El presidenta eligió una inteligente política de poder. La Argentina no vive una anomia social en los términos de Emil Durkheim. El 19 y 20 de diciembre de 2001, las manifestaciones piqueteras y populares en el interior del país demuestraron una sociedad que no está dispuesta a nuevas traiciones políticas. El Presidente decapitó a las FF.AA. y a parte de la cúpula de la Policía Federal; atacó severamente a Julio César Nazareno y a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, una corte desprestigiada ante la población; relanzó el MERCOSUR con Lula y Chávez; le informó a los británicos sobre los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas; se reunió con Hebe de Bonafini y con los grupos de piqueteros independientes de Raúl Castells, la Corriente Clasista y Combativa del PCR (Partido Comunista Revolucionario) y el sector cercano a la CTA (Central de Trabajadores Argentinos).
Evasión y PAMI
Atacó de entrada a grupos corporativos no sólo menemistas como es la presencia de Luis Barrionuevo y sus adláteres en el PAMI, le gruñó a las empresas privatizadas amenazándolas con revisar las contrataciones y con ello apuntó al Grupo SOCMA (Sociedades Macri) y al Banco de Galicia y denunció ante la Oficina Anticorrupción a Domingo Cavallo, Cristián Colombo, José Luis Machinea, Carlos Bastos y Nicolás Gallo por fraude contra la administración pública. Dice que reclamará por la situación del correo y que va a lanzar una armónica relación entre el sector público y privado, en donde microcooperativas, cooperativas agrícolas, la construcción de viviendas y el mantenimiento de hospitales y escuelas servirán de base para combatir la desocupación estructural.
Pretende un programa integral contra la evasión y elimina impuestos recesivos. Asimismo busca implementar los juzgados penales contra los evasores (grandes contribuyente y facturas falsas).
Es sorprendente que Mariano Grondona después de apoyar cuanta dictadura militar asoló el país, el lopezrreguismo -sobre el cual se deshacía en elogios- y todas las variantes económicas neoliberales autocráticas, diga ahora que “el periodismo debe ser un contrapoder”. Todos los sectores del establishment se preparan para atacar a la cuestión de la deuda externa, los beneficiados por el capitalismo financiero.
En una nota periodística ecuánime, el editor de información general de la Revista Noticias, Daniel Capalbo, evalúa correctamente la gestión de Kirchner luego que la revista llamara la atención sobre la nueva enfermedad, la “oficialitis”. Dice: “No se trata aquí de juzgar si Néstor Kirchner avanzó como una tromba sobre estos temas montado en el complejo de inferioridad (el 22% que obtuvo en las urnas el 27 de abril) que lo empujó a construir el consenso rápidamente y la gobernabilidad que el menemismo bombardeó con su fuga del ballotage. Se trata, sí, de describir los efectos inmediatos que semejante dinamismo puede haber inyectado a la sociedad. Porque es posible que Kirchner esté dando un ejemplo allí donde la autoridad, la transparencia y la impunidad faltaban o sobraban”.
“De hecho, y mayoritariamente, la gente se siente contenida. Es una realidad. Los ejemplos, los paradigmas en general, suelen proyectarse de arriba abajo. Y si en el primer mes de gobierno logró reunir casi el 80% de imagen positiva, es porque el pueblo le está dando crédito, lo toma en serio, le cree porque es creíble y no porque linealmente necesita creer después de tanto desasosiego”.
“Ahora bien: el gobierno tomó el camino menos oneroso en términos de costo político. Eligió construir a partir de la justicia porque es obvio que aún no tiene un plan económico ni cómo financiar los grandes proyectos imaginados para sacar al 57% de la población más abyecta».
La madre de todas las batallas
Pero lo cierto es que la gran batalla se va a librar respecto del capital financiero que transformó la Argentina en una factoría. Dependerá de lo que Kirchner haga ante el FMI (Fondo Monetario Internacional) para poder evaluar su orientación gubernamental. De todas maneras no es poco lo que ha hecho, a pesar de los lamentos y críticas de Elisa Carrió, la vieja izquierda y el radicalismo. A diferencia de otros países factorías como Taiwán, Indonesia y otros, la Argentina aún conserva un capital económico y humano con potencialidades superiores y alto grado de capacidad que permitirían un desarrollo industrial y tecnológico sostenido más cercano al centro que a la periferia.