En ocasión de un artículo aparecido en la edición número 894 de Nueva Sión titulado “El paradigma Rahola” escrito por el periodista Guillermo Lipis, celebré encontrar un punto de vista crítico sobre la periodista catalana.
En la columna de Lipis advierto datos que me parecieron sumamente interesantes. El periodista dice, entre otras cosas, que Rahola hipnotiza a su público y no acepta interrupciones, y tampoco acepta entrevistas según lo que se desprende en la crónica de Nueva Sión.
Quiero contarles que, invitada por el Consejo Internacional de Mujeres Judías, Rahola estuvo pocas horas en Uruguay -en agosto de 2003-. Allí tomé contacto por vez primera con ella. A decir verdad, con anterioridad a su presencia en Uruguay había leído muy poco material de la también ex diputada española, lo que me permite tomar cierta distancia.
En la casa de las leyes de Uruguay (Palacio Legislativo) Rahola brindó una conferencia que fue acompañada por un público mayoritariamente judío. El mismo siguió atentamente la exposición de la oradora que, dicho sea de paso, no tuvo interrupciones.
En lo personal las oportunidades en que he brindado charlas siempre acepté, y de buena gana, que se me pueda interrumpir. En verdad es saludable si la circunstancia lo amerita y se establece un ida y vuelta que enriquece el encuentro.
Al final de su exposición hubo participación del público que se limitó a elogiar a la invitada, en algunos casos de forma desmedida.
En verdad, y lo he constatado a través del tiempo, la comunidad (llámese instituciones) llevan expositores alineados a lo que quiere escuchar la gente y tienen poca disposición para escuchar puntos de vista diferentes. Recuerdo cuando el año pasado visitó Uruguay el representante palestino en Argentina y un grupo de intolerantes de la colectividad -que no es representativo de la misma- interrumpió en más de una oportunidad al conferencista porque éste cometió el “delito” de decir cosas diferentes.
En buen romance: penalizaron la libertad de expresión consagrada en nuestra Constitución.
Concluyendo, quiero decirles que el discurso de Rahola me parece que es tendencioso, maneja algunos temas de forma parcial, con escaso fundamento y equivocado.
Decir -por ejemplo- que “yo no me enamoré de ningún dictador” (marcando un perfil diferente a otros izquierdistas) es pueril. Pertenece ideológicamente -aunque ella debe rechazar lo de ideológicamente porque dijo que la dirección de Nueva Sión es ideológica- a una izquierda media extraña.
Insisto con este concepto, creo que en todo orden de la vida uno tiene una concepción ideológica de las cosas. Creo que tener una ideología es -en definitiva- tener un conjunto de ideas en base a las cuales interpreto la realidad. Y eso, no tiene nada de malo. Lo malo es cuando, a veces, se dogmatiza una idea y se hace de ella una verdad sacralizada.
Mauro Goldman es periodista uruguayo, ex-director de la publicación judía ‘Perfil’.