Esta región había sido anexada por la Alemania nazi tras la invasión de Polonia en septiembre de 1939. Había allí algunas viejas barracas de una unidad de caballería austríaca.
El Reichsführer Heinrich Himmler fue quien envió al SS Rudolf Höss para hacerse cargo de la dirección del Campo, uno de cuyos objetivos fue utilizar el trabajo de la mano de obra esclava provista por los prisioneros y el otro fue el de funcionar como prisión para los opositores políticos. En junio llegaron las SS encabezadas por los dos de los más grandes criminales de los campos de concentración nazis, Joseph Kramer y SS -Standartenführer- Coronel en las SS, Rudolf Franz Hess, comandante supremo de Auschwitz y de todos los sub-campos. Este luego admitió en Nüremberg, con cierta satisfacción, haber llevado a cabo en Auschwitz el extermino de 2.500.000 personas a las que -dijo- había que añadir otras 500.000 que habían muerto de hambre.
782
Los primeros prisioneros, 782, encarcelados por razones políticas, fundamentalmente por su oposición al régimen nazi, llegaron el 14 de junio de la prisión de Tarnow, Polonia, el trato que se les dispensaría sería de extrema dureza. Al mismo tiempo, la fábrica I.I. Farben decidió instalar en Auschwitz una fábrica de caucho y petróleo sintético. Ese fue el campo de exterminio más grande y de fama más siniestra.
Con los prisioneros llegaron también 29 criminales comunes que fueron los primeros kapos (prisioneros elegidos por las SS como capataces de los pelotones de trabajo), vivían en las mismas barracas que los prisioneros políticos pero con mejores condiciones porque tenían la responsabilidad de la vigilancia de los otros detenidos.
“La solución final”
En marzo de 1941 Himmler llegó por primera vez, ordenando la construcción de un nuevo recinto, cerca de Birkenau, para alojar 100.000 prisioneros. En junio convocó al alto comando del campo para presentar el informe de Hitler donde se ordenaba la “Solución Final”. En el mes de octubre fue construido un gran complejo hecho de barracas de madera llamado Auschwitz II, mejor conocido como Birkenau, un campo que facilitó la tarea del exterminio. Este fue el primer lugar adonde fueron encerrados los prisioneros de guerra soviéticos. Casi todos murieron a poco de llegar a causa de las terribles condiciones del encierro, algunos fueron simplemente asesinados.
Un historiador relató que estos prisioneros eran encerrados en una especie de corrales que se hallaban a la intemperie donde se los dejaba morir de hambre y de sed.
Luego de marzo de 1942, las SS crearon un gigantesco campo de exterminio en Birkenau. Habían construido duchas, disimulando las cámaras de gas para eliminar a los prisioneros donde utilizaban las cápsulas de Zyklon-B. Este gas venenoso fue usado por las SS para el exterminio en masa de prisioneros. Originalmente fue fabricado como un fuerte desinfectante y para el control de pestes. También se hicieron depósitos donde eran amontonados los cuerpos de las víctimas y hornos crematorios donde finalmente eran introducidos los cadáveres para ser incinerados. De este modo se implementaba la “Solucion Final” decretada por Hitler, como una cadena de montaje industrial para aniquilar a toda la población judía europea.
Nunca se conocerá con certeza el número total de judíos asesinados en Auschwitz II/Birkenau porque la mayoría de ellos no estaban registrados. Las estimaciones varían entre uno a dos millones y medio de personas. Lo más probable es que esta última cifra sea la que está más cerca de la verdad. También cientos de miles de gitanos fueron asesinados en Birkenau y se desconoce, todavía, el número de miembros del ejército soviético exterminados allí.
Cuando los soviéticos entraron en Birkenau descubrieron que los instrumentos de exterminio habían sido destruidos. Los nazis habían dinamitado cuatro cámaras de gas y los hornos crematorios. Solo estas ruinas todavía permanecen en la actualidad. Sin embargo, la evidencia de las atrocidades nazis cometidas en Auschwitz/Birkenau es arrolladora a pesar de los intentos de los revisionistas de negar esta historia.
Cuando llegaban los prisioneros eran registrados y recibían un número de identificación que se les tatuaba en el brazo izquierdo cuando salían de la cuarentena en Birkenau para realizar trabajos forzados en Auschwitz o en alguno de los subcampos. También se aplicaba el mismo procedimiento a los prisioneros que eran enviados directamente a Auschwitz I, 405.000 prisioneros fueron registrados de esta manera.
