El boicot académico global: ¿solidaridad con Palestina o estigma para Israel?

El boicot académico de algunas importantes universidades europeas, norteamericanas y latinoamericanas pretende atenuar su impacto aduciendo que no va dirigido a individuos -científicos israelíes, en este caso- sino contra el Estado de Israel, una falacia discriminatoria que finge pretendidos principios de solidaridad ética e ideológica hacia el pueblo palestino, un embuste que se niega a diferenciar entre israelíes xenófobos belicistas y aquellos comprometidos con la paz.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalén

Todo académico israelí des-invitado a congresos internacionales en prestigiosas universidades es estigmatizado por el delito de enseñar en una universidad israelí. ¿Realmente el problema radica solo en ser profesor o investigador de un centro académico hebreo? ¿O es boicoteado por ser ciudadano del Estado judío? ¿No será que el boicot infama a todos los académicos judíos desde la picota de una visibilidad nacional abyecta? Porque en esta lógica macartista subyace una representación estigmatizadora de Israel y sus judíos. Si el macartismo acusaba de deslealtad y traición a la patria sin ningún juicio legal que garantizara los derechos del acusado, el boicot a todo académico israelí lo castiga por presunción irrefutable de culpa no solo ideológica: también nacional.

El boicot universitario desplaza el sistema de justicia acusatorio hacia otro inquisitivo, pero en el cual se priva al acusado de la posibilidad de demostrar su inocencia, camuflando la ilegalidad macartista en un producto mediático difundido exitosamente gracias a su sintaxis académica. No sorprende, pues, que los fundadores del Movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) celebren desde la guerra en Gaza la circulación del boicot dentro del ecosistema mediático con estas palabras: «En casi 20 años de campaña del BDS en campus europeos, nunca hemos visto tantos avances en un período de tiempo tan breve».

La celebración de los fundadores del BDS no es para menos: la participación estudiantil masiva es la base común de las manifestaciones y campamentos de la protesta en campus universitarios diversos. Pese a las diferencias entre los campus, el movimiento del boicot contra universidades israelíes surge y se gestiona desde el estudiantado para exigir a las autoridades académicas que suspendan los acuerdos de cooperación. Desde el inicio de la guerra en Gaza, la protesta estudiantil eclosionó y logró expandirse ampliamente en universidades de EE. UU. y Europa, para replicarse luego en algunas universidades latinoamericanas.

Pese a la versión muy difundida en Israel que atribuye un rol casi exclusivo a organizaciones palestinas y antisemitas entre activistas del BDS, la protesta estudiantil anti-Israel resulta sin dudas alimentada por indignadas reacciones de rabia y solidaridad juvenil ante imágenes de desolación en Gaza; sin embargo, el reconocimiento de algunos países europeos y latinoamericanos al Estado Palestino y las recientes demandas de la Corte Internacional de Justicia es, indiscutiblemente, de mucho peso en la protesta.

Por exigencias y reclamos de los estudiantes en mayo del 2024, las universidades belgas, Vrije Universiteit Brussel (VUB), Ugent y KU Leuven, de habla holandesa, prometieron revisar los lazos con instituciones israelíes o directamente cortarlos. Los estudiantes habían pedido un boicot académico en medio de la creciente indignación por la situación humanitaria en Gaza y el ataque de Israel a Rafiah.

La Université Libre de Bruxelles (ULB) ha sido la última en sumarse a la lista. El 26 de mayo emitió un comunicado muy diferente de los de otras instituciones, al advertir que suspendería sus vínculos con las universidades israelíes y palestinas hasta que «sus respectivas autoridades universitarias se comprometan claramente con las demandas de la Corte Internacional de Justicia y con la liberación incondicional de los rehenes israelíes». En España, la respuesta ha sido la más contundente: la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) se comprometió colectivamente a revisar las colaboraciones con las instituciones académicas israelíes a principios de mayo. Anunció que revisaría si debía suspender los acuerdos de colaboración con las universidades y centros de investigación israelíes que no hubieran expresado «un compromiso firme con la paz y el cumplimiento del derecho internacional humanitario». Pero la CRUE no aclaró cómo mediría este compromiso.

