Mucha alegría y esperanzas despierta el extravagante gobierno de “unidad nacional” que puso fin a la crisis política que amenazaba con una quinta elección general en dos años, a la cual quería arrastrar Netanyahu. Extravagancia política no solo porque esta hazaña tan ansiada por la mitad del país fue lograda gracias a una heterogénea coalición sostenida con la estrechísima mayoría de 60 escaños frente a 59 en contra.
Históricamente los gobiernos de unidad nacional se formaron en Israel durante coyunturas de guerra y crisis económicas, pero nunca para socorrer al sistema político de sus crisis electorales. Y tampoco para desalojar a un primer Ministro democráticamente elegido como Bibi, aunque su odiado régimen populista nacionalista y religioso de derecha procuró socavar a las instituciones democráticas del estado judío.
Los aliados en el nuevo gobierno de Unión Nacional fueron pactados por el líder de la oposición en la Knesset, Yair Lapid, para echar a Bibi del poder, y el resultado es una heterogénea e ideológicamente contradictoria coalición de ocho partidos de todo el espectro político de derecha, centro e izquierda de Israel.

Pero a no engañarse: el nuevo gobierno de unidad nacional fue parido en una victoria pírrica de 60-59: el partido Likud obtuvo 30 mandatos, casi el doble de los 17 del centrista Yair Lapid de Yesh Atid, principal partido de la nueva coalición, y casi cinco veces más de los apenas 7 escaños del partido Yamina, del flamante primer ministro Naftali Bennett.
El nacionalista Bennet, próspero empresario de 49 años, y ex secretario del consejo de todos los asentamientos en Cisjordania, acordó con Lapid un gobierno de rotación y trasvasamiento generacional: ocupará el cargo de premier con solideo hasta septiembre de 2023; entonces será relevado por el laico jefe del partido Yesh Atid, el ex periodista y artífice político Yair Lapid de 57 años, quien gobernará otros dos años.
Por sexta vez consecutiva, el Likud ha sido desplazado de una interrumpida pero persistente serie de gabinetes elegidos durante los periodos 1977–1984; 1986–1992; 1996–1999; 2001–2005; 2009–2021; sin embargo, pese a la reciente derrota en las urnas, tiene chances de seguir siendo el partido hegemónico en el sistema político israelí, conservando sus 30 mandatos y, sobretodo, conservando la férrea alianza clientelística de Bibi con la masa electoral de la ultra ortodoxia religiosa. Actualmente este bloque populista de derecha procura blindarse en una beligerante oposición parlamentaria, y jura hacer caer a brevedad al nuevo gobierno “laico y de izquierda” de Lapid, acusando “al traidor Bennett” por haber supuestamente robado votos de la derecha y llevarlos al centro.
No olvidemos que en marzo de 2020, el líder populista del Likud también había logrado formar un anterior gobierno de “Unidad Nacional” con la ultra ortodoxia y el centrista partido dividido Azul y Blanco. En verdad, luego de 16 meses de una crisis política sin precedentes en la historia de Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu y su otrora rival en las urnas Benny Gantz acordaron formar un “gobierno de unidad” en plena pandemia de COVID-19. Gantz sorprendió a propios y extraños al abrir la puerta a un gobierno de «unidad y emergencia» con el premier acusado de corrupción. Fue el Gobierno con más carteras de la historia parlamentaria israelí (36 ministros), pretextando así cerrar la crisis política más prolongada. No olvidemos también que esa coalición nacional fue lanzada con una interpelación populista movilizadora: poner en marcha legislativa la anexión de los asentamientos judíos de Cisjordania y del Valle del Jordán.
El racismo de Kahana entra en la Knesset
Ahora bien: tal amenaza de anexión externa fue neutralizada por el ultimátum de los Emiratos Árabes del Golfo y asimismo por el fin de la administración Trump y su Plan del Siglo. Sin embargo, una inédita amenaza interna promovida por Netanyahu acecha desde adentro mismo de la Knesset: por primera vez el partido Sionista Religioso de Betzalel Smotrich, quien junto con el elegido diputado Itamar ben Gvir, epígonos de Meir Kahana, desde una ideología fascista se apropiaron del histórico partido Mafdal, y lograron 4 diputados en la Knesset.

El historiador Yehjiam Weiz acaba de recordar que el entonces líder Zebulum Hammer del partido sionista religioso Mafdal fue quien había liderado la campaña en contra del ingreso en la Knesset del rabino racista Meir Kahana, maestro de Itamar ben Gvir. Hammer fundamentaba su propuesta de ley antirracista en la Knesset advirtiendo en abril 1986 que la lucha contra la ideología de Kahana “era vital”, porque “sus ideas racistas no podían tener lugar en la sociedad civil israelí , totalmente opuestas a la existencia ética del judaísmo y a la imagen espiritual de estado judío”(Haaretz,29-6-21).
