Haaretz, 27/11/24

Israel logró sólo una victoria parcial contra Hezbolá. Ahora, el Gobierno debe traer a los rehenes a casa

Los daños sufridos por Hamas en Gaza son mucho mayores que la destrucción causada a las capacidades militares de Hezbolá en el Líbano. Sin embargo, Netanyahu sigue oponiéndose a una retirada temporal para liberar a los rehenes que aún están vivos.
Por Amós Harel

Como siempre, conviene mantener las cosas en su justa medida. Incluso después de que el alto el fuego en el Líbano entrara en vigor el miércoles antes del amanecer, Israel no ha derrotado a Hezbolá. Ha asestado a la organización el golpe más duro de su historia, e Israel mismo ha sufrido bastantes pérdidas.

Hezbolá intentará recuperarse; los esfuerzos ya han comenzado. El acuerdo será evaluado de acuerdo con su capacidad para hacer cumplir una realidad a largo plazo que impida que la organización vuelva a violar las condiciones. En algún momento, este año o dentro de una década, el acuerdo colapsará y estallará otra ronda.

El Líbano fue, y en cierta medida sigue siendo, un frente secundario en la guerra que comenzó con el ataque terrorista de Hamás en la frontera de Gaza el 7 de octubre del año pasado. Durante 18 años, Israel consideró a Hezbolá una gran amenaza para su seguridad y se preparó en consecuencia. La razón principal de la calma casi constante fue la falta de voluntad de Hassan Nasrallah de involucrarse en una guerra abierta, incluso después del decepcionante empate al final de la segunda guerra del Líbano en 2006.

Nasrallah temía la fuerza del ejército israelí y prefería, en general, caminar al borde de la guerra, no más allá de ella. No accedió a las frecuentes peticiones de que se lanzara un ataque sorpresa contra Israel.

Mientras Israel se centraba en las capacidades de Hezbolá en el norte, descuidó la vigilancia de Hamás en el sur. La decisión del líder de ese grupo, Yahya Sinwar, de lanzar un ataque sorpresa cambió radicalmente la situación.

Sinwar no se apoyó en sus aliados, Irán y Hezbolá, y mantuvo en secreto su decisión de actuar y el momento del ataque. Nasrallah, dijo ayer un alto oficial de las FDI, cometió el error de su vida, dos veces en 24 horas. Inicialmente, el 7 de octubre, se abstuvo de lanzar un ataque rápido contra Israel desde el norte. Al día siguiente decidió sumarse a las hostilidades, pero sólo de forma limitada: lanzamiento de cohetes y misiles, sin incursión terrestre.

Si Hezbolá hubiera lanzado un ataque el 7 de octubre, unas horas después que Hamás, a las FDI les habría resultado muy difícil detenerlo en la frontera. Cuando atacó parcialmente al día siguiente, el Comando Norte ya estaba preparado para repelerlo.

Acontecimientos clave de la guerra en el Líbano

7 de octubre de 2023

Nasrallah rechaza la petición de Sinwar de sumarse al ataque contra Israel.

8 de octubre de 2023

Hezbolá se suma a la guerra y comienza a lanzar misiles y cohetes contra Israel.

27 de julio de 2024

Un cohete lanzado desde el Líbano mata a 12 niños en Majdal Shams.

30 de julio de 2024

Israel asesina al líder militar de Hezbolá, Fuad Shukr.

17 de septiembre de 2024

Explotan los buscapersonas de miles de agentes de Hezbolá.

18 de septiembre de 2024

Otra serie de explosiones de dispositivos de comunicación tienen como objetivo a agentes de Hezbolá en el Líbano.

20 de septiembre de 2024

Israel asesina al jefe de operaciones de Hezbolá, Ibrahim Aqil, y al alto mando de la fuerza Radwan.

27 de septiembre de 2024

Israel asesina al secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y al comandante del frente sur de la organización, Ali Karaki.

