Waleed Aly, un presentador musulmán de The Project, uno de los programas de televisión más populares en Australia, no dudó en culpabilizar al gobierno conservador de Scott Morrison de promulgar la islamofobia a través de sus políticas migratorias y sus narrativas acompañantes, lo que lo que le valió una amenaza de demanda judicial por parte del primer ministro.
A su vez, el periodista David Koch, a cargo de un show de la mañana usualmente trivial, se trenzó con la senadora ultraderechista Pauline Hanson en una entrevista televisiva acalorada en la que acusó a One Nation de complicidad indirecta con el ataque por su constante retórica antimusulmana. Aunque hace años que Hanson intenta alarmar a los australianos sobre una supuesta toma de control musulmana que resultará en la imposición de Sharia en el país, la pelirroja negó que su mensaje hubiese contribuido a la violencia, lo que resultó en una respuesta incrédula de Koch que los simpatizantes de Hanson caracterizaron de ‘bullying’.
Otros políticos utilizaron la masacre para reafirmar abiertamente su islamofobia. En una declaración absolutamente irracional y odiosa, el senador Fraser Anning, del partido Nacional Conservador, responsabilizó a la inmigración musulmana por el atentado en Christchurch. Según el político australiano, el ataque resalta el temor creciente de las comunidades australianas y neozelandesas ante la creciente presencia musulmana en ambos países. Las declaraciones de Anning causaron una protesta clamorosa, que incluyó un huevazo plantado en su cabeza por un adolescente en cámara, quien a su vez recibió una trompada del senador que lo dejó en el suelo. Desde entonces, el adolescente, Will Connolly, se ha transformado en el heroico Eggboy, una suerte de ícono antirracista celebrado por millones, y las simpatías nazis de colaboradores directos de Anning han salido a la luz y se encuentran bajo investigación.
Huevazos, trompadas, agresiones, dedos acusatorios: estas son escenas poco comunes en la televisión australiana que contrastan fuertemente con la solemnidad y unidad experimentada en Nueva Zelanda en solidaridad con las víctimas del atentado. Aunque Hanson y Anning son políticos marginales, los australianos humanistas se sienten horrorizados por lo que ven como la consecuencia inevitable de un movimiento racista y xenofóbico revitalizado desde los ataques a las Torres Gemelas. Por supuesto que la historia racista de Australia comienza mucho antes, y cuenta con capítulos estremecedores como el intento de asimilación cultural y biológica de pueblos Indígenas (que incluyó el robo de bebés para criarlos como blancos), y la llamada White Australia Policy que les prohibía la entrada a los inmigrantes no europeos, y que solo fue abandonada oficialmente en 1972. Hoy por hoy, la política inmigratoria australiana, ampliamente criticada por la ONU, se caracteriza por el uso de la marina para rechazar a los barcos cargados con solicitantes de asilo, y la reclusión en pésimos centros de detención de aquellos que logran llegar a sus costas.