Netanyahu es responsable de la actual escalada y, una vez más, está conscientemente llevando a Israel a una catástrofe. Prometió una «victoria total» sobre Hamas, pero esa victoria aún no se ha logrado, incluso después de muchos meses de ocupación, colapso, destrucción, devastación, asesinatos y aniquilación en la Franja de Gaza. Ahora está arrastrando al país a un fracaso absoluto contra Irán. Sus socios en esto son los jefes de las agencias de defensa e inteligencia, que apostaron por una operación ostentosa para elevar la moral, y han estado provocando a Netanyahu a través de filtraciones a la prensa que lo retratan como cobarde a pesar de su imagen dura y agresiva. Netanyahu, aparentemente, ha olvidado la máxima atribuida al pensador militar británico Basil Liddell Hart: hay una delgada línea entre el valor y la estupidez.
En el pasado, Irán se contuvo cuando Israel realizó operaciones espectaculares en su territorio, como el robo de su archivo nuclear, el asesinato del científico Mohsen Fakhrizadeh y el ataque a una base de drones en Kermanshah. Pero ahora, la República Islámica está aprovechando los problemas que tiene Israel en Gaza y en el norte para cambiar su política y responder a las provocaciones israelíes. Incluso después del ataque nocturno de Irán a Israel en abril, cuando lanzó cientos de drones y misiles en respuesta al asesinato de Mohammad Reza Zahedi en Damasco, el gobierno israelí no aprendió la lección: Netanyahu aprobó una vez más una operación para elevar la baja moral de Israel. Para este momento debería haber entendido que cualquier operación de este tipo no debilitará a la Guardia Revolucionaria iraní, incluso si logró avergonzar a la organización por un momento fugaz.
Netanyahu debería entender el equilibrio de poder entre Israel e Irán, acercándose este último país al umbral nuclear. Sabe muy bien que, bajo la fachada de los discursos agresivos del ejército y las promesas de que «golpearán en cualquier lugar necesario», Israel necesita a Biden y está desesperado por sus aviones. Sería sabio que también escuchara a Biden en lo que refiere a la diplomacia. En lugar de salir a buscar otra guerra peligrosa, Netanyahu debería trabajar por un cese al fuego en Gaza. Eso devolvería a los rehenes a sus hogares y restauraría la tranquilidad en el norte, permitiendo a Israel rehabilitar su ejército y posibilitando a los ciudadanos evacuados regresar a sus comunidades cerca de la frontera.
Frente a la angustia en la que Netanyahu ha sumergido al país, únicamente en aras de la supervivencia de su propia coalición de gobierno ultraderechista y la continuación de su plan para reformar el Poder Judicial y destruir la democracia, no hay mejor solución que esta. Ahora es el momento de detenerse y cambiar de dirección.