Desde entonces, las universidades de Granada y Oviedo han suspendido sus vínculos, seguidas por la Universidad de Barcelona. Esta última llegó al extremo de pedir a la Unión Europea (UE) que excluyera a Israel de Horizonte Europa, el programa de investigación financiado por la UE, que desde 1996 incluye a Israel, un líder tecnológico, como parte de sus programas marco de investigación e innovación totalmente integrada. La Universidad de Barcelona confirmó que no firmaría ningún acuerdo con instituciones israelíes «hasta que las condiciones en la zona de Gaza garanticen una paz absoluta y el respeto de los derechos humanos”; además, advirtió que rompería inmediatamente un acuerdo de cooperación con la Universidad de Tel Aviv. También pidió a la UE que bloqueara inmediatamente a las instituciones israelíes de todos los proyectos financiados por Europa y comunicó que, hasta que eso sucediera, la Universidad «no participaría en ningún evento académico o institucional en el que interviniesen instituciones israelíes».

Pero resulta falaz la aclaración de que se trata de un boicot «institucional» y que no va dirigido «contra académicos individuales», porque la ruptura de colaboración afecta a nivel personal, especialmente a científicos y académicos de universidades israelíes, mucho de ellos intelectuales progresistas comprometidos en la búsqueda de paz con los palestinos. La sentencia condenatoria de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, en particular, ayudó a impulsar el boicot académico del BDS. Varias autoridades universitarias se refirieron a la decisión de la CIJ de determinar si se están cometiendo o no actos genocidas y si existe un riesgo plausible para el derecho del pueblo palestino a la protección internacional. Asimismo, se invoca el fallo posterior, que determina que Israel debe «detener inmediatamente su ofensiva militar y cualquier otra acción en la gobernación de Rafah que pueda infligir al grupo palestino en Gaza condiciones de vida susceptibles de provocar su destrucción física total o parcial».

Otras naciones europeas que suspendieron (o revisaron) los vínculos académicos con Israel son países críticos respecto de las políticas de seguridad israelíes que, como Irlanda, España y Noruega, reconocieron al Estado Palestino. El Trinity College de Dublín fue la primera universidad europea en responder, en febrero del 2024, a las demandas de sus estudiantes relativas a cortar esos vínculos. László Molnárfi, presidente del sindicato de estudiantes del Trinity College y uno de los organizadores de un campamento estudiantil, destacó el papel de la opinión pública irlandesa, que apoya abiertamente a Palestina. «El apoyo público que teníamos, el apoyo de los estudiantes, el apoyo del personal, todo esto ejerció mucha presión sobre la universidad», dijo Molnárfi a EUobserver. En una declaración sobre el campamento, el Trinity College también quiso diferenciarse de otras universidades, haciendo referencia a «la respuesta desproporcionada que hemos visto en algunas instituciones en el extranjero». De manera similar, la ULB informó a EUobserver que había «tratado de establecer un diálogo con los ocupantes, cuyas preocupaciones y emociones escuchan», agregando que «este diálogo a veces ha sido posible, a veces extremadamente complicado de mantener» («Academic boycotts over Gaza war jeopardise Israel’s place in Horizon Europe», News, 23 May 2024).

Un informe interno del Ministerio de Inteligencia israelí en abril pasado detectaba que Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Suecia, Irlanda, Bélgica e Italia eran los países europeos en los cuales las acciones de protestas, peticiones y boicots fueron especialmente pronunciadas. En los últimos meses, medios israelíes reconocían que los académicos del país se enfrentaban a un boicot global «sin precedentes»: invitaciones a conferencias canceladas, conferencias en el extranjero interrumpidas y artículos científicos rechazados por razones políticas.

