La Comisión independiente investigadora de la masacre del 7 de octubre de 2023 perpetrada por Hamás y otras facciones palestinas contra Israel apuntó sus cañones a los miembros del Gabinete del primer ministro, Benjamin Netanyahu, al entonces Ministro de Defensa, Yoav Gallant, al actual jefe de las Fuerzas Armadas, Herzi Halevi, y otros altos cargos como el actual líder opositor y exministro de defensa, Benny Gantz, por su responsabilidad en el destino de los secuestrados y las víctimas de la mayor masacre contra judíos desde la Shoá.
La Comisión, encabezada por el juez Gideon Ginat, los hizo cargo de no haber tomado las medidas suficientes para garantizar la protección de los ciudadanos, de apostar por un Ejército de menor tamaño que «confiara en un exceso de tecnología», de haber reducido la presencia de las tropas israelíes en la frontera con la Franja de Gaza y de haber permitido «fallos en la preparación de los militares desplegados en bases del sur del país».
También, advirtió que no se actuó debidamente al alertar de una posible amenaza el día antes, el 6 de octubre, y durante la mañana del día siguiente. Estas definiciones se produjeron en tiempos paralelos a la decisión de la Corte Penal Internacional de La Haya que emitió órdenes de detención contra Netanyahu y Gallant, por ser considerados culpables de crímenes contra la humanidad en su acción militar en la Franja de Gaza. El gobierno de Israel apeló el fallo tildándolo de antisemita, pero algunos países que respetaban el derecho a la defensa de Israel le están empezando a retirar su apoyo, como Francia, Australia y Canadá.
Sumado a esto, un interesante número de dirigentes políticos occidentales han mostrado desconfianza sobre la decisión de la Corte de La Haya sobre lo que sucede con la condena contra Netanyahu. Michael Roth miembro del SPD y presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Bundestag, el parlamento alemán, sostuvo que “El Tribunal pierde gran parte de su credibilidad porque no actúa contra criminales de guerra y dictadores como Bashar al-Assad o Alí Jamenei, pero permite que el jefe de gobierno de un país con un poder judicial independiente sea buscado por orden de detención”, a pesar de que otros miembros socialdemócratas del parlamento europeo han avalado la decisión. Francia, EE. UU, e Italia se movieron en la misma línea que Alemania, mientras que el Reino Unido plantea una similitud, pero con potencial para sancionar a los supremacistas fascistas de los ministros israelíes Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich y varias advertencias a Netanyahu. La omisión de casos contra dictadores como Alexander Lukashenko o contra lideres autoritarios como Erdogan y la población Kurda, Ji Xinping y los ugures o el propio Vladimir Putin, es interpretada por algunos lideres como un fallo que tiene un tinte particular antiisraelí, una nación que solo busca defenderse. A contramano de lo que pudiera pensarse o suponerse, Bibi no redujo su apoyo y cercanía de sus aliados ni tampoco las encuestas electorales que se encuentran a la hora del día muestran una reducción en la potencia votante de la sociedad israelí, ya que -a pesar de todo esto- el Likud, seguiría siendo el más votado, aunque no le garantizaría per se un triunfo el día que se hagan las elecciones.

Todo este arsenal de dimes y diretes de la geopolítica global, en cierta forma, fortalece la posición interna de Netanyahu. Cuando se decidió la expulsión de Yoav Gallant del gabinete israelí, hace unas semanas, los líderes de cuatro partidos de la oposición israelí -Yair Lapid (Yesh Atid), Benny Gantz (Hamajané Hamamlajtí), Avigdor Lieberman (Israel Beitenu) y Yair Golan (Hademokratim)- se reunieron en la Knesset para emitir una declaración conjunta en la cual, esbozaron que el primer ministro perjudicó a las Fuerzas de Defensa de Israel, solo para aprobar las leyes de evasión del servicio militar que beneficiaban a sus socios del gobierno. La guerra con Hezbolá le ha dado un cierto plafón transitorio a la ultraderecha que -con un nacionalismo exacerbado- se permite perpetuar la guerra en todos los flancos posibles, mientras la población israelí no da más en términos económicos y psicológicos.
Netanyahu sabe que la guerra le conviene porque, según diversas encuestas electorales, de no ser por ella perdería las elecciones y -por las diversas causas en su contra- no tendría inmunidad para evitar las penas que le van a recaer. En ese sentido, el panorama es claro: la oposición lograría tener una coalición multicolor con un interesante peso de la izquierda, que se ha unido en Los Demócratas para salir de una sociedad que se ha derechizado y ha permitido con el Likud y la ultraderecha en el poder, fomentar la segregación y la colonización de cada vez más territorios de Cisjordania. Esta profundización de la colonización derivó una gran cantidad de fuerzas de defensa hacia ese foco de conflicto, hecho que fue uno de los motivos por los que no había suficiente defensa en el ataque del 7 de octubre de 2023.
Una parte de la sociedad israelí se moviliza pidiendo los acuerdos necesarios para recuperar a los secuestrados, ponerle fin a la guerra y también, al gobierno de Netanyahu. Un tribunal israelí ha dictaminado que Benjamin Netanyahu tiene que declarar en su juicio por corrupción los primeros días de diciembre. En caso de ser declarado culpable con condena firme, debería dimitir, pero mientras dure el juicio podrá mantener el poder. Una reciente encuesta de la cadena de televisión Canal 12 exhibió que un 54% de la población israelí considera que la guerra se prolonga debido a consideraciones políticas del primer ministro y un 43% respalda la necesidad de celebrar elecciones cuanto antes frente al 23% que desea que el premier agote su mandato. Nada es suficiente para su retirada.
Ya no hay salvavidas para la destrucción personalista del máximo mandatario israelí y lo sabe; por eso, esta decisión manifiesta de que caiga quien caiga, él no va a salir eyectado del gobierno. Y en eso, es capaz de llevarse puesto a entidades independientes como el Shin Bet, en el caso de que asistentes de Netanyahu fueran acusados de transferir información clasificada con la intención de dañar al Estado (un cargo que puede conllevar una sentencia de cadena perpetua), así como de posesión ilícita de información clasificada y obstrucción de la Justicia.
Israel y su gestión de gobierno entraron -a partir del 7 de octubre de 2023- en modo mesiánico, en una carrera contra sí mismos. Lamentablemente, el Gobierno no respeta la institucionalidad y se vuelca a un populismo que es el que lo sostiene. Es el gobierno mesiánico o la vida de democracia israelí lo que está en juego a costa de la guerra eterna. Los miembros del Likud no dirán nada, aunque algunos se opongan a Netanyahu. Según encuestas de Maariv, el ultraderechista Naftali Benett -si se presentara a elecciones- sería el más votado, a pesar de las fallas de su gobierno en la coalición multicolor. Salir de la guerra y de Netanyahu es lo principal, admiten opositores, pero nada garantiza que se acaben los métodos de Bibi si no se cambia de matriz de su gestión en los temas más importantes del Estado: anexión unilateral de territorios de Cisjordania, anulación de la solución de dos Estados, promoción de asentamientos en áreas ocupadas, política anti derechos LGBT+, y favorecimiento de los sectores del judaísmo religioso.