Las relaciones entre la Religión y el Estado Judío

El Rabinato Principal debe separarse del Estado y dejar de ser el monopolio que rige la vida de los judíos. Hay necesidad de otro tipo de tribunales que dignifiquen al judaísmo, estén libres de la corrupción y que tengan la valentía de innovar en cada uno de los espacios –que son muchos- en los que la Halajá lo permite.
Por Rabino Yerahmiel Barylka

El Harabanut Harashit Leisrael (Rabinato Principal), es reconocido por la ley civil israelí como la suprema autoridad rabínica para el judaísmo en Israel. Ya en 1921, Abraham Isaac Kuk se convirtió en el Principal Rabino Askenazi y Jacob Meir fue nombrado Gran Rabino Sefardí.
Los grandes rabinos del pasado entendían que había que encontrar soluciones humanas para problemas difíciles, y con justicia y misericordia iban ante el necesitado para ayudarle a solucionarlos, proclamaban su amor por cada ser humano y lo veían como parte importante de la nación. No siempre sus fallos eran aceptados, pero su grandeza permitió que formen parte hasta hoy de la jurisprudencia y sean usados como base en la Responsa. A medida que pasa el tiempo son cada vez más respetados.
En 1947, David Ben-Gurión, la autoridad nacional civil y los partidos religiosos llegaron a un acuerdo, según el cual las cuestiones del estatus -la condición- personal en Israel, como el matrimonio y el divorcio, y en parte la tenencia de los hijos, seguirían siendo determinadas por las autoridades religiosas.
Pero el Rabinato Principal ha dejado de ser hace ya muchos años la autoridad espiritual con voz y jurisdicción, y no ha sido capaz de lograr que todos los judíos israelíes ingresaran a un nuevo diálogo tendiente a buscar que “de Sión salga la Ley y la Palabra de Dios de Jerusalén”.
Hoy día, el Rabinato Principal causa daño al judaísmo, aleja los creyentes y ahuyenta a los judíos que desean acercarse a los valores de su pueblo. Crea división y carece de autoridad frente a los jaredím (observantes no sionistas), que se guían por sus propios rabinos, y ante los no observantes, que les repudian o ignoran. Los religiosos sionistas recurren cada vez más a rabinos y a cortes alternativas, pese a que aún desean creer en la validez de la institución rabínica central. Ni siquiera aceptan como suficientes sus certificados de cashrut.
En nuestros días, hay un ex rabino jefe que está en la cárcel por aceptar sobornos, cuando la mayor parte del dinero que recibió ilegalmente fue del cohecho por facilitar conversiones al judaísmo. Otro, acusado de emitir falsas ordenaciones rabínicas y certificados de educación, fue condenado por fraude.
El desorden con las conversiones es gigantesco y las personas que deciden incorporarse al judaísmo y cumplir con las mitzvot, expresando “mi pueblo es tu pueblo y mi Dios es tu Dios”, se ven impedidas de hacerlo por las trabas que les imponen, excepto acepten pagar a quienes tienen el poder legal de convertirles y se presten a la denigración de ciertos exámenes llevados a cabo por personas insensibles. Por otra parte, futuros prosélitos son adiestrados a mentir a las cortes con el cumplimiento de los preceptos que no piensan respetar ni un día. Un acto tan importante fue convertido en farsa que sufren muchas personas que cuando ya logran aprobar los exámenes quedan con un amargo sabor de boca.
Recientemente el Contralor del Estado reveló las relaciones obrero-patronales en el sistema de cashrut, la duplicación de los inspectores, la ignorancia de los supervisores, la falta de reglamentaciones, la arbitrariedad en las decisiones sobre los productos que se pueden consumir, etc. Personas de buena fe, que desean guardar las normas religiosas en sus alimentos, terminan sin saber si lo que consumen es verdaderamente apto religiosamente.
El rabinato principal no hace esfuerzos serios para sacar de su situación a las mujeres agunot, “ancladas” por sus exmaridos que no les conceden su divorcio. Tampoco solucionan los casos de mamzerim(1), que en la mayoría son hijos de mujeres honestas que rabinos que no observan las normas del Shulján Aruj, casaron cuando no habían recibido un divorcio halájicamente válido, creando el dolor en sus descendientes y su apartamiento de futuras nupcias halájicas.