También la Universidad del Sudeste de Noruega puso fin a los acuerdos con Haifa y el Colegio Académico Hadassah en Jerusalén, aunque subrayó que no estaba suspendiendo la colaboración individual. Sin embargo, estos boicots «ya están poniendo a prueba las colaboraciones existentes entre individuos», alertó Michael Elbaum, científico del Instituto de Ciencias Weizmann, pese al mantra difundido de que «el boicot es impersonal, se basa en la asociación institucional más que en la familiaridad».

En realidad, el boicot está amenazando el proyecto de construir una especie de mercado único para los académicos -Espacio Europeo de Investigación (EEI)- y los programas marco de la UE. Christian Ehler, un eurodiputado, en respuesta al Trinity College de Dublín, advirtió: «La EEI no puede existir si permitimos que las instituciones académicas discriminen a ciertas personas que son parte de la EEI». Además, los boicots universitarios también plantean la cuestión de cómo responderán los gobiernos europeos: si dejarán que las universidades determinen su propia política o intervendrán para tratar de preservar las relaciones de investigación con Israel.

En mayo pasado más de 3.000 académicos de múltiples campos disciplinarios publicaron una carta abierta en la que rechazaban el boicot a los académicos israelíes. La carta fue escrita por Anne Rethmann, de la FU Berlin/Universidad Hebrea de Jerusalén; Daniel Siemens, de la Universidad de Newcastle y Helmut Walser Smith, de la Universidad de Vanderbilt. Firmaron la carta académicos de varios países, incluidos el Reino Unido, Canadá, Alemania, Estados Unidos y Francia quienes advertían:

“Nosotros, académicos de las humanidades y las ciencias sociales, aunque no exclusivamente de estos campos, estamos profundamente preocupados por el creciente aislamiento de nuestros colegas académicos en Israel (…). Los llamados al boicot contra las instituciones académicas israelíes no son nuevos, pero desde el brutal ataque de Hamás el 7 de octubre y la posterior guerra entre Israel y Hamás, estos llamados han adquirido una nueva dimensión, (…) la terminación de colaboraciones científicas, cancelación de invitaciones a conferencias, negativa a considerar presentaciones académicas para revistas, rechazos de evaluaciones de ascensos y retiro de ofertas para nombramientos académicos, entre otros casos”.

La carta, dirigida a los académicos israelíes y las instituciones académicas israelíes y concluía enfatizando que:

“…independientemente de cómo cada uno de nosotros analiza la situación sobre el terreno y evalúa las acciones del gobierno y el ejército israelíes, queremos dejar en claro que nos oponemos a todas las formas de boicot: los académicos no deberían ser considerados responsables ni representantes de las acciones del gobierno Israel”. (Jerusalem Post Staff, May 20, 2024)

El boicot en Chile y México, cuyos gobiernos reconocieron al Estado Palestino

Ahora bien, pese a que asimismo se produjeron protestas en universidades nacionales y privadas de varios países latinoamericanos, hubo pocos casos de rupturas de convenios académicos con universidades israelíes.

Uno de ellos es la Universidad de Chile. Por presión de movilizaciones de estudiantes, académicos y trabajadores, la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile canceló en mayo del 2024 el convenio académico con la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ha sido la primera institución académica chilena en ejecutar el boicot. Desde el Centro de Estudiantes se exigió que «este avance sea acompañado por una declaración pública en solidaridad con el pueblo palestino, así como un estudio minucioso sobre la naturaleza y el contenido de otros convenios vigentes entre universidad chilenas e israelíes». La presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), Catalina Lufín, había denunciado tres convenios activos con universidades israelíes durante un campamento en la casa Central de la Universidad de Chile. Su denuncia concluía con una calumnia infamante contra «instituciones sionistas, que hacen que nuestra construcción del conocimiento, nuestra formación profesional, esté manchada con sangre» («Se produjo primera cancelación de convenio con universidad de Israel», El Siglo, mayo 22, 2024).

