Foreing Affairs, 22/10/24

La nueva batalla por Oriente Medio

El choque de visiones entre Arabia Saudita e Irán.
Por Karim Sadjadpour

Hay muchos conflictos en Oriente Medio que podrían cambiar el orden político mundial, pero el que más probabilidades tiene de hacerlo es la batalla entre las dos potencias dominantes de la región: el reino de Arabia Saudita y la República Islámica de Irán. Aunque en el pasado esta rivalidad se consideraba principalmente un conflicto étnico y sectario entre los saudíes, predominantemente árabes suníes, y los iraníes persas chiíes, la línea divisoria clave hoy es ideológica. El choque se centra en sus respectivas visiones estratégicas: la Visión 2030 de Arabia Saudita y la Visión 1979 de Irán. Cada visión dicta las políticas internas de su respectivo país, así como la forma en que éste se relaciona con los demás.

Tanto Irán como Arabia Saudita son titanes autocráticos de la energía, que controlan en conjunto casi un tercio de las reservas de petróleo y una quinta parte de las de gas natural del mundo. Sin embargo, están dirigidos por hombres completamente diferentes con planes profundamente diferentes. El líder de facto de Arabia Saudita, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, de 39 años, conocido como MBS, quiere modernizar rápidamente un Estado que lleva mucho tiempo inmerso en la ortodoxia islamista y alejarlo de su dependencia de la producción de combustibles fósiles. Para lograr esos fines creó Visión 2030. El líder de Irán desde hace mucho tiempo, el líder supremo de 85 años, Ali Khamenei, sigue dedicado a los principios ideológicos de la revolución islamista de Irán. Khamenei no llama a su plan Visión 1979, pero el nombre todavía se puede aplicar con acierto, ya que su visión tiene como objetivo preservar el compromiso implacable de la revolución iraní con la teocracia.

Estos dos países son rivales históricos con objetivos irreconciliables. La Visión 2030 apela a las aspiraciones nacionales, mientras que la Visión 1979 se nutre de los agravios nacionales. La Visión 2030 busca una alianza de seguridad con Estados Unidos y la normalización de las relaciones con Israel; la Visión 1979 se basa en la resistencia a la primera y la erradicación del segundo. La Visión 2030 está impulsada por la liberalización social; la Visión 1979 se basa en la represión social.

Aunque albergan una enorme desconfianza mutua, es poco probable que Irán y Arabia Saudita se enfrenten directamente. Teherán y Riad alcanzaron un acuerdo en 2023 para normalizar las relaciones, lo que reduciría las tensiones bilaterales. Su mayor desafío, por lo tanto, no consiste en enfrentarse entre sí, sino en abordar sus luchas internas. Y en este aspecto, ambos tienen mucho con lo que lidiar.

Los problemas de la República Islámica de Irán son evidentes. El país se parece a la Unión Soviética en su fase final, económica e ideológicamente en bancarrota y dependiente de la brutalidad para su supervivencia. Sin embargo, más allá de sus fronteras, Teherán es más poderoso que nunca antes en su historia moderna. Los aliados y las milicias respaldadas por Irán dominan cuatro Estados árabes en crisis (Irak, Líbano, Siria y Yemen), así como Gaza. Teherán también tiene un efecto descomunal en numerosos temas de seguridad global, entre ellos la proliferación nuclear, la guerra de Rusia en Ucrania , la ciberseguridad, las campañas de desinformación y el uso de los recursos energéticos como arma.

Las dificultades de Arabia Saudita no son tan evidentes a primera vista. En este momento, MBS parece gozar de un amplio apoyo por haber levantado las restricciones sociales y por la sólida economía de su país. Sin embargo, el éxito de Visión 2030 dependerá invariablemente de la viabilidad económica de sus gigantescos proyectos, y se verá desafiado por las elevadas expectativas públicas, la volatilidad de los precios del petróleo, la corrupción y la represión. También se verá puesto a prueba por fuerzas reaccionarias descontentas. El país todavía tiene una gran población de islamistas profundamente conservadores que no están contentos con las decisiones de MBS y podrían crear grandes problemas para su gobierno. Visión 2030, por lo tanto, es una iniciativa de alto riesgo y alta recompensa.

No está claro si alguno de los dos Estados logrará mantener su visión. Lo que sí está claro es que el destino de las dos visiones -una impulsada por el cambio, la otra definida por la resistencia- tendrá consecuencias que se extenderán mucho más allá de ambos países. Esas visiones determinarán no sólo si Oriente Medio se vuelve más próspero y estable, sino también si lo hará el mundo entero.