En 2021, Ben Gvir y Smotrich logran incitar odio desde la esfera pública sin ningún tipo de impedimentos, después de haber sido legitimados electoralmente por Netanyahu y la derecha del Likud. Hoy respiramos bocanadas de saludable aire en el Israel pos electoral sin Bibi pero, simultáneamente, la atmósfera está cada vez más enrarecida por la presencia desfachatada de los Gvir-Smotrich en los medios de comunicación masivos ante la indiferencia general. Vivimos en una atmosfera completamente diferente de hace dos años, cuando la Corte Suprema -en abril de 2019- impugnaba la candidatura de Michael ben Ari, otro discípulo de Kahana, impidiéndole ser diputado por el partido Unión Nacional.
Pero el extravagante gobierno de unidad nacional conmociona no solo al sistema político israelí corrido hacia el centro, y legitimando a un partido de ultra derecha kahanista; también la sociedad civil se siente conmocionada porque Bennett –Lapid hayan conseguido formar una coalición de mescolanza pactada con partidos de la socialdemocracia sionista (Avodá y Meretz), la derecha laica del partido Israel Beitenu de Avigdor Lieberman, la derecha tradicionalista Tikva Jadasha de Guideon Sa”ar, además de la derecha religiosa de Yamina, el partido de Bennett.
Arabes adentro, ultraortodoxos judíos afuera
Aunque lo más insólito y comentado sobre esta movida centrista sigue siendo, por un lado, la entrada inimaginable de un partido islámico árabe israelí en la coalición, Ra’am de Mansour Abbas, y, por otro lado, la exclusión también inimaginable de todos los partidos ultraortodoxos judíos. Nunca antes un partido islámico israelí había apoyado a ningún gobierno sionista (aunque si hubo ministros drusos y diputados árabes israelíes (el primero, Rosan Bastuni fue miembro de MAPAM en la segunda Knesset) y además, nunca antes los partidos ultra ortodoxos habían quedado fuera de coaliciones tanto de gobiernos laboristas, y mucho menos, del Likud.

Inversamente, nunca antes la izquierda sionista formó parte de gobiernos de coalición nacional con la derecha. Sí, en cambio, MAPAM aceptó entrar en el alineamiento laborista con Avodá (el Maaraj) desde 1969 a 1984, logrando 56 parlamentarios contra los 26 del bloque opositor GAJAL de derecha. Sin embargo, al cabo de quince años, Mapam se retirará defraudado cuando Shimon Peres, en 1984, formó el gobierno de unidad nacional con el Likud.
La socialdemocracia actual justifica sentarse junto a la derecha para ayudar a “salvar a la democracia israelí” del estado calamitoso en que la ha dejado el populismo nacionalista religioso y neo liberal del Bibismo.
El Gobierno auto designado coalición “del cambio” promete llevar a cabo reformas consensuadas mínimas, pero solo en la sociedad civil, no en política interna ni exterior; mucho menos, negociar con los palestinos. Fue pactada una reforma electoral a fin de impedir que un primer ministro ocupe el cargo más de ocho años o dos términos (si bien las legislaturas de cuatro años en Israel sobreviven un promedio de dos años y medio). Se pretende aprobar un prepuesto del Estado rápidamente, tras dos años de estancamiento político: básicamente, aumentar la construcción en Jerusalén y la oferta de viviendas en la zona central del país, avanzar en reformas judiciales y en la alicaída educación primaria y secundaria, descongestionar las atascadas carreteras, promover el transporte público, y aumentar considerablemente los fondos para las comunidades árabes.
Precisamente, el nuevo apoyo del partido Ra’am coincide con la estrategia de Bennett y Lapid en poner el acento en reformas económicas, educacionales y de seguridad que beneficie, básicamente, a la sociedad civil árabe de Galilea y beduina del norte del Neguev, dejando en un segundo plano la cuestión de la identidad nacional palestina de los árabes en Israel y en los territorios ocupados. Tal ha sido, y seguirá siendo, la estrategia política exitosa de Mansour Abbas, un intelectual islámico culto, quien cursó estudios universitarios y es profundo recitador de memoria de oraciones, prescripciones legales y epítetos del Corán: Mansour Abbas es una figura respetada entre las comunidades religiosas islámicas de la Galilea y del sur beduino, y fue colaborador del Sheik Darwish en Kfar Kassem hasta su muerte.
Pragmático político y odiado contrincante de los partidos laicos y de izquierda en la Lista Árabe Conjunta liderada por Ayman Odeh, del partido comunista Jadash; Mansour Abbas, jefe del partido Ra’am (Lista Árabe Unida) logró cumplir el objetivo que en 1996 había dado origen al brazo político de los Hermanos Musulmanes: influir en la Knesset. Pese a que tuvo una actuación importante cuando la Lista Árabe Conjunta llegó a ser el tercer partido más grande del parlamento israelí con 15 diputados, la escisión de la Lista Árabe Unida propulsada por Mansour Abbas en las elecciones de marzo de 2021 le hicieron perder a Odeh nueve diputados, quedando actualmente con 6.
