No es de extrañar que el embajador sirio en Estados Unidos dijera que ambos países (Siria y los Estados Unidos) comparten un enemigo: Al Qaeda.
Damasco amaneció ayer consternada, pero en calma, tras los atentados del miércoles 28 de abril por la noche, en los que dos terroristas, un policía y una mujer murieron.
Sigue sin estar claro cuál era el objetivo del ataque, ya que el edificio del barrio de Mazeh en el que se produjo la explosión es una antigua sede abandonada de las Naciones Unidas.
A esa explosión le sucedieron otras mientras la policía siria cercó a los atacantes con los que se produjo un tiroteo y hasta lanzamiento de granadas.
Si bien no está claro aún la filiación de los grupos violentos que produjeron los atentados, la prensa -especialmente la israelí- especulaba con que podría tratarse de una respuesta kurda a los enfrentamientos del pasado mes de marzo en el que murieron entre 20 y 40 personas, según las fuentes consultadas.
La otra posibilidad es que haya desembarcado en Siria el terrorismo islamista que ya golpeó en Arabia Saudita, Turquía, Jordania e Irak.