El legado de 1979

A los funcionarios saudíes les gusta contar historias sobre su país y sobre Irán. A fines de los años 60, el sha Mohammed Reza Pahlavi, gobernante modernizador de Irán, le escribió al rey Faisal de Arabia Saudita. Faisal, escribió el shah, tenía que liberalizar Arabia Saudita. De lo contrario, podría ser derrocado.

El rey se mostró enérgicamente en desacuerdo. En su respuesta, Faisal sugirió que era Pahlavi, con su visión secular y más europea de la sociedad, quien corría el riesgo de ser depuesto. “Su majestad, permítame recordarle que usted no es el shah de Francia”, respondió, y agregó: “Su población es en un 90 por ciento musulmana. Por favor, no lo olvide”.

El rey demostró tener razón. En la revolución iraní de 1979, los manifestantes depusieron a Pahlavi y transformaron el país de una monarquía aliada de Estados Unidos en una teocracia antiamericana. Aunque una coalición diversa de fuerzas se opuso al sha, el hombre que emergió como líder de la revolución, el ayatolá Ruhollah Khomeini, de 76 años, creía que la influencia política y cultural occidental representaba una amenaza existencial para Irán y la civilización islámica. “Todo lo que usaron para pervertir a nuestra juventud eran regalos de Occidente”, dijo el clérigo. “Su plan era idear los medios para pervertir tanto a nuestros hombres como a nuestras mujeres, corromperlos y así impedirles su desarrollo humano”. Khomeini murió una década después, pero su sucesor, Jamenei, ha mantenido viva su visión.

1979 fue también un año decisivo para Arabia Saudita. Los radicales islamistas, convencidos de que la familia real saudí se había desviado del camino del verdadero Islam, tomaron la Gran Mezquita de La Meca, lo que contribuyó a hundir a la monarquía en una crisis existencial. Temiendo sufrir la misma suerte que el sha, el gobierno saudí abandonó los esfuerzos de modernización y redirigió vastos recursos a fuerzas reaccionarias en el país y en el extranjero. El país empoderó a los clérigos fundamentalistas para que ejercieran control sobre la educación y el poder judicial, amplió la policía moral, cerró los cines e impuso una estricta segregación de género en las escuelas y los espacios públicos. Al exportar estas políticas, en parte con el estímulo de Estados Unidos para contrarrestar la invasión soviética de Afganistán, Arabia Saudita gastó decenas de miles de millones de dólares para financiar miles de mezquitas, así como grupos yihadistas que se convirtieron en los antecedentes de los talibanes y Al Qaeda.

Estas políticas se mantuvieron durante 20 años, pero los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos (15 de los 19 secuestradores eran ciudadanos saudíes) y los mortíferos atentados de Al Qaeda en Riad en 2003 obligaron a corregir el rumbo. Ambos ataques expusieron una dura realidad: el fundamentalismo islámico, que en su día se percibía como un activo, se había convertido en una profunda amenaza para la estabilidad del reino. El gobierno saudí intentó, por tanto, dejar de apoyar financieramente al radicalismo externo y embarcarse en una costosa campaña interna de contrarradicalización. “Tratamos de transformar a cada detenido de un joven que quiere morir en un joven que quiere vivir”, dijo en 2007 el príncipe Mohammed bin Nayef, entonces uno de los arquitectos clave de la estrategia antiterrorista saudí.

Pero no fue hasta más de una década después, cuando MBS comenzó su ascenso al poder, que Arabia Saudita inició su transformación internacional más amplia. MBS, uno de los más de una docena de hijos nacidos del rey Salman, vio un liderazgo saudí envejecido que dependía excesivamente del petróleo y estaba desconectado de su joven sociedad. Le preocupaba que su país se estuviera quedando atrás de Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, que estaban trabajando para convertirse en centros de transporte y comercio con una influencia descomunal en los negocios, el entretenimiento, los deportes y los medios de comunicación. En respuesta, MBS hizo que el reino lanzara su propia agenda, Visión 2030, destinada a abrir el país económicamente, deshacerse de las restricciones islamistas, diversificarse más allá del petróleo y construir una identidad nacional.

El líder supremo de 85 años, Ali Khamenei.

El documento fundacional de la visión se centra en tres temas: “una sociedad vibrante, una economía próspera y una nación ambiciosa”, y ha dado lugar a verdaderos cambios en las políticas. A partir de 2018, las mujeres saudíes obtuvieron el derecho a conducir y viajar sin el permiso de un tutor masculino. Su presencia en la fuerza laboral del país aumentó significativamente, incluso en los puestos gubernamentales superiores. El gobierno comenzó a invertir decenas de miles de millones de dólares en planes para centros de datos y en inteligencia artificial y otros tipos de tecnología. Impulsó drásticamente el entretenimiento juvenil (casi dos tercios de los saudíes tienen menos de 30 años) con carreras de Fórmula 1, torneos de lucha libre y el reclutamiento de estrellas del fútbol como Cristiano Ronaldo. Se introdujeron nuevas normas turísticas para alentar a los visitantes extranjeros a explorar el país y generar ingresos.

