Vivian fue una activista social de toda la vida, trabajó por las mujeres y la paz. Fue una de las fundadoras de Women Wage Peace y militante por la paz y los derechos humanos. Además, se desempeñó como codirectora en AJEEC -Instituto del Negev para la Paz y el Desarrollo Económico-. Durante su tiempo libre, se ofreció como voluntaria para llevar a pacientes palestinos y sus familias desde la Franja de Gaza a hospitales israelíes para recibir tratamiento médico.
«Basta. No podemos seguir adelante sin un horizonte político», dijo hace unos años, en una manifestación de Mujeres por la Paz. «No podemos aceptar operaciones y actos de guerra que sólo traigan muerte, destrucción y dolor, e inflijan daños mentales y físicos, como un hecho cotidiano… Hacemos un llamamiento a todos los lideres políticos para que encuentren el coraje necesario para promover alternativas políticas que nos traigan paz y seguridad.
Hacemos un llamamiento a nuestras hermanas de Gaza: ¡únanse a nosotras y digan a sus líderes, Basta! el terror no beneficia a nadie. Tú también mereces paz y seguridad”.
No puedo dejar de tratar de pensar, tratar de imaginar cuáles deben haber sido sus últimos pensamientos cuando vio al hombre por el que luchó, al hombre al que ayudó, quitarle brutalmente la vida.
Y no puedo contener mis lágrimas, por ella, por nosotros, por la paz.