La inmensa mayoría de las víctimas de Auschwitz no era incluida en ninguna clase de registro, los hombres y mujeres al llegar a Auschwitz II, eran enviados a las cámaras de gas y asesinados inmediatamente. Tampoco se incluía en el registro a los prisioneros que trabajaban en otros campos de concentración no pertenecientes al sistema de Auschwitz.
Y aún había otro grupo de prisioneros no registrados, los que eran ejecutados después de una corta estancia en el campo.
Este grupo estaba formado sobre todo por rehenes, oficiales del ejército soviético y partisanos.
En las cámaras de gas, los presos eran introducidos en grupo.
Testimonios del horror
Un testimonio de un SS, el soldado Boeck, dice:»Había una señal de desinfección. Abrían la puerta, arrojaban a los niños al interior y cerraban. Se oía un terrible grito. Un miembro de las SS subía al tejado. La gente seguía gritando durante unos diez minutos. Entonces los prisioneros abrían las puertas. Se cargaban los cuerpos en un vagón y se llevaban a una fosa. La siguiente tanda estaba en ese momento aún desnudándose en los barracones. Después de eso no pude mirar a mi esposa en cuatro semanas».
Hans Stark, encargado de registrar las nuevas llegadas a Auschwitz, dijo: «En otro gaseamiento posterior, también en otoño de 1941, me ordenaron que volcara Zyklon B en la abertura. Durante un gaseamiento había que verter el Zyklon B por las dos aberturas de la cámara de gas a la vez. El Zyklon B, venía en forma de gránulos, cuando se lo volcaba, caía sobre la gente.
Entonces empezaron a gritar terriblemente porque ahora sabían lo que les estaba ocurriendo. No miré por la abertura porque había que cerrarla tan pronto como se volcaba el Zyklon B. Tras unos pocos minutos se hizo el silencio. Después de que pasara un rato, debieron ser entre diez y quince minutos, se abrió la cámara de gas. Los muertos yacían retorcidos y revueltos por todas partes. Fue una visión horrible».
Los problemas cotidianos de la barbarie
Los crematorios, científicamente planeados, deberían haber podido hacer frente a todo el proyecto, pero no podían.
El complejo tenía 46 nichos de horno, cada uno con capacidad para entre tres y cinco personas.
La incineración en un nicho duraba una media hora. Llevaba una hora al día limpiarlos. Pero a pesar de que los hornos crematorios estaban bien construidos fallaron en varios campos, y sobre todo en Auschwitz, en 1944.
En agosto, el total de incineraciones alcanzó un pico de 24.000 al día, pero aún así era imposible quemar todos los cuerpos. Las autoridades del campo necesitaban un método de eliminación de los cadáveres económico y rápido, así que de nuevo cavaron seis enormes fosas y reabrieron otras cavadas en el bosque. Rápidamente surgió un gran problema con el sepultamiento de millones de cadáveres de personas muertas en Auschwitz. Al principio los cuerpos eran enterrados en enormes fosas comunes que después de algún tiempo, sobre todo en los meses estivales, comenzaron a producir un líquido oscuro de olor nauseabundo que comenzó a volver irrespirable el aire, y que podía terminar contaminando las napas de agua de la zona. En la primavera de 1942 se procedió por primera vez a la reexhumación de los cuerpos en descomposición y proceder a su incineración con enormes fogatas a cielo abierto, cuyas llamaradas podían ser vistas a decenas de kilómetros de distancia. Así, un tiempo después, la incineración en fosas se convirtió en el método principal de eliminación de cadáveres. Las fosas tenían canalizaciones en un lado que recogían la grasa humana. Para mantener las fosas ardiendo, los trabajadores asignados a esta tarea volcaban aceite, alcohol y grandes cantidades de esa grasa hirviendo sobre los cadáveres.
Los experimentos
Varios de los setenta o más proyectos de investigación médica llevados a cabo por los nazis entre otoño de 1939 y primavera de 1945 tuvieron lugar en Auschwitz. Estos proyectos incluían experimentos realizados con seres humanos contra su voluntad, y se empleó al menos a 7.000 personas, cifra estimada basándose en documentos existentes y testimonios personales; sin duda hubo muchos más que fueron utilizados sin que haya quedado ningún documento o testimonio. Unos 200 médicos alemanes participaron en los experimentos de los campos de concentración.
Había tres grandes clases de experimentos. La Luftwaffe realizaba experimentos sobre supervivencia y rescate, incluyendo investigaciones sobre los efectos de la gran altitud, las bajas temperaturas y la ingestión de agua de mar.
El tratamiento médico era la segunda clase, y tenía que ver con la investigación en el tratamiento de heridas de guerra, ataques con gas y la formulación de agentes inmunizadores para tratar enfermedades contagiosas y epidemias.
