Kibutz Nir Am: la hazaña de la resistencia, la vitalidad del ideal y de la letra
Durante la masacre el 7 de octubre, Nir Am fue uno de los pocos kibutzim cercanos a Gaza que logró evitar víctimas entre sus miembros gracias a la rápida acción de su equipo de Seguridad. Dirigido por Inbal Rabin-Lieberman, su joven coordinadora de Seguridad de 26 años, el grupo incluía a doce miembros y un soldado retirado de las fuerzas especiales israelíes que vivía en el kibutz.
Apenas unas semanas antes, Inbal había participado en las manifestaciones de protesta, en Tel Aviv, contra lo que ella, como los demás manifestantes, cree que es una peligrosa reforma judicial impulsada por el gobierno de Netanyahu.
Aunque algunos relatos de la defensa del kibutz describen a Inbal Rabin-Liberman como una Rambo virtual de una sola mujer corriendo por el kibutz, armada y protegiendo a mujeres y niños, su orgulloso padre habla de ella más modestamente: Inbal es, para él, solo una joven hija del kibutz que protege su hogar y su familia. «En realidad, ella todavía no puede hablar de eso», dijo a la periodista el padre, quien había conversado brevemente con su hija cuando se preparaba para el exitoso operativo de defensa. De inmediato, él y otros miembros del kibutz se esconderían en las habitaciones seguras (Entrevista de Judith Sudilovsky, The Jerusalem Post, 12/10/23).
Pese que el eficaz equipo de defensa comandado por Inbal frenó la entrada de los terroristas al kibutz, tuvieron que ser rescatados cuatro heridos de bala y lamentar el asesinato de siete de los nueve trabajadores externos que trabajaban en los campos de Nir Am (Por Wallah!, 31/10/2023).
Nir Am (en hebreo ניר עם) es un kibutz en el sur de Israel, próximo a Sderot, a unos dos kilómetros de la Franja de Gaza, bajo la jurisdicción del Consejo Regional Sha’ar HaNegev. Ocupa una superficie de 20.000 dunams y en el que, en 2021, residían 683 miembros.
El kibutz fue fundado en agosto de 1943 por un grupo de olim del movimiento juvenil Gordonia, oriundos de Besarabia, y fue bautizado como «Nir-Jaim» (‘campo labrado de vida’). El nombre se conservó hasta fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando llamaron al kibutz «Nir Am» (‘campo labrado para el pueblo’) en memoria de la catástrofe de la Shoah. Significativamente, la comisión encargada de bautizar los asentamientos hebreos en 1946 eligió el nombre de Nir Am porque «simboliza el campo labrado por los jalutzim (pioneros) que allanan el camino para el asentamiento de las masas del pueblo judío en esta vasta zona», comentaba el diario Davar (14 abril de 1946).
Nir Am se estableció en un terreno de Beit Hanon, cuya compra fue iniciada en la década de 1930 por Moshé Smilansky (pionero jalutz de la primera aliá, quien abogaba por la coexistencia judeo-árabe) y completada a principios de los años 40. El primero de los pozos en el área del kibutz Nir Am fue bombeado por el Keren Hayesod, que sirvió de fuente para el suministro a las tuberías de agua instaladas en 1947 y que abastecieron a los once asentamientos en el Néguev creados en 1946. En 1947 se tendió el primer oleoducto que conducía a los puestos avanzados del Néguev desde la zona de Nir Am-Gevar’am.
La economía del kibutz se basaba en cultivos extensivos e intensivos, plantaciones de cítricos y ganado lechero. En 1961 el kibutz compró una fábrica de plata para la producción de cubiertos, que desde entonces funciona bajo su propiedad. Nir Am inauguró el Museo del Agua y la Defensa en el Néguev, una instalación que ilustra el decisivo hallazgo de agua potable para la zona y sobre la posición geo-estratégica del kibutz durante la Guerra de Independencia. Próximo al Museo se encuentra el depósito de agua Nir Am, propiedad de la empresa Mekorot. Enfrente, sobre una colina que permite observar la Franja de Gaza, fue erigida la estatua de metal con la silueta de un jinete y su caballo, en memoria de Yaakov (Yinchik) Gavri (1916-1986) el «mukhtar», porque durante 40 años, seguido de sus perros, montó a caballo por la zona de Nir Am para solucionar problemas, sirviendo como una suerte de alcalde no oficial.