Hasta ahora, estos esfuerzos han tenido resultados dispares. Arabia Saudita ha sido una de las principales economías del mundo de más rápido crecimiento en los últimos años, con un crecimiento significativo en sectores no petroleros. Sin embargo, las cifras de crecimiento todavía suelen estar vinculadas al precio del petróleo. De manera similar, el Ministerio de Inversiones de Arabia Saudita ha estimado que la inversión extranjera directa aumentó más del 150 por ciento entre 2017 y 2023. Sin embargo, un empresario saudí me dijo que “la IED no petrolera no ha llegado a ninguna parte”.

Dos hombres, dos visiones

La Visión 1979 y la Visión 2030 reflejan las personalidades de Jamenei y MBS. Se podría decir que ambos son los individuos más poderosos de Oriente Medio en la actualidad, pero tienen visiones y estilos de liderazgo muy diferentes: la primera se basa en agravios históricos y la segunda, en ambiciones modernas. Estas diferencias son claras en la animosidad que sienten entre sí. MBS ha llamado a Jamenei el “nuevo Hitler de Oriente Medio”, y Jamenei ha ridiculizado a MBS como un “criminal” cuya “inexperiencia” conducirá a la caída de Arabia Saudita.

Ambos tienen historias particulares. Jamenei nació en una familia clerical de modestos recursos, se educó en un seminario chií y pasó sus años de formación como agitador revolucionario (incluidos varios como prisionero político). Si la revolución iraní nunca hubiera ocurrido, habría estado destinado a la vida de un humilde clérigo. En cambio, fue catapultado al poder, convirtiéndose en presidente de Irán en 1981 y líder supremo en 1989. Su hipervigilancia, nacida de una profunda inseguridad, ha sido una de las claves de su longevidad. A pesar del descontento popular generalizado y un estado de crisis externa casi permanente, Jamenei no se ha desviado de los ideales revolucionarios de su mentor, Jomeini. Los pilares ideológicos de la Visión de 1979 de Irán siguen siendo los mismos: “Muerte a Estados Unidos, muerte a Israel”, como suelen cantar los partidarios de Jamenei, y el velo obligatorio para las mujeres, al que Jomeini se refirió una vez como “la bandera de la Revolución Islámica”.

En marcado contraste, MBS nació en una inmensa riqueza como hijo de uno de los hombres más ricos del mundo, el rey Salman bin Abdulaziz. Aunque MBS nació después de 1979, dijo que el radicalismo engendrado ese año “secuestró” el Islam como religión. Aspira a que su pueblo alcance la modernidad en lugar del martirio. “No desperdiciaremos 30 años de nuestras vidas lidiando con ideas extremistas”, declaró una vez. “Las destruiremos hoy”. Esta decisión ha llevado a veces a graves errores de juicio, incluido el brutal asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi y la devastadora guerra en Yemen. Sin embargo, el príncipe heredero ha conservado la confianza de gran parte de la joven sociedad saudí y el impulso de la Visión 2030.

Una de las diferencias más importantes entre la visión saudí y la iraní se relaciona con las libertades sociales. Los iraníes desde hace mucho tiempo desprecian a sus vecinos árabes del Golfo. Jomeini se refirió una vez a la Casa de Saud como “los seguidores de los pastores de camellos de Riad y los bárbaros de Najd, los miembros más infames y salvajes de la familia humana”, y los denunció en su última voluntad y testamento. No importa cuán reaccionario fuera su régimen, los iraníes pueden haber encontrado cierto consuelo en tener más libertades sociales que los saudíes. Pero este ya no es el caso. Los músicos más famosos del mundo actúan regularmente en Arabia Saudita, incluidos los mejores cantantes iraníes cuya música está prohibida en su país natal. Decenas de millones de iraníes se informan de Irán International, un canal de noticias satelital en idioma persa respaldado por Arabia Saudita. Después de una prohibición de 35 años, Arabia Saudita reabrió los cines en 2018. Las aplicaciones de redes sociales están ampliamente disponibles. El país ha recibido más turistas que nunca, mientras que Irán ha redoblado la práctica de tomar extranjeros (a menudo con doble nacionalidad iraní) como rehenes.

