Nueva Sion: Me interesaría que arranquemos esta entrevista haciendo referencia a tu recorrido biográfico. ¿Podrías contarnos sobre tu infancia en Argentina y cómo fue tu llegada a Israel?
Dani Dayan: Yo nací en Buenos Aires, en 1955. Vivíamos en Parque Chacabuco, donde crecí y me eduqué. Era hincha de Boca, más allá de que la mayoría en esa zona eran hinchas de San Lorenzo. Nací en una familia muy sionista. En mi casa se recibía frecuentemente a personajes que visitaban Argentina, como Menajem Beguin y otros miembros de su partido, Jerut, y el sionismo revisionista. Me eduqué en la escuela hebrea y era natural en mi familia pensar que, cuando las circunstancias lo permitieran, íbamos a hacer aliá únicamente por sionismo. Vivíamos muy cómodos en Argentina y la oportunidad se dio en 1971, cuando yo tenía 15 años. En Israel, después del ejército, estudié Ciencias de la Computación y Economía, y luego Finanzas. Entré en el campo de computación, que era un área nueva en esa época, y formé mi propia compañía. En 2005 vendí la empresa y entré en la vida pública, que fue lo que siempre me interesó. Los tres cargos principales que tuve fueron Presidente del Consejo Yesha, el Consejo de Judea y Samaria (vivo con mi familia en Samaria desde 1989), luego fui nombrado Cónsul General en Nueva York y ahora soy Presidente de Yad Vashem.
NS: ¿Cómo fue el nombramiento como Presidente de Yad Vashem?
DD: El nombramiento fue por parte del gobierno actual, con el voto a favor de todos los ministros. Después de volver de Nueva York, donde representé al Estado judío ante la comunidad judía más grande de la diáspora, sentí que no había otra misión que podría haber tomado. Pero cuando el gobierno de Bennett y Lapid me ofreció tomar el cargo en Yad Vashem, entendí que era algo que no se puede no aceptar. Es una misión que tiene importancia histórica y soy una persona muy consciente de la historia judía.
NS: ¿Cuál es la misión de Yad Vashem y, sobre todo, de un Centro de Recordación de la Shoá en Israel, comparándolo con otras instituciones y museos que existen a lo largo del mundo?
DD: Yad Vashem no es otra institución más del recuerdo de la Shoá, Yad Vashem es la institución. Es la institución de las víctimas. Nos interesan mucho menos los perpetradores del crimen y los ejércitos que liberaron. El Museo del Holocausto en Washington, por ejemplo, comienza con la liberación del Ejército de los Estados Unidos, lo cual es lógico porque es un museo ubicado en Estados Unidos. Nosotros somos la institución de las víctimas y los sobrevivientes de la Shoá. Y tomamos una decisión que no es obvia: seis millones de judíos tienen el derecho a una institución que está dedicada únicamente a la Shoá. Más allá de que somos sensibles a otros genocidios y violaciones de los derechos humanos, nosotros nos dedicamos exclusivamente a la Shoá.
NS: ¿Quiénes son las personas que actualmente visitan Yad Vashem?
DD: Ante todo es importante entender que Yad Vashem no es un museo sino una institución que tiene museos. Tenemos a la Escuela Internacional de Educación para el Estudio del Holocausto, que tiene actividades educativas, principalmente a maestros y profesores, y también a diplomáticos y periodistas. También incluye al Instituto Internacional de Investigación del Holocausto, que es uno de los institutos académicos más grandes a nivel internacional. Tenemos el archivo más grande del mundo de documentos relativos a la Shoá, con más de 220 millones de páginas documentales. Tenemos dos museos: el museo de la historia de la Shoá y el museo de arte. Este último me parece impresionante: cuando los nazis intentaron privar a los judíos de toda humanidad, hubo personas que siguieron haciendo arte, cuyas obras están expuestas en Yad Vashem.
Antes del coronavirus, llegaban aproximadamente un millón de visitantes por año, siendo el setenta por ciento conformado por personas que llegan de afuera de Israel. Con la pandemia, los números bajaron drásticamente. Respecto del público israelí, tenemos alumnos de las escuelas, unidades del Ejército, lugares de trabajo y aquellos que llegan por propia iniciativa. Uno de mis desafíos como Presidente de Yad Vashem es alcanzar segmentos de la población israelí que llegan menos a esta temática, sobre todo árabes, drusos y ultraortodoxos.
NS: ¿Cuáles son los pilares que plantea Yad Vashem en la memoria de la Shoá?
