Manifestaciones de refugiados africanos

Nacionalismo extremo e ineficiencia burocrática

El reclamo de los refugiados africanos puso en evidencia oscuras vetas de nacionalismo extremo, racismo y fundamentalismo religioso de la sociedad israelí. En tanto país erigido por desterrados, Israel debería mostrar una mayor sensibilidad respecto al drama de los refugiados, y también reflejar los principios morales del pueblo judío hacia los colectivos no judíos, demanda el autor de esta columna.
Por Sebastián Sclofsky *

La reciente manifestación de refugiados africanos en Israel reclamando por sus derechos, es un ejemplo más de los enormes problemas que enfrenta el Estado y la sociedad israelí. La combinación de un nacionalismo extremo con matices racistas, la falta de voluntad política, y el uso cínico de mensajes populistas por parte de miembros de la coalición ha llevado no sólo a no encontrar solución al problema de los refugiados africanos, sino a un aumento de la violencia en los barrios donde la población africana se encuentra.

Mientras que la política de inmigración israelí fue siempre clara –promocionar constantemente la llegada de judíos a su Estado- las políticas de absorción de estos inmigrantes no lo fue. Estas políticas estuvieron en general marcadas por intereses partidarios, manejada por diversas oficinas burocráticas las cuales avanzaron sus preferencias no siempre tomando en cuenta la necesidad y las características de la población que llegaba.
La discriminación contra los inmigrantes judíos provenientes de países árabes marcó las primeras décadas del Estado. La masiva inmigración de judíos provenientes de la antigua Unión Soviética, y la llegada de judíos de Etiopía estuvieron plagadas de problemas, que generaron numerosas dificultades en la absorción de estas poblaciones. Actos de discriminación contra la población etíope en Israel continúan siendo sistemáticos a pesar de los enormes avances sociales que los etíopes han logrado. A pesar de estas dificultades, la inmigración de estas poblaciones se dio dentro del marco del movimiento sionista, y las voces que rechazaron la venida de estos inmigrantes, al cuestionar su condición de judíos, no lograron echar raíces.

La situación se hace más grave cuando nos referimos a poblaciones no judías. Si dentro del marco del “nosotros” la discriminación entre colectividades ha sido constante, al referirse a los “otros” la discriminación toma matices más complejos. Los brotes de nacionalismo extremo y fundamentalismo religioso, representado en diversos partidos políticos de la coalición de gobierno, han hecho que la búsqueda de una solución al problema de los refugiados africanos, que respete las normas internacionales y refleje los principios morales del pueblo judío, sea difícil.
Las décadas de conflicto con los palestinos y los años de ocupación han tenido un costo social y ético enorme. La ocupación, junto a la lucha contra el terrorismo, llevaron a una radicalización de la sociedad israelí que se ha traducido en el control político por parte de partidos nacionalistas, generando una distancia mayor entre el “nosotros” y el “otro”.

Los últimos gobiernos, al igual que la actual coalición, optaron por trasladar el problema de los refugiados hacia las municipalidades. Promocionaron un discurso populista que presenta a los refugiados africanos como oportunistas en búsqueda de oportunidades laborales y como responsables parciales de los problemas socioeconómicos que enfrenta Israel. Se los ha categorizado como infiltradores que vienen a ocupar lugares de trabajo, cargando enfermedades y una decadencia moral que amenazan la identidad del Estado; si es que se puede hablar de una identidad única del Estado ante tanta división social existente.
El problema de los refugiados, particularmente el de los refugiados africanos, es un problema internacional y como tal deber ser resuelto por la comunidad internacional. La depredación económica que el continente africano ha sufrido a los largo de la historia se ve reflejada en los diversos conflictos existentes. Millones de personas fueron expulsadas de sus hogares por la guerra, el hambre, las enfermedades y la falta de trabajo. Los pueblos africanos, con la cooperación de la comunidad internacional, deben buscar soluciones a estos problemas. La pequeña minoría de refugiados que llega a Israel representa un muy pequeño porcentaje de los refugiados. Su interés es sobrevivir y su sueño es retornar a sus hogares.

Siendo un país construido por desterrados, Israel debería mostrar mayor sensibilidad hacia el tema. Israel – y las comunidades judías de la diáspora – no pueden continuar utilizando el Holocausto para reclamar al mundo solidaridad con Israel y mostrar tan poca sensibilidad ante los refugiados africanos. Este uso cínico del Holocausto debe parar, más cuando las enseñanzas del mismo parecen haber sido olvidadas por los mismos políticos que incluyen el asesinato de la judería europea en sus discursos para justificar la miopía diplomática, política y moral del gobierno.
El argumento de que la mayoría de los refugiados vienen en busca de trabajo y por lo tanto deben ser rechazados, no es cierto y si lo fuera, no justifica la actitud hostil hacia ellos. Miles de judíos llegaron a las costas de Latinoamérica no sólo por las persecuciones sino también en búsqueda de una prosperidad económica. Estos países abrieron sus puertas a los inmigrantes, algunos fueron más receptivos que otros, pero todos en general permitieron que nuestros abuelos reconstruyeran sus vidas, y comunidades judías prosperaron en la región. De la misma forma que todo brote de antisemitismo debe ser condenado de la forma más dura, todo brote de discriminación dentro de casa debe ser enfrentado con mayor dureza.

Queda la esperanza de que estas manifestaciones tomen mayor fuerza y que los sectores de mayor compromiso social dentro de la sociedad judía israelí se unan al reclamo de los refugiados como parte de los reclamos sociales. Esto sería fundamental en el intento de frenar al nacionalismo extremo y el fundamentalismo religioso que avanza a pasos agigantados dentro de la sociedad israelí.

* El autor es M.A en Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Estudiante de doctorado en ciencia política en la Universidad de Florida en Gainesville, EEUU.