¿El fin de la izquierda?

Lamentablemente, parte importante de la izquierda internacional ha abandonado su compromiso con la transformación socioeconómica. En consecuencia, esta “izquierda” performativa necesita alzar banderas que auto-justifiquen su existencia, sus discursos pseudo-críticos, y que les permita convivir con sus enormes incoherencias. Israel se ha convertido en esa bandera.
Por Sebastián Sclofsky

A poco más de un mes del ataque asesino del Hamas a Israel, el sentimiento anti-israelí y la condena a Israel en diversos sectores de la sociedad estadounidense -y mundial- continúa fuerte. Las voces iniciales que apoyaron y justificaron la masacre que realizó Hamas se han transformado hoy en día en voces de condena a la respuesta israelí y al avance del ejército en Gaza.

Sin lugar a duda que no podemos generalizar, y muchos de los que claman por un cese al fuego, o critican la ofensiva israelí, lo hacen desde un lugar humanista y reclaman, aunque no siempre con la misma fuerza, el retorno de los secuestrados. Sin embargo, estas voces han sido por veces silenciadas por la posición anti-israelí, que termina justificando al Hamas, y ha desconocido la humanidad de los asesinados, de las mujeres violadas, y de los bebes masacrados.

A pesar de lo difícil que resulta realizar un análisis cuando nuestra humanidad es negada, es importante preguntar quiénes son los que alientan estas protestas -violentas y asesinas en algunos casos- y porqué. Y cuando uno empieza a indagar, lo primero que resalta es que la mayoría de las voces de protesta en EE.UU. han ocurrido en instituciones académicas de elite tanto política como económica. Ha sido en las universidades supuestamente más prestigiosas, alentadas por profesores y estudiantes de esas instituciones de privilegio, donde se han producido gran parte de las manifestaciones. En muchos casos las protestas se han expandido a las calles de algunas ciudades estadounidenses, y se han sumado otras voces y organizaciones, algunas conectadas a la intelectualidad de elite y otras no.

Estos grupos de profesores y estudiantes de universidades de elite se presentan como la izquierda progresista estadounidense. Cubiertos por un manto de conceptos académicos pseudo-críticos y posmodernos, hacen un llamado a la liberación de Palestina y a la destrucción de Israel, aunque esto último no siempre en forma directa. Se esconden a veces en estos slogans un destejo antisemita, e indudablemente una postura que asocia al Estado de Israel con el colonialismo europeo. En estas voces se incluyen grupos judíos que rechazan el sionismo y al Estado de Israel, y que también pertenecen generalmente a instituciones de elite.

Poder comprender cómo muchos estudiantes y profesores pertenecientes a la elite académica han tomados posturas deshumanizantes y de apoyo al Hamas requeriría un análisis más profundo de lo que puedo hacer aquí, que nos llevaría a analizar el nocivo efecto que el neoliberalismo y el posmodernismo han tenido en la educación y la sociedad. En el espacio que queda quisiera simplemente compartir algunas reflexiones importantes.

En primer lugar, debemos entender que a pesar de que esta gente se autodenomina de izquierda, progresista, y crítica, en su mayoría son parte de una elite intelectual altamente privilegiada. Es una izquierda que ha abandonado cualquier intento de análisis materialista, entre otras cosas, argumentando que Marx es demasiado eurocéntrico para su paladar. En otras palabras, son individuos que poco les importa la desigualdad material, y se focalizan más en luchas lingüísticas que en proyectos redistributivos. Es una “izquierda” neoliberal y performativa, completamente vacía. A la vista está que mientras esta elite se manifiesta, el pequeño, pero fortalecido movimiento sindical en EE.UU. organiza huelgas y clama por mejoras socioeconómicas, ignorados generalmente por esta elite. Es probable que la enorme distancia entre el clamor anti-Israel y los reclamos actuales y materiales de la clase obrera no sea solamente en Estados Unidos.

Lamentablemente, parte importante de la izquierda internacional ha abandonado su compromiso con la transformación socioeconómica. Si analizamos los últimos gobiernos progresistas en América Latina, por ejemplo, por más que muchos han hecho avances importantísimos en mejorar la vida de los más pobres, lo han hecho generalmente a través de la profundización de prácticas neoliberales, permitiendo la continua concentración de la riqueza, el aumento de la segregación urbana, y las políticas de mano dura, vaciando a veces a la izquierda de proyectos transformativos.

En consecuencia, esta “izquierda” performativa necesita alzar banderas que auto-justifiquen su existencia, sus discursos pseudo-críticos, y que les permita convivir con sus enormes incoherencias. Israel se ha convertido en esa bandera. La bandera no es la causa palestina ni los palestinos, sino que es Israel lo que les preocupa. Si les preocupase la causa palestina o los civiles árabes y musulmanes, o las mujeres, o los oprimidos, hace tiempo deberían haber salido a protestar las muertes en Siria, en Irán, o en Yemen, o las acciones de Boko Haram en Nigeria, entre muchos de los casos que podríamos mencionar. Si les preocupase el neocolonialismo europeo, hace tiempo deberían haber marchado en protesta por los cientos de miles de muertos en el Mediterráneo a causa de las políticas anti-inmigratorias europeas con la colaboración de países árabes del Norte de África, y la enorme corrupción de las Naciones Unidas y su agencia para refugiados. Pero esas banderas no se alinean con sus discursos maniqueístas y pseudo-críticos. Y el reclamo legítimo de los palestinos, y el derecho legítimo que, en mi opinión, tienen los palestinos de tener un Estado, tampoco les ayuda mucho. Ya que el reconocer esto implicaría tener que lidiar con la complejidad de la sociedad y realidad palestino-árabe-israelí. La bandera es Israel y su asociación simplista con el colonialismo europeo y el imperialismo yanqui. Cualquier otra bandera o el intento de un análisis más complejo y materialista del mundo inmoral en el cual vivimos podría implicar que tengan que renunciar a su vida de privilegio.

Y en esto de alzar la bandera anti-israelí debemos reconocer que la realidad política de Israel desde el asesinato de Rabin, y el auge político de Netanyahu, les ha ayudado bastante. La consolidación de la ultraderecha nacionalista, religiosa, y xenófoba, alentada y a veces liderada por Netanyahu, ha generado una gran alienación por parte de sectores importantes de la juventud judía, particularmente de la izquierda judía, y también de sectores no judíos de la izquierda humanista.

Los peligros que todo esto conlleva son varios. Por un lado, los judíos corremos un peligro físico real, como hemos visto con los ataques y asesinatos de judíos en varias partes del mundo. Al mismo tiempo, esto alimenta a la derecha xenófoba, la cual hoy en día incrementa su islamofobia y el rechazo a los árabes, y mañana sumará su odio a los judíos también. Esta derecha ha comenzado a captar a muchas voces previamente moderadas, que al ver en estos días el apoyo de la pseudo-izquierda ante lo que hizo el Hamas, ha volcado su apoyo a la derecha, como lo demuestra el incremento de la popularidad electoral de la derecha en EE.UU. y en Europa. Y la derecha en Israel también avanza, con un discurso chovinista y peligroso.

Ante esta situación, la izquierda humanista y transformadora, tanto en Israel como en la diáspora se ve y siente abandonada, preguntando por momentos si todavía tiene un lugar en este mundo. La nueva lucha de la izquierda humanista y materialista es sobrevivir.