Aquel cuento célebre, “Cabecita negra”, que quince años después llegaría a la historieta en una versión dibujada por Francisco Solano López y publicada en la revista Fierro, ha tenido desde su publicación un largo, exitoso, y también polémico recorrido. Que es lo que Germán Rozenmacher quería de su literatura, que permaneciera viva. Para la Antología consultada del cuento argentino (1971) escribió estas palabras memorables, que quedan como parte de su testamento literario: “…ojalá dentro de muchos años, cuando ni usted ni yo estemos, alguien se acuerde de un cuento, o de alguna frase o aunque sea de un adjetivo de esos pocos felices que a uno le salen a veces -muy pocos en una vida- y entonces el lector diga: “Si eso pasa yo, desde el purgatorio, voy a guiñar este ojo miope, sincero pero desconfiable, bastante agradecido”.