “Siempre me preocupé por tí y pensé en tí”.
Rodeados de sus hijos y nietos, ya están planeando un encuentro de toda la familia.
Después de más de 67 años, por fin tienen una gran familia.