El sueño ha muerto

Las democracias, en general, mueren lentamente. La democracia israelí también murió lentamente. Pero en estos últimos dos años, Israel ha venido cayendo como quien cae desde un abismo con 100 kilos adicionales en su espalda.
Por Mauricio Lapchik

Horas o días antes del inminente ataque de Irán y su coalición, ha llegado el momento de aceptar que el sueño ha muerto.

Israel probablemente sobrevivirá a este ataque. A pesar de la falta de liderazgo político, el ejército todavía tiene las capacidades para defender nuestro país. O tal vez no. O eso parece.

Sin embargo, es evidente que el ejército falló aquella fatídica mañana del siete de octubre, cuando, debido a la negligencia del gobierno y de las fuerzas armadas, miles de terroristas de Gaza ingresaron libremente en territorio israelí, asesinando y secuestrando a civiles inocentes.

Diez meses han pasado ya, y nadie se ha hecho responsable por la peor catástrofe que el pueblo judío haya vivido desde el Holocausto. Nadie se hará responsable tampoco. Netanyahu seguirá gobernando con sus manos llenas de sangre, mientras 115 secuestrados se pudren en los túneles del Hamas en Gaza.

Pero el ejército siguió fallando, día tras día, hora tras hora, llevando a cabo una campaña salvaje de violencia y destrucción total durante casi diez meses. Los pocos secuestrados que fueron liberados a través de operaciones militares, son muchos menos que aquellos que han muerto a raíz de la “presión militar.” Es claro que la gran mayoría de los secuestrados que han regresado, lo han hecho a través de un acuerdo.

Pero no culpemos al ejército.

Ellos solo siguen órdenes. Es nuestro gobierno criminal y mesiánico el que decidió renunciar a sus obligaciones y no traer de regreso a los secuestrados que ya deberían estar aquí. Deberíamos haber pagado el precio más alto posible por esto. En cambio, vamos a pagar el precio eterno de haberlos abandonado, y de haber permitido la continuación de esta guerra de destrucción total.

Pero no culpemos al gobierno.

Ellos solo son elegidos por el pueblo. Culpemos al pueblo, que durante diez meses nos hemos convertido en cómplices, de manera voluntaria como involuntaria, en este desastre llamado guerra. Es verdad, hay decenas de miles de israelíes que todavía se oponen a esta guerra sin sentido. Y es verdad también que la mayoría de los israelíes todavía piensan que un acuerdo por los secuestrados frenará toda esta locura. Pero lamentablemente, lamento informarles que ya es tarde. El pueblo ha sido abandonado por su gobierno.

Alea iacta est, la suerte está echada.

Las democracias, en general, mueren lentamente. La democracia israelí también murió lentamente. Pero en estos últimos dos años, Israel ha venido cayendo como quien cae desde un abismo con 100 kilos adicionales en su espalda.

Destrucción total.

La policía ya cayó en manos de un criminal convicto que apoya el terrorismo judío. El ejército terminó de unificarse con los colonos, mientras Smotrich anexa y hace lo que quiere en los territorios ocupados. Y así, la ocupación ha ocupado a Israel.

El sistema judicial, o lo que queda de él, está a punto de ser completamente eliminado, así como la fiscalía. El Shin Bet sigue las órdenes de Netanyahu, y el Mossad, bueno, del Mossad ni hablemos.

El sueño está muerto. Es verdad que si lo queremos, no es una leyenda. Pero lamentablemente, no lo quisimos lo suficiente.

Ahora, más que una leyenda, esto es una pesadilla.

Y la verdad es que no sé ni por qué pierdo el tiempo escribiendo esto. Ya nadie quiere escuchar. A nadie le importan los palestinos e israelíes inocentes que solo quieren vivir en seguridad, y tal vez en paz.

Y aun así, lo único que queda es el pesimismo del intelecto, y el optimismo de la voluntad.

Reconstruiremos.

Tal vez. Tal vez no.