Diálogo con Daniel Rafecas a 80 años del inicio de la Solución Final

En la emblemática fecha del 24 de marzo, Tzavta y Nueva Sion llevaron a cabo la actividad “80 años del inicio de la Solución Final”, un encuentro vía zoom en el que el historiador Yoel Schvartz dialogó con el juez federal Daniel Rafecas, doctor en Derecho Penal y profesor de la UBA, y autor del libro “Historia de la solución final”.
Por Darío Brenman

La primera pregunta formulada por Yoel Schvartz fue si Daniel Rafecas, estaba de acuerdo con tomar a 1941 como un año bisagra y el porqué. “Por supuesto, el punto de inicio de la llamada Solución Final tiene una fecha muy clara, que es el 22 de junio de 1941, cuando se desencadena la llamada Operación Barbarroja, que fue la invasión por parte de la Alemania nazi a la Unión Soviética. Esa marcha triunfal de la Alemania nazi sobre este país venía acompañada de un profundo desprecio por este pueblo, y por su ejército. Nadie, ni del lado de los Aliados ni del lado del Eje, apostaba un duro por la Unión Soviética. La pregunta en todos los estados mayores de las fuerzas armadas de los distintos países implicados en la guerra de Europa no era si Alemania iba a derrotar a la Unión Soviética sino cuándo iba a producirse la rendición de este país”, explicó Rafecas.
Luego, el diálogo derivó en detalles acerca del Plan Siberia. “En este contexto, en cuanto a la cuestión judía emerge lo que yo denomino en mi ensayo el Plan Siberia, que consistía en que una vez derrotada la Unión Soviética todos los 11 millones de judíos de Europa iban a ser transportados, primero por vía férrea y luego a pie, a la Rusia profunda, a las estepas siberianas, a la zona del Ártico, a los montes Urales, al extremo oriental del Europa, muy lejos de la vista de organizaciones como la Cruz Roja, la comunidad judía internacional y el resto de los países del mundo. De modo tal que el día de mañana, cuando la comunidad internacional o la comunidad judía en Londres o Nueva York se pregunten dónde están los judíos europeos, los nazis dijeran, como siempre pasan con los genocidios ‘nosotros no sabemos’. La idea del plan Siberia era que a los judíos de Europa en el máximo secreto se los tragase la tierra. Y que en definitiva, en un futuro el tercer Reich negase toda responsabilidad vinculada con el exterminio de todos los judíos de ese continente”, detalló el jurista.
Luego, explicó: “Esto tiene una connotación histórica, porque precisamente 25 años antes, otro régimen tiránico militar, en el marco de otra guerra, que fue la Primera Guerra Mundial, hizo exactamente esto y fue exitoso, me estoy refiriendo al régimen de los Jóvenes Turcos, que entre 1914 y 1917 hicieron exactamente lo mismo con la minoría armenia, caucásica, cristiana, que desde hacía 500 años convivían hacia el interior del imperio turco otomano. El régimen de los Jóvenes Turcos impuso una solución final de la cuestión armenia en el marco de la guerra con Rusia, acusándolos de ser socios o aliados de este país, con el cual compartían la religión, el origen étnico etc. y no hicieron más que deportarlos al este”.
En relación al genocidio armenio, Rafecas dijo que: “A ese millón de mujeres, hombres y niños había que deportarlos a los desiertos de Siria, Anatolia, de Arabia para que allí perezcan en las duras condiciones climáticas, que se los trague la tierra muy lejos de la mirada del resto del mundo y que hasta el día de hoy, como sabemos, los sucesores de ese imperio turco genocida siguen negando la producción de ese genocidio”.
El paralelismo con el proyecto nazi es claro. “Los nazis lo que hicieron fue elaborar un plan sobre la base de un proceso genocida exitoso que había tenido lugar 25 años antes, perpetrado por un aliado en la Primera Guerra Mundial. Un genocidio respecto del cual los nazis tenían detalladas informaciones porque estaban los observadores y representantes del imperio alemán presentes en Ancara, Constantinopla, y en otras ciudades de Turquía, viendo con sus propios ojos lo que estaba pasando con los armenios”, expuso el autor de “Historia de la Solución Final”.
“Los nazis no hacen otra cosa que copiar ese genocidio exitoso y elaborar lo que podemos llamar el plan Siberia. Este plan es el que se presenta en la famosa Conferencia de Wannsee del 2 de enero de 1942, encabezada por una figura central del régimen como Reynard Heydrich, el número dos de las SS, a cargo de la Oficina Principal de Seguridad del Reich, el superministerio que manejaba todas las SS. Y ese personaje clave se presenta ante toda la burocracia del gobierno nazi diciéndoles: ‘Señores, de acuerdo al informe que tenemos, vamos a llevar a los 11 millones de judíos al este una vez derrotada la Unión Soviética. Vamos a separar a los hombres por un lado, a las mujeres y niños por el otro, los vamos a poner a marchar, a construir carreteras, centros de detención. Van a perecer en el camino, y a los que resistan -dice Heydrich- los trataremos en consecuencia’. Esta frase remitía a los fusilamientos que ya se venían desarrollando en el Frente Oriental”.