DD: El recuerdo del Holocausto, desde la perspectiva de Yad Vashem, está basado en cuatro pilares. En primer lugar, el duelo. El segundo, el saber: tenemos la obligación de saber todo lo que pasó y, por eso, tenemos la política de recopilar documentos de todo el mundo para enriquecer nuestro archivo. El último archivo que tuvimos acceso son los archivos del Vaticano. La obligación de saber es doble. Por un lugar, para el futuro. Nos estamos acercando a una época en la que ya no habrá más sobrevivientes de la Shoá y la documentación es sumamente importante en una época en la que ya no habrá testigos vivos. Por otro, una obligación con las víctimas. Yo nunca voy a poder hablar en nombre de las víctimas. Entre las víctimas había ortodoxos, ateos, sionistas y antisionistas; por lo tanto, no tengo la posibilidad de hablar en su nombre. Pero todos ellos tenían la expectativa de que los recordemos. Por eso, realizamos un esfuerzo importante para escribir sus nombres. Tenemos escritos 4.800.000 nombres de víctimas del Holocausto y es una obligación.
El tercer pilar es tratar de identificarnos. El cuarto es aprender lecciones de la Shoá. Mi manera de pensar es que cualquier lección de la Shoá es legítima y nosotros no adoctrinamos al respecto.
NS: A propósito de las lecciones de la Shoá, esta semana el presidente de Estados Unidos visitó Yad Vashem y escribió en el libro de visitas que es importante enseñar a cada generación que puede volver a ocurrir, salvo que recordemos. Si bien no me interesa que hagas exégesis de lo que escribió Joe Biden, si su mensaje recupera una frase bastante repetida en la memorialización de la Shoá, la idea de recordar para que no vuelva a ocurrir. Me interesaría conocer tu opinión sobre esa sentencia y cuál es tu interpretación del “puede volver a ocurrir”
DD: Te voy a responder con la frase que le digo a todos los líderes que visitan Yad Vashem. Hoy en día está resurgiendo el antisemitismo en el mundo. Desde ya que la situación actual no es la misma que la de Europa en la década del ’30, pero hay una diferencia entre nuestra situación contemporánea y la de aquella generación que vivió en la época de entreguerras: nosotros tenemos la experiencia que ellos no tenían. Si el antisemitismo no se confronta vigorosa e inmediatamente cuando tiene dimensiones que se pueden confrontar, puede llegar a dimensiones monstruosas. Si sucedió una vez, puede suceder dos veces. Y el deber de los líderes del mundo es ese: confrontar el antisemitismo ahora. “Nunca más” es confrontar el antisemitismo ahora. Quien dice “Nunca Más” pero no confronta el antisemitismo que está resurgiendo transforma esa frase en un slogan sin ningún tipo de significado.
Cuando hablo de antisemitismo también me refiero a regímenes que llaman a la destrucción de Israel. Cuando en Teherán dicen que van a borrar a Tel Aviv de la faz de la tierra, no se refieren a los edificios de Tel Aviv sino que se refieren a los judíos que viven ahí.
NS: En un artículo histórico titulado “La necesidad de olvidar” (Haaretz, 1988) el sobreviviente de la Shoá Yehuda Elkaná expresó, a propósito del concepto de las lecciones de Auschwitz, que existen aquellos que tomaron la idea que “Esto no debe ocurrir nunca más” y otros que sostienen “Esto no nos debe ocurrir nunca más”. Me interesa conocer tu opinión sobre ese ‘nos’ de diferencia, donde radica la diferencia entre una memoria particularista centrada en el pueblo judío y una perspectiva universalista de la memoria.
DD: En Yad Vashem conmemoramos el Holocausto del pueblo judío. Pero la Shoá tiene significados tanto judíos como universales. Y no hay ninguna contradicción entre los dos, no hay ninguna razón por la que debamos elegir entre las dos perspectivas. En la visión de Yad Vashem se habla de un evento tanto como judío como universal, en ese orden, por lo que no acepto esa dicotomía entre lo judío y lo universal. Por supuesto que todo genocidio es repugnante y hay que prevenir, pero la Shoá tiene significados profundamente judíos, y profundamente universales.
Y esto también es lo que le digo a los líderes del mundo que visitan Yad Vashem. Por un lado, hay que fortalecer al Estado de Israel para prevenir otra Shoá y, por otro lado, hay que enseñar lo que pasó para prevenir cualquier otro genocidio. El Estado de Israel no fue formado por la Shoá sino a pesar de la Shoá. Y hoy en día Israel es la garantía de que no habrá otra Shoá al pueblo judío.