Calumnia bizarra, la de la presidente de FECH: después de que la Universidad de Chile firmó un convenio con la Facultad de Medicina de la UHJ, ¿también el sionismo «mancharía con sangre» la construcción del conocimiento y formación profesional sanitaria chilena, según el discurso estigmatizador de la FECH?

Otro caso más reciente de suspensión académica fue decidido por el prestigioso Colegio de México en noviembre pasado. El Colmex tomó la decisión tras la recomendación de la Comisión de Revisión del Acuerdo de Vinculación Académica y Colaboración, conformada por estudiantes y académicos. El Colmex es la segunda institución académica mexicana en suspender vínculos con una universidad israelí. En mayo pasado, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) hizo lo mismo con la Universidad de Tel Aviv y pidió en su comunicado «un alto al genocidio» en Gaza.

Pero, a diferencia de lo ocurrido en la Universidad de Chile, la decisión del Colegio de México se ha visto envuelto en una saludable polémica pública. Unas 300 personas del mundo de la academia y la política emitieron un comunicado, arguyendo que «el boicot académico» atenta «contra la libertad de pensar, disentir y cuestionar». El Colmex ha justificado la decisión del boicot pretextando que la UHJ colaboraría estrechamente en programas de los servicios de inteligencia, fuerzas armadas y policías israelíes, lo cual perfila «una situación incompatible con los principios éticos». El mismo documento condena los ataques de Hamás de octubre de 2023, así como los secuestros de civiles israelíes y las detenciones arbitrarias contra palestinos, internados en prisiones israelíes.

Reconfortante ha sido el rechazo de un grupo de intelectuales a la ruptura con la Universidad Hebrea; entre ellos, algunas voces reconocidas, como el escritor e historiador Enrique Krauze; la periodista Ana Paula Ordorica; Salomón Chertorivski, excandidato al Gobierno de Ciudad de México; o José Woldenberg, antiguo presidente del ya extinto Instituto Federal Electoral. La academia, señala la escueta carta, «está obligada a escuchar y analizar distintos puntos de vista a fin de fomentar el pensamiento crítico (…). Al excluir este necesario debate de ideas, al descartar a los integrantes del cuerpo académico de las universidades de Israel, incluso a quienes critican las decisiones de su gobierno, al constreñirse a una visión parcial que enmudece de manera contradictoria el diálogo israelí-palestino que se lleva a cabo en las aulas, la academia niega su propia esencia». Y recordaba: «En la UHJ, con la que el Colmex busca suspender el diálogo, los estudiantes judíos conviven con alumnos y maestros musulmanes y cristianos alimentando la diversidad que nutre el conocimiento» («Polémica por la decisión del Colmex de suspender colaboraciones con la Universidad Hebrea de Jerusalén», El País, 28/11/24 Georgina Zerega, México).

Boicot a universidades israelíes, pero no a las norteamericanas

Desde la protesta estudiantil contra la guerra de Vietnam, pero en particular después de la guerra contra Irak, las vigorosas movilizaciones antibélicas omiten incluir el boicot a ciertas universidades y centros de investigación norteamericanos. ¿Por qué la protesta en los campus no acusaba antes, ni ahora, la colaboración de centros académicos con el Pentágono?

Resultasospechoso que el discursoantibélicode estudiantes pacifistas norteamericanosdenuncie solo a la Casa Blanca,pero se abstenga de denunciara centros académicos de EE. UU. que asistenal esfuerzo bélico del Pentágono,como laDefense Advanced Research Projects Agency (DARPA) (Sharon Weinberger, The Imagineers of War The Untold Story of DARPA, the Pentagon Agency That Changed the World, 2018, Vintage Books).

