Cincuenta años del Golpe de Estado en Chile

11 S

Nuestro compañero Moshé Rozen nos transporta en esta crónica vibrante a sus sensaciones y vivencias en el momento en que se enteraban en Argentina del derrocamiento de Salvador Allende en el país hermano. La edición de Nueva Sion, y la febril convocatoria militante a la multitudinaria marcha al Congreso en la que participaba la Juventud Sionista Socialista.
Por Moshé Rozén, desde Nir-Itzjak, Israel

¿Dónde estabas el 11 de Septiembre de 2001? Desde el ataque a las Torres Gemelas, el interrogante es ya un clásico anual en la prensa estadounidense.

Jóvenes veinteañeros lo perciben como otras tantas formulaciones similares sobre tiempos remotos para su generación ¿Que hacía usted cuando se enteró del asesinato del presidente Kennedy? ¿Dónde estuvo usted el día del bombardeo atómico a Hiroshima?

Para muchos, “11S” es aquel sangriento martes de 2001 en Manhattan. Pero hay otro once de septiembre. El de 1973.

A las siete y media de la mañana compré, como lo hacía cada día, La Opinión, en el kiosco del subte; a las ocho tenía que estar en la imprenta, en el Bajo porteño, para el armado final de Nueva Sion. Algo me llamó la atención en la portada de otro diario: una “Solicitada” del Ejército Revolucionario del Pueblo… en “Clarín”. Un día antes, una de las fracciones guerrilleras había secuestrado al apoderado del matutino. La atmósfera de violencia era parte de la rutina urbana, pero no permitía conjeturar el drama que conmocionó al continente esa misma jornada.

Alrededor de las diez de la mañana, preparando ya el número de Nueva Sion, uno de los linotipistas comentó: “muchachos, algo terrible está pasando en Chile”. Inmediatamente interrumpimos la tarea y nos pegamos a una radio: “Golpe en Santiago. Las Fuerzas Armadas se proclaman gobierno”. De allí en más, tratando de asimilar el impacto de los hechos, comenzó una carrera contra el reloj. Dos compañeros, Yoel Shaní y Natán Ofek, proponen adoptar y adaptar un poema de Pablo Neruda para la página inicial de la edición en marcha, marcando lo que sería una portada histórica, la edición 555 de NUEVA SION.

Al cabo de una hora, el mensaje final del Presidente Allende se suma a las noticias sobre la resistencia popular y la feroz represión que azota al país trasandino.

Es el momento en que dejo la imprenta y me incorporo a otra tarea: los compañeros de la Juventud Sionista Socialista recorremos universidades y colegios, convocando a la manifestación de protesta contra el atropello militar al pueblo hermano en la Plaza de los Dos Congresos.

Cuesta imaginarlo, pero todo se hizo en la calle, el internet y el celular no habían nacido…

Tapa de Nueva Sion, el 15 de septiembre de 1973, a cuatro días del golpe

Como si fuéramos herederos de la militancia judía y sionista en los días de un mitológico Octubre, irrumpimos en las aulas y logramos componer un rompecabezas de estudiantes y colegiales, formando la columna que marchó con bandera propia hacia la gigantesca concentración frente al Congreso.

Nuestra percepción -desde la Juventud Sionista Socialista y desde Nueva Sion- no se restringía a la inquietud política por la destrucción de la vía democrática al socialismo: teníamos una profunda preocupación por el destino de nuestros compañeros y amigos en Chile.

Judith Pilowsky Ramos, de Santiago de Chile, relató en su memoria sobre aquellas horas, la desesperada búsqueda de refugio. Ocho estudiantes se ocultaron en un departamento cercano a la casa de gobierno y “desde la ventana observo el Palacio de La Moneda. El edificio arde, lo bombardearon con diabólica precisión al mediodía, se ve como corazón machacado, violado, destruido… No puedo llorar. Hay un trozo gigantesco de hielo adentro mío que no deja salir lágrimas”.

En Argentina compartimos aquel hielo petrificante.

Al mediodía, los noticiosos confirmaron el golpe consumado, la tragedia irreversible.

Por la tarde se habla de la muerte del Presidente Salvador Allende, todavía no se sabe si se trata de asesinato o suicidio.

Tampoco sabemos, al iniciar nuestra marcha al Congreso, que, detrás de la Cordillera, los “momios” arrestan y trasladan a miles de obreros y estudiantes, docentes y artistas, a los estadios de Santiago, convirtiendo esos recintos deportivos en horrendos campos de concentración.

Alrededor de las 20:00, estamos en la manifestación; la presencia de la Juventud Sionista Socialista es anunciada por los altoparlantes.

Tratamos de atender a los discursos y consignas, pero cuesta admitir la brutal realidad en las calles de Santiago; apenas una semana antes habíamos recibido una grata noticia desde Israel: una delegación del Partido Socialista de Chile estuvo reunida, en Tel Aviv, con los compañeros del MAPAM (el Partido Obrero Unificado de Israel, antecesor de MERETZ).

A las once de la noche, al finalizar la gigantesca movilización en el cruce de las avenidas Callao y Rivadavia, nos enteramos que Augusto Pinochet, el mismo que días antes juró lealtad al gobierno democrático, acababa de jurar como Jefe de la Junta Militar e implantaba el estado de sitio en Chile.

Aquel día, que pudo ser una feliz jornada preparando nuestro periódico, concluyó con el alucinante regreso de las dictaduras: en mayo del 73, Argentina recuperó la democracia, pero en junio la perdió Uruguay. El 11 de sepriembre sepultó a la democracia chilena como posible vía pacífica a la liberación social y nacional.

Aquel día quedará marcado a fuego por las últimas palabras de Salvador Guillermo Allende Gossens: “Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde camine el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Pasaron cincuenta años, pero las angustiantes horas compartidas en la imprenta, en la plaza, bien pueden responder al “Where were you on September 11”…