NS: Quisiera hacerte algunas preguntas sobre algunos acontecimientos concretos que ocurrieron bajo tu gestión, desde agosto del año pasado. En primer lugar, las discusiones que existieron a propósito de la posibilidad de colocar una fotografía del encuentro entre Hitler y el Mufti de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini. Recibiste acusaciones de “revisionismo histórico” al negar la posibilidad de incluir esa fotografía en el museo histórico. ¿Cuáles son los argumentos de Yad Vashem para no incluirla en la exposición?
DD: Ante todo, en nuestro museo hay dos fotografías del Mufti de Jerusalén, una con Himmler y otra visitando tropas de musulmanes en Bosnia. Sin embargo, Yad Vashem está interesado en las víctimas y no tanto en los perpetradores. A su vez, el Mufti de Jerusalén, si bien fue un antisemita aberrante y un criminal de guerra, no fue un personaje importante en la historia de la Shoá. Incluso hay criminales de guerra más relevantes que no están incluidos en el Museo porque siempre preferimos colocar documentación referente a las víctimas.
Quienes exigen una fotografía grande del Mufti no están interesados en la verdad histórica de la Shoá, sino que están interesados en el conflicto israelí-palestino. Yad Vashem tiene como objetivo recordar la Shoá y no hacer Hasbará (esclarecimiento) en lo que se refiere al conflicto de Medio Oriente. Yo le dediqué muchos años de mi vida a la Hasbará y no tengo ninguna duda que cuando se abra el museo de las víctimas del terrorismo palestino, el Mufti tendrá un lugar prominente allá. Por lo tanto, no hay ningún motivo para incluirlo en el centro de nuestra institución.
NS: Por otro lado, en marzo de este año, cuando comenzó el conflicto entre Rusia y Ucrania, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, pidió dar un discurso en Yad Vashem ante parlamentarios israelíes, pedido que fue denegado. ¿Cuáles fueron los argumentos para evitar el discurso de Zelensky en la institución?
DD: Tenemos mucha empatía con el pueblo de Ucrania, que está sufriendo una invasión injustificada por parte de la Federación Rusa y condenamos esa invasión, aun cuando por lo general nosotros no nos referimos a acontecimientos que no están vinculados a la Shoá. El embajador de Ucrania en Israel me visitó y me pidió que Zelensky hable vía zoom ante el público israelí en Yad Vashem. La intención era clara: decir que lo que está sucediendo en Ucrania es el Holocausto. Eso no lo podíamos permitir: no todo crimen de guerra es un genocidio ni todo genocidio es el Holocausto. Yo le planteé que el lugar para hablar ante el público israelí es la Knesset y eso es lo que hizo. En retrospectiva, creo que fue una decisión correcta porque en su discurso en el Parlamento israelí Zelensky dijo que Israel debe apoyar al pueblo de Ucrania como el pueblo de Ucrania apoyó a los judíos durante la Shoá. Y eso es una inexactitud histórica ya que en el pueblo ucraniano hubo un número importante de colaboradores con los nazis, así como también hubo Justos entre las Naciones (aun cuando fue un número mucho menor que los colaboradores).
NS: A propósito del conflicto bélico, Yad Vashem estuvo implicado en la polémica alrededor del magnate ruso Roman Abramovich, quien iba a hacer una donación millonaria a la institución y después tuvo que ser cancelada tras de algunos países de Occidente emitieron sanciones contra Rusia y contra algunos empresarios rusos.
DD: Abramovich nos ofreció una donación importante de decenas de millones de dólares para la investigación de la Shoá. En ese momento, era una persona que donaba a muchas causas judías importantes, inclusive a la Galería sobre la Shoá en el Museo Imperial en Londres. Siempre fue una persona completamente legítima y no tengo ningún motivo para sospechar que él haya apoyado la invasión rusa. Por el contrario, sé que el presidente Zelensky le pidió al presidente Biden no aplicar sanciones contra Abramovich. Pero en el momento en que la situación cambió y Reino Unido, Canadá y la Unión Europea impusieron sanciones contra Abramovich, esto se convirtió en una situación delicada, por lo que le comunicamos a Abramovich que en estas circunstancias no podíamos aceptar la donación.