El Pentágono viene subvencionando desde hace mucho tiempo la investigación en ciencias básicas y aplicadas en las principales universidades estadounidenses para garantizar el acceso a los últimos avances en campos militares relevantes; la mayor parte de esos fondos se han canalizado a una docena de «Centros de Investigación y Desarrollo Financiados por el Gobierno Federal» (FFRDC, por sus siglas en inglés), que suelen estar ubicados en instalaciones restringidas fuera del campus. Muchos de esos centros se establecieron -o se ampliaron significativamente- después de la guerra de Vietnam, cuando las universidades anfitrionas buscaron separar mejor la investigación militar clasificada de la vida universitaria ordinaria.

Sorprende la ausencia de tal denuncia en las convenciones de la principal coordinadora de protesta contra la guerra en Irak, la Red Antibélica del Campus (CAN). La segunda convención de la CAN, del 1 y 2 de noviembre de 2003 en Chicago, contó con la asistencia de aproximadamente 100 miembros de 34 campus diferentes de todo EE. UU. Los objetivos principales eran analizar los últimos seis meses de trabajo desde la creación de la CAN en enero, y organizar objetivos futuros, así como seguir codificando los Puntos de Unidad. Estos se ampliaron, pero llaman la atención, además de la ausencia de crítica alguna a centros de investigación que trabajaban para el Pentágono, que la condena a «la opresión del pueblo palestino y a la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza» continuaba firme entre los Puntos de Unidad tras la oposición a «todas las guerras de agresión de los EE. UU.». Además de «exigir la retirada inmediata de todas las tropas de Irak y apoyar el derecho del pueblo a la autodeterminación», también exigía que el gobierno de los EE. UU. pagase «indemnizaciones al pueblo iraquí».

Asimismo, al año siguiente, la convención en Nueva York exigía detener la guerra en 2004. Por otro lado, la CAN decidió aumentar la interacción positiva y el apoyo hacia los grupos militares que se oponían a la ocupación de Irak, así como organizar manifestaciones «contra la investidura de George Bush». Y pese a la propuesta de que todos los demás puntos permanecieran tal como fueron creados, la conferencia nacional reforzó su «oposición a la opresión del pueblo palestino y a la ocupación de la tierra palestina» afirmando: «apoyamos el derecho de los palestinos a la autodeterminación».

En síntesis: el tema palestino ha estado desde mucho tiempo atrás en el centro de las reivindicaciones de la protesta antibélica en los campus de EE. UU., pero están ausentes sin aviso las denuncias a académicos locales colaboracionistas. ¿Por qué la protesta antibélica por Gaza hoy exige el boicot indiscriminado solo contra académicos israelíes, pero no de EE. UU, sean de ciencia y tecnología o de humanidades y ciencias sociales indistintamente?

La represión contra la protesta en los campus en EE. UU.: desde la guerra de Irak y Afganistán hasta la guerra en Gaza

La represión violenta en los campus por la guerra en Gaza tiene algunos antecedentes durante la represión a los estudiantes que condenaban la guerra de Irak. La historia estadounidense muestra que la derecha se ha aprovechado repetidamente de la retórica de la guerra para fabricar pánicos morales que pisotean la libertad académica. Los ataques a la educación superior posteriores al 11 de septiembre constituyeron una trágica repetición de un patrón histórico oscuro (Asheesh Kapur Siddique, «Academic Freedom Came Under Attack in the Post-9/11 United States», Teen Vogue, 8/9/2021).

Pero en lugar de ralentizar la protesta, la represión política y policial a los manifestantes estudiantiles logró el efecto opuesto. En cambio, durante las protestas contra la guerra en Irak los profesores e intelectuales temían arriesgar sus puestos académicos debido a represalias de las autoridades universitarias; por si fuera poco, en la actual protesta contra la guerra en Gaza se sumaron a las amenazas de la policía y de legisladores, varios donantes pro israelíes que financian corporaciones académicas que no toleraban el boicot estudiantil.

