Sharón en la O.N.U.:

¿El elogio o la locura?

“...Diga lo que quiera de mí el más común de los mortales, pues no ignoro cuán mal hablan de mí incluso los más cultos; soy, empero, aquel, y precisamente el único que tiene poder para divertir y enloquecer a los dioses y a los hombres...” (Erasmo de Rotterdam, “Elogio de la locura”) Esta semana llega Sharón a la reunión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas; un hecho histórico, sin lugar a dudas, si se tiene en cuenta que meses atrás nunca hubiera sido invitado a participar en ella, y que la gran mayoría de la dirección mundial (países árabes incluidos) no querían saber nada de él.

Por Alberto Mazor (Desde Israel)

En 1983 habría considerado como desquiciado a alguien que hubiera vaticinado que Ariel Sharón sería, dos décadas después, Primer Ministro de Israel. Sin embargo, habría recomendado su internación inmediata a en un hospital psiquiátrico si además hubiera pronosticado que Sharón, como jefe del Gobierno israelí, promovería la desconexión unilateral de Israel de territorios conquistados en la Guerra de los Seis Días (1967).

Y, por delirante que parezca, eso es precisamente lo que ha ocurrido.

Resulta de verdad increíble que Sharón sea Primer Ministro. Vale la pena recordar que, en 1983, el entonces “héroe” de la Guerra de Yom Kipur (1973) estaba en la ruina política. A principios de los ´80, el norte de Israel era cotidianamente asediado por ataques provenientes de El Líbano. Sharón, entonces Ministro de Defensa, urdió una estratagema y consiguió convencer al Gobierno de intervenir bélicamente a este país para controlar la situación. Pero la Guerra de El Líbano resultó un desastre militar y político para Sharón.

Un día de septiembre de 1982, las tropas israelíes -que ya entonces controlaban parte sustancial del territorio libanés- permitieron la entrada de grupos falangistas cristianos a los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila. Los maronitas asesinaron a cientos de palestinos, entre ellos ancianos, mujeres y niños. La masacre se convirtió en un escándalo internacional. El Primer Ministro de Israel, Menajem Beguin, constituyó una comisión oficial para investigar lo sucedido, la cual determinó que -si bien los responsables directos del baño de sangre habían sido los falangistas cristianos- el Ejército de Israel sí había contribuido al haber dado paso a los asesinos. Sharón se vio obligado a renunciar como Ministro de Defensa.

Defenestrado, Sharón se mantuvo, durante años, en puestos satélite de los gobiernos derechistas. Sin embargo, poco a poco, como el Ave Fénix, fue resucitando de las cenizas políticas. Con su constante postura de mano dura, criticó al gobierno de Shamir, del cual formaba parte, por asistir a la Cumbre de Madrid, condenó duramente al gobierno de Rabin por la firma de los Acuerdos de Oslo, le hizo la vida imposible a Netanyahu cuando éste acordó la retirada de Hebrón, y a finales de los ´90 se hizo del liderazgo de su partido (el Likud). Desde la oposición, se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para el primer ministro laborista Ehud Barak.

El 28 de septiembre de 2000, custodiado por una escolta de 1.000 soldados, Sharón visitó el Monte del Templo en Jerusalem, considerado como el tercer lugar más sagrado del Islam.

Argumentando que quería demostrar la soberanía que tiene Israel de la Ciudad Santa, el político derechista provocó y logró una respuesta violenta del mundo árabe. El acontecimiento significó el comienzo de la Segunda Intifada palestina.

La Intifada favoreció las perspectivas políticas de Sharón. El Primer Ministro Barak, quien había fracasado en las negociaciones de Campo David debido a la intransigencia del líder palestino Yasser Arafat, no pudo contener la ola de violencia de la nueva Intifada. Fue entonces que los votantes israelíes eligieron al provocador del Monte del Templo, quien prometía lo de siempre: mano dura para contener la violencia palestina.

La “visión de los corrales”

El segundo asunto que resulta increíble es que ahora, como Primer Ministro, Sharón haya logrado la desconexión unilateral de Gaza. Y es que este político siempre mantuvo una postura intransigente en cuanto a los territorios ocupados por Israel. Consideraba que los judíos debían apropiarse de la mayor cantidad de tierra como pudieran. Propugnó por la expansión de los asentamientos judíos: “Lo que agarremos ahora, nos lo quedaremos; todo lo que no tomemos se lo llevarán ellos”, decía. ¿Cómo es posible, entonces, que este implacable hombre de la derecha israelí haya dado un giro de 180 grados?

Ariel Sharón, al igual que George W.Bush, es un estanciero, sus connotaciones son la de un estanciero; en su famosa “visión de los corrales”, que más de una vez explicó, Sharón asemeja al pueblo judío a un rebaño de vacunos que es conducido constantemente al matadero a través de un corredor en el que, a medida que cada uno de los animales avanza, los portones se van cerrando por detrás impidiendo su fuga.

En dicha visión, Sharón se considera a sí mismo el último obstáculo para impedir que esos portones se cierren y que el rebaño siga avanzando hacia la carnicería. Si no consiguió detener la primera puerta, inmediatamente hará todo lo posible para ponerle trabas a la segunda, y así sucesivamente.

Coronado de gloria

La demografía palestina, la considerable baja de la aliá (inmigración) judía, la situación económica y social de Israel, las interminables luchas internas de los diferentes grupos palestinos para lograr el control del gobierno autonómico, la presión americana con su participación activa en la zona (Irak) y el terror islámico mundial -que va en vías de conseguir armamentos nucleares- lo llevaron a buscar una salida con la que pueda ‘sacudir’ al proceso de paz de su letargo, reciba el apoyo internacional, e indique a la dirección palestina que llegó la hora de constituir un gobierno estable con capacidad negociadora.

Así, coronado de gloria, llega Sharón a la Asamblea General de las Naciones Unidas; la dirigencia mundial lo alaba y aplaude, hace fila para entrevistarse con él y le manifiesta su apoyo y colaboración.

En los intrincados laberintos del poder, lo que en un momento parece locura y desprecio, en otro es realidad y elogio.

Resulta increíble que Sharón sea Primer Ministro y que ahora, después de haber logrado con éxito la retirada de Gaza, sea mundialmente elogiado. Un muerto que resucita y hace exactamente lo contrario de lo que pregona. Así de fascinante es la política.