Luego, Rafecas enfatizó su teoría: “Para decirlo gráficamente, en mi opinión el plan Siberia era el Plan A, era el plan maestro, el plan central, y diría definitivo, que el régimen nazi planificó durante todo el año 1941 para resolver, entre comillas, la cuestión judía de Europa”.
“Pero resulta que contra todo pronóstico el pueblo soviético y el Ejército Rojo resistieron San Petersburgo. Stalingrado nunca cayó en manos alemanas pese a que la tuvieron casi tres años sitiados y hubo por lo menos un millón de muertos de hambre y de inanición en ese sitio horroroso. Moscú nunca cayó. Por lo tanto, la línea del frente se mantuvo firme y en definitiva la Unión Soviética siguió combatiendo contra los nazis con el final que ya conocemos”.
Tras la derrota nazi en Moscú del 5 de diciembre, apenas 48 horas después sobreviene el bombardeo sorpresivo de la tropa japonesa a la base naval de la marina norteamericana en el puerto de Per Harbor. “Difícilmente haya habido otro momento con tanta densidad histórica como estos tres o cuatro días, que a mi juicio –sostiene Rafecas- son el momento crucial de la guerra mundial en Europa. Porque es en este momento cuando los nazis caen en la cuenta de que lejos de apoderarse de ese enorme gigante que era la Unión Soviética, van a tener que prepararse para una larga guerra con los rusos. Y al mismo tiempo, con la entrada de Estados Unidos en la guerra, la misma se vuelve mundial, y tarde o temprano se va abrir un frente occidental a partir de que Estados Unidos ingresa en la guerra”.
Fue así que: “De buenas a primeras, los nazis en pocos días pasan del convencimiento de ser los amos del universo a resignarse a una larga guerra en dos frentes, para lo cual van a tener que prepararse” afirmó el jurista.

El paso del plan A al plan B
“Los indicios que han recogido los historiadores revelan que en los días posteriores a estos dos grandes eventos que acabo de mencionar, aparecen una serie de indicios de declaraciones privadas de Hitler, de entradas en diarios íntimos que escribían todos los días dirigentes como Josep Goebles o el propio Himler, con decisiones que indican que entre el 10 y el 15 de diciembre es el momento en el cual la dirigencia nazi encargada de los asuntos judíos, y por supuesto Adolf Hitler, deciden llevar adelante la matanza de los judíos tal como la historia finalmente lo va a conocer. Es decir, es en este período de mediados de diciembre de 1941, tras la derrota en la batalla de Moscú y tras el ingreso de los Estados Unidos en la guerra, que el régimen nazi va a tomar la decisión crucial de abandonar el plan A y pasar al Plan B. Es decir, abandona el plan Siberia porque las estepas siberianas, los montes Urales, el mar Ártico, van a quedar muy lejos de la línea del frente de batalla. Y de hecho, hoy sabemos que nunca van a ser alcanzados por los nazis. Es en esta fecha que la dirigencia ya estaba convencida de exterminar a los judíos de Europa con el Plan B, que va ser el gas. Es montarse sobre las experiencias positivas o exitosas que el régimen nazi ya había implementado hasta ese momento, no solamente respecto de judíos sino también previamente personas con discapacidades mentales”.
En relación a los crímenes que los nazis cometieron contra discapacitados mentales, Rafecas detalló que: “Entre 1939 y 1941, el régimen nazi organiza lo que se llamó el plan T4 y extermina a 70.000 niños, niñas, hombres, mujeres y ancianos con discapacidades mentales en Alemania y en Austria. Y lo que emplea para exterminar a estas pobres personas indefensas es gas. Utiliza vehículos con los furgones conectados con el caño de escape y cianuro de hidrogeno Zyklon B en lo que se llamó las clínicas de la muerte”.
Al interrogante de por qué en teoría se prosiguió con el plan original, el jurista respondió que: “Ustedes me preguntarán cómo es, entonces, que en la Conferencia de Wannsee, que fue el 20 de enero de 1942, no se habla del gas sino del plan Siberia. Ahí solamente podemos especular, porque no hay una respuesta contundente. Mi impresión es que si Reinhard Heydrich, hubiese blanqueado al resto de la burocracia nazi que ya habían dejado de lado el plan de deportar a todos los judíos a Siberia y que habían optado por el gas, cosa que efectivamente era así, eso hubiese sido una señal de derrotismo, de dudar en la victoria de los nazis sobre los soviéticos, y eso era absolutamente impensado. Era prácticamente un delito en el código penal de guerra nazi hacer expresiones derrotistas sobre la marcha de la guerra”.
