Durante tres días de intenso trabajo en el ken (sede) de Hashomer Hatzair ubicado en el barrio carioca de Botafogo, representantes de comunidades sionistas progresistas del continente intercambiaron impresiones sobre sus realidades locales, analizaron las tensiones de la identidad judía en el escenario político regional, debatieron sobre el impacto personal, político, y geoestratégico de la masacre perpetrada por Hamas el 7 de octubre pasado (7-O), y reflexionaron en torno a los desafíos de la izquierda sionista en el actual contexto de la guerra. Más que la búsqueda de certezas, el encuentro fue la oportunidad propicia para formular un conjunto de preguntas que sólo el tiempo podrá responder: ¿Cuáles serán las derivaciones del conflicto en Gaza? ¿Cómo y con qué sectores será posible alcanzar acuerdos duraderos y constructivos en medio oriente? ¿Qué características podría asumir ese ansiado proceso de paz?
En el ojo de la tormenta
En la perspectiva del progresismo global, la incursión terrorista de Hamas sobre los kibutzim pasó a ser, tras las condenas políticamente correctas en los casos que se dieron, un dato perdido en la vorágine informativa. Cerca de mil cuatrocientos asesinados en sus casas y en un festival de música y danza en el desierto, y el secuestro de más de doscientas personas, son hechos que quedaron rápidamente opacados tras la magnitud de la respuesta militar de Israel sobre Gaza. En pocas semanas, el foco de atención de la opinión pública viró hacia la tragedia de los miles de palestinos muertos, los cientos de miles de desplazados que permanecen sin hogar, sin servicios básicos y con una provisión escasa e irregular de suministros alimentarios, lo cual configura sin dudas una crisis humanitaria sin precedentes. Frente al drama presente, las comunidades sionistas progresistas se plantean cómo sortear una encerrona ideológica: de un lado, ciertas izquierdas globales suelen orientarse –por mera pereza intelectual, comodidad o manifiesta intención– por el principio que postula que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, tendiendo un manto de piedad sobre Hamas, el cual es visto como “un ejército popular que lucha por el establecimiento de una nación palestina única, laica y socialista” (entiéndase por “única” como una extensión de territorio que abarca desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo). Por otro lado, son las ultraderechas supremacistas e islamófobas (léase Trump, Meloni, Le Pen, Bolsonaro y Milei) las que acompañan y apoyan las políticas belicistas del gobierno de Benjamín Netanyahu. En el marco del seminario se discutieron cuáles desplazamientos se pudieron haber producido en el campo sionista y judeo-progresista en estos ya cinco meses de conflicto; más específicamente: ¿cómo definir, luego del 7-O, un campo de izquierda fiel y coherente con sus principios?
La niebla de la guerra
La perspectiva militarista demarca una línea que define dos campos: de un lado, de izquierda a derecha del espectro político, la sociedad israelí se considera con el legítimo derecho a la defensa de su soberanía, utilizando los medios a su alcance para bloquear la capacidad ofensiva presente y futura de sus enemigos; del otro lado está Hamas, una organización armada cuyo objetivo estatutario declarado es la destrucción del Estado de Israel y la expulsión de la población judía. La radicalidad de la guerra no hace más que fortalecer a los sectores para los cuales la solución de “Dos Estados para Dos Pueblos” no sólo es inviable, sino perniciosa. El gobierno de Netanyahu, lejos de propiciar canales para la resolución del conflicto, se atuvo a su “administración y gestión”, ofreciendo a la población israelí seguridad a partir de mantener el control y la presión militar sobre Gaza y Cisjordania. Esa promesa “securitaria” de contención del conflicto, quizás la principal política de Estado durante los años de Netanyahu, se desmoronó como un castillo de naipes el 7-O en lo que puede considerarse el mayor fracaso de un gobierno que lentamente, pero con paso firme, viene recorriendo el sendero del autoritarismo.
Para la mirada del sionismo de izquierda, la preocupación por el destino de los israelíes asesinados, secuestrados y desplazados de los kibutzim del sur, se hace extensiva hacia las decenas de miles de víctimas civiles a consecuencia de la incursión por tierra y aire de las FDI en Gaza, territorio gobernado sin disensos internos y a punta de fusil por Hamas desde 2006, organización que no ha invertido los fondos que recibe de Irán y Qatar en obras de infraestructura acordes a las necesidades del pueblo gazatí, sino que los ha destinado a la adquisición de armamento moderno y sofisticado, así como en la construcción de una red de túneles cuyo objetivo no es otro que asolar, por aire y por tierra, a los poblados vecinos de Israel.
Más preguntas que respuestas
El sábado 9 por la noche, el seminario abrió sus puertas a la comunidad carioca, en una actividad titulada “Sionismos y judaísmos progresistas. Reflexiones después del 7 de octubre”. Participaron de ella Dror Morag (secretario general de la Unión Mundial de Meretz y jefe del departamento de activismo social, Tikun Olam y preservación de la herencia sionista en la Organización Sionista Mundial); Gil Segal (integrante del Yesh Atid –el partido político liderado por Yair Lapid– y vicepresidente y jefe del departamento para Israel y Memoria del Holocausto en todo el mundo, también de la OSM); Monique Sochaczewski (historiadora del Centro de Investigación y Documentación sobre la Historia Contemporánea de Brasil) y Paulo Miragaya (académico de la Universidad Hebrea de Jerusalén). En una sala colmada de público, los disertantes analizaron la actualidad del conflicto, así como los impactos sobre las comunidades judías en nuestro continente.
