Con amigos así quien necesita enemigos

Los pasados 26 y 27 de marzo se celebró en Jerusalén la Conferencia sobre el Combate contra el Antisemitismo. La misma ha sido la muestra más clara del romance entre el Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu y la extrema derecha europea. Esta cercanía ha acabado convirtiendo una conferencia sobre antisemitismo en Jerusalén en motivo de, como mínimo, incomodidad; como máximo, indignación, para algunos de sus aliados y de las comunidades judías en otros países.
Por Roberto Frankenthal

La jornada principal del evento se realizó sin una decena de los inicialmente invitados (desde el comisionado alemán de lucha contra el antisemitismo hasta el conocido filósofo francés Bernard-Henri Lévy), que se auto descartaron en protesta por el gran peso de líderes ultraderechistas en el programa. El principal: Jordan Bardella, presidente de Reagrupamiento Nacional, el partido francés heredero de la formación que creó el antisemita y negacionista del Holocausto Jean-Marie Le Pen. También acudió su nieta preferida, Marion Maréchal, eurodiputada y vicepresidenta del ultranacionalista Reconquista. Vox, la ultraderecha española, envío a tres parlamentarios europeos: Hermann Tertsch, Mireia Borrás y Juan Carlos Girauta. También concurrieron representantes de ACOM (Acción y Comunicación sobre el Oriente Medio), una organización estrechamente vinculada a los postulados de Vox. Vox abreva en los postulados del nacional-catolicismo franquista, de profunda raíz antisemita y que en su imaginario cree encontrarse en una «segunda» Reconquista de la Península Ibérica. Pareciera ser que el gobierno de Bibi y Cía., ya no recuerda cual fue el destino de los judíos después de la primera reconquista.

No fue un evento marginal en una sala pequeña: lo organizo el Gobierno israelí, en el gran centro de convenciones de la ciudad y con el primer ministro para el discurso estrella.

Los títulos de los paneles fueron ilustrativos: “No me confundas con hechos. Cómo el progresismo cayó cautivo del antisemitismo” o “La mano que remueve el odio: cómo el islam radical alimenta el antisemitismo en Occidente”. La conferencia vino precedida por una orden del ministro israelí de Relaciones Exteriores, Gideon Saar, que ordenó recientemente a las embajadas establecer lazos con los partidos ultras que participaron en el acto.

También se encontraban invitados el presidente argentino Javier Milei y el ex presidente de Paraguay, Horacio Cartes. Finalmente, el presidente argentino no concurrió debido a que los problemas de su administración no le permitieron abandonar Buenos Aires. Para Cartes fue su primer viaje al extranjero en seis años, ya que Brasil decretó su prisión preventiva en 2019 en el marco de una investigación vinculada al caso Lava Jato de soborno y blanqueamiento de capitales que luego retiró la justicia. Tres años más tarde, la Administración de Joe Biden lo declaró en EE UU “persona significativamente corrupta”. Otras fuentes norteamericanas denuncian que Cartes mantiene o mantuvo contacto con grupos cercanos a Hezbollah, radicados en la fronteriza Ciudad del Este paraguaya.

Participaron también los «Demócratas de Suecia» (el partido populista y antinmigración que es desde 2022 la segunda fuerza parlamentaria, sosteniendo y condicionando a la coalición de derecha) y Fidesz, la formación ultranacionalista del primer ministro de Hungría, Viktor Orban. Su relación con Netanyahu viene de largo y a principios de abril el primer ministro israelí visitó la capital húngara. Aquí nuevamente las autoridades israelíes parecen desconocer la historia reciente. El partido de Orban construyo su perfil ultranacionalista atacando la figura de George Soros, un banquero de origen judío-húngaro, que ha financiado también instituciones y publicaciones liberales en su país de origen. Los ataques a Soros eran abiertamente antisemitas y el actual gobierno israelí parece ignorar el vínculo histórico entre el Fidesz y el Partido de la Cruz Flechada, formación ultranacionalista húngara que en 1944 colaboró con el aniquilamiento de unos 200.000 judíos húngaros en Auschwitz.

La conferencia fue organizada por el Ministerio de Diáspora y Lucha contra el Antisemitismo. Al frente está Amijai Chikli, del sector más radical del Likud, amigo de las declaraciones altisonantes y hombre clave en el acercamiento a la extrema derecha europea. El año pasado participó en la reunión ultra que organizó Vox en Madrid y ha dedicado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, adjetivos como “chiste”, “comunista”, “uno de los peores líderes del mundo” y hasta “responsable de que haya más muertes en Gaza”, por haber reconocido el Estado palestino.

Ante la decena de cancelaciones, Chikli respondió que “la principal amenaza a la vida judía en Europa” no proviene actualmente de lo que denomina “partidos de derechas”, sino del “islam radical”. “Pero los políticamente correctos llevan 50 años anclados en el pasado y les cuesta reconocerlo”, declaró al diario Israel Hayom. En su alocución Chikli comenzó con unas palabras dirigidas a los políticos europeos de extrema derecha sobre el revuelo generado por su participación en el evento. «Pido disculpas por las mentiras difundidas contra ustedes por quienes difaman al Estado de Israel en todo el mundo», dijo Chikli, antes de lanzar una diatriba acusando al periódico israelí de izquierda Haaretz de inventar la controversia. Calificando al medio como un «faro de mentiras y propaganda anti sionista», insistió en que «Haaretz y otros similares no representan al pueblo judío».