Durante la guerra de 1948, Nir Am fungió como cuartel general de la Brigada Néguev, de hospital y centro de suministros para los asentamientos del sur y del Néguev, aislados durante varios meses del resto de Israel.
En los años 50 y 60, el kibutz incorporó a jóvenes olim de movimientos juveniles de Argentina, Francia y Marruecos, además de Israel. En 1961 empezó a operar una fábrica de plata para la fabricación de cubiertos.
En 2014, durante el Operativo Pilar Defensivo, los terroristas se infiltraron en la zona y planearon atacar el kibutz Nir Am y al vecino kibutz Erez. Tzáhal envió una fuerza de la escuela de oficiales, pero en combate murieron cuatro oficiales y soldados.
En 2002 se concretaron, en la estructura del kibutz, cambios sustanciales que se venían gestando años atrás. Nir Am adoptó el modelo de «kibutz renovador», con tendencias de privatización avanzadas, y se fijó como objetivo central la expansión de la población para atraer a parejas jóvenes como parte integral de la comunidad.
Ahora bien, cuando David Indio Keidar hizo aliá en 1960 al Kibutz Nir Am, desde colonia Vila, conocida como Walter Moss (una de las colonias de la Jewish Colonization Association en el nordeste de la provincia de Entre Ríos), el kibutz se regía por una rigurosa ideología colectivista.

Han pasado ya sesenta y tres años desde que aquel joven veinteañero del Ijud Hanoar Hejalutz de Concordia se trasladara al kibutz donde trabajó casi toda su vida en el campo y, al igual que los otros miembros, conoció el acoso permanente de los gazatíes. En Nir Amn no deja de sonar la alerta roja. Sin embargo, en el kibutz,David Keidar escribió, y sigue escribiendo, relatos autobiográficos nutridos de recuerdos adolescentes en el campo entrerriano y, por supuesto, de raigales experiencias vividas en Nir Am. Su primer libro, Colonia Vila (edición castellana, Milá 1990, en hebreo publicado por Sifriat Poalim), invita a ser leído como si hubiera sido escrito por el díscolo Indio acriollado a quien el padre solía increpar: «El sheiguetz está tomado por el demonio». Completamente diferente es su segundo libro, Relatos de Pago Chico. De la colonia entrerriana al kibutz israelí, 1999), donde David Keidar testimonia con emoción y lucidez las grietas generacionales de su kibutz.
Los fundadores del kibutz se resisten a aceptar las reformas propuestas por las nuevas generaciones de olim, que la voz narrativa de David critica con ironía y ternura: el «Pago Chico» en el libro de Keidar es metonimia del actual espacio disminuido de aquellos pioneros que abandonaron los guetos de Besarabia, pero se encierran otra vez en un nuevo gueto, contrarios a la privatización desfiguradora de la Tierra Prometida del soñado kibutz primordial.
«Ellos, que consagraron su vida al valor perenne, ese de conquistar el solar patrio, quieren dejar de herencia alguna moralidad más rica para ser respetados. No fueron ni soldados ni mercenarios. El mismo brazo que cargó el fusil, el azadón y la caricia, el mismo brazo cavó la fosa y escribió pésames y epitafios. Luego rezaron Kadish. Esos viejos no quieren quedar a la deriva en la historia, quieren ser la levadura a lo largo y ancho de la epopeya de Pago Chico. Y quieren que nosotros les sigamos el rastro, para evitar la agonía del olvido […] Por eso, en el júbilo de los 30 años de Pago Chico, se recalcó, sin decirlo: a Dios hay que buscarlo en los surcos y no en las alturas, como los cosacos. Y nosotros, los continuadores, cosacos de pura cepa, nada de levantar la vista». (Relatos de Pago Chico, p. 61)
Desde el 7 de octubre imagino a mi amigo Keidar, más Indio que David, sintiéndose obligado por las alarmas rojas a buscar refugio en la habitación sellada del kibutz, aunque sigue aún pendenciero. Desde su llegada al kibutz, Indio supo que en el Néguev uno vive sitiado no solo por los cohetes de Gaza. Al comienzo de uno de sus mejores cuentos, este talentoso narrador escribió: «Sitiados por una de esas tormentas de arena que construyen médanos en los lentes».
