Tiempos de incertidumbre
Vivimos en tiempos donde la información circula de forma acelerada y las verdades quedan difusas en un humo de noticias. Las fakes news y la “posverdad” son efecto de una pérdida de credibilidad en lo que circula, una respuesta a la necesidad de consumir información sin dejar de lado nuestras afinidades, una especie de sello a los vacíos emocionales. Estamos en un momento histórico en el que prima la incertidumbre y nos intentan hacer acostumbrar a ella, donde los discursos de orden terminan siendo unantídoto ante la falta de sentidos o la transformación acelerada de consensos que antes eran naturalizados.
Esta era de la sobreinformación es también la era de las identidades atomizadas. La posibilidad de compartir al instante y con el mundo entero lo que uno piensa es la posibilidad de que tu identidad sea la identidad de muchxs, así como la diferenciación con tantos otros. Con eso han aparecido nuevos grupos e identidades sociales que se gestaron o multiplicaron en la virtualidad y que luego cobraron expresión en eventos públicos. Es la articulación de lo que antes estaba disperso y ahora puede reunirse en una red abstracta. Esto en muchos casos es una puerta para la liberación de grupos que antes eran oprimidos y ahora pueden colectivizar sus realidades, pero en otros casos puede ser la apertura a otras expresiones no tan agradables.
Hace tiempo que se sabe de las barbaridades que aparecen comentadas en varios espacios online. Los insultos misóginos, antisemitas, xenófobos, racistas y de diferentes expresiones de odio son moneda corriente en portales de noticias. Lo que quizás no teníamos tan naturalizado era que esos “trolls” que antes eran solo una foto de perfil trucha, cada vez más saldrían a las calles y searticularían.
“El virus existe, la pandemia no”, “más del 70% de los medios de comunicación son judíos”, “conspiración judía mundial”, “OMS Genocida”, “5G y vacunas genocidio”, “Nuevo orden mundial”, “fusilar políticos, fusilar sindicalistas”, “el avance del marxismo cultural”, “la OMS como ministerio de salud del nuevo orden mundial”, “que nos quieran dar una vacuna que va a tener niños abortados”, “Chavistas hijos de puta, Argentina será su tumba”:son algunas de las expresiones que aparecieron en las marchas anticuarentena y no se alejan tanto de cosas que aparece en las redes. La violencia física contra medios de comunicación y las amenazas del tipo “te vamos a buscar” fueron otras expresiones del mismo tipo. Es cierto que no toda la marcha fueron estas pronunciaciones, pero sí tuvieron un fuerte peso, así como sucedió en varias marchas que aglutinaba a es mismo sector político.
En muchas publicaciones que se hicieron virales se retoman estos comentarios en tono de burla. Y si bien la risa es un buen desahogo y una reacción natural cuando nos atamos a las convicciones, quizás sea peligroso tomarlo solo a la ligera. Los discursos se amplifican y replican cuando toman visibilidad pública, y todo lo que antes era dispersión pura puede a la larga convertirse en amenaza real.
Las reflexiones y análisis que salieron de las experiencias más traumáticas de nuestra historia nos han mostrado que toda tragedia social tuvo un proceso de gestación: discursos, pequeños actos de odio, insultos, etc. Jamás podríamos comprender un suceso histórico solo viendo sus consecuencias. Y, sin ir más lejos, hoy esto cobra vida en varias puntas del mundo.
El ascenso de las nuevas derechas son la expresión de estos discursos que circulan en plano de lo microsocial. Foucault fue uno de los primeros filósofos que ayudó a pensar esto de la “microfísica social”.Para simplificarlo, él planteaba algo así como que lo social se puede pensar como un conjunto de flujos “invisibles” que en algún momento cobran visibilidad por confluir en puntoscomunes. Lo social estaría compuesto por millones de discursos, sentimientos, acciones, etc. que a lo mejor no son más que “individualidades” o “pequeñas cosas” hasta que logran articularse y dar lugar a “eventos” más amplios. El ascenso de las nuevas derechas en el mundo lo podríamos entenderlo como un “indicador” de que esos discursos de odio están articulándose y cobrando fuerza.