La diferencia entre ambos planes es especialmente marcada en lo que respecta al trato a las mujeres. Aunque las mujeres saudíes, antes ocultas de la vida pública, siguen rezagadas en los índices de igualdad, los avances que han logrado bajo el mandato de MBS son reales y significativos. Las mujeres iraníes tienen un nivel educativo superior al de sus homólogos masculinos y a menudo han llegado a la cima de sus profesiones. Sin embargo, se encuentran entre las pocas personas del mundo que enfrentan hoy más restricciones que sus abuelas hace cinco décadas, antes de la Revolución Islámica. Este desequilibrio estalló durante las protestas “Mujeres, vida, libertad” de 2022-2023 en Irán, que se desencadenaron por la muerte bajo custodia policial de Mahsa Amini, una mujer de 22 años que había sido detenida por llevar supuestamente el hiyab de forma inapropiada.

Energía cruda

Sin embargo, la diferencia más dramática entre los resultados de Visión 2030 y Visión 1979 está en el efecto sobre la economía de cada Estado. Arabia Saudita ha utilizado su producción de energía para impulsar su visión estratégica. Como resultado, los saudíes son mucho más ricos que sus homólogos iraníes en prácticamente todos los parámetros. Arabia Saudita tiene más del doble del PIB de Irán a pesar de tener menos de la mitad de su población. La tasa de inflación anual de Irán se encuentra sistemáticamente entre las más altas del mundo, y la de Arabia Saudita ronda el 2%. Riad tiene más de 450.000 millones de dólares en reservas de divisas, alrededor de 20 veces lo que posee Teherán.

Hay muchas razones para el terrible desempeño económico de Irán, pero todas están relacionadas con la Visión 1979. Gracias a su hostilidad hacia Occidente, Irán ha sido objeto de fuertes sanciones que han paralizado sus reservas de divisas y han dificultado la venta de sus dos principales productos básicos, el petróleo y el gas. En 1978, el año anterior a la revolución, Irán producía casi seis millones de barriles de petróleo por día, de los cuales aproximadamente cinco millones se exportaban. Desde la revolución, la producción y las exportaciones iraníes han promediado menos de la mitad de esas cantidades. Aunque Irán tiene las segundas reservas de gas natural más grandes del mundo, después de Rusia, no se encuentra entre los 15 principales exportadores del mundo. Y Teherán ha tratado de utilizar los recursos energéticos que tiene como arma. Después de la invasión rusa de Ucrania, los funcionarios iraníes recordaron repetidamente a una Europa con escasez de energía que «se acerca el invierno» para tratar de amenazar a los líderes del continente para que accedan a las demandas nucleares de Teherán.

Sin embargo, la mayor tragedia de la Visión 1979 para Irán no ha sido el desperdicio de sus recursos naturales, sino de sus recursos humanos. En 2014, el ministro de Ciencia y Tecnología de Irán afirmó que la fuga anual de cerebros del país (según los cálculos, 150.000 personas que se van cada año) le cuesta a la economía la asombrosa cifra de 150.000 millones de dólares cada año, más de cuatro veces sus ingresos petroleros a partir de 2023. En cambio, la mayoría de los aproximadamente 70.000 estudiantes saudíes que estudian en el extranjero regresan a casa cuando terminan sus estudios. La Visión 1979 suele considerar las mentes educadas de su país como una amenaza, pero la Visión 2030 las trata como un activo.

Arabia Saudita ha invertido mucho en ambiciosos planes para modernizar su economía, como la introducción de ciudades inteligentes. Entre ellos se encuentra el proyecto Neom, centrado en la creación de una gran zona urbana en el desierto que podría transformar el reino en un centro tecnológico global e impulsar la diversificación económica. Aunque ambos gobiernos han creado fuertes estados de vigilancia, las innovaciones tecnológicas y las inversiones de Teherán se han empleado principalmente para reprimir a su pueblo, armar a sus aliados y atacar a sus enemigos.

Orden vs. Desorden

La Visión 2030 de Arabia Saudita ha superado claramente a la Visión 1979 de Irán en lo que respecta a la promoción del bienestar económico y la satisfacción de los ciudadanos. Pero en lo que respecta a la influencia internacional, la historia es muy diferente. Los vacíos de poder regionales y la inestabilidad crónica de Oriente Medio son amenazas para la Visión 2030, pero han sido una bendición para la Visión 1979.

Esta diferencia tiene sentido. La Visión 2030 se basa en la construcción, mientras que la Visión 1979 se contenta con la destrucción. Los vacíos de poder y la inestabilidad causados ​​por la guerra civil libanesa, la guerra de Irak y la Primavera Árabe de 2011 han fomentado las ambiciones iraníes, y la influencia iraní, a su vez, ha profundizado el desorden y el caos en todo el mundo árabe. Aunque las encuestas de opinión han sugerido que Arabia Saudita goza de un apoyo popular significativamente mayor que Irán en el mundo árabe, incluso en los países donde Irán ejerce la mayor influencia, los esfuerzos de Riad para contrarrestar las ambiciones de Teherán (utilizando el poder duro, el poder blando o la cooptación financiera) han fracasado en gran medida.

