Otro documento de la UNESCO detalla esta situación por países y expone de qué depende la inversión que debe hacerse para cumplir los propósitos proclamados. El documento manifiesta que sólo ocho naciones de América Latina estarían en condiciones de lograrlo sin recurrir a fondos extra presuestales: Argentina, Brasil, Cuba, Jamaica, México, Trinidad y Tobago y Uruguay.
Pero sólo ‘si logran un crecimiento económico constante de 2,6% anual de su Producto Bruto Interno y aumentan la inversión pública en educación en menos de 2% por año’. Es decir, salvo Cuba que ya cumple las metas del 2015, es dudoso que estos países puedan alcanzarlas si no cambian sus políticas, ya que ni su crecimiento económico ni el aumento de su inversión pública en educación se corresponde con los que la UNESCO considera indispensables.
No debe pasarse por alto que, incluso cuando se produce crecimiento económico, una buena parte del ejercicio presupuestario se dedica al pago de la deuda externa y a otros gastos que en nada contribuyen a abatir el rezago educacional.
De acuerdo con estos informes, la causa del analfabetismo radica en una insuficiente cobertura de los sistemas de educación pública y en la considerable deserción que ocurre en la primaria. En realidad, el problema es más grave que lo que arrojan las cifras porque estas no suelen reflejar un dato clave que es el número de analfabetos funcionales. Este dato no lo conocemos pero no sería aventurado afirmar que contando a los analfabetos funcionales, el número de iletrados podría doblar el que entregan los informes.
De ser así, tendríamos en la región cerca de ochenta millones de analfabetos. Y es que la educación no puede disociase de la realidad social, económica y política en que opera. Así que las causas de esta alarmante situación hay que buscarlas en las precarias condiciones de vida material y espiritual en que han vivido los países de América Latina y el Caribe, particularmente en las últimas décadas del neoliberalismo triunfante, con todas sus implicaciones. La deserción de las aulas, por ejemplo, es ocasionada en muchos casos por la incorporación de los escolares al trabajo porque o bien los padres han sido arrojados al desempleo o no les alcanza con lo que ganan para mantener decorosamente a la familia, un flagelo cada vez más frecuente.
La institución escolar también ha sufrido un abandono considerable, que se refleja en la penosa situación laboral y salarial de los maestros. Esto se ha visto muy claro desde la década de los noventas en que se ha producido un auge en la región de los movimientos magisteriales en contra de la privatización de la educación, por la defensa del humanismo en los programas de estudio y, obviamente, por mejores salarios.
Este cuadro forma parte de la injusta y desigual distribución de los recursos en el mundo actual donde de seis mil millones de habitantes del planeta, mil de ellos -ubicados en los países desarrollados- se reparten el 80% de la riqueza creada.
El presupuesto militar de estos países alcanza la suma de seiscientos mil millones de dólares anuales y su gasto en subsidios a sus agricultores llega a la mitad de la cifra anterior.
América Latina ha pagado siete veces su deuda externa de 1982 y hoy debe tanto como entonces. De modo que no debe sorprender que uno de cada dos latinoamericanos sea pobre, aunque en Centroamérica la situación es peor.
En este panorama desolador, desde Venezuela viene un rayo de esperanza con su eficaz campaña de alfabetización -Misión Robinson- y su aumento sucesivo del presupuesto educacional que ha permitido la creación de miles de nuevas aulas desde el nivel de primaria hasta el nivel superior.