‘Deportivización’ de la sociedad y la cultura

El intento de boicotear las Olimpíadas de 1936

El relato simplista que trascendió acerca de los tristemente célebres Juegos Olímpicos de Berlín, opacó la gesta de diferentes organizaciones que boicotearon el evento deportivo llevado a cabo en pleno apogeo nazi. La más importante de estas iniciativas de rechazo fue el proyecto de realizar las Contra Olimpíadas, o Juegos Olímpicos Populares de Barcelona. La invasión de Franco a la España Republicana impidió el proyecto antifascista, al mismo tiempo que el boicot a los XI juegos de la era Moderna cayó en saco roto. En paralelo, también se impuso el modelo de estética corporal y de salud propiciado por el capitalismo moderno.
Por Rolando Schnaidler *

Nuestra sociedad está permanentemente atravesada por discursos que fomentan las actividades físicas saludables. Y esto no es una adquisición de los últimos años, pero si es real que estos tiempos producen una diseminación de información, consejos y recomendaciones, de los cuales difícilmente podamos diferenciarnos sin antes sentirnos culpables (por todo lo que no hacemos en “favor de nuestro cuerpo”), la prédica es clara: ser saludables y adquirir buena forma corporal (juvenil, sin dudas), es una responsabilidad individual, y cada uno/a de nosotros carga con ese sello, que se inscribe en la imagen del cuerpo, se transforma en nuestra tarjeta de presentación. Extraña imagen pública actual, la del hombre que realiza tareas de oficina todo el día, pero exhibe un cuerpo moldeado por las máquinas y el trabajo aeróbico, como si su trabajo cotidiano, se basara en el esfuerzo físico. Lo que en el ayer significaba vivir de manera saludable, estaba conectado con la tarea manual y el esfuerzo diario. Hoy estamos frente a un desplazamiento preocupante, ser saludable y mantener la forma se paga, es costoso (en varios sentidos), y es signo de distinción.
Definitivamente la práctica de actividades deportivas o bien asociadas se instalan en nuestra forma de percibir lo bueno, lo saludable, o como dijo un gran sociólogo alemán (de condición judía, y exiliado en Inglaterra con la llegada del nazismo), Norbert Elias: ha producido un proceso de “deportivización” de la sociedad y la cultura en la Modernidad. Todo lo pensamos en clave de lid deportiva. Ejemplos sobran.
Nuestra vida transita ese mar de contradicciones, el éxito y el fracaso graficado en una carrera de obstáculos que atravesamos en camisa y corbata, o bien como amas de casa, aquellas jóvenes señoras que precisan de hombres musculosos para limpiar adecuadamente el baño.
En los tiempos en los cuales aparece la práctica del Deporte Moderno en Inglaterra, en la mitad del siglo XIX, nadie podía prever que una actividad situada en las clases sociales acomodadas inglesas, de principios morales y reglamentos basados en principios puritanos, como el amateurismo y el juego limpio, podía diseminarse en toda Europa con una velocidad tal que, sólo para poner un ejemplo, pudo instalarse en la joven Unión Soviética con pocos años de difundida su práctica, y meses de establecida la Revolución.

La Argentina es también signo de esos tiempos: la llegada del Ferrocarril trae ingenieros ingleses, y con ellos una actividad que todavía era joven en Gran Bretaña. Nuestro país, en ese sentido, transita las primeras actividades deportivas casi en simultaneidad con el resto de los países que producen este “avance cultural y de sociabilización”.