En las últimas dos décadas, Irán y Arabia Saudita han estado en bandos opuestos de los conflictos más letales de Oriente Medio. Ambos han respaldado a grupos rivales en Irak, Siria y Yemen, así como en Líbano y los territorios palestinos . En cada uno de estos escenarios, prevaleció el poder duro respaldado por Irán. Arabia Saudita en gran medida optó por no participar o fue derrotada. La más humillante de estas derrotas fue en Yemen. Entre 2015 y 2019, Riad gastó más de 200.000 millones de dólares en una intervención militar para contrarrestar la toma de poder de los hutíes respaldados por Irán. Esa intervención contribuyó a decenas de miles de muertes civiles, pero no logró debilitar al grupo. Hoy, los hutíes, cuyos lemas desean la muerte a Estados Unidos e Israel, no solo siguen atrincherados en el poder, sino que también han obstaculizado la economía global, desviando aproximadamente 200.000 millones de dólares en comercio al hostigar a los barcos en el Mar Rojo (ostensiblemente para protestar contra la guerra de Israel en Gaza).

El líder de facto de Arabia Saudita, el príncipe heredero Mohammed bin Salman.

Como única teocracia de Oriente Medio, Irán utiliza el radicalismo islamista como un activo. Prácticamente todos los radicales chiítas, desde el Líbano hasta Pakistán, están dispuestos a luchar por Irán. Mientras tanto, la mayoría de los radicales suníes, incluidos Al Qaeda y el Estado Islámico en Irak y Siria, también conocido como ISIS, buscan derrocar al gobierno de Arabia Saudita a pesar de su linaje sunita. De hecho, Teherán ha demostrado estar dispuesto y ser capaz de trabajar con grupos radicales suníes que comparten su oposición a Israel y Estados Unidos. El actual jefe de Al Qaeda, Saif al-Adel, ha residido principalmente en Irán durante dos décadas.

Israel es uno de los mayores puntos de discordia internacional entre los dos países. La Visión 2030 está abierta a la normalización de las relaciones con Israel, mientras que la Visión 1979 se opone a la existencia misma de Israel. Irán fue el único país del mundo que elogió explícitamente la invasión de Israel por parte de Hamás el 7 de octubre de 2023. Aunque no está claro en qué medida Teherán estuvo involucrado en la planificación de la operación, Irán financia la mayor parte del presupuesto militar de Hamás, por lo que los funcionarios estadounidenses han dicho que Teherán es «ampliamente cómplice». El ataque logró retrasar, y tal vez sabotear, un acuerdo de normalización entre Arabia Saudita e Israel.

Amigos en altos lugares

Los países externos que probablemente desempeñarán el papel más importante a la hora de determinar el destino de estas dos visiones son Estados Unidos y China. La Visión 2030 necesita a Washington como aliado, pero la Visión 1979 lo quiere como adversario. La Visión 2030 depende del apoyo de seguridad de Estados Unidos, mientras que la Visión 1979 no puede sobrevivir sin el apoyo económico chino. Se calcula que el 90 por ciento de las exportaciones petroleras iraníes se destinan a China.

Dada la dependencia económica y estratégica de Irán respecto de China, cualquier estrategia estadounidense para contrarrestar las ambiciones nucleares y regionales de Teherán probablemente requerirá cierta colaboración con Beijing. Hay razones para creer que esa cooperación es posible a pesar de la competencia global entre Beijing y Washington. China y Estados Unidos, en definitiva, tienen intereses comunes en la región: a saber, la estabilidad política y el libre flujo del comercio y la energía (Rusia, en cambio, se beneficia de la inestabilidad regional y del tumulto en los mercados petroleros).

Sin embargo, en última instancia, Estados Unidos tiene aún más en común con Arabia Saudita. Los liberales estadounidenses pueden haber sido históricamente profundamente ambivalentes respecto de ese país, pero la competencia de gran potencia de Estados Unidos con China y la invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022 cambiaron las percepciones de Washington. Arabia Saudita, que antes era vista como un socio problemático, ahora es vista como un aliado codiciado. La posibilidad de un acuerdo histórico de normalización entre Israel y Arabia Saudita bajo el paraguas de un tratado de defensa entre Estados Unidos y Arabia Saudita ratificado por el Senado probablemente seguirá siendo una aspiración distintiva de cualquier futura administración estadounidense, demócrata o republicana.