Seguramente para quitarse la arenilla y que no se le adhiera una duna en los ojos, Indio recuerda de a ratos cómo terminaba ese otro bello relato sobre sus inolvidables pagos chicos entrerrianos: «Miraré desde el monte a lo lejos a ese río inmenso y azul, y recordaré que sobre él se decía: “es como el Jordán, pero fluye sin santidad”» (Colonia Vila, p. 42).
Kibutz Negba: El sur heroico y también poético
El rechazo israelí a aceptar propuestas de alto el fuego de la ONU mientras Tzáhal avanzaba exitosamente en los combates acompañó la historia de todas sus guerras. Israel, en la actual, acaba de rechazar la propuesta del Consejo de Seguridad de la ONU de alto el fuego en Gaza, que EE. UU. vetó el pasado viernes 8 de diciembre. Pese a que la actual confrontación bélica contra Hamas es totalmente diferente, las desconfianzas y suspicacias de Israel recuerdan algunos de los riesgos políticos que temía durante otras treguas impuestas por ONU. Un ejemplo paradigmático fueron su resistencia a las dos treguas impuestas durante la Guerra de Independencia. Si en 1948 Israel se jugaba la vida del naciente Estado judío y la integridad de los kibutzim del Néguev, en 2023 teme que la tregua impuesta antes de derrotar militarmente al Hamás arriesgue el rescate con vida de todos los secuestrados. A diferencia de los soldados y civiles israelíes cautivos en cárceles de Egipto en 1949, los secuestrados en Gaza son rehenes, no prisioneros de guerra.
Desempolvemos nuestra memoria
El 29 de mayo de 1948 la ONU impuso un alto el fuego que duró 28 días a través de la mediación del conde Folke Bernadotte; además, se declaró un embargo de armas con el objetivo de impedir el reequipamiento tanto de israelíes como de árabes. El mediador Bernadotte presentó un nuevo Plan de Partición, que vulneraba intereses estratégicos del naciente Estado-nación: la internacionalización de Jerusalén bajo el control de ONU otorgaba Galilea al Estado judío, pero todo el desierto del Néguev pasaba al reino de Transjordania. Asimismo, afirmaba los derechos de todos los refugiados árabes a retornar a Palestina. Estas propuestas sublevaron a exmilitantes de la derecha nacionalista violenta de la organización clandestina Lehi: al día siguiente del proclamado nuevo plan, el 17 de setiembre 1948, un comando del Lehi asesinó al conde Bernardotte y a su acompañante francés.
Pretextando reiteradas violaciones de la tregua por Egipto, las fuerzas armadas israelíes lanzaron el 15 de octubre el operativo Yoav en el norte del Néguev. Su objetivo manifiesto era abrir un cerco que separara las unidades del ejército egipcio ubicadas entre la costa y la ruta Beersheva-Hebrón-Jerusalén, pero la finalidad estratégica del corredor terrestre abierto el 20 de octubre por Tzáhal fue la definitiva conquista de todo el desierto del Néguev.
Durante el transcurso de la exitosa operación militar, el operativo Yoav pudo derrotar al ejército egipcio y obligarlos a retirarse del norte del Néguev, principalmente de las ciudades de Beersheva y Ashdod. Asimismo, logró liberar kibutzim ocupados, Negba entre ellos.
En efecto, durante la noche del 20 al 21 octubre, las fuerzas israelíes se abrieron camino desde Mishmar HaNegev. La principal fuerza del operativo Yoav comenzó una avanzada relámpago hacia el sur. Gaza era base de la Fuerza Expedicionaria Egipcia, trasladada desde Majdal el 19 de octubre.Por su parte, Beersheba servía como la única conexión de Egipto con el ala este de su ejército, estacionado entre Hebrón y Belén. La captura de Beersheba el 21 de octubre fue el objetivo prioritario de la Brigada del Néguev (Herzog, Chaim y Gazit Shlomo, The Arab Israeli Wars, Nueva York 2005, págs. 89-97).
