Haaretz, 17/1/2025

Amenazas y obstáculos para la segunda fase del acuerdo

Una pregunta se cierne sobre todo el proceso: ¿está dentro del interés de ambas partes cumplir con las promesas que le hicieron a Trump? Las FDI descubrieron que el desafío que les esperaba en Beit Hanún era mayor de lo que pensaban.
Por Amos Harel

Antes del amanecer del jueves, cuando el acuerdo de liberación de los secuestrados ya era un hecho consumado, surgió un problema de última hora en Qatar. Según la oficina del primer ministro, Hamas -que se había comprometido a permitir un veto israelí sobre algunos de los terroristas prominentes que se liberarían en el acuerdo- incumplió su compromiso. El primer ministro Benjamín Netanyahu instruyó a la delegación en Doha a mantenerse firme, pero en el proceso surgieron más obstáculos, incluyendo disputas sobre prisioneros específicos que Hamas exige liberados. Durante varias horas, Estados Unidos invirtió un esfuerzo considerable para superar los obstáculos y permitir el anuncio final de un acuerdo.

Mientras tanto, la oposición interna en Israel creció, y los partidos de extrema derecha en la coalición reanudaron una campaña activa para sabotear las negociaciones. No había noticias reales a lo largo de toda esta secuencia de eventos, más que el dolor y la preocupación que se les agregaron a las familias de los rehenes. ¿Cómo sabríamos que estamos en el Oriente Medio si las cosas no se complican un momento antes de que se logre un acuerdo?

Siguen existiendo preocupaciones finales. Los rehenes que se liberarán en la primera etapa del presente acuerdo comenzarán a regresar a casa, poco a poco, aparentemente a partir de este próximo domingo. Podemos esperar una tortura continua. También es evidente que algunos de los rehenes regresarán en grave angustia física y psicológica. Surgirán problemas específicos en la implementación de cada pequeña etapa. Y eso ni siquiera es la principal preocupación

El principal obstáculo espera después de la finalización de la primera etapa, aproximadamente seis semanas después del inicio de la implementación del acuerdo. En ese momento, en la etapa dos, habrá 65 rehenes en la Franja de Gaza, de los cuales más de la mitad aparentemente ya no están vivos. Podrían surgir múltiples dificultades aquí. ¿Cumplirá Hamas su promesa y devolverá a todos? ¿Tendrá la organización éxito en localizar todos los cuerpos de los rehenes muertos? Y, aún más sorprendentemente, ¿tienen las partes -Netanyahu por un lado y el líder de Hamas en Gaza, Mohammed Sinwar, por el otro- un interés real en cumplir sus promesas a EE. UU. y llevar a cabo el acuerdo en su totalidad?

Netanyahu se está apartando de todas sus declaraciones anteriores, como cuando insistió en que Israel no se retiraría del corredor Filadelfia ni detendría la guerra antes de la aniquilación del régimen de Hamas. Por otro lado, se le exige a Sinwar que renuncie a la mejor póliza de seguro que tiene: el cinturón de seguridad que le representa la presencia de los rehenes.

Esta ansiedad está dividiendo el Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos, entre las familias de aquellos que serán liberados en la primera etapa y las de aquellos que serán liberados en la segunda. Estos últimos temen que la liberación de sus seres queridos no ocurra según lo programado. Un importante logro israelí se registró en la última parte de las negociaciones: se espera que 10 hombres menores de 50 años más sean liberados en la primera etapa debido a graves problemas de salud.

Pero nadie puede garantizar que Hamas cumplirá su palabra y llevará a cabo la segunda etapa. Y muchos son escépticos respecto a las intenciones de Netanyahu, particularmente luego de su comportamiento del jueves. El establishment de defensa también es escéptico sobre las consideraciones de Netanyahu. ¿Es lo que estamos viendo solo un juego político, destinado a mostrar a su base que no cedió tan fácilmente?

Quien decidirá cómo van las cosas es el presidente electo de EE. UU., Donald Trump. Su impacto en el acuerdo se está presentando como una especie de fuerza mágica que no puede ser contenida. Todo lo que el presidente saliente, Joe Biden, intentó lograr por medios pacíficos, Trump ahora lo está llevando a cabo mediante la fuerza del ultimátum que impuso a sus asesores y a los países mediadores.

El objetivo supremo de Trump incluye acuerdos regionales: imponer una solución que restrinja el proyecto nuclear iraní sin la necesidad de un ataque conjunto entre EE. UU. e Israel, una alianza rentable para EE. UU. (y para la familia Trump) con Arabia Saudita y probablemente también la normalización entre Israel y Arabia Saudita.

Todo esto tiene que suceder rápido. Trump tiene poca paciencia para los pequeños detalles, y lo que espera al final del camino, a su juicio, es un Premio Nobel de la Paz. Insinúa que será beneficioso para Israel seguir sus propios planes. El problema es que el progreso en este ámbito implica, al menos discursivamente, un compromiso con una solución de dos Estados.

El contexto en el que se da esto es terrible, y no solo desde el punto de vista de la derecha. Un gran segmento de la población israelí es ahora hostil a la idea de un Estado palestino. Se preguntan: ¿corresponde darles a los palestinos un premio por la horrenda masacre del 7 de octubre? En la extrema derecha, la resistencia podría adoptar un carácter activista. Ese grupo mesiánico quiere que la guerra continúe, junto con la anexión de Cisjordania y Gaza, así como la reactivación de los asentamientos en la parte norte de Gaza. Durante la última semana, estas personas han estado experimentando un doloroso despertar a la realidad: Trump no sólo no comparte, sino que nunca ha oído hablar de sus sueños. Resulta que sus líderes les han llenado la cabeza con fantasías irrealizables.