Como decíamos, Norbert Elias aventura en su análisis que la sociedad industrial que conocemos, es producto del capitalismo Moderno, pero fundamentalmente de nuevas formas para establecer reglas en las relaciones sociales, y el deporte Moderno representa esa lógica de manera asombrosa.
El siglo XIX y los comienzos del Siglo XX, fueron escenarios de disputas increíbles entre los partidarios del deporte de “clase” y las vertientes populares que reivindicaban su origen campesino y rural. Las escuelas públicas argentinas de principios de siglo XX prohibían su práctica por considerar que los niños (las niñas no formaban parte de esta preocupación todavía), se apasionaban de manera peligrosa en su práctica, o bien, perdían el tiempo alentando equipos y jugadores, en vez de dedicar su tiempo a estudiar y cultivarse. En Europa y la joven República Argentina, se daban debates acalorados entre los partidarios de la gimnasia, estricta, técnica, controlada, ejercitada, calculada, y los partidarios de este juego, impredecible, casual, basado en esfuerzo, la pasión y el virtuosismo de algunos de sus jugadores, donde el “crack” se hace figura popular e “insolente” para los sectores acomodados, especialmente en la ciudad de Buenos Aires.
Estas son pequeñas referencias acerca del nacimiento y expansión de una actividad, que hoy por hoy, organiza gran parte de nuestras acciones en el tiempo libre, la rehabilitación, y el mantenimiento de la salud. Entonces un segundo eje se instala en nuestro diálogo: Actividad deportiva y Sociedad Moderna.

Dos premisas importantes antes de analizar un pequeño tramo de la historia reciente de los deportes, donde estos ejes intentaremos asociarlos con asuntos propios de las formas de resistencia política y la construcción de identidades nacionales e ideológicas.

Cuando los deportistas protagonizan actos de resistencia y rebeldía
Al comienzo de esta serie de reflexiones hablábamos de las acciones que se han convertido en hegemónicas en el universo de las actividades físicas y deportivas, y una de ellas es el carácter recreativo, aburguesado y apolítico que caracteriza su filosofía, a modo de ejemplo podemos citar la mala utilización de la información de la historia olímpica en la Grecia antigua: “En ocasión de las Olimpiadas Griegas, las guerras se detenían”. O aventuras intelectuales más asombrosas: “La celebración de los Juegos Olímpicos en Alemania, en 1936, que produjo una ‘suspensión’ de las acciones discriminativas que llevaba adelante el joven gobierno alemán (Gobierno que había asumido en 1933, bajo la conducción de Hitler)”.
Lo curioso es que este supuesto “inocente comentario” es real, y fue documentado por el diario La Nación en el año 2010:
“Por casi dos meses, el racismo, la intolerancia y el odio parecieron tomarse vacaciones en Alemania. Vacaciones que, por desgracia (Europa y el mundo lo comprenderían muy pronto a su costa), no podían durar”. Ernesto Castrillón y Luis Casabal, La Nación (28/10/2010).
Otros representantes deportivos, incluso argentinos, hablaban de la gran preocupación de los alemanes en dejar clara la imagen plural y el tratamiento respetuoso a todas las formas de la etnia y la cultura. Jannet Campbell y Roberto Cavanagh, medallistas olímpicos argentinos, y Jesse Owens, atleta estadounidense, negro, imparable, de permanente risa despreocupada, también hace referencia a los buenos tratos, y prefiere ignorar algunas trapisondas (anulan su récord mundial en los 100 mts. llanos por contar con viento a favor, igualmente volverá a repetir su récord en la misma competencia).
La Olimpíadas de 1936, los XI juegos de la era Moderna (Las Olimpiadas Modernas se refundan en el año 1896 por iniciativa del barón Pierre de Couberten, de marcada admiración por la cultura corporal alemana, contraria a la fiesta que proponía el joven deporte moderno inglés), aparecen en nuestra historia como una de las tantas torpezas del mundo aliado “antes del comienzo de la barbarie nazi en la Segunda Guerra Mundial”. Pero es necesario realizar dos llamados de atención en esa formulación:
– La barbarie Nazi ya había comenzado: La promulgación de las Leyes de Núremberg así lo demuestran, y la serie de declaraciones y acciones antisemitas de todo el gobierno nazi también.
– No fue una torpeza de la civilización Occidental, la historia nos muestra enormes esfuerzos por boicotear la realización de estos juegos olímpicos, que fueron ocultadas en el relato. Y sobre esta historia nos vamos a situar.

