A través de estas mismas páginas, hemos ido recorriendo el camino que Chile ha transitado desde el Levantamiento del Octubre del 19 hasta hoy día.
Así pudimos dar cuenta de las expresiones ciudadanas que en manifestaciones más que multitudinarias, coparon los espacios públicos; del efecto de la represión del gobierno del presidente Piñera; el impacto de la pandemia; la construcción de un pacto que instaló el desafío de construir una nueva constitución y en el camino, la elección del presidente más joven que jamás ha tenido el País, de la mano de una alianza de izquierda que renovó las esperanzas para poder superar las dificultades que aquellas y aquellos expresaron en diversas pancartas callejeras.
La propuesta aprobada por un 80% de quienes participamos en el llamado plebiscito de entrada, supuso la conformación de un grupo de constituyentes, conformado en modo paritario y con presencia de representantes de los pueblos originarios que componen el territorio. Así, 155 convencionales electas y electos, tuvieron el desafío de, en un año, proponer normas que, para ser consideradas como parte del texto, debían contar con la aprobación de 2/3 de los constituyentes.
Asistimos asombrados a la instalación de la Convención, la elección de una Mujer Mapuche como su primera presidenta y la expresión de una diversidad pocas veces vista en la tradición política chilena, vestida en ocasiones de un complejo tono que no tuvo siempre en vista, las distintas miradas que sobre ellos se posaban.
La discusión, que consideró la presentación de 900 propuestas ciudadanas de normas, centenares de presentaciones en las comisiones, incluida la exposición del Centro Progresista Judío, fue dando cuerpo a una propuesta que se conforma en torno a 3 ideas fundamentales: la construcción de un Estado Social de Derecho en donde se avanza, entre otros, en el reconocimiento de derechos de mujeres, la incorporación de una visión social y solidaria en la provisión de bienes públicos, como la salud, la educación, la previsión social y la vivienda y el reconocimiento de derechos ambientales. Por otro lado, se busca avanzar en un proceso de descentralización y desconcentración que da cuenta de nuestra diversidad territorial y, finalmente, da rango constitucional a los Pueblos Originarios, reconociendo sus derechos ancestrales y sus visiones de mundo como aporte a la construcción de un Estado que, siendo unitario, se reconoce Plurinacional.
En concreto, con 388 artículos permanentes y 57 transitorios, se da cuerpo a un nuevo modo de entender el Legislativo, con un sistema bicameral de carácter asimétrico; se incorporan un Consejo de Justicia que separa la función jurisdiccional propia del Poder Judicial, del mecanismo para el nombramiento de Jueces. Junto con ello, se reconoce la tradición y cultura para resolver controversias comunitarias dentro de un sistema en el que la Corte Suprema actúa siempre como última instancia. Por su parte, se establece la paridad de género en la conformación de cuerpos colegiados de Instituciones Públicas. Así también se protege la propiedad privada, la autonomía del Banco Central y el resguardo final presidencial, para promover leyes de impacto presupuestario. En fin, se avanza en democracias más participativas, con iniciativas ciudadanas para proyecto de ley y la generación de autonomías territoriales que acercan la gestión pública a los barrios y territorios.
La reacción conservadora
Sin embargo el debate ha estado marcado por una lluvia de notas falsas que, como ha ocurrido por décadas frente a toda propuesta de profundización de la democracia, presentan el caos que implicaría la aprobación de este texto, debido -y aquí lo increíble- al desmembramiento del Estado; la peligrosa primacía mapuche; la posibilidad de abortar fetos de 9 meses; la expropiación de todo bien raíz; la entrega en uso y no en propiedad de las viviendas públicas y el regalo del mar para Bolivia, entre otras muchas no justificadas amenazas.
En esta dinámica, la campaña desde el punto de vista de las fuerzas políticas, ha estado polarizada en dos frentes, agrupados entre quienes aprobamos la propuesta y quienes la rechazan. En general, las encuestas han tendido a dar por ganadora la opción conservadora, generándose un cierto clima de incertidumbre en torno al día después de un plebiscito que, además, vuelve a hacer del voto, un acto obligatorio.
En ese contexto, el presidente Gabriel Boric, ha planteado que la generación de una nueva Constitución es un proceso irreversible, dado que fue solicitado por una evidente mayoría, como se recalcó antes, por lo que de rechazarse esta propuesta de texto, el desafío continuaría pendiente, debiendo definirse el mecanismo concreto para conformar una nueva asamblea constitucional. Por su parte, de ganar la opción Apruebo, corresponderá un largo proceso de ajuste legal que permitan adecuar la normativa al nuevo texto matriz, junto con un también necesario acomodo de ciertas normas que, ya establecidas en la propuesta, deben ser precisadas.
En Chile, el avance del movimiento transformador nunca ha sido fácil. Las propuestas de cambio tradicionalmente han sido cuestionadas por el factor miedo, impulsado generalmente por un mundo conservador al que se le ha sumado en esta ocasión, un grupo de dirigentes de la antigua Concertación de Partidos por la Democracia que, sin ser del mundo de derecha, no han logrado -a mi juicio- comprender que los derechos acá expresados, recogen las largas aspiraciones democratizadoras de nuestro País.
Restan pocas horas para esta consulta ciudadana, que resulta un hito significativo para el proceso de consolidación de la democracia. Quedará pendiente revisar cómo la madurez ciudadana permite dar un adecuado término a este camino en el que hoy, solo hemos estamos dando un pequeño y aún incierto paso.