Numerosos jalutzim latinoamericanos de kibutzim en el Néguev han sido protagonistas de batallas durante los dramáticos combates contra los invasores ejércitos de Egipto desde mayo de 1948. La defensa heroica del kibutz Negba con jóvenes latinoamericanos fue paradigmática. (Pedro Goldfarb, The first Latin American Cadre of Hashomer Hatzair. Negba 1946-1949, (en hebreo) Givat Haviva,2006).
El kibutz Negba comenzó a ser erigido en julio de 1939 por el movimiento sionista socialista Hashomer Hatzair al norte del Néguev, cerca de Kiryat Malakhi y Ashkelon. El vocablo en hebreo bíblico negba significa ‘hacia el sur’.
Negba es uno de los 52 kibutzim y moshavim fundados durante la acción clandestina Torre y Empalizada, prohibida en todo el país por las autoridades del Mandato Británico. Las interdicciones del colonialismo inglés para impedir nuevos asentamientos agrícolas se hicieron más severas durante la gran revuelta árabe (1936-39), y culminaron con las draconianas proscripciones del Libro Blanco, en 1939.
Desde una perspectiva histórica, la creación del kibutz Negba fue otra respuesta sionista socialista que desafiaba la Ley británica de Tierras, las restricciones del Libro Blanco 1939 y el Reglamento de Transferencias de Tierras de 1940, todas cortapisas legales de la potencia colonial destinadas a rebajar drásticamente las posibilidades de adquisición de lotes para el asentamiento de nuevos refugiados judíos, durante la Segunda Guerra Mundial y después de ella (Stein, Kenneth W. Land Question In Palestine: 1917-1939, North Carolina Press, 1984).
Los primeros pobladores de Negba fueron jóvenes inmigrantes del movimiento sionista socialista Hashomer Hatzair de Polonia. El terreno del kibutz había sido comprado a principios de los años 30 por dos comerciantes de tierras de Hadera. Una adquisición adicional de un terreno de 3.000 dunams, por parte del Keren Hayesod, en 1939, finalmente posibilitó el establecimiento del puesto de avanzada en el Néguev. La creación formal del kibutz se demoró por numerosos obstáculos, debido a las tierras de mala calidad y al agua con un alto porcentaje de cloro. Pero tras superar las dificultades, en 1946, Negba se convirtió en punto de partida para el establecimiento de los otros once puestos de avanzada agrícolas en el Néguev sobre los cuales escribí en una nota anterior.

Gracias a la perseverancia y tenacidad de sus miembros, Negba bloqueó al ejército egipcio y le impidió ocupar Hadera y Rehovot. Las fuerzas invasoras capturaron la comisaría de policía Iraq-Suweidan, un fuerte que lleva el nombre de la cercana aldea árabe, que controlaba la ruta hacia el Néguev. Además, los egipcios se apoderaron de aldeas árabes cercanas al kibutz Negba, desde donde atacaban a vehículos hebreos que circulaban por las rutas de Ashkelon a Hebrón y Jerusalén. Pero, pese a una defensa heroica, el kibutz Negba fue destruido en intensos combates que se prolongaron durante tres meses y que también se cobraron la vida de jóvenes latinoamericanos combatientes.
Resulta muy significativa su población latinoamericana. La lista del cuadro de miembros del kibutz Negba en agosto de 1948 incluía sesenta y tres jóvenes inmigrantes de América Latina: treinta y siete de Argentina, trece de Chile, diez de México y tres de Brasil. A finales de ese año, el cuadro registraba cien miembros. (Klor, Sebastian. Between exile and exodus. Argentinian Jewish Immigration to Israel, 1948-1967, Wayne State University Press, 2017, p. 147).
El kibutz Negba fue recuperado tras la derrota del ejército egipcio el 9 de noviembre 1948 a través de la Operación Yoav. Junto al cementerio militar se construyó un monumento a los soldados caídos: un hombre y una mujer del kibutz al lado de un soldado combatiente. Junto a la estatua conmemorativa, se conserva un tanque egipcio. La torre de agua del kibutz, llena de agujeros de bala, es un testimonio de la feroz batalla. Pero hay otro testimonio que no es de piedra ni de acero, un testimonio poético a la memoria del joven argentino Mordejai Wainerman, caído en la batalla de Negba; fue escrito por su amigo y también combatiente que lo sobrevivió, el poeta Fernando Loben, nombre hebraizado del argentino Fernando Bielopolsky, con el cual firmó su primer libro (La Espera, Bs.As., 1946).