Israel concluyó la guerra en el norte con una victoria clara sobre Hezbollah, pero aún no ha transformado esto en una situación estable y positiva -desde su propio punto de vista- en el sur del Líbano. En una semana, finalizará el período de 60 días que se había establecido para la retirada militar israelí del sur del Líbano.

Hamas y los palestinos en Gaza recibieron un golpe más duro que Hezbollah, pero se negaron a aceptar acuerdos de rendición. Por el contrario, los palestinos están componiendo una nueva narrativa en la que el hecho de que Hamas aún se mantenga vivo al final de la guerra prueba el éxito de la estrategia de sumud -resistencia o perseverancia, en la jerga palestina- frente a la agresión de Israel.

El fin de la guerra, si se logra, también tendrá implicancias para el liderazgo del aparato de defensa. La demanda de Netanyahu al Ejército de que complete sus investigaciones sobre la guerra, así como las extensas renuncias en la cúpula, resonarán poderosamente, pero también plantearán de nuevo la pregunta de por qué no renuncia Netanyahu.

Mientras la mayoría de los israelíes contienen la respiración con la esperanza de buenas noticias desde Qatar, el golpe de régimen continúa avanzando. Esta semana, en una sesión nocturna, la Knesset aprobó la continuación del golpe judicial, esta vez mediante una ley para crear empleos para rabinos. El ministro de Justicia, Yariv Levin, sigue promoviendo movimientos encubiertos en contra de la Corte Suprema. Sin embargo, todo esto suena como noticias de ayer. Trump está tratando de imponer a Israel una transformación externa que no solo pondrá fin a la guerra, sino que también desestabilizará las alianzas que existen dentro de Israel y provocará la reorganización de la arena política en líneas completamente diferentes.

Problemas en Beit Hanoun

La urgente necesidad del Ejército de un alto el fuego en la Franja de Gaza se ve reflejada en los recientes acontecimientos en la ciudad de Beit Hanoun, en el norte de Gaza. A principios de octubre, comenzó una operación a gran escala en el cercano campo de refugiados de Jabalia. En los tres meses siguientes, el Ejército destruyó la infraestructura de Hamas en el campamento, junto con casi todos los edificios. La resistencia de Hamas se desvaneció gradualmente.

Entonces se decidió trasladar el esfuerzo al noreste, hacia Beit Hanoun. La misión principal esta vez era aplanar barrios y edificios que estaban relativamente cerca de la frontera, desde donde sería posible amenazar a las comunidades del lado israelí y a la línea ferroviaria, tras la reanudación del tráfico de trenes a Sderot en el oeste del Negev.

En los primeros meses de la guerra, la 252ª División de Reserva operó en la ciudad, pero aparentemente logró destruir solo parte de la infraestructura de Hamas. En el transcurso del año siguiente, la organización ha podido restaurar parte de esta infraestructura, excavar desvíos a secciones de túneles que la fuerza aérea bombardeó, entrenar a jóvenes que se han unido a sus filas y, recientemente, integrar a terroristas que huyeron de Jabalia.

Esta vez, la misión de capturar la ciudad fue asignada a una fuerza territorial, la División de Gaza. Sin embargo, en las ofensivas anteriores, el Ejército mantenía una ventaja decisiva: contra cada batallón territorial de Hamas, se enviaba a la acción una fuerza casi del tamaño de una división. Esta vez, debido a la escasez de fuerzas y a un exceso de misiones, se decidió enviar un equipo de combate de la Brigada Najal, con el cuartel general divisional por encima de él; la misma división que, mientras tanto, también estaba ocupada en defender la frontera y trabajando en el perímetro.

El despliegue enemigo que las fuerzas israelíes encontraron en Beit Hanoun era más grande y más fuerte de lo que el Ejército había anticipado, y las tropas y recursos comprometidos para la misión eran demasiado pequeñas. En aproximadamente una semana, 15 soldados murieron en los combates allí, la mayoría de ellos de la Brigada Najal. En un caso, se detonó un enorme dispositivo explosivo contra un tanque.

Resultó que el personal de Hamas lo había ensamblado a partir de una bomba sin explotar que la Fuerza Aérea había lanzado sobre la ciudad. El Ejército descubrió que el área subterránea que quedaba en la ciudad era más extensa y compleja de lo que se había pensado originalmente, y que las tropas tenían menos medios disponibles para destruir túneles de lo necesario. Esta semana, después del gran número de bajas, el Comando del Sur decidió reasignar la misión de la División de Gaza al cuartel general de la 162ª División, parte del ejército regular, que está más acostumbrada a misiones de este tipo. A raíz del cese al fuego, es probable que la actividad en el norte de Gaza termine y que la mayoría de las fuerzas israelíes abandonen la zona pronto. Eso salvará la vida de más soldados, pero también detendrá la lucha sin que se logre la destrucción de la infraestructura terrorista en Beit Hanoun. Tras la declaración de un alto el fuego, las promesas del Gobierno de vencer y erradicar a Hamas parecen más vacías que n