Rabinos descomprometidos y encerrados en sí mismos
Vale decir que no se oye la voz de los grandes rabinos llamando por la justicia social por la solución de los problemas de los refugiados. No se les ve inmiscuirse en cuestiones de la paz y la guerra, ni salen en lucha contra la pobreza ni el maltrato a la mujer, como si esos no fueran temas del judaísmo. No muestran interés por acercar a los judíos de la Golá a Israel y al Judaísmo. Sus fallos y sus declaraciones no estimulan la curiosidad intelectual, ni la búsqueda para el significado espiritual, para mejorar al mundo.
Están divorciados de la realidad social. No tienen estudios universales y se mueven entre ellos mismos creyendo que la propia es la realidad universal. No desarrollan la capacidad de articular una visión clara de la vida judía, el papel del judaísmo en la existencia humana, el significado de la historia judía y la naturaleza de la relación continua entre Dios y el pueblo judío. Sus funciones son casi siempre administrativas, y las hacen mal.
En Israel vemos el maridaje entre rabinos, algunos partidos y el Gobierno, que destruye la religión y echa por tierra la política, invitando la corrupción.
La existencia de partidos religiosos en Israel es una anomalía heredada de la Golá, no menos grave que el uso de los nombres de los partidos políticos israelíes en las elecciones internas de las kehilot ubicadas fuera de Israel.
Soy de la opinión que los judíos que observan mitzvot deben integrarse a los partidos con los que coinciden en temas como la guerra y la paz, los derechos humanos, la lucha contra la pobreza y la discriminación y no unirse automáticamente a quienes les prometen cuidar los intereses sectarios. Serán respetados también en sus requerimientos religiosos.

Contra el monopolio
En las actuales circunstancias, el Rabinato Principal debe separarse del Estado y dejar de ser el monopolio que rige la vida de los judíos en su Estado independiente. Es hora de establecer el matrimonio civil para quienes no desean aceptar las normas de la Halajá en su vida familiar. Todos se beneficiarían con esa decisión y se acabaría la farsa de ir a hacer ceremonias en Chipre. La combinación Religión-Estado, no es sana para la religión, para los religiosos y para el pueblo de Israel en su totalidad.
La agenda religiosa debe ser coherente con las necesidades tan rápidamente cambiantes de las comunidades de Israel y el mundo, del papel de la mujer en la enseñanza de la Torá, debe encontrar respuestas de la Torá para el Tikún Olam (Reparación del Mundo) y recibir sin exclusión a todo judío halájico por encima de su pensamiento y su género. Mientras no responda a las necesidades de la mayoría de los israelíes y siga siendo intrascendente para los judíos del mundo es mejor que se cierre. Tal como funciona ahora no cumple con ninguna función útil y los primeros que lo saben son los judíos jaredím.
Hay necesidad de otro tipo de tribunales que dignifiquen al judaísmo, estén libres de la corrupción y que tengan la valentía de innovar en cada uno de los espacios –que son muchos-, en los que la Halajá lo permite. Todo monopolio atrae la incompetencia y la corrupción.
En tiempos en los que la mayoría de los judíos israelíes tiene necesidades que no pueden ser satisfechas por una institución que ha perdido su razón de ser, es hora de pensar en otros instrumentos jurídicos religiosos que permitan acercarse al Servicio Divino con amor y entrega, con total confianza en los valores judíos.

 

1. Categorización de personas nacidas de relaciones prohibidas por la Torá, particularmente incesto o producto de mujer embarazada fuera de su matrimonio.