4 de octubre de 2024

Israel asesina al líder del Consejo Ejecutivo de Hezbolá, Hashem Safieddine, candidato a reemplazar a Nasrallah.

El frente norte fue el principal foco de atención recién en julio pasado. Durante muchas semanas, el ex ministro de Defensa Yoav Gallant y los altos mandos del ejército recomendaron al primer ministro Benjamin Netanyahu que pusiera fin a la campaña en Gaza y centrara sus esfuerzos militares en el Líbano.

El punto de inflexión se produjo tras el aterrizaje del cohete iraní que mató a 12 niños en Majdal Shams, en los Altos del Golán, el 27 de julio. Israel se preparó para un gran ataque contra Hezbolá y lo lanzó unos días después con el asesinato de Haj Muhsan (Fuad Shukr), el jefe del estado mayor de la organización.

Acto recordatorio de Haj Muhsan (Fuad Shukr).

Nasrallah no interpretó correctamente la maniobra y siguió considerando las acciones israelíes como parte de una ronda de represalias, en la que todavía era posible controlar la intensidad de las llamas y evitar una guerra total. En 2006, Nasrallah ya había empezado a hablar en el lenguaje de las ecuaciones. Entonces amenazó con atacar Haifa a continuación, en respuesta al bombardeo del barrio de Dahiya en Beirut. Después de eso, eligió una respuesta con pinzas cada vez que las FDI mataban a miembros de Hezbolá en bombardeos en Siria, durante el período de la «guerra de entreguerras».

Durante esta guerra, también siguió examinando cada movimiento a través del prisma de las ecuaciones y no prestó atención al hecho de que, desde julio, Israel había cambiado su estrategia y se encaminaba hacia una gran confrontación. El tiempo transcurrido permitió que las FDI y la comunidad de inteligencia redujeran gradualmente las capacidades militares de la organización.

El ejército atacó a Hezbolá a lo largo de la línea de contacto y alejó a la mayoría de los miembros de la fuerza de élite Radwan. Posteriormente, se bombardearon sistemáticamente los arsenales de misiles y cohetes y se alcanzaron las baterías de los sistemas de defensa aérea. A mediados de septiembre se produjo el ataque con beepers explosivos , el ataque a los walkie-talkies, la destrucción de la mayoría de los arsenales estratégicos, los asesinatos de las figuras de alto rango Ibrahim Aqil y Ali Karaki y, finalmente, la muerte de Nasrallah.

Murió en el búnker de mando de Dahiya, abrazado a sus ecuaciones. Ojalá hubiera sabido, dijo una fuente de seguridad esta semana, que en el momento en que la bomba penetró en el edificio que tenía encima, Nasrallah comprendió finalmente que había cometido un error. En los días siguientes, las FDI iniciaron su incursión terrestre en el sur del Líbano. Durante los meses que han transcurrido desde entonces, el ejército ha rastreado gran parte de las aldeas chiítas al sur del río Litani, ha hecho estallar las infraestructuras de Hezbolá y ha destruido miles de viviendas. Hezbolá apenas se ha molestado en entrar en confrontación. El grueso de sus fuerzas se ha retirado a aldeas lejanas, la mayoría de ellas al norte del río Litani.

Decenas de activistas se atrincheraron en los pueblos, ya sea porque recibieron órdenes de permanecer allí o porque no lograron irse a tiempo. Las FDI sufrieron grandes pérdidas al limpiar esos focos de resistencia, pero el número de víctimas fue menor de lo que se había estimado. Además, los daños sufridos en el frente interno israelí en los últimos meses apenas alcanzaron la décima parte de los daños que las FDI habían preparado de antemano. El asesinato sistemático de los miembros más importantes de la organización y de los comandantes operativos, junto con la destrucción de los arsenales, dieron resultado.

