Provocación cinematográfica y desbordes

Entre culpables e inocentes

La exagerada reacción en el mundo islamista ante Inocencia de los Musulmanes, un film burdo y de muy poca monta que insulta en forma desmedida a Mahoma, merece una reflexión que arroje luz en torno a la espesura del Islam. El autor rechaza la absurda generalización que atribuye a árabes y mahometanos la adscripción al odio y el terror, al tiempo que advierte que las protestas multitudinarias también pueden derivar en un nivel de conflictividad descomunal.

Por Moshé Rozén

La ira del islam fundalmentalista –supuestamente originada por la panfletaria película «Inocencia de los Musulmanes»- registró inusitados desbordes en los países árabes. En Libia, la protesta culminó en un violento asalto al consulado norteamericano y el asesinato del embajador y otros funcionarios.
En Egipto, los partidarios del islam sunita-salafista ocuparon la plaza cairota Tajrir, mientras que los «Cascos Azules» de la ONU en el límite entre el país del Nilo y la Franja de Gaza dominada por Hamas fueron agredidos por ser «exponentes de la cultura occidental, productora del film contra Mahoma».
En Jerusalén y Tel Aviv también se anotaron manifestaciones de grupos árabes musulmanes, pero no alcanzaron los virulentos ribetes de la hostilidad antiestadounidense de los países vecinos.

Tal como lo hicimos en oportunidades anteriores, al recibir los reportes de agencias de prensa que difunden ataques y atentados por parte de sectores islámicos integristas, es importante en esta circunstancia, que podamos diferenciar y no generalizar. En el mundo hay más de mil quinientos millones de creyentes musulmanes. Es absurdo señalar al conjunto de la grey islámica como adscripta al odio, la furia y el terror.

Dentro del mayoritario sector sunita hay siete u ocho corrientes que se disputan la máxima fidelidad al legado de Mahoma.
El bloque menor, shiíta, también está fragmentado en múltiples subgrupos, cuando parte de los mismos tienen su sostén básico en países que no pertenecen étnicamente al mundo árabe, como lo es la República Islámica de Irán.

Las variantes fundamentalistas y beligerantes tienen notoria presencia en todas las ramas del credo musulmán, pero eso no les otorga representatividad como pretenden Hezbolá, Talibán y Hamás, o como sostienen los detractores radicales del islam que desean pintar a todos los árabes y a todos los musulmanes como una única «tribu», expansionista y agresiva.

La masiva protesta contra la grotesca provocación cinematográfica se extiende en estos días a costas alejadas de la órbita mediterránea. La sombría atmósfera del medioevo parece cubrir el planeta, pero esta vez –a diferencia de las películas- no se desenfundan lanzas o espadas: la chispa puede envolver a Medio Oriente y al resto del mundo en un apocalíptico torbellino de fuego y destrucción.