Pero más allá de interpretaciones conspirativas, la escisión provocada por Mansour Abbas tiene historia política. En enero de 2019, Ahmed Tibi , el líder de Ta’ al, anunció que su partido abandonaría la coalición liderada por Odeh, y poco después el resto de partidos decidieron disolverla de manera definitiva. En las elecciones de abril de 2019, los cuatro partidos que conformaron la Lista Árabe Conjunta concurrieron en dos coaliciones separadas, formadas por Jadash y Ta ‘al de un lado y Balad y la Lista Arabe Unida, por otro.
Comparto la interpretación del investigador del Islam Dr. Mohanad Mustafá, para quien Ra’am expresa la entrada del Islam en el espacio público árabe israelí, influido también por vientos reformistas de la onda expansiva de la Primavera Árabe. El discurso público de Ra’am colabora a poner sobre el tapete qué tipo de sociedad (¿tradicional? ¿súper-ortodoxa? ¿laica?)- desean los árabes en Israel, de modo paralelo a un discurso similar entre los judíos. Mansour Abbas opta por oponer radicalmente la ortodoxia islámica a la modernidad laica, que expresa además expectativas de una clase media próspera en ascenso, interesada en satisfacer necesidades socio económicas inmediatas de la población musulmana (Revista suplemento del Haaretz, 25/6/21).
Asepsia política
Ahora bien: la asepsia política del consenso de esta nueva coalición ya muestra en las primeras dos semanas cómo la izquierda sionista tuvo que tragarse dos sapos sumamente tóxicos. El primer batracio lo tragó el ministro laborista Bar Lev, de seguridad interior, cuando accedió a autorizar la marcha de las banderas totalmente provocativa en la ciudad vieja de Jerusalén, justo una semana después de haberse opuesto por considerarla nociva: era antes de entrar al gobierno de unidad nacional.
El otro sapo atragantado en la garganta de los ministros laboristas y de Meretz siguió a la decisión del gabinete de no evacuar totalmente el puesto de avanzada ilegal de Avitar, aledaño a Nablus, tal como exigía el Ministro de Defensa Gantz. Los jóvenes colonos invasores aceptaron la propuesta gubernamental de evacuar el sitio, pero sin destruir los edificios hasta tanto la Justicia decida sobre la propiedad de la tierra palestina.

Tal decisión escandalosa está en sintonía con los proyectos de construcción de 31 asentamientos en Cisjordania, la primera de cuyas medidas fue tomada el 24 de junio pasado por el nuevo gobierno de Unidad Nacional. Según reportó la prensa, los planes aprobados por la Administración Civil incluyen un centro comercial, una escuela de necesidades especiales, y una serie de proyectos de infraestructura y cambios de zonificación en los asentamientos existentes en Cisjordania.
Ayman Odeh, el recordado secretario de la Lista Conjunta de partidos árabes, tras la aprobación de la construcción en asentamientos, acusaba a “la izquierda que se rindió a la derecha al haber consentido en dejar de lado la negociación diplomática, mientras la derecha sigue perjudicando las posibilidades de paz y profundiza la ocupación, opresión y desposeimiento de millones de palestinos.”
Pero no es necesario acudir únicamente a Odeh para comprender el comportamiento genuflexo de ambos partidos socialdemócratas en la flamante coalición nacional. La editorial de Haaretz (1-7-2021) titulado , “Michaeli y Horowitz se callan”, condena el silencio de los ministros socialdemócratas judíos al consentir la formula gubernamental de aceptar la exigencia de los colonos de no evacuar completamente Abitar, y critica “dejarlo solo a Benny Gantz y a los militares del área de seguridad en su frente de oposición a tal compromiso”. Entre otros, los generales y expertos militares palomas, Amos Gilad y Amos Yadlin. Más aún: comprendiendo que el frágil gobierno de unidad nacional se niega a tomar medidas políticas de largo alcance respecto al conflicto israelo-palestino, el periodista Akiva Eldar solicita a Lapid que esté dispuesto “mínimamente” a parar la piromanía provocadora de “los colonos ladrones de tierras, deteniendo a los invasores de propiedades palestinas en el puesto de avanzada ilegal de Avitar”. El lúcido intelectual pacifista, por último, le advierte al canciller del nuevo gobierno: “Estos incendiarios no están dispuestos a darle a vuestro gobierno siquiera un solo día de gracia.” (Haaretz, 30-6-2021)
Mucho me temo de que el nuevo gobierno de unidad nacional, formado para “salvar la democracia israelí” de la autocracia populista neoliberal de Bibi, le interesará salvar la democracia para los ciudadanos judíos solamente; imperdonable error que en la nueva era de bibismo sin Bibi, se continúe privilegiando el estado judío a costa del inseparable estado democrático para todos sus ciudadanos, capaz de poner fin también a la ocupación colonial israelí en los territorios palestinos.
* Doctor en Historia (UBA). Investigador asociado del Instituto Harry S. Truman para el Avance de la Paz, Universidad Hebrea de Jerusalén.