Haaretz, 5 de febrero de 2024

En ausencia de liderazgo político, solo la protesta y la presión internacional pueden conducir a una solución política

Al igual que en una batalla de judo, la única forma de vencer a un oponente que está ganando es usar su impulso para derribarlo. Esto es lo que debería haberse hecho desde el 7 de octubre, y no se ha hecho debido a la sinergia negativa entre los escalones militares y políticos, que inmediatamente comenzaron a culparse mutuamente. En lugar de explotar el punto débil de Hamas, sus crímenes inhumanos del sábado sangriento, Israel corrió detrás de él a una guerra dentro de la Franja de Gaza. Lo que todavía se puede hacer para revertir la tendencia es la obligación moral de liberar a los rehenes y la mediación internacional que busca detener los combates.
Por Lev Grinberg*. Traducción: Bemy Rychter

Yagil Levy, experto en relaciones socio-militares, ha estado planteando audazmente las preguntas más preocupantes sobre la guerra desde el 7 de octubre. En su artículo de Hareetz del 30 de enero, plantea la pregunta más inquietante de todas: ¿Se podría haber evitado la guerra? Esta es la pregunta política que se hizo a raíz de la guerra de Yom Kippur, en oposición a la pregunta militar-administrativa: ¿Por qué no movilizaron a las reservas?

La pregunta política más difícil despues de la guerra de Yom Kipur,1973 fue: ¿Por qué Israel rechazó la iniciativa de paz del presidente egipcio Anwar Sadat a cambio de la devolución de toda la península del Sinaí?

Una vez más, surge un argumento militar-administrativo: ¿Por qué los militares ignoraron las claras señales de los preparativos de Hamás para un ataque? Pero la pregunta más preocupante es política: ¿Por qué Benjamín Netanyahu ignoró durante diez años las noticias de que Hamas estaba planeando un ataque terrestre contra las comunidades circundantes, incluido el secuestro de civiles y soldados?

El fracaso esta vez es mucho mayor y más desastroso que el de octubre de 1973. El concepto de los políticos y militares en ese momento era que el control del territorio enemigo “proporciona seguridad”.

Esta vez hubo una trágica combinación entre el concepto político de Netanyahu de «Hamas es bueno para nosotros» y el concepto militar de disuasión. La política de disuasión se afianzó en el ejército tras su fracaso en la segunda intifada; en otras palabras, si no podemos ganar, los disuadiremos por la fuerza. Este es el significado histórico de la retirada unilateral de la Franja de Gaza en el 2005.

Tras el fracaso militar en la represión del terrorismo, supuestamente salimos de allí, y desde entonces tenemos legitimidad para «disuadirlos» más y más a través de operativos militares.

Hamás ganó las elecciones de 2006 gracias a la retirada unilateral de Israel (2005), alegando que era la lucha armada la que estaba retirando a las FDI, no la diplomacia de Mahmoud Abbas (presidente de la Autoridad palestina). Pero solo después del operativo militar de 2014 Hamas llegó a la conclusión de que en los ataques aéreos las FDI tenían ventaja y tenían que planificar una táctica terrestre.

A primera vista, la disuasión funciona porque temen los bombardeos de las FDI, por lo que se han abocado a planificar una campaña terrestre. Desde entonces, tanto los jefes de las fuerzas armadas como los políticos han permitido que Hamas organice, arme y excave túneles, hasta los ataques del 7 de octubre. La sinergia entre el concepto de Netanyahu de que «Hamas es bueno para nosotros» y el concepto de «disuasión» del ejército es lo que nos llevó a esta guerra, que de hecho podría haberse evitado. Por el contrario, no en vano Benny Gantz y Gadi Eisenkot se sientan en el gabinete de guerra; han sido socios de Netanyahu desde 2014, como jefe de gabinete, en el fracaso sin precedentes de Israel.

Si después de la masacre del 7 de octubre los ataques aéreos podían justificarse como una represalia al lanzamiento de misiles, el asesinato y la destrucción de los ciudadanos israelíes, la maniobra terrestre, la evacuación de los palestinos del norte de la Franja de Gaza hacia el sur, la destrucción de la infraestructura, las instituciones gubernamentales, las universidades y los hospitales, convirtieron a Israel de víctima de un ataque brutal a responsable de un desastre humanitario.

La identificación con Israel y la difícil situación de sus civiles masacrados y secuestrados ha sido reemplazada lentamente por la identificación con el sufrimiento de los palestinos y, en muchos lugares, por el apoyo a Hamas.

La política de autodestrucción llevó a Israel a la acusación de genocidio por parte de la Corte Penal Internacional de La Haya, todo después de que Hamas cometiera horribles crímenes de guerra y contra la humanidad. Esta autodestrucción del Estado de Israel es el resultado de la sinergia negativa entre la responsabilidad política y la militar. Estas dos élites han fracasado, y son incapaces de sacar a Israel del fango en el que lo han metido. La sociedad israelí es prisionera del concepto «Victoria militar y disuasión».

La retirada de Israel de Gaza, el rescate de los rehenes del cautiverio y la salida de los soldados que se hunden allí en el barro no están a la vista, mientras los dirigentes políticos y militares sigan abogando por la victoria militar y el rechazo a un acuerdo político.

Para superarlo, Israel debe reconocer los logros de Hamas del 7 de octubre: sorprender a las FDI, secuestrar a cientos de israelíes y poner la cuestión palestina en la agenda internacional.

Al igual que en una batalla de judo, la única forma de vencer a un oponente que está ganando es usar su impulso para derribarlo. Esto es lo que debería haberse hecho desde el 7 de octubre, y no se ha hecho debido a la sinergia negativa entre los escalones militares y políticos, que inmediatamente comenzaron a culparse mutuamente.

En lugar de explotar el punto débil de Hamas, sus crímenes inhumanos del sábado sangriento, Israel corrió detrás de él a una guerra dentro de la Franja de Gaza. Lo que todavía se puede hacer para revertir la tendencia es la obligación moral de liberar a los rehenes y la mediación internacional que busca detener los combates. Esto podría conducir a la apertura de un proceso político, que conduciría a un arreglo de independencia palestina junto al Estado de Israel. La pregunta es: ¿Quién puede hacer esto, en ausencia de un liderazgo político? Sólo las protestas en las calles y la presión internacional pueden despertar al sistema político de un profundo letargo y ayudar a la cúpula militar a anunciar, como en 1988, que no hay solución militar a la cuestión palestina, sino sólo una solución política.

* El Prof. Grinberg fue Presidente de la Asociación Sociológica Israelí.