Historias desconocidas de los incendios en Australia

Mujeres que luchan solas contra el fuego

Testimonios en primera persona y desde la línea de fuego de los voraces incendios que azotan a toda Australia, cuyas cenizas ya recorren el mundo. La inédita catástrofe para la naturaleza y la sociedad australianas ya provocó la muerte de mil millones de animales y una veintena de personas, dos de ellas vecinos de Georgina Hannaford, una profesora universitaria con experiencia como bombera que relata a Nueva Sion cómo le hace frente al fuego junto con otras mujeres.
Por Inés Dunstan, especial para Nueva Sion, desde Australia

Los feroces incendios que asolan Australia desde septiembre han provocado la muerte de 26 personas y mil millones de animales; miles de evacuados; y la destrucción de 2.000 hogares y diez millones de hectáreas. En medio de una ola de calor que batió récords en todo el país y críticas al gobierno del conservador Scott Morrison por su inacción frente al cambio climático y sus vacaciones personales a Hawaii, las imágenes de bomberos caídos en el suelo por agotamiento invaden las pantallas todos los días, mientras sentidos mensajes de agradecimiento circulan por las redes sociales y se reproducen en carteles por doquier.
Menos conocidas y celebradas son las historias de las muchísimas mujeres australianas que le hacen frente al fuego completamente solas y valiéndose de los recursos más básicos. “Todos piensan en los hombres pero hay muchísimas mujeres también que simplemente hacen lo que se necesita hacer, pero que no son generalmente celebradas o reconocidas en los medios”, dice a Nueva Sion Georgina Hannaford, una profesora universitaria de 48 años que se encuentra actualmente peleando los incendios en Kangaroo Island.
“Muchas veces vemos fotos de hombres tirados en el suelo y agotados. Nosotras no aparecemos en las fotos, porque después de pelear contra los incendios, tenemos que volver a casa a hacerles la comida a nuestros hijos”. Radicada en la ciudad de Adelaide, la hija del multipremiado artista australiano Robert Hannaford no dudó en viajar a Kangaroo Island apenas se enteró de los incendios que afectan a la isla situada a 16 kilómetros de la costa de Australia del Sur. Sabía que las chances de que su propiedad en Kangaroo Island sobreviviera al infierno eran minúsculas, pero quiso hacerse presente en la isla para ayudar a sus amigas granjeras, muchas de las cuales están peleando contra las llamas y defendiendo sus propiedades y animales sin ayuda alguna.

Lo inimaginable
Georgina estaba en lo correcto: antes de que llegara a la isla, los incendios ya habían devastado la totalidad de su granja de cien hectáreas, aunque sus vecinos lograron salvar su casa y su caballo. Georgina decidió quedarse en la isla para apoyar a su amiga Bridgit Halloran, una granjera local que ha estado enfrentando al fuego completamente sola desde el 20 de diciembre con una furgoneta en la que carga un tanque de 600 litros de agua. “La mamá de Bridgit le compró la unidad de agua tres días antes de que empezaran los incendios en Kangaroo Island. Costó 3.000 dólares y no es reembolsable”, cuenta Georgina.”Bridgit es granjera, y en un día normal, la encuentras allí afuera en los potreros, manejando tractores, cambiando llantas, montando caballos… Como yo, es amante de los animales, y verlos quemados es muy traumático”.
Muchos de sus amigos han debido sacrificar a sus vacas y caballos como resultado de sus heridas. “Los pájaros se caen muertos del cielo, mi amiga pudo contar quince en lo que va de hoy, y si sales con el auto, ves un koala muerto cada treinta metros, muchos con sus bebés calcinados todavía en sus espaldas” cuenta Georgina, ensombrecida.
“Y por supuesto, también está la querida Helen, quien a sus 80 años creía saber lo que es la vida, pero que sufrió la pérdida de su marido y su hijo en una tormenta de fuego, en un momento de pánico y horror”, cuenta Georgina. Fue su amiga Bridgit Halloran quien, a las 03:30 de la mañana, se topó con los cuerpos de Dick y Clayton Lang dentro de un auto incendiado en una carretera. “Yo no los conocía personalmente, pero eran muy apreciados en la comunidad”, dice Georgina. Su enojo es palpable cuando menciona que vieron pasar al primer ministro Scott Morrison y a su comitiva de cerca de diez autos gubernamentales. Morrison evidenció la ignorancia más absoluta de la situación local cuando, en una conversación con vecinos, expresó alivio porque supuestamente no hubo pérdidas de vidas humanas en Kangaroo Island.
Georgina tiene experiencia como bombera. Se crió en una granja en Kangaroo Island y vivió en la isla diez años cuando sus hijos eran pequeños. “Cuando trabajaba en los parques nacionales de Kangaroo Island como guía de aventuras, me ofrecieron la posibilidad de unirme a la tripulación de bomberos de la isla. De ahí en más, trabajé con la brigada todos los veranos. En 2007 formé parte de un equipo de bomberos enviado al estado de Victoria, que en ese momento estaba siendo asolada por incendios forestales”.
En Kangaroo Island, Georgina está peleando contra el fuego en lo que se llama una ‘farm unit’, pero no se inscribió en el servicio de bomberos local. Cuenta que aunque unos 900 voluntarios y la Armada australiana se encuentran en la isla, “no hemos visto a nadie al oeste de Parndana, posiblemente porque se focalizan en los pueblos”. Los granjeros que se quedan a defender sus casas frecuentemente no cuentan siquiera con equipos de protección personal. De hecho, Georgina comenzó a pelear contra los incendios sentada en la parte de atrás del vehículo de su amiga, envuelta solamente en una manta de lana para protegerse de las brasas. “Cuando nos topamos con otros granjeros en nuestra misma situación, les pregunté si tenían ropa protectora, y me tiraron esta campera que ves en la foto”.
La vecina de enfrente de Georgina, Roanna Horbelt, se dedica al rescate animal y frecuentemente alberga a muchos canguros y otros animales silvestres en su casa. Desde que comenzaron los incendios, y como tantas otras personas, Roanna decidió quedarse en su propiedad para proteger a sus animales, lo cual implicó guardias nocturnas y salir a pelear contra las llamas a cualquier hora. Sin embargo, hace unos días, el riesgo inminente e incontrolable de las llamas la obligó a abandonar su hogar. “Roanna se iba a quedar a defender su casa del fuego pero a las nueve de la noche no podía ver absolutamente nada, ni respirar, por lo tanto se vio obligada a abrir las tranqueras y liberar a sus animales, esperando que la suerte los acompañe”, comenta Georgina. A pesar de la ferocidad del fuego, el humo, la completa oscuridad del cielo, y el agotamiento más absoluto, Roanna logró llegar a Kingscote ilesa, tras manejar 60 kilómetros pese a que no podía ni ver ni respirar.
Historias que están ocurriendo ahora, en este mismo momento en otro lado del mundo, historias de mujeres que merecen ser contadas.