En el contexto actual, sin embargo, los costos políticos internos que tendría para Arabia Saudita un acuerdo de normalización con Israel podrían superar los beneficios de un paraguas de seguridad estadounidense. Una encuesta de opinión pública realizada en noviembre y diciembre de 2023 mostró que el 95 por ciento de los saudíes creía que Hamás no mató a civiles israelíes el 7 de octubre; el 96 por ciento de los saudíes estaba de acuerdo en que “los países árabes deberían romper de inmediato todos los contactos diplomáticos, políticos, económicos y de cualquier otro tipo con Israel”. Estos sentimientos han obligado a MBS a aumentar sus exigencias negociadoras. Recientemente declaró que Riad no establecería relaciones diplomáticas con Israel antes del “establecimiento de un Estado palestino”. MBS puede ser un autócrata, pero no puede permitirse el lujo de ser insensible a la opinión pública. Después de todo, el presidente egipcio Anwar Sadat era un autócrata. Eso no impidió que lo asesinaran después de normalizar las relaciones con Israel.

Sin embargo, hay motivos para pensar que los saudíes acabarán llegando a un acuerdo con los estadounidenses y los israelíes. A pesar de los vastos vínculos comerciales de Arabia Saudita con China y su amistad con Rusia, sólo puede contar con Estados Unidos para protegerla de los adversarios externos, y necesita esa protección. Los ataques iraníes de septiembre de 2019 a Saudi Aramco, la compañía petrolera nacional de Arabia Saudita, expusieron cuán vulnerables son el país y su visión. A falta de garantías de seguridad estadounidenses, Arabia Saudita podría gastar medio billón de dólares en una década para construir Neom, que se pretende que tenga 33 veces el tamaño de la ciudad de Nueva York, e Irán y sus representantes podrían destruirlo en cuestión de días con misiles y drones baratos.

El peligro de las expectativas

Numerosos índices de malestar social han situado a Irán entre los gobiernos menos estables del mundo. Sólo en los últimos 15 años, Irán ha experimentado tres grandes levantamientos nacionales (en 2009, 2019 y 2022) que llevaron a millones de ciudadanos a las calles. Sin embargo, Jamenei es uno de los autócratas más longevos del mundo, gobernando desde 1989, y el régimen ha desafiado constantemente las predicciones de su inminente desaparición. La historia sugiere, tal vez de manera contraintuitiva, que las dictaduras revolucionarias suelen ser más duraderas que las monarquías que se modernizan rápidamente. Como han escrito los politólogos Steven Levitsky y Lucan Way, los regímenes revolucionarios nacidos de una “lucha sostenida, ideológica y violenta” tienden a perdurar porque destruyen centros de poder independientes, producen partidos gobernantes cohesionados y establecen un control estricto sobre formidables fuerzas de seguridad. En Irán, todos estos factores se dan, ayudando a proteger a la República Islámica de las deserciones de la élite y de los golpes militares. Hasta ahora, el régimen ha aplastado sistemáticamente las protestas masivas.

El pasado también sugiere que los levantamientos populares exitosos tienden a ocurrir no en estados que sufren privaciones constantes, como Irán, sino en países donde la mejora de los niveles de vida crea expectativas elevadas. Como ha escrito el teórico social Eric Hoffer, “no es el sufrimiento real, sino el gusto por cosas mejores lo que incita a la gente a rebelarse”. Las reformas políticas también pueden abrir la puerta a cambios repentinos, algo que Irán ha evitado cuidadosamente. Maquiavelo observó que no hay nada “más peligroso de llevar a cabo, o más incierto en su éxito, que tomar la iniciativa en la introducción de un nuevo orden de cosas”. Por esta razón, Jamenei, un estudioso de la caída de la Unión Soviética, ha estado firmemente comprometido con los principios ideológicos de la revolución de 1979, creyendo que diluirlos precipitaría la caída de la República Islámica.

Mientras tanto, para MBS, la moraleja más aplicable de la historia puede ser la experiencia del sha de Irán, un líder modernizador que se ganó el apoyo de sectores clave, incluidos el clero, el bazar y los intelectuales, que conspirarían para derrocarlo. Sin embargo, las lecciones aprendidas de la caída del sha son variadas. Como sostuvo el historiador Abbas Milani en su biografía del sha, Pahlavi fue demasiado autoritario cuando no necesitaba serlo y no lo suficientemente autoritario cuando necesitaba serlo.

Para muchas élites saudíes, el mayor temor no es un levantamiento popular masivo como la revolución iraní de 1979, sino una conspiración interna dirigida contra el príncipe heredero, un escenario con precedentes históricos en el reino. En marzo de 1975, el rey Faisal, otro monarca modernizador, fue asesinado a tiros por su sobrino. Este acto de venganza estuvo motivado por la muerte del hermano del asesino, un islamista que había sido asesinado aproximadamente una década antes mientras protestaba contra la introducción de la televisión en Arabia Saudita por parte de Faisal.

