A raíz de un reciente dictamen emitido por el Representante del Ministerio Publico de Israel, se ha desatado una polémica en la que aspectos jurídicos, éticos y morales sacuden a una sociedad en la que, por la especialísima situación que atraviesa, la muerte también tiene un inesperado rol de protagonismo.
Una mujer cuyo esposo hubiera fallecido, podrá extraer inmediatamente después del deceso de su cónyuge, semen de su cuerpo, a efectos de poder en el futuro -siempre que cuente con una autorización judicial expresa- quedar embarazada mediante su inseminación artificial.
Así lo ha resuelto el Representante del Ministerio Público en Israel, en un dictamen que señala cuál será su postura respecto a las controversias desatadas en relación al derecho de extracción de semen de personas fallecidas y a su utilización.
En Israel, particularmente, este tema toma mucha fuerza dada la posibilidad de engendrar, por ejemplo, hijos deseados por una pareja cuyo marido falleciera en un acto cuyo escenario es la misma violencia del Medio Oriente: ¿Puede una viuda requerir el semen de su marido fallecido para engendrar ese hijo deseado, en vida, por los dos?
La polémica está abierta.