El asunto es doblemente peliagudo porque toca, por un lado, la relación entre Israel y las comunidades judías en el resto del mundo y, por otro, un fenómeno en crecimiento y tan crucial en la historia europea como el antisemitismo. Por eso, cuando hace semanas se difundió la lista de invitados comenzaron las bajas, y no precisamente entre enemigos de Israel.

Jerusalén, “capital de una internacional iliberal”

El Comisionado del Gobierno alemán para la Vida Judía y la Lucha contra el antisemitismo, Félix Klein, se borró tras enterarse de “quiénes eran el resto de oradores”. Bernard-Henri Lévy tenía previsto hablar en el acto inaugural y acabó explicando su marcha atrás en una carta abierta al presidente del Estado judío, Isaac Herzog. En la misiva, subrayaba que lleva toda una vida “defendiendo al pueblo y al ejército de Israel y que entiende que, como el resto del mundo, sus autoridades recurran a la realpolitik. Pero -añadía- no al riesgo de convertir Jerusalén durante dos días en la capital de una internacional iliberal que se burla de los valores democráticos que son uno de los pilares de Israel”.

Jordan Bardella, presidente de Reagrupamiento Nacional, el partido francés heredero de la formación que creó el antisemita y negacionista del Holocausto Jean-Marie Le Pen.

Otro de los ausentes fue David Hirsh, profesor de Sociología en la Universidad de Londres, y activista en contra del boicot académico a Israel. Lamentó que el Ejecutivo de Netanyahu legitime a líderes ultras invitándolos al evento y subrayó que “el problema no es solo el antisemitismo, sino también el racismo y la islamofobia”. “Puede que uno u otro individuo o partido tengan una conciencia real de no ser antisemitas, pero no es la única forma de discriminación estructural que me preocupa”.

Hirsh insistió en que no se trata de uno o dos invitados excepcionales con ese perfil, sino que su presencia conforma “el eje central de la conferencia”. “El asunto no es que sean de derechas, sino que abrazan ese tipo de fantasía conspiracionista populista que es, a mi juicio, inherentemente antidemocrática”, añadió.

Es justo el punto que abordó también Moshe Zimmermann, experto en antisemitismo, nacionalismo e historia judía que dirigió el centro de historia alemana de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y Shimon Stein, embajador de Israel en Alemania entre 2000 y 2007. “Asociarse con racistas bajo el pretexto de que hacen una excepción con Israel no es un factor atenuante. Es un factor agravante. Revela un interés compartido, una identidad común. Cualquiera con ojos comprende que esta alianza surge de la creencia racista en un enemigo común: musulmanes, árabes e inmigrantes. De hecho, el proceso de cortejo mutuo entre la extrema derecha israelí y la extrema derecha global se ha estado desarrollando durante años, y esta conferencia es su resultado natural”, escribían en un artículo de opinión en el diario Haaretz. Para el jurista y autor alemán Michel Friedman, expresidente del Congreso Judío Europeo y miembro del Consejo Central de los judíos en Alemania «no se puede organizar una conferencia contra antisemitismo e invitar al mismo tiempo a antisemitas que perpetúan el veneno del prejuicio y el odio».

También se negó a concurrir el exdiputado de los Verdes y presidente de la Sociedad de Amistad Alemania-Israel, Volker Beck (“asociarse con fuerzas de extrema derecha tendrá un impacto negativo en la lucha contra el antisemitismo”, escribió en la red social X); Jonathan Greenblatt, el director ejecutivo de la Liga Antidifamación Bnai Brith; o el rabino jefe de la Commonwealth, Ephraim Mirvis.

Ariel Muzicant, el presidente del Congreso Europeo Judío que el pasado enero acusaba de antisemitismo a los últimos gobiernos, como España, que han reconocido el Estado palestino y justificaba los entonces 47.000 gazatíes muertos en la invasión israelí en que “los terroristas usan a los civiles como escudos humanos”, tildó la conferencia en Jerusalén de “puñalada en la espalda de los judíos”. “Estáis ayudando a nuestros enemigos, estáis alimentando a quienes critican a Israel. Unirse a la extrema derecha ayuda a quienes critican a Israel”, señalaba en una sesión parlamentaria. Muzicant también denuncio que «Los políticos de ultraderecha no participan en la conferencia por amor a Israel o por proteger a los judíos, sino principalmente para obtener un ‘sello kosher’ de legitimidad».

En Francia, las críticas, también políticas, se centraron en el acercamiento del Gobierno de Netanyahu a un partido que durante 40 años fue antisemita. El diputado macronista Mathieu Lefèvre, presidente del grupo de amistad Francia-Israel en la Asamblea Nacional, lamentó este “trastocamiento de valores” y señaló en Radio J la responsabilidad de “una parte” del Ejecutivo israelí. Las instituciones judías del país han condenado unánimemente la invitación. El presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (Crif), Yonathan Arfi, acusó a Reagrupamiento Nacional de instrumentalizar la lucha contra el antisemitismo. En una entrevista, también recordó la “posición histórica de las instituciones judías de Francia” de “desconfianza” hacia el partido debido a “razones históricas”. Nuevamente las autoridades israelíes parecen olvidar que la ultraderecha francesa de Le Pen es la heredera orgullosa del régimen de Vichy, que durante la segunda guerra mundial colaboró con los Nazis y organizó la expulsión de judíos de Francia hacia los campos de exterminio.

Fuentes:

El País, 27.03.25

The Times of Israel, 28.03.25