MBS ha dejado su impronta en el liderazgo del país. Se ha enfrentado a las élites políticas y empresariales saudíes más que cualquier otro líder en la historia de su país. Redujo el tamaño de la familia real y su detención en 2017 de cientos de destacados empresarios saudíes en el hotel Ritz-Carlton (denominada “sheikhdown” en los tabloides occidentales) supuestamente permitió recuperar más de 100.000 millones de dólares en activos.

Pero MBS puede no ser consciente de los peligros que le aguardan. Para evitar desafíos internos, los autócratas suelen priorizar la lealtad sobre la competencia a la hora de nombrar asesores, lo que crea una cámara de resonancia que da lugar a peligrosos puntos ciegos. El sha, por ejemplo, se quedó perplejo por la ira contra él y más tarde lamentó haber sido engañado por ayudantes aduladores que lo protegieron de la verdad. Es posible que MBS ya esté cayendo en esta trampa. Un consejero del príncipe heredero, un ex jefe de Estado europeo, me dijo en privado que cuanto más tiempo gobierna MBS, más confianza tiene en su propio criterio y menos necesidad siente de prestar atención a las críticas constructivas.

Ali Khamenei.

MBS también se enfrenta a otros riesgos. Las reformas judiciales en curso en Arabia Saudita todavía están por detrás de las reformas económicas y sociales (y de los estándares internacionales). Formar a una nueva generación de abogados y jueces saudíes laicos es un proceso mucho más laborioso que contratar consultores extranjeros para transformar la economía y construir las ciudades del futuro. Muchos hombres saudíes sienten resentimiento por perder poder sobre las mujeres. Este progreso desigual (una rápida reforma económica y social sin una reforma política simultánea) también puede ser una fuente de inquietud. Como advirtió Samuel Huntington en su libro Political Order in Changing Societies (El orden político en las sociedades cambiantes), la inestabilidad política suele estar provocada por “un cambio social rápido y la rápida movilización de nuevos grupos hacia la política, junto con el lento desarrollo de las instituciones políticas”.

Por ahora, MBS es fuerte y aparentemente popular. Aunque las encuestas de opinión pública creíbles son raras en Arabia Saudita, una encuesta de noviembre de 2023 sugirió que una sólida mayoría de los saudíes confía en su gobierno. En contraste, una encuesta reciente del gobierno en Irán informó que más del 90 por ciento de los ciudadanos del país se sienten insatisfechos o desesperanzados. El príncipe heredero ha obtenido cierto apoyo al perseguir a destacados empresarios saudíes por corrupción, reducir los derechos de la familia real, encarcelar a clérigos fundamentalistas y disminuir la policía religiosa. Sin embargo, MBS también ha tomado medidas enérgicas contra los miembros de lo que debería ser su electorado natural: los liberales saudíes, incluidos Khashoggi y la activista por los derechos de las mujeres Loujain al-Hathloul. Esto podría ser contraproducente. “Una reforma social y económica a toda marcha corre un riesgo demasiado alto de fracasar si no se produce una transformación jurídica y procesal paralela al mismo ritmo e intensidad”, advirtió Mohammed al-Yahya, un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores saudí y amigo de Khashoggi, después del asesinato de Khashoggi.

El asesinato del periodista ya no es un tema de gran importancia en Arabia Saudita, pero sigue manchando la reputación de MBS en Occidente. En el exterior, sus críticos más enérgicos, al igual que los del sha, son los liberales occidentales, muchos de los cuales lo comparan con el dictador iraquí Saddam Hussein. En 2020, el senador estadounidense independiente Bernie Sanders llegó a decir que los líderes de Arabia Saudita eran “matones asesinos” y que el régimen era “uno de los países más peligrosos sobre la faz de la Tierra”. Sin embargo, dentro de Arabia Saudita, el grupo con más probabilidades de acabar desafiando la autoridad de MBS no son los liberales que creen que es antidemocrático, sino los islamistas que creen que es demasiado liberal. Como escribió el autor David Rundell: “Si un gobierno sucesor llegara al poder por las urnas, casi con toda seguridad sería un régimen populista islamista… Si un nuevo gobierno llegara al poder mediante la violencia, lo más probable es que fuera una organización yihadista como ISIS o Al Qaeda”.

