Historia de mi familia Morgenstern

Historia de cómo una rama de la familia Toporiak se convirtió en Morgenstern.
Por Luis Morgenstern Korenblit

Primera parte en la Europa Oriental

Los hechos ocurrieron en la segunda mitad del siglo XIX, en Ucrania, cerca de la ciudad de Kamenetz-Podolsky en el Oblats de Polonia, a orillas del río Dniéster, en la aldea Zhvanetz, un aburrido lugar ubicado en la periferia. La mayoría de los habitantes del pueblo eran judíos; la aldea era un típico shtetl de los tantos que existían en el imperio ruso. El pueblo tenía cerca de 1.700 habitantes, de los cuales 250 eran judíos; la mayoría, artesanos y curtidores de pieles. Los jóvenes buscaban formas de divertirse para matar el aburrimiento.

Mi tatarabuelo Yankel, cuyo apellido era Toporiak, trabajaba curtiendo pieles. Su esposa, Bassie, era una mujer muy bella, que acostumbraba vender pan, huevos, frutas y verduras en la feria del pueblo, en la plaza. El conde del lugar, deslumbrado por su hermosura, le compraba muchos de sus productos a primera hora de la mañana. Entonces ella anunciaba a las otras mujeres: «Hice mi primer Pichetik» (palabra en idish que designa a la primera venta del día).

El sustantivo pasó como un apodo para mi abuelo, conocido por muchos como Haim Pichetik, dado que repetía las palabras de su abuela Bassie cuando otros pobladores de Nova Selitz, Besarabia, querían saber cómo le estaba yendo con sus ventas.

La fallida apuesta de Zelman Toporiak

Para combatir el aburrimiento de la aldea, los vecinos solían apostar, pero debían hacerlo según reglas preestablecidas: el que no cumplía con aquellas condiciones era considerado poco confiable y resultaba mal visto.

La ocasión se presentó para Zelman Toporiak, hijo de Yankel, cuando se supo en el shtetl que el zar Alexander II (1855-1881) se preparaba para visitar la fortificación antigua, un monumento histórico que atraía a muchos turistas al otro lado del río Dniéster, cerca de la aldea Khotin.

Zelman Toporiak, como cualquier joven de la aldea, hizo una apuesta imposible de igualar: «Voy a subirme a la balsa del zar», dijo. «Atravesaré el río y visitaré la fortificación junto a él». Zelman, en efecto, logró infiltrarse y subir a la balsa, pero en el medio del cruce fue descubierto y aprehendido por los guardias. Encarcelado, fue acusado de conspirar para asesinar al zar. Frente a sus argumentos en su propia defensa, se le conmutó la pena de cárcel por el cumplimiento del servicio militar obligatorio. Se creería una muestra de benignidad por parte de las autoridades, si uno no considera un detalle: para los judíos, ese servicio al país duraba veinticinco años.

El rescate de Zelman Toporiak y cómo cambió su apellido

El servicio militar implicaba que el hijo se alejara de la familia durante muchos años, o incluso que muriera en el campo de batalla. A cambio de sobornos, los padres rescataron a aquel futuro soldado y lo trasladaron ilegalmente a Chernovitz, la capital de Bukovina, a la casa de una familia amiga. Esta familia, de apellido Morgenstern, mantuvo escondido por un largo periodo a Zelman, quien estableció amistad con el hijo de los Morgenstern, ambos de una edad y contextura física parecida. Pero eso no era lo único en común: ambos tenían el mismo nombre de pila. Tiempo después y debido a una enfermedad repentina, Zelman Morgenstern falleció. Entonces, a la familia Morgenstern se le ocurrió una idea para favorecer a Zelman Toporiak: decidieron enterrar a su hijo de noche, en secreto y en solitario. Al día siguiente, Zelman Toporiak pasó a llamarse Zelman Morgenstern y así evitó la orden de detención del zar.

Mi abuela y parte de sus hijos en la puerta de su casa.

En Chernowitz, el nuevo Zelman estudió carpintería y se casó con Ester Beyle, la hija de los Morgenstern. La familia de Zelman se trasladó a Nova Selitz, Besarabia, distante 30 kilómetros de Chernowitz. Los descendientes de esa rama de la familia Toporiak son conocidos hasta el día de hoy como los Morgenstern. Tuvieron a sus hijos Golde, Jacob, Ester, Baruch, Haim; David, Malka, Rajel y Reizel.

Entre ambas ramas familiares, Toporiak y Morgenstern, se perdió el contacto. Solo durante la Segunda Guerra Mundial algunos se reencontraron, tristemente, en campos de concentración.