Finalmente, había una tercera clase de experimentos raciales, incluyendo la investigación sobre enanos y gemelos y el estudio del esqueleto.
Datos humanos
En enero de 1945, los soviéticos liberaron Auschwitz, el campo de exterminio y concentración más grande conocido.
Los nazis habían eliminado a la mayoría de los prisioneros en las marchas de la muerte.
Cuando los soviéticos entraron al campo, encontraron vivos a solamente algunos miles de prisioneros hambrientos, pero ya había abundante evidencia del exterminio masivo en Auschwitz.
Los alemanes habían destrozado la mayoría de los depósitos en el campo, pero en los que quedaban los soviéticos encontraron las pertenencias de las victimas. Descubrieron, por ejemplo, cientos de miles de trajes de hombres, más de 800.000 vestidos de mujeres, y más de 14.000 libras de cabello humano. Aunque no hay cifras exactas, de los 405.000 prisioneros registrados, sobrevivieron 65.000.
De los 16.000 prisioneros de guerra soviéticos, sobrevivieron 96.
De los 8.310.000 judíos que, se estima, vivían en Europa en 1939, 6.000.000 desaparecieron.
De lo que queremos dejar testimonio es que a pesar de toda la deshumanización de los individuos, de la condición abyecta a la que eran reducidos, resistieron como pudieron en las condiciones infames en las que estaban sumergidos. Es importante que lo sepan aquellos que insisten en la muletilla de que los judíos fueron llevados como ovejas al matadero.
La resistencia
El sistema de terror ideado por las SS debía hacer imposible toda resistencia, tanto física como psíquica. Al preso siempre se le recordaba, de forma drástica, su propia indefensión frente a la omnipotencia del hombre de las SS.
A pesar de ello existieron actos de rebelión contra las autoridades del campo. La resistencia de los presos se reflejaba de dos maneras:
1- acciones espontáneas e individuales (directas e indirectas),
2- la resistencia organizada e intentos de revuelta.
Una de las formas de resistencia organizada consistía en la documentación fotográfica (fotografías de los presos del Comando Especial), y escrita como testimonio del horror.
La resistencia espontánea e individual
La resistencia espontánea e individual se manifestaba de diversas maneras. Una de ellas consistía en que los presos-funcionarios llevaran clandestinamente alimentos, medicamentos y otros objetos de primera necesidad al campo para ayudar a los presos que se encontraban en peores condiciones.
Los presos que trabajaban en la rampa aconsejaban a los recién llegados diciéndoles cómo debían comportarse para poder sobrevivir. A uno de los presos que se ocupaba de la ropa de los hombres de las SS enfermos, se le ocurrió infectar los cuellos de sus uniformes con piojos portadores del tifus exantemático. Algunos de estos hombres de las SS enfermaron y murieron a consecuencia de esta enfermedad.
Había muy pocos casos de resistencia directa. Por ejemplo: a una presa francesa se lo ocurrió devolver los golpes a un kapo que la había golpeado. Naturalmente este acto le costó la vida. Todo intento de escapar de la pasividad era castigado inmediatamente, de forma severa y visible para todos a modo ejemplificador.
La resistencia organizada
Los presos que sentían la necesidad y estaban dispuestos a crear una resistencia, no lo hacían de forma individualizada, porque una persona sola no tenía casi ninguna posibilidad. En el campo de concentración se formaban grupos por nacionalidades, o bien por opiniones políticas similares. Había que cumplir con dos condiciones imprescindibles para poder formar la resistencia, a decir, ocupar los puestos importantes con personas de confianza y un servicio de información de los presos que funcionara bien. El trabajo ilegal se centraba en la ayuda a la fuga y la planificación de las revueltas armadas.
Ernst Burger desempeñó un papel importante en el grupo de resistencia austriaco.
Una de las mayores revueltas, quizá la mayor de todas, tuvo lugar el 7 de octubre de 1944, en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau.
Los presos de dos Comandos Especiales de los crematorios (más de 400 judíos principalmente húngaros y griegos) volaron el Crematorio IV, atacaron a los vigilantes de las SS con granadas fabricadas por ellos mismos, e intentaron huir. La revuelta fue abatida por las SS y todos los involucrados fueron fusilados. Aunque las SS perdieron sólo a tres de sus hombres, el crematorio quedó inutilizable.
Un grupo de jóvenes mujeres judías, que realizaban trabajos forzados en la fábrica de municiones «Union» en Auschwitz, lograron suministrar clandestinamente, durante medio año y bajo condiciones muy difíciles, pólvora a la organización de la resistencia. La pólvora era entregada a un miembro de la resistencia que trabajaba en el almacén de ropas, que a su vez la entregaba al ‘Comando Especial’. Con esa pólvora los presos del ‘Comando Especial’ llevaron a cabo la revuelta.
