Habanos para Freud (2018), basado en la novela del escritor Robert Seethaler, El vendedor de tabaco (2018), y dirigido por el austríaco Nikolaus Leytner, es un film que gira en torno a un joven de 17 años, hijo de una madre humilde -a quien no se le conoce el padre- que trabaja en una casa adinerada del interior rural de Austria. En un momento dado, la madre lo obliga a migrar a Viena, con la ilusión de un mejor porvenir sin saber -desde el afuera- que la ciudad se encuentra en proceso de transformación en el marco del ascenso del nacionalsocialismo. El joven Franz se sitúa en la transición de la adolescencia a la adultez, en la cual se va configurando su identidad sexual y su identidad social. Sexualidad, adultez y nacionalsocialismo constituyen tres dimensiones determinantes en la construcción de la subjetividad en el marco de la ausencia de la figura paterna. Allí surge el interrogante: ¿cómo se articula una y otra en un mundo signado por el odio, el racismo, el exterminio del otro diferente, centralmente de judíos? No puede haber mayor tragedia que llegar a Viena en 1937, la ciudad consagrada de las artes, las vanguardias, la innovación del pensamiento filosófico, científico y el surgimiento del psicoanálisis en un contexto de descalificación y persecución del arte y el conocimiento, así como también de otros indicios de la modernidad cultural como la política revolucionaria. Como se sabe, muchos intelectuales y artistas eran comunistas y judíos.

En su viaje del campo a la ciudad de Viena, el joven tiene la posibilidad de vincularse con el conocimiento, la cultura y la política, pero todos esos aspectos se vuelven despreciados y objeto de sospecha en el marco del ascenso de Hitler, del antisemitismo y del anticomunismo. Conoce la prensa y la política a través del dueño de la tabaquería. Es de destacar que la radio no tenía la presencia que va a adquirir unos años después. En la película, la prensa ocupa un lugar destacado como vía de acceso y comprensión de lo que ocurría en el mundo. En ese mundo nuevo para Franz, accede a la reflexión sobre las emociones a partir de sus diálogos con Freud, un cliente más de la tabaquería, protagonizado por el actor Bruno Ganz, quien hace a la vez de padre, o al menos el joven le da ese lugar. Las idas y venidas de Franz con una joven extranjera, sus encuentros, generalmente frustrantes, son el objeto de interrogantes al psicoanálisis. El deseo de enamorar a la joven proveniente de Bohemia se va a enfrentar con la vulnerabilidad en la que ella y su familia vivían (pobreza, hacinamiento) la cual la lleva a estar casi esclavizada por un general nazi. Descubrir esta situación le va a producir al joven Franz una profunda desilusión. En el interín pierde al dueño de la tabaquería, a quien se lo llevan detenido brutalmente por sus vinculaciones con el comunismo, y también está a punto de perder a Freud, quien comienza a ser asediado por los nazis y en el corto plazo emigrará a Londres. El mundo inquieto de Franz culmina en un hondo desencanto.
La segunda película que abordamos también gira en torno a la figura del padre. El film Todo ha ido bien, (2021) ha sido premiado en el Festival de Cannes. Fue escrito y dirigido por el destacado director francés Francois Ozon, y su protagonista principal es la actriz Sophie Marceau. Se trata de una trama fílmica basada en una novela autobiográfica de la escritora Emmanuelle Berheim, cuyo nombre se reitera como protagonista de la ficción. La trama fílmica se construye en forma magistral en torno de la solicitud de eutanasia de un padre anciano y débil, como consecuencia de un accidente cerebrovascular. En los diálogos del personaje -o sea la autora de la novela, representada en este caso por la actriz-aparecen destellos de la memoria infantil, donde contrariamente al presente, el padre era una figura fuerte, autoritaria y arbitraria. No sólo lo era con ella en su lugar de hija sino también con su madre, en tanto esposa. A esto se agregaba un costado de homosexualidad, vínculo que se revela en este momento de debilidad. Dado que en Francia está prohibida la eutanasia, Emanuelle establece contactos con Suiza, para lo cual tiene que construir toda una situación de modo de poder trasladarlo como enfermo ocultando la verdad, para evitar un problema legal en Francia.
Se pone en escena un padre en situación de debilidad, donde emerge la ternura en el vínculo, el cuidado, el ser escuchado. Probablemente su bisexualidad y la relación paralela con otro hombre lo condujo toda su vida a tener una situación complicada y desafectivizada con su esposa, quien lo detestaba y manifestaba que su carrera profesional había quedado en segundo plano por los desplantes de su marido

Como suele ocurrir en las películas europeas donde hay algún integrante que manifiesta su condición judía, en este caso la familia Berheim, el recuerdo del Holocausto aparece como una marca en la historia familiar. Algún primo o pariente lejano puede haber muerto en un campo de concentración. La Segunda Guerra Mundial siempre está presente.
Ya desde el principio de la trama sabemos como va a terminar la historia. De todos modos, es muy interesante observar cómo -a través de la relación que establece la hija con su padre para concretar su muerte por eutanasia- va recomponiendo el vínculo, al cumplir con su deseo. Así, de la relación hostil que tuvo la ahora adulta escritora con su padre a lo largo de su vida, en su adultez emerge la ternura y el cuidado, la escucha y el respeto. La hija cuida de su padre, cuestión que él no pudo hacer con su hija en la niñez, para dar lugar a su deseo; en este caso, la muerte como redentora del sufrimiento, de un vínculo difícil y una situación de debilidad y dependencia insoportable para el padre. Si a lo largo de la historia de la escritora se había construido la imagen de un padre todopoderoso, además de tener un lugar destacado en el espacio del arte y las finanzas, ahora se presenta como un padre débil y dependiente. En el duelo por la muerte del padre también la película expresa una dimensión francesa, el amor al arte (pintura y libros) y a la buena comida. Vinos y quesos son infaltables en el cine francés.
Foto de portada: Escena de la película Habanos para Freud.