Vemos a la matanza de Toulouse como parte de una sucesión histórica de eventos, como parte de un programa político; uno de los tres que la Ilustración en la Europa enrolada con el Cristianismo propuso respecto al odio a los judíos, uno de los programas mediante los cuales se vislumbró una “solución final” a la cuestión judía.
El primer programa, nacido en la mitad del siglo XIX, se vinculó con el desarrollo del socialismo. Fue Karl Marx quien propuso resolver la cuestión judía al eliminar su “Dios del dinero”, que es el capitalismo. “Eliminados los dioses del capitalismo, los judíos desaparecerán”, escribió. La lógica marxista pudo haber dejado de lado una o dos cosas cuando encaró la economía, pero el comunismo soviético, basado en su doctrina, entre otras fuentes, combatió a las elites judías de la URSS.
El segundo programa para resolver el problema judío fue el fascismo. Unos 100 años después de Marx, Hitler propuso una solución diferente a este asunto tan europeo, una maquinaria de la muerte bien aceitada que mató a seis millones de judíos en Europa.
La tercera respuesta a la cuestión judía ofreció una alternativa real, la solución política sionista nació en el país vecino de la Alemania de Marx, en Austria. El único camino para resolver la cuestión judía, dijo Theodor Herzl, era construir un hogar nacional para los judíos en la tierra de Israel.
Luego de examinar los programas que Europa había promulgado en relación a los judíos, Herzl se dio cuenta que la única solución para los judíos de Europa era irse porque, como Dov Navon escribió para la sátira televisiva israelí Hahamishia Hakamerit, en Europa hay tanto “nazis como neonazis”.
De hecho, los israelíes entienden el ataque de Toulouse con este prisma, “los nazis y los neonazis”. Los israelíes piensan que todos en Europa son antisemitas, y reúnen toda la evidencia que prueba que los europeos no tienen lamentos ni arrepentimientos.
Cuando resulta que el perpetrador es un terrorista de Al-Qaida o sólo un argelino que odia a los judíos, los israelíes no cambian su forma de pensar, porque para ellos el terrorismo islámico cae dentro de la clásica rúbrica del odio europeo a los judíos.
El ataque en Toulouse les recuerda a los israelíes y a los europeos el complicado vínculo entre los judíos y la cuna de la Ilustración. Un recordatorio es que el problema judío, incluso cuando es abordado por abogados políticamente correctos, sigue atragantando como un hueso en la garganta, el esófago, profundamente en el vientre de los europeos. Incluso cuando no son ellos los que disparan, no tienen consciencia sobre su responsabilidad.
Un segundo recordatorio es que hay aún gente en Europa que busca resolver la cuestión judía con armas. Para los israelíes, Toulouse es la resonancia de los llamados a la destrucción de Israel realizados por Saddam Hussein y Mahmoud Ahmadinejad.
Los esfuerzos para desarrollar armas de destrucción masiva, como las que los nazis buscaban para resolver el “judaísmo o el germen sionista” prueban a los israelíes que realmente hay “sólo nazis o neonazis”. En Europa y más allá.
Para enfrentar el ataque de Toulouse, los israelíes descubren entrelíneas la importancia del tercer programa. Para ellos, sólo hay una solución política a la cuestión judía: la solución sionista de Herzl, la solución final a la cuestión judía, y la última y única respuesta al Holocausto y a futuros ataques.
Los israelíes ven en el ataque terrorista de Toulouse una justificación del camino y del lugar. La solución a la cuestión judía, dicen desde el mundo de la Ilustración, debe conseguirse únicamente mediante la independencia y la fuerza, a través de la soberanía y la estrategia disuasiva. Porque en un mundo con nazis, neonazis y radicalismo islámico, desde una perspectiva israelí no hay nada nuevo bajo el sol.
*Jefe del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad Hebrea de Jerusalén.