El debate público sobre la anexión comenzó muy tarde, primero debido a las dudas que despertaba la seriedad del movimiento, y luego debido al Coronavirus. El poco tiempo que queda para la discusión aumenta el riesgo de que el público asuma como auténticas algunas tergiversaciones y conceptos erróneos sobre sus implicaciones. Aquí hay un ejemplo de tres errores que se han apoderado del público, inclusive en el seno de la izquierda profunda.
El primer y más grave error es la afirmación de que la anexión no cambia nada, porque «de todos modos hay una anexión de facto» e «incluso sin anexión hay perjuicio para los palestinos». Esta idea conduce a una peligrosa mutación en la izquierda: un apoyo silencioso a la anexión que servirá para «quitarle la careta» a la ocupación. Este enfoque enfatiza las implicaciones de la aplicación de la ley israelí en Cisjordania. La anexión inevitablemente resultará en una confiscación masiva y automática de tierras y propiedades palestinas, un desplazamiento forzado de individuos, familias y comunidades enteras del área anexada, y fortalecerá drásticamente el poder del Consejo de Judea y Samaria(Moetzet Iesha), el órgano representativo de los colonos, que hoy es una entidad débil controlada por el gobierno.
La anexión provocará un proceso de despojo de los palestinos de su tierra y el avance del desarrollo israelí allí, en un alcance y ritmo que no es posible sin anexión. Este proceso, por primera vez, dependerá mucho menos del gobierno y sus políticas y mucho más de las cabezas de los colonos. Observemos, por ejemplo, lo que dijo Benjamin Netanyahu sobre el Valle del Jordán en una entrevista con Israel Hoy el fin de semana pasado: «[Las comunidades palestinas en el Valle] permanecerán como enclaves palestinos. No anexaremos ni Jericó, ni una o dos áreas». Estas palabras no fueron elegidas al azar. De hecho, hay alrededor de 50 aldeas y comunidades de pastores palestinos en el valle. Para Israel, la mayoría de ellos son ilegales, por lo que con la anexión no se convertirán en enclaves. Los miles que viven allí se convertirán en extranjeros ilegales en «Israel» y, por lo tanto, serán destinados al desplazamiento y al traslado forzado fuera del valle. Un proceso similar debería acontecer en el área de Jerusalén.
Una versión avanzada de la «anexión no cambiará nada» advierte que la lucha contra la anexión enfatiza todo el mal que causará, y eso deja comparativamente bien parada la situación existente de ocupación. Bueno, no hay duda de que la situación es muy mala, incluso sin anexión, pero no se debe concluir que no podría ser peor. Tanto la ocupación como la anexión pueden y deben ser resistidas.
Un segundo error que se ha enraizado es la creencia de que, según el plan de Trump, en un área no destinada a la anexión israelí, se establecerá un estado palestino. Lean el programa. Omitan el lenguaje colonialista, que establece las condiciones bajo las cuales los palestinos se desarrollarán lo suficiente como para obtener un estado, y llegarán a una sección que describe lo que recibirán. Solo en el idioma orwelliano del presidente estadounidense, lo que se propone en el plan para los palestinos se llama «estado». Es una entidad que no tiene control sobre el movimiento de personas y bienes hacia y desde ella (Israel sí), que no tiene control sobre su espacio aéreo (Israel sí), a quien no se le permite firmar ciertos acuerdos y tratados de algún tipo, que tiene derecho limitado a unirse a organizaciones internacionales y cuyos poderes de planificación y construcción están sujetos a veto Israelí en áreas cercanas a la frontera (en rigor, casi en todas partes). Este es un país del mismo modo que un pollo es un pájaro: tiene alas y pico, pero no puede volar.
Netayahu lo sabe. En la misma entrevista para Israel Hoy, dijo: «Necesitan reconocer que somos la única autoridad de seguridad en todo el territorio. Si están de acuerdo con todo esto, tendrán su propia entidad, que el presidente Donald Trump define como un estado. Un estadista estadounidense me dijo: pero Bibi, eso no es un Estado. Y yo le contesté: llámalo como quieras». Solo los fundamentalistas como los líderes de los colonos que santifican los símbolos y el simbolismo pueden oponerse al programa Trump porque él llama al bantustan (1) palestino «un estado».
Un tercer error que ya se ha convertido en un punto en común es la convención de que si previniéramos la anexión, la política del conflicto volvería al punto en que estaba antes de que estallara esta discusión sobre la soberanía en nuestras vidas, es decir, una lucha entre los defensores de los dos estados y los anexionistas. Este análisis ignora la disuasión política frustrada por la anexión. En los últimos años, la derecha ha tenido una gran suerte: Trump entra en la Casa Blanca, Europa está debilitada por las crisis y el Brexit, la situación procesal de Netanyahu ha cambiado su pensamiento político y la crisis del coronavirus ha desdibujado la firmeza de los discursos justo antes de que Israel haga un movimiento tectónico unilateral. Para los anexionistas, pareciera que todas las estrellas se alinearon, y lo que un momento antes parecía una fantasía se volvió real. Ahora imaginen que la anexión se ve frustrada. En lo que respecta a los derechistas, significa que el mesías vino y llamó a la puerta, pero no pudieron abrirla. ¿Cuánto tiempo tomará hasta que se logre una combinación tan perfecta entre todos los componentes requeridos?
Si la anexión no se concreta en los próximos meses, es muy posible que se aleje del horizonte durante muchos años, convirtiéndose en una opción irrelevante. El día después de que se frustre la anexión, la ocupación será la misma ocupación antigua y malvada con la que seguiremos luchando, pero la situación política será nueva. Como cualquier cambio, puede abrir una puerta a opciones que no existían antes.
- Término que designa cada uno de los veinte territorios que operaron como reservas tribales de habitantes no blancos en Sudáfrica y África del Sudoeste (actual Namibia), en el marco de las políticas segregacionistas impuestas durante la época del apartheid
* Publicado originalmente en hebreo en diario Haaretz. 01-06-2020
** El escritor es un abogado especializado en derechos humanos.