En el umbral del nuevo año, nos encontramos en una encrucijada histórica, al borde de un abismo y una cumbre al mismo tiempo. El año pasado estuvo lleno de desafíos que sacudieron los cimientos de la sociedad israelí: profundas divisiones en torno a la reforma judicial, la terrible masacre del ataque de Hamas el 7 de octubre, los rehenes que aún no han regresado a casa y la guerra continua en todos los frentes.
En Rosh Hashaná, el sonido del shofar resuena con una nueva intensidad. Sus toques -tekiá, shevarim, teruá- reflejan nuestra situación actual. La ‘tekiá’ simboliza nuestra necesidad de estabilidad y seguridad. Los ‘shevarim’ expresan el dolor y la ruptura que hemos experimentado. Y la ‘teruá’, con su sonido entrecortado y de advertencia, nos recuerda los desafíos que aún tenemos por delante.
Pero más allá de esto, el shofar es un llamado al despertar. Nos invita a salir de la indiferencia y abrir los ojos a la compleja realidad que nos rodea. Este año, más que nunca, este llamado tiene un significado existencial. Nos desafía no solo a mirar hacia adentro, sino también hacia afuera -hacia la comunidad, la sociedad, toda la humanidad- y preguntarnos: ¿Cuál es nuestro papel en la configuración de esta realidad? ¿Cómo podemos transformar los ‘shevarim’ en una nueva ‘tekiá’ de esperanza y unidad?
Nuestros sabios nos enseñaron: «En un lugar donde no hay hombres, esfuérzate por ser un hombre» (Pirkei Avot 2:5). En una era de polarización y alienación, estas palabras adquieren un significado más profundo. Nos llaman no solo a ser «personas», sino a ser un ejemplo de humanidad. Cuando parece que la compasión retrocede, debemos levantarnos y ser la luz en la oscuridad, demostrar lo mejor del ser humano precisamente cuando parece raro y escaso.
Las festividades de Tishrei nos brindan una oportunidad para el examen de conciencia personal y colectivo. Es tiempo de hacernos preguntas fundamentales: ¿Qué hemos aprendido de los desafíos que hemos experimentado? ¿Cómo podemos fortalecer la solidaridad entre nosotros? ¿Cómo construimos puentes entre los diferentes grupos de la sociedad israelí? Y quizás lo más importante: ¿cómo mantenemos nuestra imagen humana en tiempos de prueba y dificultad?
La filósofa Hannah Arendt habló sobre la «banalidad del mal». Quizás ha llegado el momento de que hablemos sobre la «singularidad del bien», sobre el poder inherente a cada acto de bondad, cada mano extendida, cada palabra amable. En un mundo de caos, cada acción humanista no es solo una isla de estabilidad y esperanza, sino también una semilla de profundo cambio social.
Debemos recordar que el humanismo no es solo un valor abstracto, sino una forma de vida. Nos llama a reconocer la imagen divina en cada persona, a cultivar la compasión y a trabajar por la justicia social. Especialmente en tiempos de crisis, estos son los principios que pueden guiarnos hacia un futuro mejor. Nos recuerdan que incluso en medio de la tormenta, tenemos el poder de elegir el bien, la compasión y el amor por la humanidad.
En el nuevo año, comprometámonos nuevamente con los valores de paz, justicia y respeto mutuo, y trabajemos juntos para sanar las heridas sociales, rehabilitar las comunidades afectadas y construir una sociedad más inclusiva y unida. No debemos olvidar a los rehenes y sus familias. Sigamos actuando de todas las formas posibles para traerlos de vuelta a casa y abracemos a las familias de los caídos y heridos. Así convertiremos nuestro dolor en una palanca de crecimiento y renovación.
Cuanto más profunda es la oscuridad, más brillante será la luz que encendamos. Tenemos el poder de crear el cambio que queremos ver en el mundo. Caminemos juntos hacia un año de esperanza, renovación y crecimiento, con coraje en el corazón y fe en el poder de la humanidad.
Un feliz y dulce año nuevo para todos nosotros, un año de «singularidad del bien» en cada paso del camino. Que merezcamos ser faros de luz en el mar tormentoso de la realidad, y que encontremos dentro de nosotros la fuerza para convertir cada desafío en una oportunidad, cada dificultad en crecimiento, y cada momento de oscuridad en una oportunidad para encender una nueva luz.
* Rodrigo (Afro) Remenik es rabino laico humanista certificado por el Instituto Tmura, educador, oficiante de ceremonias y sociólogo. Creció en Chile durante la dictadura militar, con padres que lucharon por los derechos humanos y la democracia. Emigró a Israel en 1999 y vive en el kibutz Kfar Glikson junto a su pareja Inbal y sus hijos Ilan, Uri y Maya.