Otros de los temas abordados durante el encuentro virtual fue en qué medida hubo algún tipo de cambios en la forma en que se juzgan los crímenes de guerra después de la Shoá.
“Después de los juicios de Nuremberg, diría hasta los años ‘80 y ’90, la respuesta hubiese sido ninguna”, expresó Rafecas. “No hubo ningún tipo de cambio. La respuesta de la República Federal Alemana fue muy pobre, apenas simbólica. Y diría, mirándolo en perspectiva, fue un escándalo prácticamente dejar en la impunidad y hacer lo mínimo posible con las penas. Te diría que el aporte de la comunidad internacional a la justicia universal que vino a partir de los juicios relacionados con la Shoá comienza, a mi criterio, con el proceso a Adolf Eichmann en Jerusalén, con el juicio y la sentencia del Tribunal israelí, y luego de la Corte Suprema de ese país, porque es allí, en 1961, 1962, cuando se produce la única condena a muerte que el Estado de Israel va a imponer, en este caso al único enjuiciado, que había sido Eichmann”.

El caso Eichmann y la teoría del aparato de poder
Rafecas ahondó en la importancia del proceso llevado a cabo en Jerusalén. “Este proceso judicial es muy interesante, sentó jurisprudencia la sentencia del Tribunal de Jerusalén, pese a que Eichmann jamás fue a los campos de exterminio y trabajaba desde Berlín, con la única excepción de la deportación de los judíos húngaros en donde Eichmann se instala a ese efecto en Budapest. Eichmann era un autor de escritorio, no tenía las manos manchadas de sangre, nunca había matado una mosca. Pero el Tribunal lo que va a decir para decirlo gráficamente y brevemente, es que Hitler, Himler, Heydrich eran los que tenían el poder de decidir acerca del exterminio de los judíos, y ese poder total de decidir, esa decisión, bajaba a través de una cadena de mandos, y cada uno de esos eslabones tenía poder autónomo para impulsarlo hacia los ejecutores directos. En esa cadena de manos estaba claramente Eichmann en la oficina 4b4 de asuntos judíos de la Gestapo”.
En relación a la responsabilidad de Eichmann en la Shoá, Rafecas explicó que: “Era desde la oficina de Eichmann en Berlín de donde se coordinaban los transportes de los miles y miles de judíos desde Ámsterdam, París, y de muchos otros lados, especialmente hacia Auschwitz. Lo que va a decir el Tribunal de Jerusalén es que no solamente los jerarcas nazis que ya no estaban para ser juzgados, sino también cada uno de esos mandos intermedios eran autores, no cómplices, del delito que cometen los ejecutores directos. Ellos eran verdaderamente los autores, y cuanto más subían por esa cadena de mandos mayor era la responsabilidad llegando hasta la cúspide, es lo que se llama la teoría del aparato de poder”.
Esta teoría fue presentada en 1973 al ámbito académico alemán por el “prestigioso profesor de Munich Claus Roxin, con la expectativa de que los tribunales alemanes a partir de ese momento empiecen aplicarla para los criminales que estaban siendo juzgados en Alemania. Pero este país jamás la aplicó”.
En el año 2002 Roxin publicó una nueva edición de su ensayo en el que se queja amargamente porque durante 50 años la justicia alemana ignoró deliberadamente lo que había hecho el Tribunal de Jerusalén para condenar como cómplices y no como autores a los criminales de guerra en Alemania. Para los criminales de guerra y sus abogados defensores era muy fácil litigar en Alemania porque todos aducían que cumplían órdenes.

Paralelismos entre la Shoá y el terrorismo de Estado
Otras de las preguntas realizadas por el público que participó de la actividad fue si existe algún tipo de vínculo entre los que fueron los crímenes de lesa humanidad en Argentina y la ideología nazi, y la opinión de Rafecas respecto a la dimensión judía de la represión ilegal de la dictadura militar.