NS: Y a propósito del universo de las donaciones, me interesaría saber cómo está conformado el presupuesto de Yad Vashem
DD: Lamentablemente, solo un 30 por ciento de los ingresos de Yad Vashem vienen del Gobierno de Israel. Como la entrada es gratuita, solo un 10 por ciento proviene de ingresos generados por nosotros. El resto proviene de donaciones, tanto de judíos como no judíos, incluso de gobiernos europeos. Es una situación anómala que se estaba por corregir en el presupuesto nacional del año próximo, pero la caída del Gobierno implica el desconocimiento de cuándo habrá un presupuesto nuevo. Yo creo que la responsabilidad del gobierno del Estado judío es aportar un porcentaje más grande y convencí a los ministros relevantes para que eso suceda.
NS: A propósito del vínculo entre la Shoá y la sociedad israelí, se puede observar la omnipresencia de la Shoá en todos los discursos políticos israelíes. A veces eso ocurre de forma oficial, con la preponderancia de la Shoá en el calendario nacional y la presencia de Yad Vashem en las visitas oficiales, y a veces en la discursividad de las protestas de distintos sectores políticos, como la inclusión de simbología asociada a la Shoá y el nazismo en manifestaciones ligadas la cuarentena y las campañas de vacunación.
DD: La buena noticia es que, tanto en Israel como en el resto del mundo, el negacionismo está en retroceso, lo cual hace treinta o cuarenta años no ocurría. Pero sí estamos frente a dos fenómenos no menos peligrosos: la distorsión y la trivialización de la Shoá. Fenómenos a los que hacés referencia, como la comparación de los pases sanitarios con la estrella amarilla, están en el terreno de la trivialización. Y vemos muchas distorsiones de la Shoá, también por parte de gobiernos y fuerzas políticas relevantes, como aquellos que expresan que la Shoá existió pero que sus países ayudaron a la recepción de judíos, cuando sabemos que, históricamente hablando, ningún país de Europa ocupado o bajo influencia nazi la población ayudó a los judíos.
NS: ¿Yad Vashem interviene de alguna manera frente a estos fenómenos de distorsión y trivialización?
DD: Por supuesto. Reaccionamos muy fuertemente; por ejemplo, cuando el Canciller ruso dijo que los antisemitas más grandes son los judíos, lo cual es un tópico clásico del antisemitismo. Por otro lado, cuando un artista como Whoopi Goldberg dijo que la Shoá no es una cuestión racial porque es un conflicto entre blancos, estamos frente a un fenómeno que no creo que haya sido de antisemitismo sino, sobre todo, de ignorancia.
NS: Me interesa pensar, para ir cerrando, el vínculo entre las narrativas de los museos de la Shoá y la construcción de las identidades colectivas y nacionales. Hace poco leí una entrevista al escritor israelí Nir Baram, quien alerta sobre la utilización del Holocausto que se observa en la sociedad israelí que educa a los israelíes como víctimas. ¿Creés que la narrativa museográfica de Yad Vashem alimenta la idea del israelí o del judío como víctima?
DD: La identidad judía está basada ante todo en el sionismo, en el movimiento nacional del pueblo judío, que no tiene nada que ver con la idea de que fuimos víctimas sino con la idea del derecho histórico a construir nuestra patria en la Tierra de Israel. Eso no significa que tengamos que olvidar los períodos de discriminación, persecución y masacre que sufrió el pueblo judío. Pero yo, pese a ser Presidente de Yad Vashem, sostengo que los mandatarios que visiten Israel deberían visitar la tumba de Herzl y después ir a Yad Vashem. Lamentablemente, hay líderes que prefieren no visitar la tumba de Herzl, aun cuando tenemos un sendero físico que une el Monte Herzl con Yad Vashem.
NS: Estás próximo a viajar a Buenos Aires para participar del Foro Latinoamericano de Combate al Antisemitismo. ¿Cuál es tu lectura del antisemitismo en Latinoamérica y cuál es la función del Presidente de Yad Vashem en el Foro?
DD: Yad Vashem no es una institución de lucha contra el antisemitismo sino una institución de recordación de la Shoá, por lo que no soy un experto en todo lo concerniente al antisemitismo. Pero el tema del antisemitismo en Latinoamérica sigue siendo relevante: esta semana apareció un aviso repugnante en el diario chileno Las últimas noticias con una caricatura nazi, y hasta ahora ni el distribuidor que colocó el aviso ni el diario pidieron disculpas.
Además de participar del Foro, voy a participar del Acto por el Atentado a la AMIA, tendré una audiencia con el presidente Alberto Fernández para dialogar sobre la importancia de la educación sobre el Holocausto como forma de combatir el antisemitismo, me voy a juntar con el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y también voy a firmar un acuerdo con el Ministerio del Interior para intercambio de documentación, dado que tenemos interés en material que se encuentra en el Archivo General de la Nación.
Foto de portada: Alex Kolomoisky