Hasta cierto día del mes de noviembre, un joven padre llamado Pasha Boyer dedicaba parte de su tiempo a las apuestas deportivas; sin embargo, poco a poco fue dejando esa actividad para dedicarse, a tiempo completo y sin recibir remuneración alguna, a crear contenidos online en TikTok sobre el conflicto entre Israel y Palestina.
Sus días se transformaron en una pesadilla: debatía hasta con siete personas al mismo tiempo en un desacuerdo permanente. Boyer sostenía que sus opiniones sobre el conflicto caían mal a ojos de los demás; no obstante, esto no lo disuadió. Las horas pasaban y aparecieron unos mil cuatrocientos espectadores que iban y venían, hasta que finalmente comenzó a debatir con un compañero judío que no acordaba con la postura pro-israelí de Boyer. Cuando cerró la sesión, eran las tres de la tarde del día siguiente: habían transcurrido dieciocho horas del primer posteo.
Tras el auge de esta red social, muchos se preguntan si los debates en esos contextos pueden aportar algo constructivo. Boyer se ha preguntado eso muchas veces mientras debatía en TikTok Live, la función más libre de la aplicación, acerca de uno de los temas más polémicos y difíciles de tratar del mundo. No queda claro si Boyer y sus compañeros de debate son capaces de cambiar de opinión, pero ante la oportunidad de interactuar con personas reales o frente a grandes audiencias, los usuarios incondicionalmente pro-israelíes y pro-palestinos han decidido unirse a transmisiones en vivo que les permiten expresar sus puntos de vista
Sara Singer, gerenta de un restaurante en la zona de Palermo, de treinta y dos años, modera una de estas transmisiones más conocidas, y lo hace con la intención de que nadie se sienta excluido/a de la conversación pública. Muchos internautas de ambos lados del conflicto aluden a su propia falta de voz, a la imposibilidad de expresarse a la que se ven sometidos, y coinciden al argumentar que existe una mirada conspirativa sobre lo que se dice acerca de la guerra.
Los días posteriores al 7 de octubre, Singer luchó por captar a cinco espectadores simultáneos mientras hablaba de sus esperanzas de que israelíes y palestinos pudieran coexistir. Pero aquello no duró mucho: algunos espectadores comenzaron a dejar comentarios y Singer los invitó a hablar en vivo. A medida que más y más personas pidieron unirse al debate, ella decidió el formato de la transmisión: serían ocho invitados a la vez, cuatro pro-Israel y cuatro pro-Palestina. En cuestión de días, el streaming atraía a varios miles de espectadores en simultáneo, y un debate de varias horas concitaba la atención de más de cien mil personas en total. Un mes después, las transmisiones continúan. Su número de seguidores aumentó de veinte mil a treinta mil y ha ganado un grupo leal de comentaristas.
Para evitar el caos en las conversaciones, Singer impuso algunas reglas: se debían criticar las ideas, no a las personas que las sostuvieran; no estaba permitido atacar a otro por motivos religiosos; se debían respetar las opiniones ajenas incluso si uno no acordaba con ellas. Sin embargo, como era de esperar, apenas se plantea la pregunta de «¿Es esto Israel o Palestina?» y se muestra una imagen de Jerusalén para darle la palabra a un grupo autoseleccionado de gente extremadamente obstinada, el resultado es generalmente discordante.
Si uno releva las transmisiones en vivo de debates en TikTok en cualquier momento, probablemente se encontrará en medio de una pelea a gritos. Los comentaristas inundan el chat con banderas israelíes, incitando a los oradores y pidiendo que los gazatíes sean expulsados; en otros casos, las banderas son palestinas. Algunos envían «obsequios» monetarios al moderador de TikTok Live, con la esperanza de que lo asciendan a un puesto de orador.
No todo el mundo consigue aplacar a sus interlocutores en la discusión y la mayoría está de acuerdo en que convencer de algo al contrincante es esencialmente imposible. En realidad, apuntan con sus intervenciones a miembros de la audiencia que no tengan una opinión formada sobre el tema.
Abdel, propietario de un negocio de ropa en la calle Avellaneda y que frecuentemente organiza y participa en debates entre israelíes y palestinos, me dijo que, cuando dedicó transmisiones a ese tema el año pasado, sólo unas pocas personas se le unieron. «Yo decía: “Palestina libre” y ellos respondían: “¿Dónde está Palestina?”». A medida que las imágenes horribles de la región fueron inundando las redes sociales, esta confusión se ha ido resolviendo en gran medida. Ahora, iniciar sesión en cualquier plataforma de redes sociales coloca a los usuarios directamente frente a expertos, provocadores y pares que los instan a realizar su propia investigación. Sin mucho esfuerzo, cualquiera puede leer las reflexiones antisemitas de Elon Musk, el actual propietario de X, conocer el discurso sobre la validez de la «Carta a América» de Osama Bin Laden y notar el mayor despliegue de los discursos de odio, tanto antijudíos como antimusulmanes.
Abdel entiende que su papel reside en contrarrestar lo que considera un sentimiento pro-israelí en una parte de la sociedad que se nutre de los principales medios de comunicación. «Sólo espero plantar la semilla de la duda, aunque sea un poco», me dijo, «para que la gente esté menos adoctrinada». Por supuesto, los polemistas pro-israelíes también alegan que luchan contra el adoctrinamiento.
Aunque a los participantes les resulta difícil medir su influencia, Abdel sabe por experiencia propia que los debates en línea pueden alterar las opiniones. En 2018, cuando debatía en Clubhouse, un sitio de redes sociales que ofrecía transmisiones en vivo solo de audio, argumentó «que muchas personas pensaban que los judíos siempre habían estado en Israel, que la tierra les fue dada, que no robaron nada». En los meses siguientes, intentó aprender todo lo que pudo acerca de ambas partes y leyó los libros que otros polemistas recomendaban, «porque había cosas que no entendía». Después de seis meses, empezó a argumentar que el Estado de Israel implicaba una ocupación ilegal de tierras que legítimamente pertenecían a los palestinos.
Abdel reconoce que muchas de sus transmisiones en vivo terminan en peleas por los mismos temas, pero esto refleja, piensa, «la desagradable realidad de lo que está pasando». Entre los gritos, las incesantes conversaciones cruzadas y las repetidas acusaciones de mentiras, la gente comparte historias de profundas pérdidas personales: un israelí cuyos vecinos fueron asesinados, un palestino que perdió a un sobrino. «Estás mostrando puntos en común: que ambos están perdiendo algo, ambos son afectados por lo que está sucediendo ahí fuera».
Aunque las empresas de redes sociales como Meta, X y TikTok restan importancia a sus secciones dedicadas a difundir noticias, estas siguen constituyendo la principal fuente de información para mucha gente, su ventana al mundo. Los usuarios pueden ver decenas de informes en primera persona sobre Israel, Gaza y Cisjordania, o conocer la historia detrás de los combates actuales. Pasha Boyer considera que YouTube y los podcasts son fuentes de información mucho más útiles y equilibradas que TikTok, pero, por ahora, TikTok es la red más visitada, así que es ahí donde se quedará, durante tantas horas como sea necesario para ganar unos cuantos seguidores. «No soy alguien que se dé por vencido», dijo. «Nunca me rendiré».