Cine

Voluntad

En Netflix, puede verse una vibrante película, cuyo nombre titula la presente nota, que retrata inmejorablemente -con un ritmo de thriller psicológico- las cavilaciones de dos jóvenes policías ante la ocupación nazi en Amberes, Bélgica. ¿Podrán quebrantar su voluntad? ¿Podrán evitar la tragedia? Al fin y al cabo, sólo se trata de sobrevivir y no de qué lado de la historia quedarán… ¿Quién piensa en eso cuando lo está viviendo?
Por Betina Pascar

La voluntad es nuestra capacidad de tomar decisiones en forma autónoma y con total libertad, es lo que guía nuestras acciones con una intención absolutamente lúcida y consciente.

¿Pero qué sucede cuando por alguna razón, por temor a sufrir algún castigo, debemos actuar en contra de nuestra voluntad y seguir ciertas reglas que se nos imponen, aún si están en contra de nuestros principios éticos? Por ejemplo, un policía, un militar actúan ante órdenes criminales porque sus superiores se las imponen, y esa obediencia lo ven como un deber que tienen que cumplir porque es incuestionable[1].

La película “Voluntad” (“Will” en inglés, traducida literalmente) es un drama bélico que también nos plantea un dilema moral. Basada en la novela homónima de Jeroen Olyslaegers, la trama transcurre en Amberes, una ciudad belga, en 1942, durante la ocupación nazi que en ese momento se había vuelto más represiva y corrupta. Los judíos y comunistas eran blanco de redadas y persecuciones sistemáticas y salvajes. Ante las atrocidades que el ejército alemán cometía contra ellos, el pueblo se dividió entre los que apoyaron la resistencia, los que simplemente miraban impávidos lo que ocurría con sus vecinos, y otro grupo que optó abiertamente por colaborar con los nazis.

Los policías, como los jóvenes y novatos protagonistas de “Voluntad”, Lode Metdepenningen y Wilfried Wils, debían ser mediadores entre el pueblo y los alemanes, y cumplir las órdenes que éstos les impartían. Cabe señalar el juego de palabras que hace el guionista y director, Tim Mielant, con el nombre de uno de ellos, donde repite el vocablo “Wil”, o voluntad, haciendo énfasis en esta cuestión que atraviesa la historia.

No por casualidad, otra palabra recurrente es precisamente “historia”; historia en sus múltiples significados, lo cual permite dar ambigüedad al mensaje: historia personal, familiar, coyuntural, y también como objeto de estudio, con su valor y/o su inutilidad.

Interesante planteo para una película que transcurre durante la Segunda Guerra Mundial, considerada el hecho más sangriento de la historia universal… O quizá precisamente por eso.

Respecto de la trama en sí, ya desde el comienzo, Lode y Wil se ven involucrados en una muerte que tratarán de ocultar, aunque las sospechas de traición y deslealtad estarán siempre entre ellos y también en Ivette, la hermana de Lode, de quien Wil se enamora. Lode y su hermana Ivette participan activamente en la resistencia y Wil decide sumarse. Sin embargo, imprevistamente, se verá presionado por ambos bandos; los malos y los buenos, los jerarcas alemanes y los colaboracionistas, por un lado, y los miembros de la resistencia por el otro. Las cartas están echadas, la realidad los pondrá a prueba a cada uno. ¿Podrán quebrantar su voluntad? ¿Podrán evitar la tragedia? Al fin y al cabo, sólo se trata de sobrevivir y no de qué lado de la historia quedarán… ¿Quién piensa en eso cuando lo está viviendo?

Otro recurso al que echa mano Mielant es que la película comienza y termina con la voz en off de Wil, a modo de lo que podría ser un prólogo y un epílogo. Wil reflexiona, hace preguntas retóricas, se habla y nos interpela; nos incluye en su devenir “entre el ayer y la incertidumbre del futuro” … e invita a dar vuelta la página.  Este movimiento cierra el círculo narrativo.

El guion es atrapante y el director maneja la tensión con habilidad para que no decaiga sino más bien para que vaya in crescendo a lo largo de todo el film. En este thriller psicológico, el suspenso nos mantendrá en vilo siguiendo los pasos y las decisiones de los personajes, que son tan inciertos “como el mañana mismo”. Sólo alguna escena de seducción nos aliviará momentáneamente para luego ser sacudidos por los sonidos de una lluvia molesta y persistente o los gritos desesperantes de torturas y el maltrato inhumano y degradante.

En concordancia con este clima denso y desgarrador, Mielant propone ambientes oscuros, lúgubres y tristes. La mayoría de las escenas suceden en la calle de noche o en lugares donde la luz es mínima y la sombra de la muerte pareciera estar al acecho. Sólo hay una escena, casi al final, donde la luz va directo a la cara de los tres protagonistas. Una luz enceguecedora y cruel, que prescinde del uso del primerísimo plano, pero nos da a entender que el desenlace está por precipitarse.  

Las actuaciones de los actores son muy buenas y parejas; sus gestos y miradas entrecruzadas logran transmitir las sensaciones y sentimientos mejor que las palabras mismas. Este medio de comunicación tan expresivo está dotado de un intenso peso, y se adecua al poderoso contenido de esta guerra que acabará sin héroes ni gloria.

En síntesis, una película tan dura como imperdible y hasta necesaria. ¿Es necesario seguir hablando de la Segunda Guerra Mundial?  La respuesta es un rotundo: ¡Si!

“Voluntad” (¡podés encontrarla en Netflix!)  no sólo aprovecha uno de los crímenes más horrendos contra la humanidad cometidos en la historia moderna, sino que nos hace replantearnos el mundo que habitamos hoy.  Sin forzar nada, nos hace responsables e invita calurosamente a que tengamos la capacidad de hacer un análisis crítico del contexto en el cual estamos inmersos, y a desarrollar un pensamiento propio para evitar caer en situaciones de obediencia ciega ante los líderes carismáticos que sólo son falsos profetas, pero consiguen manipular y hacer que el individuo pierda su identidad en pos de las masas, que sea sumiso y desechable e intercambiable en cualquier momento.

No existe sociedad moderna en la que esté ausente la maldad y banalizar esa maldad nos vuelve cómplices, ya que la falta de criterio y la influencia del propio sistema sobre los sujetos fomenta que lleguen a realizar atrocidades sin pensar en sus consecuencias.

¿Será que el pasado sigue entre nosotros? Sería, sin dudas, inquietante.

Referencias bibliográficas

Milgram, S.: “Obediencia a órdenes criminales”

Arendt, H.: “La banalidad del mal”


[1] Existe un estudio publicado en 1961 por Stanley Milgram, psicólogo graduado de la Universidad de Harvard, que explica cómo una persona puede ocasionarle dolor a otra si un superior le da la orden de que lo haga. El principio de obediencia a la autoridad es uno de los pilares en los que se sostiene la sociedad; pero exime al sujeto de responsabilidades y disfraza de deber sus propios impulsos sádicos, bajo pretexto de “la obediencia”.