Hoy en día no quedan judíos en Zhvanetz. La mayoría emigró a Estados Unidos, Canadá e Israel. Muchos de ellos murieron en el Holocausto. En Nova Selitz (hoy Ucrania), cuando estuve en 1996

quedaban pocos judíos y el cementerio se encontraba muy deteriorado. Lamentablemente, la encargada del cementerio se hallaba enferma y no pudimos encontrar la tumba de nuestros ancestros por lo dañadas que estaban todas ellas. Pusimos simbólicamente una piedra en el sepulcro dedicado a los judíos que fallecieron en la Shoá.

Fin de Europa: Estados Unidos, Perú y Chile e Israel

Como dije en la primera parte, Zelman —ahora con el apellido Morgenstern— se asentó en Nova Selitz con su mujer Beyle y tuvieron nueve hijos. Golde y Jacob emigraron a Estados Unidos; la primera a San Francisco y el segundo a Chicago. Esther falleció en Nova Selitz, mientras su marido, Isaac Kushner, se encontraba en Nueva York trabajando para llevar a sus hijos allá. Posteriormente los cuatro hijos se instalaron con el padre en Brooklyn, New York. Baruch y Malka fallecieron de pequeños; Reizel se casó y no tuvo hijos, en tanto Rajel, que también se casó, tuvo descendencia, algunos de los cuales emigraron a Israel. Mi tío abuelo David falleció, junto con su mujer, en un campo de concentración; todos sus hijos se fueron a Israel, excepto una, que viajó y se radicó con su marido en Washington y formaron una extensa familia.

Mi abuelo Haim Morgenstern contrajo matrimonio con Mariem Schejter y tuvieron cinco hijos: Yosef; mi padre, Sujer (Samuel); Menajem Mendel, que falleció de niño; Esther y Leizer. Mi tío Yosef se casó en primeras nupcias con Brania Nussembaum. Él era peluquero y al casarse se trasladó a Khotin, pues su esposa era de allá. La peluquería era grande y trababan para él cinco empleados. Tuvo un hijo a quien llamó Nuñi —Nahum en hebreo—.

Khotin quedó bajo la tutela soviética después del pacto Ribetropp-Molotov. Al acercarse los nazis y sus tropas, los soviéticos invitaron a mi tío y su familia a retirarse al interior de Rusia. Mi tío aceptó, pero su mujer se negó terminantemente, aduciendo que contaba con dinero suficiente para sobornar a los nazis, por lo que no les iba a pasar nada a ella o a su hijo. Así, el matrimonio se separó; mi tío, con más visión política, se fue con las tropas soviéticas a Rusia. Su mujer y su hijo, al llegar los nazis a la ciudad, fueron enviados a un campo de concentración, donde ella, tras recriminarle a un guardia ucraniano los malos tratos a que eran sometidos, fue asesinada frente al niño.

Después de la guerra, mi primo llegó a Israel. Ahí se incorporó al Ejército durante la Guerra de la Independencia, en 1948, y peleó en esa odisea. Hizo carrera militar llegando a ser Comandante de Comandos e integró la famosa brigada Golani. Se casó con Lea, una inmigrante rumana, y tuvieron tres hijos: Baruj, Amira y Yoram. Todos ellos engendraron hijos que viven en Israel.

Mi tío Yosef, por su parte, peleó en el Ejército Rojo y recibió un balazo en el estómago en Frankfurt an der Oder. Terminada la guerra se volvió a su pueblo, Nova Selitz, donde se enteró de que su primera esposa había muerto. De su hijo, nada se sabía. Allí conoció a Gusta Morgenstern, con quien se casó (ella había estado en un campo de concentración en la región de Transnistria hasta el final de la guerra) y se dirigieron a Israel atravesando media Europa. Aunque los británicos desviaron el barco a Chipre, ellos consiguieron ingresar luego, con la aliá ilegal a Israel. Al comienzo, vivieron en Rehovot; guardo con su hijo Haim una relación fraternal.

Mi tía Gusta vive y tiene más de 100 años; la visité las dos últimas veces que estuve en Israel, en el 2016 y en el 2018, me reconoció sin dificultad.

Mi tío era un intelectual. Leía a diario en idish y discutía con otros la lectura. Mi primo mayor, Nuñi, falleció a los 87 años, mientras dormía. Mi tío falleció en 1999. Su hijo Haim se casó con Nejama Leiderman y tuvieron dos hijos, Tovit y Yaniv, ambos casados y con tres niños cada uno.

Hermanos Morgenstern Mi padre Sujer, mi tio Yosef, mi tía Esther Beile y en brazos mi tío Leizer.

Mi primo trabajó en Tadiran, una empresa de comunicaciones, donde se jubiló; vive con esposa en Petah Tikva. Los dos hijos trabajan; la mujer, como diseñadora de vestuario de niños y el hijo, en una empresa de High-Tec.