Aunque el príncipe heredero está intentando pasar página en lo que respecta al fundamentalismo islámico, no ha sido capaz de eliminarlo por completo. MBS “puso a los wahabíes en una jaula”, dijo el autor saudí Ali Shihabi, refiriéndose a la escuela ultraortodoxa del Islam del país. Sin embargo, así como los talibanes esperaron su momento durante dos décadas en Afganistán, los islamistas de Arabia Saudita están inactivos, pero no muertos. En una entrevista con The Economist, un comentarista religioso saudí comparó a los oponentes islamistas de MBS con hormigas que construyen un reino subterráneo. “El príncipe les ha cerrado la boca”, dijo, “pero no ha acabado con su reino”.

Elefantes blancos y cisnes negros

En el último medio siglo, Oriente Medio ha desafiado constantemente las predicciones de los pronosticadores. Los caprichos de los autócratas individuales y la volátil combinación de riqueza petrolera, religión y política de las grandes potencias han hecho que la región sea especialmente vulnerable a sucesos de tipo cisne negro con ramificaciones globales. Entre esos sucesos se incluyen la revolución iraní de 1979, la invasión iraquí de Kuwait en 1990, los ataques terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos, la Primavera Árabe, el ascenso del Estado Islámico en Irak y Siria y los ataques del 7 de octubre en Israel.

En este contexto, el futuro de la Visión 2030 y la Visión 1979 dependerá del destino de los líderes de Arabia Saudita e Irán y de las demandas energéticas globales que sustentan sus ambiciones. Si los grandes proyectos de MBS se convierten en elefantes blancos (emprendimientos costosos e improductivos) o si los precios del petróleo experimentan una caída prolongada, la creciente insatisfacción pública puede obligar al príncipe heredero saudí a priorizar la estabilidad del régimen por sobre las reformas transformadoras. Aunque MBS es joven, es muy consciente de los riesgos laborales que conlleva el gobierno absoluto, incluidas las presiones imprevistas que han derribado a autócratas en el pasado. La caída política del sha se debió a una miríada de fuerzas, pero también en parte a un diagnóstico de cáncer terminal que ocultó incluso a su familia, lo que sin duda afectó su toma de decisiones durante las crisis.

Mientras tanto, en Irán, el futuro de la República Islámica y de la Visión 1979 sigue siendo incierto más allá de la vida de Jamenei, de 85 años. Aunque existe la posibilidad de que el poder se transfiera sin problemas a clérigos leales y líderes militares comprometidos con los ideales revolucionarios, también existe la posibilidad de un cambio hacia un liderazgo que priorice los intereses nacionales y económicos de Irán por sobre su doctrina revolucionaria. Los intentos de algunos partidarios de Mojtaba Jamenei, su hijo de 55 años y potencial sucesor, de compararlo con MBS de Irán son risibles, pero sugieren que incluso la generación más joven de revolucionarios de Teherán reconoce que una visión de futuro es más atractiva que una visión de futuro.

El éxito o el fracaso de estas visiones en pugna tendrá amplias ramificaciones globales. Un mundo en el que la Visión 2030 fracase estrepitosamente, dejando los vastos recursos energéticos de Arabia Saudita e Irán bajo el control de extremistas sunitas y chiítas, haría que Oriente Medio y la economía mundial fueran menos prósperas y estables. Por el contrario, si el liderazgo de Irán post-Jamenei prioriza el bienestar económico y la seguridad de su pueblo, Irán tiene el potencial de convertirse algún día en una nación del G-20 y un pilar de la estabilidad global.

Los fallidos experimentos estadounidenses en Afganistán e Irak, sumados a los fracasos de la Primavera Árabe, han disipado en gran medida las ilusiones entre los funcionarios estadounidenses de que Washington tiene la capacidad de moldear significativamente, al menos de manera positiva, la política de Oriente Medio. Serán los actores locales los que determinen qué visiones prevalecerán. Pero dado que la Visión 2030 busca mantener el orden mundial liberal liderado por Estados Unidos y la Visión 1979 busca derrotarlo, Estados Unidos tiene un interés personal en el éxito de la primera y el fracaso de la segunda. También es de interés económico global ver gobiernos estables y prósperos en Arabia Saudita e Irán que estén en paz entre sí y consigo mismos. Esto significa que el mundo debe ayudar al pueblo de Irán a superar un régimen ideológico opresivo que ha causado estancamiento interno y malestar regional, y ayudar a Arabia Saudita a emprender reformas políticas que ayuden a sostener su transformación social y económica.

El mejor resultado para Estados Unidos, Oriente Medio y el mundo es que ambos países tengan dos visiones sostenibles, representativas y progresistas. El peor resultado es que existan dos regímenes retrógrados que se aferran a reivindicaciones del pasado. Lo primero puede ser difícil de lograr, pero las consecuencias de lo segundo serían nada menos que catastróficas.