Tras exhaustivas investigaciones, la Sección Política del campo de Auschwitz descubrió que la pólvora procedía de la fábrica Unión. Las cuatro mujeres involucradas fueron torturadas durante varios días, sin embargo no traicionaron a los miembros de la organización clandestina. Fueron ahorcadas el 6 de enero de 1945, tres semanas antes de la liberación del campo de Auschwitz. Estos fueron los últimos ahorcamientos llevados a cabo antes de la liberación.
Documentación escrita
Uno de los objetivos principales de la resistencia en el campo era documentar los acontecimientos así como las crueldades de las SS. En la mayoría de los casos, esos informes eran redactados por presos polacos, y gracias a los contactos con sus compatriotas fuera del campo, esos informes pudieron salir de allí. Proporcionaban al mundo informaciones sobre el número de deportaciones, las nacionalidades de los presos, las condiciones en el campo y el exterminio en masa de los judíos, identificando a la mayoría de los hombres de las SS.
Un informe titulado «Auschwitz Henker» (Auschwitz: verdugos) del 16 de septiembre de 1944 enumera los nombres e identidades del personal de las SS, empezando por el comandante del campo Rudolf Hess: «Les entregamos una enumeración grosso modo de los verdugos de Auschwitz. Todos los datos son indudablemente auténticos. Londres debería condenar a muerte ‘ipso facto’ a estos asesinos.» (Swiebocka, p. 176). Todo el texto referido a la Resistencia ha sido tomado textualmente de la Web creada por “Una colaboración del Departamento de Datos de Ciencias Sociales & de la Economía y del Departamento de Historia Social y de la Economía de la Universidad Johannes Kepler de Linz (Austria)”.
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La memoria social
En un texto del historiador Enzo Traverso, éste describe a Auschwitz como el infierno, pero no el infierno que podemos llegar a imaginar dentro de lo que para el imaginario popular es la representación de los recintos infernales. El infierno es el lugar donde según la tradición cristiana son atormentados en castigo por sus pecados todos los condenados al castigo eterno.
Las cámaras de gas forman parte de un “infierno científico, técnico, moderno”. En ese infierno creado por los nazis, los que eran eliminados eran “ víctimas inocentes, solo culpables de ser”.
Traverso sostiene que Auschwitz produjo una ruptura de la civilización. La solución final constituye una censura histórica pues el judaísmo es una de las fuentes del mundo occidental, acompañando su recorrido a través de milenios. Exterminar a los judíos significaba socavar las bases de nuestra civilización, intentar amputar uno de sus principales fundamentos. Esta es sin duda la razón que explica el hecho que la noción de genocidio ha entrado en la conciencia y en el vocabulario de Occidente.
Repasar la historia de Auschwitz es enfrentarse con la grave dificultad de hallarse ante el problema representado por la imposibilidad del lenguaje de definir y explicar Auschwitz en su verdadera dimensión. Pero es nuestro deber intentarlo, recordar y no permitir el olvido, ser la memoria inextinguible de nuestros hermanos asesinados.
En ese homenaje a la memoria tomaremos prestadas las voces de Primo Levi que, entre otras cosas, dijo que los monstruos existen, pero son poco numerosos como para ser verdaderamente peligrosos; los más peligrosos son los hombres comunes. Esos monstruos estaban hechos con la misma materia que nosotros, eran seres humanos medios, medianamente inteligentes, con una maldad media. Salvo excepciones no eran monstruos, tenían nuestra misma cara.
Karl Poper, muy poco después de terminada la guerra, expresó: “El nazismo y el fascismo fueron vencidos, pero es necesario reconocer que esta derrota no implica que la barbarie y el salvajismo hayan sido suprimidos. Es conveniente, por el contrario, no ocultar que dichas ideologías inspiradas en el odio han experimentado una suerte de victoria en su derrota. Es necesario reconocer que Hitler triunfó en romper los valores de occidente y que el mundo actual admite más violencia y manifestaciones de fuerza descontroladas que las que eran admitidas en el decenio que siguió a la Primera Guerra Mundial”.
Cualquier coincidencia entre el pasado siniestro y la verdad de estos dichos que reflejan parte de lo que es hoy nuestra civilización, es totalmente deliberada. En realidad deberíamos coincidir que tanto el nazismo como el fascismo incubaron el huevo de la serpiente y que esta es parte de nuestra realidad actual. Y esa tragedia que exterminó a gran parte del Pueblo Judío ahora es de toda la Humanidad, porque la barbarie y la violencia existen con mayor fuerza que nunca.