Ezequiel Koremblit, el injustamente olvidado Señor del humor, el honor, el amor

Ezequiel Koremblit había nacido en Buenos Aires el 28 de mayo de 1916 y falleció en esta misma ciudad el 1° de febrero de 2010. Periodista y ensayista, a los 17 años entró por primera vez a una redacción y nunca más dejó que se enfriara la máquina de escribir, hasta el punto que logró todos los premios que es posible obtener en el país. Presentamos aquí un homenaje, que incluye una entrevista realizada por la autora
Por Sandra Pien *

“Mi abuelo es un ladrón de sonrisas inteligentes, que tiene a la ironía de cómplice” dijo Marina Alurralde, poeta y nieta de Ezequiel Koremblit, cuando se refirió a él en el acto de presentación de su último libro, Eva o los infortunios del Paraíso en AMIA en 2002. Es que fue un seductor y tesonero hombre de trabajo de la palabra, que la pulía, que se reía con ella, que era su compinche, su amante. Era dueño de un fino e inteligente humor en su escritura. Y lo más parecido a un renacentista, que decía –y las creía– frases como estas: “me interesa una sola cosa: todo” y “mi patria natural es la literatura”.
Se definía como ginólatra –adorador de la mujer–, pantemporáneo –de todo tiempo–, aborrecedor de los adverbios –en el principio fue el verbo, recordaba siempre– y perseguidor de “esas tres trascendencias tan vitales como intelectuales y tan éticas como estéticas que son el humor, el honor, el amor”. Si me pidieran un adjetivo que le cupiera, diría que fue luminoso. Koremblit, Bernardo Ezequiel, no confundir. Aunque por esas cosas de la vida le gustaba que lo llamaran Ezequiel, “y si va con un querido delante, mejor” –me confesó alguna vez entre cómplice y risueño.

Koremblit, Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires

Periodista, ensayista –dedicado a temas literarios, estéticos y humanistas–, humorista y otros –ista, este porteño de ley (perdón, amigo, por este lugar común) logró todos los premios obtenibles en el país dentro de su espectro temático, a saber: Primer Premio Municipal de Literatura (género ensayo), el Nacional de Literatura, el Argentores (radiotelefonía), el de la Fundación Argentina para la poesía, el del Fondo Nacional de las Artes, el Santa Clara de Asís, la Faja de Honor de la SADE y dos Konex de platino en el rubro literatura de humor. Fue distinguido como Ciudadano Ilustre porteño. Autor de una docena de libros, entre ellos Coherencia de la paradoja, La torre de marfil y la política; El humor, una estética del desencanto. Además, por sus biografiados lo conoceréis; escribió sobre: Ben-Ami, el actor abismal, Nicolás Olivari, poeta unicaule; Baudelaire, las flores del mal; Todas las que ella era. Ensayo sobre Alejandra Pizarnik; Gerchunoff o el vellocino de la literatura, Borges. Trabajó y/o fue colaborador de cantidad de diarios y dio cantidad de conferencias. Debe tener el récord argentino de programas radiales en el aire, a saber: en Radio Nacional, audición “En busca del tiempo literario”, desde 1961 a 1990; y en Municipal, audición “El humor, el honor, el amor”, de 1959 a 1990. Entre muchos otros cargos, fue director de cultura de la Sociedad Hebraica Argentina (SHA) y estuvo al frente de la revista Davar durante 31 años, director de Actividades Culturales de la Biblioteca Nacional (1993); miembro fundador, vicepresidente y presidente de la Academia Nacional de Periodismo, y presidente de la SADE, Sociedad Argentina de Escritores.
Recuerdo sobre la Av. Corrientes el departamento de Koremblit, era un laberinto de libros, libros y más libros. Por cada rincón, arriba de escritorios, en mesitas, en pilas horizontales, verticales, en montones, en bibliotecas de distintos formatos. Y fotos enmarcadas: con Blackie, con quien había trabajado durante muchos años y fue nombrado por ella su albacea testamentario. Tengo además presentes las otras, porque en su momento anoté esos nombres para un reportaje que le realicé: estaba en fotos junto a Ulises Petit de Murat, César Tiempo, Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, Victoria Ocampo.