Diferentes organizaciones adelantaron el boicot a los Juegos Olímpicos en Berlín. Francia, Estados Unidos, España y hasta la República Argentina contaban con representaciones que alertaban sobre la inadecuada visita de nuestros jóvenes a semejante muestra de grandiosidad y discriminación, impunemente declarada. Pero la prensa hegemónica de la época no reflejó esas discusiones.
El Dr. Cesar Torres ilustra excelentemente bien este período, al relatar como la Sociedad Hebraica Argentina informaba acerca de la constitución de un “Comité juvenil contra la Participación Argentina en la Olimpiadas de Berlín” y a la vez presenta un escrito editorial de la Revista “El Gráfico” que anunciaba: “Entendemos que la concurrencia de nuestros representantes ha de ser un hecho”. Asimismo, comenta que la única preocupación de la dirigencia deportiva argentina era la lentitud con la que se resolvía la delegación olímpica que nos iba a representar.
A su vez, el boicot, inicialmente patrocinado por los Estados Unidos (quienes aportaban la mayor cantidad de atletas en cada Olimpiada), rápidamente se comienza a diluir. La enorme tarea de propaganda y “esclarecimiento” que realizaban dos representantes de la historia deportiva alemana: Lewald (de origen judío) y Diem, sumado a una tarea de prensa claramente cooptada por los intereses económicos que el evento prometía, desarticulan las oposiciones.
¿Es así? Cuando comenzamos nuestro artículo mirábamos críticamente los valores de salud corporal y actividad presentados por la sociedad capitalista, y ahora podemos afirmar:
Lo que vemos cotidianamente reflejado en los medios masivos de comunicación, y bien sostenido por los intereses económicos de la industria de la salud y la educación, no resiste un estudio sistemático que nos permita reconocer qué hace efectivamente la gente común para acomodar su cuerpo al placer, a las prácticas saludables y la satisfacción de sus necesidades de encuentro y recreación. Es decir, es probable que observando nuestras propias acciones y las de nuestros seres cercanos, encontremos muchas variantes interesantes, de lo que el discurso hegemónico de la salud y la educación denominan: “Prácticas corporales saludables”.
Llamativamente, pasa lo mismo con la historia reciente.

La Olimpíada Popular
Las Olimpíadas de Berlín de 1936, celebradas en pleno gobierno nazi, una vergüenza en el plano de los eventos deportivos internacionales, cuentan con su costado heroico y militante: La Organización de los Juegos Olímpicos Obreros Populares o “Contra olimpíadas” de la ciudad de Barcelona.
Una breve descripción de ese evento nos puede ayudar en este análisis. La Olimpíada Popular de Barcelona tenía una clara voluntad antifascista, una especie de contra olimpiada que hiciera bandera del deporte aficionado y de denuncia de los Juegos Olímpicos en la Alemania Nazi, y por lo tanto, el apoyo o rechazo a la misma, por parte de los atletas y países participantes, tenía una implicación política. Las federaciones y los propios deportistas, tanto españoles como extranjeros, se vieron sometidos a diferentes presiones políticas para acudir o no a  la cita.
Los sectores conservadores y derechistas, tanto en el ámbito político como deportivo, buscaron devaluar el acontecimiento a base de ridiculizarlo, diciendo que eran unos Juegos «de andar por casa».