La vida en el norte de Israel se paralizó, y en Gush Dan y Sharon, en el centro del país, la gente se acostumbró a oír sirenas cada dos o tres días, pero Hezbolá no consiguió lanzar más de 300 cohetes al día y la receptividad de la población a las instrucciones limitó mucho el número de víctimas.

La guerra en el norte ha demostrado lo que ocurre cuando las FDI y los servicios de inteligencia planifican su misión con diligencia, año tras año. Al mismo tiempo, también ha puesto de relieve los terribles fracasos en el sur, que permitieron a los escuadrones de la muerte de Hamás penetrar en las comunidades y llevar a cabo extensas matanzas, casi sin obstáculos.

Plastilina

La administración Biden, y en especial el enviado Amos Hochstein, finalmente recogieron los frutos de sus esfuerzos. La única medida del éxito del acuerdo de alto el fuego será el cumplimiento de sus condiciones y la capacidad de mantener la tranquilidad a lo largo de la frontera entre Israel y el Líbano durante muchos años.

Es difícil no notar la brecha entre la retórica estridente y agresiva del Gobierno, después de años de excesiva cautela respecto del Líbano, y el acuerdo final, que no es muy diferente de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para poner fin a la guerra anterior.

Israel no insiste en impedir que los habitantes chiítas regresen a sus aldeas destruidas cerca de la frontera. En tales circunstancias, al Gobierno le resultará difícil convencer a los habitantes de las comunidades del lado israelí de la frontera de que ellos también pueden regresar a sus hogares en condiciones de seguridad. A pesar de las disposiciones del acuerdo para impedir que Hezbolá se reorganice y se rearme, el logro de ese objetivo dependerá de la determinación de Israel de hacer cumplir el acuerdo vigente y de correr el riesgo de otra guerra si actúa con fuerza para frustrar las acciones de Hezbolá.

Los partidarios de Netanyahu ahora intentan achacar la culpa del acuerdo, que dista mucho de ser perfecto, a la administración estadounidense saliente. Afirman que Israel se enfrenta a un doble peligro: el de un embargo de armas estadounidense y la tendencia del presidente Joe Biden a no vetar las resoluciones antiisraelíes en el Consejo de Seguridad. Es mejor no molestar a Biden y esperar dos meses a que Donald Trump llegue a la Casa Blanca. En cualquier caso, será posible reanudar la guerra.

Es dudoso que Trump sea un aliado de esos planes. A pesar de sus posiciones declaradas a favor de Israel, el presidente electo ha hablado públicamente a favor de poner fin a la guerra en el Líbano y, al parecer, también ha presionado a Netanyahu entre bastidores para que acepte el compromiso de Hochstein.

El Estado Mayor ha apoyado el acuerdo, a pesar de las reservas que tenía sobre sus disposiciones, especialmente debido a la carga y el agotamiento de las unidades combatientes. Existía una preocupación real por el hecho de que la continuación de los combates en el Líbano, especialmente el avance hacia una nueva línea de aldeas, obligaría a llamar a más reservistas con poca antelación y se encontraría con una negativa generalizada a servir.

Amos Hochstein.

El ejército permanente también está agotado. En una compañía de un batallón de infantería con una historia gloriosa, sólo la mitad de los combatientes siguen en forma. Otros diez de ellos han pedido no ir al Líbano, con el argumento de que pronto serán liberados y ya han arriesgado sus vidas lo suficiente. Después de conversaciones de persuasión con el comandante del batallón, tres aceptaron. En resumen: la compañía luchó en el Líbano con una pequeña parte de su personal original.

Netanyahu tiene consideraciones políticas que tienen que ver con la estabilidad de su Gobierno. Los religiosos nacionales están furiosos por la ley de evasión del servicio militar de los ultraortodoxos y algunos de ellos incluso están empezando a tener dudas sobre la utilidad de continuar la guerra en el Líbano. Los ultraortodoxos están presionando al Gobierno para que siga adelante con la ley de evasión del servicio militar, de una manera que sólo enfurecerá aún más a los religiosos nacionales. Y las dos facciones de extrema derecha en el Gobierno, el Partido Sionista Religioso y el Partido Otzma Yehudit, están exigiendo continuar la guerra en la Franja de Gaza (derrotar a Hamás, restaurar los asentamientos judíos, cero compromisos en las negociaciones para un acuerdo sobre los rehenes), y seguir socavando a la Autoridad Palestina en Cisjordania.