Con Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo en la Sociedad Hebraica Argentina (SHA)

Koremblit había nacido en Buenos Aires el 28 de mayo de 1916 y falleció en esta misma ciudad el 1° de febrero de 2010. A los 17 años entró por primera vez a una redacción y nunca más dejó que se enfriara la máquina de escribir. Lo busqué en 2002 para ese reportaje, y para mi sorpresa allí me contó que había conocido bastante a mi padre, y que recordaba un viaje con él y otros “muchachos” de la SHA durante 1938 a Mar del Plata. Me presentó y tuve la suerte de frecuentar a varios de sus amigos; entre ellos, a Enriqueta Muñiz, la periodista que hizo la investigación junto con Rodolfo Walsh para el libro Operación Masacre. Y me distinguió con su amistad. Solía firmar las dedicatorias de sus libros con tintas verde o roja.
Aquí los párrafos más jugosos de aquel reportaje.

-Cuénteme, ¿por qué la literatura en usted?
-Esa es una pregunta muy difícil de contestar. Yo diría ¿por qué la vida? No podría vivir sin la literatura, así que ella lo es todo para mí; es algo orgánico, casi fisiológico. Ahora también es la estética, es el interés, es la cultura, el arte, y hasta es una ciencia. Es un continente integral que lo congloba todo, y es lo que uno ama por sobre todo. Uno. Otros aman la pintura, la música, la ciencia. Para mí, la literatura; porque es el aire que respiro.
-¿Por qué el humor es una actitud estética?
-Porque cuando estamos fastidiados, enojados, desagradados, desalentados, desesperados por la injusticia social, por los males del mundo, por la ingratitud, por el egoísmo de la gente, por la maldad ajena, por todo lo malo, si uno en vez de convertirse en un individuo amargado, fastidiado o de mal humor –tipo jodido, como decimos los porteños–, si es inteligente y tiene cierto esteticismo en su vida, se convierte en un humorista y toma las cosas no como debieran ser sino con humor. El humor –digo siempre– no nos hará felices pero nos compensa de no serlo. Es un acto de defensa propia. Y porque está en la propia naturaleza. Bernard Shaw decía que en toda labor intelectual hay humor, no humorismo. No confundir humor con humorismo; humorismo es la chistología, la televisión, la sección cómica de los diarios. El humor es otra cosa.
-Al despertarse, ¿sigue preguntándose quién estoy, dónde soy?
-No, ya lo sé; bah, creo que lo sé. Porque muy pronto se cree lo que mucho se desea.
-Eso es lo que le respondió Borges cuando usted le dijo que era creyente. Porque Borges decía que no era creyente… pero creo que no era del todo agnóstico, ¿no?
-Sí, gracias a Dios, mi querido amigo era ateo.
-¿Cuándo y dónde comenzó a trabajar en periodismo?
-En Crítica, e hice allí una gran carrera, conocí a todos. Era un diario amarillo, sensacionalista, dirigido por Natalio Botana. Tenía el elenco más grande de escritores y periodistas. Ahí conocí a los González Tuñón, a Raúl y a Enrique; a Nicolás Olivari. Borges y Ulises Petit de Murat hacían el suplemento literario de los sábados; Roberto Arlt, Conrado Nalé Roxlo, Florencio Escardó, Pablo Rojas Paz, el tucumano, gran escritor. Toda una pléyade. Me hice amigo de Nicolás Olivari, después escribí un libro sobre él, y de César Tiempo, que prologó mi primer libro.

Composición de libros y cartas

-¿Una anécdota, la anécdota?
-Una tarde en Crítica viene un ordenanza y le dice a César Tiempo: hay un señor que lo quiere ver, es el arquitecto Cayorda, quiere hablar con usted. Le dice que lo haga entrar y este hombre le explica: mire señor César Tiempo, yo le traigo los originales de este libro, y quería ver si usted me puede hacer un prólogo. César Tiempo era un hombre muy bueno, muy generoso, de esos que no le negaban ni un prólogo ni un vaso de agua ni un cigarrillo a nadie. Pero le tuvo que decir que en ese momento no podía porque estaba por estrenar en el teatro una obra suya. Le respondió: ahora no puedo, si es para más adelante, sí. Vino una segunda y una tercera vez. Entonces le dije al ordenanza, dígale que lo voy a atender yo. Déjeme César, le dije; entonces no se usaba el tuteo. Bueno, dígale que estoy ocupado- me respondió. Mire, arquitecto Cayorda –le dije– ¿por qué no le pide el prólogo al doctor Scholl…? en obvia alusión al pedicuro… César Tiempo oyó todo, y entonces cuando el hombre se estaba yendo sin darse cuenta de la chanza, lo llamó: arquitecto, venga… ¿trajo los originales? Sí, sí, dijo el hombre….Venga a buscar este prólogo pasado mañana… De verdad que no tenía tiempo y estaba ocupado; si no, le hubiera dicho que sí. Y a mí me dijo: mire Ezequiel, muy ocurrente lo que le dijo, muy gracioso, está muy bien. Pero cuando alguien pide algo, hay que darle; plata, ayuda, un prólogo…por lo menos no hay que hacer un chiste, una humorada. Y yo, diez años después, le pedí un prólogo para mi primer libro, el de Ben Ami, ¡qué lección, eh! Era un hombre único, por el talento y por la bondad… era un místico de la bondad Israel Zeitlin. No era la bondad del zonzo, porque era un porteño vivo, rana, pícaro, canchero, pero muy generoso. Además se sentaba en la máquina y “desovaba”; era impresionante cómo trabajaba…
-¿Le hubiera gustado hacer la carrera de Letras?
-No se aprende a escribir ni en la facultad ni en un taller literario. No, una cosa es ser escritor y otra, profesor. Hay una frase de Gide que utilicé en mi libro sobre Olivari que dice: nunca un monaguillo llega a Papa, nunca un profesor llega a escritor.