Sin embargo, la labor desplegada por el Comité Organizador de la Olimpíada Popular (COOP) para conseguir la máxima participación posible, permitió la presencia de 23 delegaciones, entre los que se destacaban: Estados Unidos, Francia, Suiza e Inglaterra. También hubo representaciones de los atletas judíos emigrados, y también atletas de Alsacia, Euskadi, Galicia y Cataluña. El total de atletas inscriptos fue de 6.000, siendo la delegación extranjera más numerosa la de Francia con 1.500 atletas.
La Olimpíada Popular rompía con el esquema nacionalista y abría diferentes formas de participación en lo que respecta a la adscripción territorial. Se establecieron tres categorías: nacional, regional y local. De esta manera, las delegaciones nacionales podían inscribir en cada deporte, tres representaciones y se entendía que así, la Olimpiada no sería sólo una competición entre Estados, sino que dejaba la puerta abierta a que equipos no estatales participasen en las pruebas, como por ejemplo Alsacia y Lorena, o el Marruecos bajo dominio francés y el Marruecos español. En este sentido, el COOP introducía sobre todo en los deportes de equipo, un sistema de delegaciones que rompía el monopolio estatal. Finalmente, a través de las representaciones locales, recuperaba la idea ciudadana del olimpismo griego, en que los participantes lo eran representando a ciudades. También se puso especial énfasis en la participación de las mujeres, que por esta época aun tenían dificultades para acceder al deporte en igualdad de condiciones.
En total había competiciones en 16 deportes, como fútbol, tenis, baloncesto, boxeo, atletismo, lucha, pelota vasca, e incluso ajedrez. Los gastos corrían por cuenta de los gobiernos español y francés, así como de la Generalitat Catalana. Francia contaba con un gobierno de izquierda presidido por Leon Blum, y decidieron otorgar un claro apoyo la Olimpiada Popular.
La Olimpiada Popular comenzaría el 19 de julio, y duraría una semana, hasta el 26 de julio.
20.000 visitantes llegaron a Barcelona con motivo de la inauguración de los juegos, desbordando las previsiones y creando problemas de alojamiento. Iba a ser una verdadera fiesta del deporte y de los valores republicanos y olímpicos. El 18 de julio, un día antes de la inauguración oficial, se hizo un ensayo general en el Estadio de Montjuic.

La guerra frustró el proyecto que el movimiento del deporte popular catalán había concebido. El nuevo orden revolucionario y las necesidades propias del conflicto bélico pusieron fin a Barcelona 1936, justo unas horas antes de iniciarse.
El 24 de julio de 1936, se leía en La Vanguardia: «Es tal el entusiasmo que la causa republicana ha despertado en estos atletas, que muchos de ellos se han alistado en las milicias populares, saliendo para Zaragoza y otros puntos».
Las Olimpíadas Populares de Barcelona no eran un evento menor, otras fuerzas hicieron su trabajo interesado para que esa experiencia fuera invisibilizada. Todos los mitos y las creencias respecto a las pasiones que promueve el deporte Moderno, se desvanecen cuando la miserable iniciativa de la falange conducida por Franco, irrumpe en el territorio español. Ninguna contienda militar se pone en cuestión (recordemos la referencia a la suspensión de las contiendas en territorio de la Antigua Grecia) cuando los propósitos de la dominación se estiman justificados. Ahora bien: ¿cómo articulan salud, educación del cuerpo, y deporte y política con el relato de estas historias?
En la paradoja de aquello que los medios de comunicación llaman “de aceptación masiva” existe otra realidad que la podemos denominar como aquello que “realmente sucede”.

Volviendo al comienzo de nuestro diálogo: lo que hoy reconocemos como práctica saludable del cuerpo es heredera de las luchas que los pueblos enfrentaron en cuerpo y alma con los principios de la sumisión para la gobernabilidad. Y esta realidad la entendieron muy bien los regímenes totalitarios: la conjunción entre deporte y política se introducen en el cuerpo, se hace carne y moldea gustos, sensaciones, ideas.
Nuestra idea estética y saludable de los cuerpos de hoy, no se encuentra separada de varias de estas luchas por la hegemonía, siempre política, del uso de los cuerpos. Más aún, estas luchas son génesis de los formatos que hoy denominamos: “Cuerpos bellos y saludables”.
Los años ‘30 nos dan pistas en ese sentido. No fueron casualidades los avances en las mediciones olímpicas, ni en la cantidad de medallas ganadas por Alemania, ni la introducción de nuevos modos de la celebración (se introduce por primera vez y de un modo más que exitoso y perdurable, el encendido de la llama Olímpica), ni la excelente atención al público visitante.

Una puja dirimida con la sangre de muchos militantes deportistas, se acababa de instalar, ganaba terreno una forma en la estética del espectáculo deportivo, y el enamoramiento por la técnica que aún nos asombra.
Muchas de nuestras creencias actuales sobre la salud y la estética corporal, se hacen fuertes en el campo de las disputas por el dominio de los cuerpos. La Modernidad, con su veta contradictoria de libertad y sometimiento, de tecnificación y naturaleza, de mercado y derechos, está definitivamente en marcha.

* El autor es docente de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNCo y miembro de del Centro Hebraico del Neuquén.