Mi abuela y su hija Esther fueron tomadas prisioneras por los nazis cuando ingresaron a su aldea, y mi tío Leizer, siendo muy joven, se enfrentó pistola en mano a los soldados y murió en el acto. Siempre había sido un luchador y un defensor de su familia. Poco antes de la guerra, la Guardia de Hierro rumana filonazi izó su bandera en Chernowitz, Bukovina, distante a 30 km de Nova Selitz; Leizer trepó a lo alto del mástil, arrancó la bandera y la arrojó al suelo.

Mi abuela y mi tía fueron llevadas a marcha forzada a Iedenetz, una ciudad cercana, y destinadas a vivir en un gueto. Ambas murieron de tifus debido al hacinamiento, la falta de alimentos frescos y de higiene.

Así se extinguió la familia Morgenstern en Europa en esta etapa contemporánea. Cuando, con mi hermano, fuimos a conocer el pueblo en 1996, quedaban tres judíos de los 6.500 que había a comienzos de siglo (una parte emigró a Estados Unidos, Venezuela, Colombia, Perú y algunos a Chile). Desde Israel habíamos contratado un chofer y un guía que hablaba inglés. Nos alojamos en el hotel Cheremosh, de Chernowitz, desde donde nos contactamos con los concuñados de mi tía. Viajamos a Nova Selitz para encontrar la casa natal de mi padre; era una vivienda de un piso, a la que los ocupantes le agregaron otro. En la entrada, en una peluquería igual a aquella donde mi tío Yosef trabajó hace noventa años, conversamos con una familia judía, padre e hija. Él se acordaba un poco de mi familia; ella era de otra generación, después de la guerra.

Cuando viajaron a Israel mis primos —que también recorrieron Nova Selitz, Khotin y Zhvanetz buscando raíces, como nosotros—, me dijeron que la casa había sido derrumbada debido a su mal estado. Como dije, el cementerio judío estaba, asimismo, en malas condiciones y no pudimos encontrar las de mis bisabuelos y la del abuelo Haim.

He dejado para el final a mi padre. En 1925, a sus 16 años, recibió una carta de mi abuelo desde Lima, Perú, para que se reuniera con él. Mi padre viajó a Bucarest, donde tomó un tren con destino a Hamburgo y luego un barco hasta Liverpool y, desde allí, otro barco hacia El Callao. La idea era que ambos ahorraran dinero —fruto de sus trabajos— para que toda la familia se trasladase a Estados Unidos. Pero mi abuela se rehusó a dejar Europa y mi abuelo, algo enfermo, regresó a Rumania. Mi padre, por su parte, decidió irse de Perú a la Argentina; al atracar el buque en Valparaíso, encontró a dos paisanos de su aldea —los vecinos de enfrente de su casa— quienes le dijeron que en Chile se vivía bien, por lo que decidió quedarse. Eso fue en 1926, y nunca retornaría a su pueblo de origen.

Empezó trabajando como mozo en una tienda. Luego se dedicó a vender casimires que recibía, en consignación, de otros judíos de mejor posición económica; estudió hasta tercero de Humanidades en Quillota, pero la necesidad de trabajar lo obligó a volver a la venta de casimires. En Chile adoptó un nombre en castellano, pues la gente no retenía el original en idish y de Sujer pasó a llamarse Samuel. En 1942 se casó con mi madre, Matilde Korenblit Kaffman, que era farmacéutica, y de esa unión nacieron dos varones, Jaime y Luis, y una niña que murió en el parto.

Según mis recuerdos, vivimos en la calle Retamo, Van Buren, un año en Santiago y, al volver a Valparaíso, en la calle Serrano y en Condell. Luego nos trasladamos a Viña del Mar, primero a la calle Valparaíso y finalmente en Tres Norte, donde todavía vive mi hermano Jaime. Nos inculcaron una profunda educación judía; cursamos el colegio hebreo desde 1947. Al pasar al liceo fuimos a las clases vespertinas del moré Bergstein.

Yo estudié Economía, en tanto que mi hermano se hizo comerciante. Un hecho destacado en la vida de mis padres ocurrió en 1953, cuando, con la ayuda de un hermano de mi mamá, compraron la farmacia Serrano en la calle del mismo nombre, lo que les permitió tener un mejor pasar y prosperar. Prueba de ello fue que en 1960 mi padre viajó a Israel, junto con mi madre, para encontrarse con su hermano, a quien no veía hacía 35 años, y de ahí siguieron a Estados Unidos para visitar sus primos. Mantuvieron encuentros con todos los miembros de la familia residentes en ambos lugares.

En sus últimos años de vida, mi padre llegó a ser director espiritual de la Comunidad. Falleció de cáncer de pulmón, en 1981; mi madre le siguió, a los 87 años, a causa de una bronconeumonía.

Todavía quedamos Morgenstern en Chile, Estados Unidos e Israel para continuar la familia.

Foto de portada: Mi padre Sujer (Samuel) Morgenstern.