“Yo tengo algún trabajo sobre esta cuestión. Hay coincidencias en los investigadores que estudiaron el terrorismo de Estado en Argentina en cuanto a que la dictadura argentina desplegó lo que podemos determinar como una persecución política a sectores de ideología de izquierda. El golpe del 24 de marzo viene hacer como la solución más rápida, radical y drástica de enfrentarlos disponiendo el exterminio físico de todos ellos. Lo que sí está probado, por otro lado, es que los mandos bajos, medios y altos de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas de seguridad a mediados de los años ‘70 tenían una clara impronta antisemita, participaban de todos los prejuicios religiosos y políticos relacionados con el antisemitismo. Era muy frecuente la admiración por el régimen franquista, el fascista de Mussolini, el nazi. Tal como está largamente demostrado en nuestras investigaciones judiciales, una vez capturado por su condición política, si descubrían que además era judío, era doblemente torturado por ambas cosas”, describió Rafecas.
Luego detalló: “Con respecto a los rasgos similares entre la experiencia del nacionalsocialismo y la experiencia de la dictadura argentina, mi actuación profesional como juez me llevó a sumergirme en el submundo de los centros clandestinos de detención. En la megacausa del Primer Cuerpo, nosotros tuvimos que recrear la vida cotidiana en decenas de centros clandestinos. Y de mi experiencia previa, cuando llegué como juez en 2004, ya venía estudiando sobre la Shoa y era colaborador del Museo del Holocausto, en ese momento advertí, y acá viene entonces mi respuesta: hay un claro emparentamiento entre la experiencia de los campos de concentración en Alemania y los centros clandestinos en Argentina en cuanto a que en los dos se producía de modo inmediato y respecto de todos los que allí ingresaban un proceso de deshumanización o de despersonalización de todos los cautivos. En los campos de concentración se los despojaba de todas las cosas, se lo humillaba, se los apaleaba, se les ponía esos piyamas a rayas, se los rapaba, se los uniformaba. Y en los centros clandestinos pasaba algo muy similar de modo constante y sistemático, todos los cautivos eran desnudados, se les daba otra ropa, se les prohibía el habla, estaban encapuchados, engrillados de pies y manos, no podían decir su nombre, se les ponía una clave alfanumérica y por supuesto un proceso de deshumanización que implicaba espantosas condiciones de alojamiento, sanitarias, la tortura permanente, el estar aislado del mundo, que nadie sepa de su suerte en el exterior y la víctima tampoco sabía que estaba pasando en el mundo”.
Antes del final de la charla, se abordó el tema del proceso de desnazificación. “Cuando se produce el Anchluss, en marzo de 1938, asume un régimen filonazi con un gabinete, son desplazados todos los ministros del régimen anterior y se los reemplaza por miembros del partido nazi austríaco y personas encolumnadas con su flamante pertenencia a la anexión al tercer Reich. El ministro de Educación de ese gabinete que va a pasar administrar las cosas en Austria, entre ellas los procesos de emigración de los judíos austríacos, se llamaba Oswald Melguin. Traigo a colación a esta persona porque en la posguerra llega a la Argentina gracias a que no hubo ningún proceso de desnazificación en el marco del gobierno de Perón. Y gracias a gestiones oficiales, Melguin va ser inmediatamente destinado como titular de cátedra en la Universidad Nacional de la Plata, cátedra que va a mantener por los siguientes 40 en las que va a formar generaciones de académicos investigadores y docentes siendo un nazi”.
Luego, un participante del encuentro le consultó al juez Rafecas en qué consistió el Plan Madagascar. “El plan Madagascar está absolutamente documentado y demostrado, porque efectivamente varias oficinas de asuntos judíos incluyendo la de Adolf Eichmann y también la del ministerio de Relaciones Exteriores tomaron en cuenta seriamente esta idea trasnochada, que en realidad venía de los antisemitas franceses, que era trasplantar a todos los judíos de Europa a esa isla africana que perteneció durante toda la mitad del siglo 20 al imperio francés. Lo interesante de este plan es que en algunos de esos documentos ya estaba la concepción genocida. Había protocolos secretos que especificaban que la idea era subir a los judíos europeos a los barcos y que en los mismos los escapes de monóxido de carbono de los grandes motores iban a ser reconducidos a las bodegas para asfixiar al transporte”, detalló Rafecas.
Por último, el jurista se refirió a qué lo motivó a investigar tanto sobre la Shoá. “Si existe algo que podemos llamar vocación de justicia, no ha habido en la historia del hombre un evento más injusto que la Shoá. En el sentido que el régimen nazi señaló, identificó, enjuició y condenó a 6 millones de víctimas sin importar ninguna condición, por el solo hecho de su pertenencia al pueblo judío, acusándolo de unos 20 cargos que eran todos falsos. Entonces, tanto desde la escala de la cantidad de víctimas como de la absoluta injusticia de los cargos que se alzaron contra ese pueblo, a mí me revela desde ese lugar. Y eso es lo que me lleva a trabajar esos temas, de intentar reparar en lo que yo pueda esa tremenda injusticia manteniendo la memoria”.