Anarco-Darwinismo: la ley de la selva no es libertad

Una motosierra recorre Europa (y gran parte del mundo), es la motosierra que está mutilando los restos de un orden mundial que se inició con el triunfo de las fuerzas de la democracia, el bienestar y el progreso sobre las fuerzas del mal y la dominación nazi-fascista en 1945.
Por Guillermo Atlas

«La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudica a los demás»
(art. 4 de la Declaración de los Derechos del Hombre)

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
(Miguel Hernández)

Alemania, con su pasado funesto, y un partido de extrema derecha como AfD, que se hallaba aislada del contexto internacional de la extrema derecha, que logra un triunfo considerable y una presencia global impresionante. Pero no sólo por obtener casi 21% de los votos en las elecciones nacionales del 23 de febrero último, sino, entre otros, gracias a la nueva administración Trump, la influencia de Elon Musk y de JD Vance, el vicepresidente neocatólico ligado al Opus Dei. La entrevista del líder de X, Musk, con la copresidenta de la AfD, Alice Weidel, y la aparición de Musk al inicio de la campaña electoral en enero consiguieron terminar con el mencionado aislamiento de AfD a nivel internacional. Esto muestra la existencia de un programa de la ultraderecha a nivel global.

El carácter de este partido y sus elementos libertarios al estilo de Milei, no deben confundirse con una oposición generalizada al intervencionismo estatal y al gasto, sobre todo en el ejército. El partido ha expresado siempre una admiración por el ejército alemán y sus “mejores tradiciones”. De hecho, AfD ha cultivado una retórica belicista con elementos de nostalgia militarista pero su profunda visión antieuropea y anti atlantista y su desembozada simpatía por Putin, la ha llevado a una clara oposición a la decisión actual del arco democrático alemán y europeo de aumentar considerablemente el gasto militar  de cara a constituir una fuerza defensiva europea sin EE.UU., en vista al giro histórico y dramático de Washington de acercarse a Putin y abandonar a sus aliados históricos de Europa.

Existen diferencias importantes entre las distintas formaciones de la ultra derecha europea y entre éstas y fenómenos puntuales como Trump, la versión israelí o latinoamericana. 

En Alemania, con su tradición de fascismo pagano, AfD no recurre a motivos religiosos para justificar su acendrado odio al distinto e implementar su guerra contra la democracia liberal. En cambio, Putin -a través de su alianza con la Iglesia Ortodoxa Rusa- y Alexander Duguin o Trump con JD Vance y su avanzada preconciliar y las huestes evangélicas del “cinturón bíblico”, o incluso Milei y su evangelismo filosemita oportunista, etc. apelan al uso instrumental de fuentes de legitimación clerical. 

Antonella Marty decía en el número de marzo de 2025 de la Revista Nueva Sociedad: “con el nuevo desembarco de Donald Trump en la casa Blanca, los nacionalistas cristianos creen que llegó el momento de purificar a Estados Unidos -extirpando, por ejemplo, la ideología woke– e implementar el plan de dios instaurando la prioridad de los valores cristianos”.

Alice Weidel del AfD.

Sin embargo, es interesante observar que todas o casi todas reivindican el concepto de libertad en sentido claramente darwinista de la palabra. 

Hay un nuevo sheriff en la ciudad: sin semáforos y sin control

En su discurso del 14 de febrero último, en la Conferencia de Seguridad, celebrada en Múnich por esos días, JD Vance aseguro en su discurso: “Miro a Bruselas, donde loscommissars(utiliza el término como si fueran comisarios políticos de la época soviética) europeos advierten a los ciudadanos que tienen la intención de cerrar las redes sociales en tiempos de disturbios civiles tan pronto como detecten lo que han considerado, -cito-, contenido de odio”. 

JD Vance llama falta de libertad o autoritarismo al estilo soviético porque en Europa las instituciones se rigen por leyes, por pesos y contrapesos, por decisiones consensuadas, por conflictos resueltos a través de compromisos, por restricciones a los enemigos de la libertad y de la democracia, por garantizar medidas activas contra la discriminación de las minorías, por abogar por el control de las redes sociales y por “censurar” los discursos de odio.

El movimiento “woke de derecha”

Susan Neiman, autora norteamericana radicada en Berlín en su obra Izquierda no es Woke, plantea que la derecha ha conseguido que el término woke se asocie peyorativamente al comportamiento y las políticas de la izquierda global hasta el punto de desdibujar sus límites y volverlos casi sinónimos. La derecha ataca esas políticas identitarias por la defensa de minorías y por lo que se considera una “cultura de cancelación” y anulación de las libertades. No obstante, más allá de las exageraciones y la censura en el ámbito de la cultura y la educación que ejercen algunos grupos identitarios, el problema que se observa es que estamos en presencia de fuerzas políticas de ultraderecha que, con una ubicuidad asombrosa y desde el poder, pretenden cancelar las conquistas democráticas de las últimas décadas en nombre de una supuesta libertad.  

No es casual que Alexander Duguin, ideólogo principal de Putin, haya escrito en X el 3 de enero de este año: “la derecha woke es tolerancia cero con cualquier tipo de totalitarismo: en primer lugar, con el totalitarismo liberal de izquierdas”. Duguin concibe en general la democracia liberal como una ideología y una práctica totalitaria y universalista.

Esta confrontación permanente recuerda a Carl Schmitt, el pensador, jurista y prominente miembro del Partido Nazi, quien desarrollara el esquema amigo-enemigo, una categoríaque supone el choque permanente entre partes enfrentadas en la esfera pública que incluye el uso de la violencia y el exterminio hasta derrotar al “otro”, al rival o al distinto. No hay reconocimiento ni miramientos con el otro. Es la exacerbación del tribalismo.

En el judaísmo, lo sabemos por el relato del Éxodo, la libertad es un proceso que se consigue en un largo viaje de idas y vueltas, con avances y retrocesos. También sabemos que la libertad no es un sistema meritocrático ni su ausencia el producto de un castigo inexorable que llega del cielo.

Nuestra libertad es algo precioso que debemos sostener y cuidar. Los modernos sicofantes que desnaturalizan esta categoría (“Jerut” en hebreo) como un método de adulación a los poderosos, están en las antípodas de este ideal.

La erosión de la noción de verdad objetiva es sustituida por narrativas útiles y funcionales a la identidad de esos grupos y a esas fuerzas políticas. Una pesadilla plena de eufemismos. La libertad no es la abolición del semáforo para que los automovilistas se maten libremente. La libertad requiere reglas, la jungla prescinde de ellas. Es la ley del más fuerte. En ese contexto la libertad se muere.