 


Koremblit dixit

  • Yo creo que el corazón nunca se equivoca, a lo sumo se arrepiente.
  • Dispuesto a iniciar el día con los auspicios de esas tres trascendencias tan vitales como intelectuales y tan éticas como estéticas que son el humor, el honor, el amor, tres evidencias que no nos harán felices, quizás, pero nos compensan de no serlo.
  • Lo real es estrecho, pequeño y mezquino: solo lo posible es vasto, grande y generoso.
  • Es posible y hasta probable (no son sinónimos, pero ahora podrían serlo) que la Tierra, en otro tiempo, haya estado habitada por seres humanos, pero entretanto soy piadoso e indulgente con mis semejantes y mis desemejantes, y ante la desconsoladora realidad de este egoísta, aquel envidioso, ese injusto y otros endriagos, ectópagos y engendros, me digo en el más filosófico, teológico y panhumano de los monólogos: El Señor los creó, y nuestro deber es aceptar que pasen por seres humanos. Y sé bien que el primero en necesitar piedad e indulgencia soy yo. Por ello mi plegaria diaria y horaria es esta: Señor: júzgame según tu infinita bondad y no según mis actos. No puedo indagar más en mi strep-tease confesional, porque hacerlo es un ingente esfuerzo y no quiero que el cerebro se me suba a la cabeza.
  • Suele ser una mentira que vive a expensas de sus encantos, pero nada es más coherente que una paradoja.
  • Durante años y años pasé la existencia buscando la mujer ideal. Y un día la encontré, pero no pude ni concertar ni concretar nada con ella porque también ella buscaba al hombre ideal.
  • El epitafio que figurará sobre la losa de mi tumba ya está redactado. Se ocupará de la inscripción mi mujer, quien está de acuerdo con el texto, y dirá estas nueve palabras de impecable cuan implacable sinceridad: Aquí yace mi marido y yo descanso en paz.
  • …Sé que sólo en el Diccionario puede encontrarse éxito antes que trabajo…
  • Quien quiera hacer con felicidad el intrépido viaje sobre los abismos de la vida debe realizarlo en el funicular del humor, cuyo cable es más resistente en apariencia respetable de la gravedad insulsa e inodora. El humor es una actitud ante la vida. El humor lo es todo, y el resto, como habría dicho Hamlet si hubiese leído a Jack London o hubiera visto “La quimera del oro” del quinto evangelista Chaplin, es el gran silencio blanco.
  • En mi vida me interesa una sola cosa: Todo.
  • El humorista no es un cordero resignado ni un espíritu sumiso y sumido en la mansedumbre de la pusilanimidad y la cobardía, sino un filósofo que sabe mucho más de lo que sabe el hombre que lo sabe todo pero no sabe más que eso, y aunque la filosofía é una cosa tale/ con la quale e senza la cuale/ il mondo resta tale quale,/ él es un ontólogo de balsámica antes que angustiada metafísica que no extiende el dedo para acusar a los demás, y cuya enciclopédica omnisciencia entrañable y humana le permite conocer la relatividad de lo absurdo a un tiempo que con la certidumbre de que nada es más absoluto que lo relativo, tal como lo demuestra la botánica: que las ciruelas negras, cuando están verdes, son rosadas.
  • Partir es, sí, morir un poco, pero morir es partir del todo.

(Párrafos extraídos a piacere de muchos de los libros de BEK)

* Periodista, Lic en Letras (UBA), poeta