El fenómeno Bolsonaro en Brasil, por ejemplo, es el de un personaje que hasta poco tiempo antes de las elecciones era desconocido y que en poco tiempo logró consolidarse como el candidato ganador. Ganó unas elecciones reivindicando los peores discursos de odio y obtuvo el apoyo no solo de quienes sostenían esas palabras, sino también de otrxs que preferían oponerse a un “enemigo común” antes que rechazar ese odio. Con esto me refiero a una gran masa de votantes que no eran necesariamente racistas, misóginos o antisemitas (o incluso eran los sujetos afectados por esos discursos), pero que votaban a la misma expresión electoral que los abanderados de esos odios (1). Esto es sumamente importante para entender cómo se gestan las grandes violencias hacia las minorías, no solo cuentan con el apoyo del “odiante”, también cuentan con el apoyo de quienes deciden ponerse a su lado para enfrentar un supuesto mal mayor. Es decir, en este caso, el votante de Bolsonaro era el nazi, pero también el progre que odiaba al PT.
Discursos de odio y polarización social
En esa línea, resulta preocupante que ciertos discursos de odio tomen más visibilidad en nuestro país, pero también resulta sumamente preocupante que un sector fuerte del arco político opositor lo intente capitalizar políticamente. Mauricio Macri lanzó un tweet el día de la marcha en el que de alguna forma mostraba su apoyo a lo que estaba sucediendo (2), Patricia Bullrich hizo algo similar (3).
Incorporar esas expresiones de odio a fuerzas políticas que reúnen tanto apoyo político es peligroso. Lo que ocurre es que un espectro de esos discursos de odio empieza a articularse con otras demandas de un polo de la grieta argentina. Con Ernesto Laclau logramos entender que la representación política genera nuevas articulaciones de sentido, es decir, vuelven a resignificar algunos discursos que circulan en el mundo social, pero también que los sujetos representados influyen en la representación política en una especie de desborde social. El representante tiene la capacidad de generar nuevas significaciones sociales, a la vez que atiende aquellas que está representando y debe accionar en ese sentido.
De esa forma, es sumamente preocupante que se empiecen a incorporar en propuestas políticas estos discursos de odio. El salto desde los comentarios en los diarios hacia el comentario en las calles puede generar otros avances: desde la violencia propiamente dicha hasta la búsqueda de institucionalizar ciertas demandas antidemocráticas (leyes segregativas, políticas de retroceso en términos de derechos, etc.). Este nuevo avance de la ultraderecha desde los discursos microfísicos hacia las representaciones macropolíticas son una amenaza a la democracia que no podemos desatender.
La amplitud tiene que ver tanto con esa representación, como con en el “contagio” dentro de la grieta política. Cuando la sociedad está tan polarizada, la incorporación de determinadas demandas dentro de un polo genera cierta empatía de “los que están de este lado” con lo que se acaba de incorporar. A modo de ejemplo y para simplificar, si el movimiento ecologista se incorpora al peronismo, lo que probablemente suceda es que los peronistas que antes no tenían una conciencia ecológica importante empiecen a empatizar con esa problemática. De la misma forma, si el discurso conspirativo de que los judíos son el problema del mundo se incorpora al macrismo, es probable que muchos que antes se reivindicaban como macristas empiecen a empatizar con ese argumento. Eso no necesariamente genere un consenso en ese espectro, pero sí genera una multiplicación de esas pronunciaciones. En la “marginalidad política” esto no resulta una amenaza, pero así sí puede empezar a generar efectos simbólicos y materiales concretos.
Antisemitismo y desafíos comunitarios
El principal alimento del antisemitismo en la historia tuvo que ver con respuestas conspirativas. Los judíos eran representados como el mal de la humanidad, el responsable de varios problemas que se desataban en la historia reciente. Algunas vertientes de la ciencia partieron de ese terreno sobreideologizado para legitimar sus argumentos y proponer la idea de la superioridad de las razas sustentado en discursos legítimos (biologicismo, darwinismo social, etc.). Por supuesto, se trataba de proposiciones pseudocientíficas que, eliminando el “pseudo” de su pronunciación, penetraban fuerte en (y se nutrían de) el sentido común. Pero, sin ir más lejos, ese campo sobreideologizado y conspirativo que responsabilizaba a los judíos de todos los males era el nicho central.
La historia a veces repite opresiones, pero suele cambiar las formas. No necesariamente estas expresiones de antisemitismo en las teorías conspirativas de las marchas anticuarentena devengan en la magnitud de las violencias que alguna vez tuvimos que afrontar. Sin embargo, son la alarma del peligro de estas nuevas articulaciones.El judaísmo carga con una historia de persecuciones y opresiones, y es casi un deber con nuestro pueblo aprender de esa historia para que no se repita en ninguna de sus manifestaciones. Comprometernos a desarticular esos discursos y esas representaciones políticas es luchar contra el avance del antisemitismo y de otras opresiones que hoy siguen operando incluso en dimensiones aún más grandes.
2) https://twitter.com/mauriciomacri/status/1281342321477459975
3) https://twitter.com/PatoBullrich/status/1281410128915443714