La necesidad de someterse a las exigencias contradictorias de sus socios perjudica los propios intereses de Netanyahu. Cuando intentó aplazar su declaración en el juicio por corrupción que se le iniciará, finalmente, el 10 de diciembre, se basó en la amenaza de los drones y argumentó que no puede estar presente regularmente en un solo lugar, por miedo a nuevos atentados contra su vida. El peligro de los drones, al menos desde Líbano, ha pasado desde que entró en vigor el alto el fuego (aunque no está claro si cesarán los lanzamientos de drones desde Irak y Yemen).

Las encuestas anticipadas indican que muchos votantes de derechas se oponen al acuerdo de alto el fuego, que no se ha hecho público en su totalidad. Ayer, Netanyahu intentó ocultar este hecho en su discurso, plagado de errores. El primer ministro apenas mencionó los detalles del acuerdo. En cierta medida, es víctima de su propia manipulación, después de haber prometido victoria total en todos los frentes en múltiples ocasiones.

El sitio web Seventh Eye ha publicado un breve vídeo en el que se comparan sus declaraciones de ayer y de hace dos meses. En septiembre, habló apasionadamente contra la retirada de la Franja de Gaza durante 42 días en el contexto de un acuerdo de rehenes. En aquel momento dijo: «Ya hemos estado en esta película. Estábamos en ella cuando salimos del Líbano y nos dijeron que con el primer misil que lanzaran, volveríamos a entrar y ocuparíamos». Ayer dijo, en relación con el Líbano: «Estoy escuchando la afirmación de que no podremos reanudar la guerra… Eso es exactamente lo que me dijeron cuando hicimos la tregua en Gaza» -que fue hace un año- «con el fin de liberar a nuestros rehenes. Volvimos a luchar, y a lo grande».

En este momento, para Netanyahu la verdad no es más que un gran trozo de plastilina con el que puede jugar y moldear a su antojo. Sin embargo, la cuestión de los rehenes sigue pendiente. En la Franja de Gaza, la magnitud del daño infligido a Hamás es inconmensurablemente mayor que la destrucción de la capacidad militar de Hezbolá en el Líbano. Aun así, Netanyahu se opone a una retirada, incluso temporal, con el fin de liberar a los rehenes.

En Gaza, 101 rehenes se están pudriendo y aproximadamente la mitad de ellos ya están muertos. El invierno se acerca y, al parecer, sólo unos pocos de los que quedan con vida sobrevivirán en los túneles. Un equipo de médicos israelíes ha llegado a la conclusión de que se encuentran en «estado de emergencia médica», algunos de ellos hasta el punto de estar en peligro de muerte.

Como parte de los esfuerzos para convencer al público del éxito de la guerra en el norte, el portavoz de las FDI publicó una especie de foto de victoria: el comandante del batallón de reconocimiento Golani, el teniente coronel David Cohen, cruzando el río Litani, al que había llegado con tropas de las FDI en 2006 solo después de una batalla difícil y traumática.

Sin embargo, incluso en el Estado Mayor saben que esta no es la verdadera foto de la victoria. Esta saga terminará, y con sentimientos encontrados, solo cuando los rehenes y los cadáveres sean devueltos y todos los habitantes del sur y del norte puedan regresar a sus hogares. Por el momento, el Gobierno no da señales de que esa sea la dirección correcta. Al contrario, su indiferencia hacia la suerte de los rehenes no hace más que aumentar.

Foto de portada: Hassan Nasrallah.