Ignoro si alguno de los compañeros de los chilenos Iasha Guinner y Ernst Muller, también muertos en la sangrienta batalla de Negba, escribieron poemas a la memoria de ellos. Pero el Kadish laico de Loben para recordar a Mordejai (Motl) Wainerman es mucho más que un responso elegíaco: se lee como una emocionante bendición poética. El 31 de julio de 1948, ante la tumba de Motl, Fernando Loben leyó su poema, algunos de cuyos versos transcribo:
Los que miramos en este instante haber sido;
Los que sentimos ahora en la garganta el mismo polvo de Negba que te lleva a la noche;
Los que sabemos que no eras savia, pero si concreta y resistente y positiva madera;
Los que sabemos que no serás tierra porque serás raíz;
Los que apretamos los dientes contra el fusil para matar la muerte;
Para que sean palomas lo que ahora hiere el aire.
Para que sean naranjas lo que revienta en los campos.
[…]
Sabemos, Motl, cuanto nos duele que nos estés mirando tan de cerca y tan lejano […]
(Fragmento del poema que Fernando Loben incluyó en su Diario de Negba, publicado junto al resto de su obra poética en el libro bilingüe (en hebreo y castellano) Escritos, Tel Aviv, 1975, pp. 75-88, ver Florinda Goldeberg y Iosef Rozen, Los Latinoamericanos en Israel. Antología de una Aliá, Bs.As., 1988, p. 58).
Cuarenta y un días después, la mañana del 10 de setiembre de 1948, a inicios del otoño, Fernando Loben, junto a sus javerim del kibutz Negba, aprovechó la tregua iniciada para empezar a trabajar la vendimia en el Néguev septentrional. Seguramente trabajaban en un labrantío desbrozado de arbustos espinosos entre rocas calizas, donde ahora Fernando disfruta del color y el sabor de las uvas recién cosechadas: «Tiene una amplia y honda belleza recortar los racimos grandes como ubres, frescos como agua, mientras el jugo dulzón resbala gota a gota por las manos sedientas de calma y liberación» (ibidem).
A pesar de todo, las manos de los jalutzim argentinos que se fueron a vivir a kibutzim del Néguev como Fernando también disfrutaban de momentos de calma y liberación. Él no vino a conquistar el desierto, sino a transformar el alto el fuego en tregua permanente y a ser un gozoso vendimiador, a gozar del racimo de uva que recogió en el viejo lecho del wadi seco arrasado por el viento caliente y, ahora, de la parra trepadora de un metro con sarmientos flexibles.
Recordábamos antes que Negba es un vocablo hebreo bíblico que significa ‘hacia el sur’. El kibutz de Motl y Fernando, asentado en el norte del Néguev, estaba simultáneamente ubicado en el sur de Israel: fue el punto más austral de Palestina durante el Mandato Británico. Pero a diferencia del famoso cuento El Sur de Jorge Luis Borges, los javerim argentinos que se dirigían al sur para defender a Negba no trataban de llegar a una estancia en medio de la pampa con gauchos idiosincráticos, idealizados por la imaginación libresca del personaje Juan Dahlmann. Lejos de constituir un espacio literario en el desierto del Néguev, este sur era un cúmulo de páramos áridos, que requirió de dura faena para arar y sembrar. Sin embargo, hay similitudes: un poeta jalutz sensible como Fernando comparte con el borgiano Juan la dualidad del doble linaje espacial —ciudad-desierto rural— y el conflicto del doble linaje cultural y lingüístico.
Además, hay otra semejanza, pero acompañada por una diferencia sustancial: Dahlmann se veía en 1939 en el sur pampeano, donde no pertenecía, pero se situaba frente a la cultura del gaucho porque a ella lo ligaba su genealogía vía su abuelo materno. En cambio, Fernando, el inmigrante judío de la diáspora argentina, deseaba intensamente pertenecer al nuevo paisaje del Néguev porque, a diferencia del convaleciente Dahlmann, su ideal jalutziano era «construir y ser reconstruido» como un hombre nuevo, aunque los árabes del desierto no pertenecieran a su genealogía.
Foto de portada: Kibutz Nir Am luego de los combates en 1948.