Morag realizó una extensa exposición sobre las implicancias de “estar situado” en la guerra, con un país sensibilizado por los dramáticos eventos del 7-O, y la posterior movilización de reservistas convocados para avanzar sobre Gaza. Manifestó que ello supone una disyuntiva para quienes, cómo él, militan en el espacio político de la izquierda; según su testimonio, habría hoy una corriente de opinión en algunos sectores de la izquierda israelí que, sin dejar de oponerse a las políticas que lleva adelante el gobierno de derecha encabezado por Netanyahu, se han cuestionado, privada o públicamente, su propia mirada solidaria y humanista sobre la situación de los palestinos en Gaza y Cisjordania, teniendo en cuenta que el pogrom cometido por Hamas tuvo como destinatario a un sector de la población que históricamente ha abogado por la paz con sus vecinos gazatíes. El representante de Meretz planteó que entre otras razones, la opinión pública internacional habría soslayado la matanza y saqueo en los kibutzim (en comparación con la amplia condena dirigida hacia la intervención de las FDI), a partir de lo que considera un error en la táctica comunicacional del gobierno israelí: las dantescas imágenes registradas por los propios milicianos de Hamas en su brutal ataque, ocultadas a la prensa internacional, debieron haber sido difundidas por todos los medios posibles, aún cuando éstas resultaran perturbadoras para cualquier persona sensible. Morag también expresó que, en el contexto actual, las fuerzas progresistas de Israel deberán interpelar a la población para poder expresar de la manera más fiel sus aspiraciones, canalizar sus temores y frustraciones, y proponer un programa transformador a futuro. La discusión por la constitución de un Estado palestino, consigna histórica postulada desde la izquierda sionista, ha quedado en suspenso en una sociedad en estado de shock.
El domingo por la mañana los asistentes al seminario discutieron estos tópicos con una mirada crítica, poniendo de manifiesto que dentro del campo de la izquierda no hay una única respuesta, sino múltiples preguntas. ¿Una eventual victoria militar sobre Hamas aseguraría la paz, permitiendo un acuerdo político con los sectores moderados? ¿Cuál es el grado de representatividad de dichos sectores? ¿De qué modo se podrían sanar las heridas hoy abiertas en ambos pueblos? Y, sobre todo, ¿Qué seguridad existe de que, tras una eventual capitulación de Hamas, no surgirá una nueva generación de militantes que engrosen las filas de una organización aún más radical? Los traumas del conflicto actual tendrán, sin duda alguna, consecuencias en el mediano y largo plazo, las cuales deberán ser asumidas si se pretende emprender un camino de paz e integración. De lo contrario, la espiral de violencia se vería eternizada, poniendo en riesgo no sólo la estabilidad de la región, sino del mundo.
La perspectiva feminista
Mención aparte merece la centralidad de la perspectiva feminista debatida durante el seminario llevado a cabo en Río, cuyo comienzo coincidió con el día internacional de la mujer (8-M). Durante la mañana, las y los asistentes discutieron la significación de esta jornada en cada país, teniendo en cuenta que ciertos feminismos estuvieron “en falta” con posterioridad al 7-O. A pesar de que las vejaciones y los hechos de violencia sexual hacia las mujeres por parte de los terroristas del Hamas se hallan debidamente documentados (lo que motivara la denuncia de la representante especial sobre la Violencia Sexual en Conflictos de la ONU), grupos feministas y de derechos humanos en todo el mundo han deliberadamente ignorado estas agresiones.
Militantes que condenan la violencia patriarcal, el sometimiento y sobre todo la sumisión opresiva de las mujeres en todo el mundo, asumen que los hechos del 7-O constituyen “actos de legítima resistencia frente al Estado de Israel que oprime al pueblo palestino desde hace 75 años”. Ninguna de esas feministas tendría plenos derechos en algunas regiones del mundo árabe; a pesar de ello, Hamas no sólo es indultado por los aberrantes actos cometidos en general, y en particular contra las mujeres, sino que en algunos casos se ha visto reivindicado, como en muchas manifestaciones antiisraelíes en tantas ciudades del planeta en las que se hace flamear la bandera verde de la organización terrorista.
En el seminario se debatió en torno a cómo intervenir en la arena pública desde una postura judía, feminista y progresista. El grupo decidió participar de la manifestación que se llevó adelante esa tarde en Río de Janeiro, haciendo la salvedad –no sin que medie un debate– de no portar ninguna pancarta identificatoria de Meretz, o de la comunidad judía en general, evitando de este modo quedar expuestos ante situaciones de violencia. En todo caso, el contingente acordó que se retiraría de la marcha en cuanto se coreara alguna consigna de corte antisemita, lo cual no sucedió.
En definitiva, el seminario latinoamericano de Meretz permitió el intercambio plural de ideas sobre la identidad sionista y judeo-progresista, necesariamente en espejo con la guerra. No hubo temas omitidos, ni preocupaciones autorreprimidas. Todas las voces, fueran en portugués, castellano, hebreo o inglés, pudieron expresarse. Sobre un aspecto sí, hubo un consenso general: la única solución al conflicto será mediante el acuerdo político y el reconocimiento de los dos Estados, algo que no parece estar en el horizonte de posibilidades de la actual coalición de gobierno.