El profesor Richard Oliver Collin de Coastal Carolina University describía lúcidamente la censura vivida después de lanzada la guerra antiterrorista del presidente Bush, el rechazo de las elites políticas a escuchar a los académicos especializados en Medio Oriente y el paulatino empantanamiento de aquella guerra ilegal, que EE. UU. estaba condenada a perder. Sus palabras son también vigentes hoy en Gaza y Líbano.

“En el furor posterior al 11 de septiembre, la oposición a la guerra puede haber parecido antipatriótica. Las universidades recompensan a los profesores por ganar becas y escribir artículos en revistas arbitradas, no por irritar a los políticos de los que dependemos para financiarnos. En nuestro deseo de conectar con las comunidades a las que servimos, las universidades pueden haberse sentido incómodas con nuestra misión histórica de decir la verdad a los poderosos. Pero nadie se interesó particularmente por nuestras opiniones. Con la desafortunada excepción del neoconservador belicista de Princeton, Bernard Lewis, los especialistas en Oriente Medio no lograron atraer la atención de los medios ni del gobierno. (…) La mayoría de los especialistas académicos de Medio Oriente coinciden con el Partido Demócrata en que las fuerzas militares estadounidenses en Irak, con o sin ´aumento de tropas´, no serán capaces de estabilizar este país turbulento y hostil, y mucho menos de instaurar la democracia”.

Sin hacer comparaciones extemporáneas con la guerra en Gaza, ni tampoco luego del derrocamiento de Asad en Siria, vale la pena escuchar la advertencia del Prof. Collin como pronóstico en Israel, especialmente para quienes se ilusionan con una victoria absoluta sobre Hamás y Hezbolá:

“La presencia estadounidense en Irak apenas está moderando un conflicto étnico en ciernes, pero nuestra partida permitirá la explosión de una guerra civil a gran escala entre cinco bandos, en la que participarán kurdos, chiítas seculares, chiítas islamistas, sunitas nacionalistas y sunitas yihadistas influidos por Al Qaeda, un conflicto impulsado por milicias que, según la mayoría de los expertos, podría durar una década o más” (Richard Oliver Collin.«The Iraq War and Academia’s Faustian Pact», The Globalist, 17/9/2007).

Muchas universidades han recurrido a la policía para desalojar a los manifestantes, aduciendo problemas de seguridad y violaciones de las reglas de convivencia. Hasta abril, al menos 2.000 estudiantes habían sido detenidos en universidades de EE. UU.

La respuesta a la exigencia del boicot académico contra Israel y contra algunos discursos de odio antijudíos introdujo pretextos para reprimir la protesta de una magnitud distinta a la que conocieron los estudiantes que denunciaban en los campus la guerra anti-terrorista durante la invasión a Afganistán e Irak. Pero también la actual protesta se diferenciapor laviolenta represiónpolicial. Numerosos informes, como los de los campus de Georgia, Texas y Nueva York, parecen revelar un uso excesivo de la fuerza. Sin embargo, la Universidad de California, en Los Ángeles, fue criticada por hacer demasiado poco cuando manifestantes proisraelíes enmascarados atacaron un campamento pro palestino (William Glucroft, «Impacto en EE. UU. de las protestas universitarias por Gaza»8/5/24 https://www.dw.com/es/impacto-de-las-protestas-universitarias-por-gaza-en-ee-uu/a-69).

El tema del boicot se vio envuelto no solo con una represión violenta, sino también con una legislación preventiva contra el antisemitismo. Cuando aún no se había apagado el clamor de los campus por la guerra de Gaza, pese al desalojo de los acampes pro-palestinos y la celebración en sordina de las ceremonias de graduación por temor a incidentes, las conclusiones de una investigación del Comité de Educación de la Cámara de Representantes reactivaron el acalorado debate sobre el antisemitismo en las universidades. La presidenta del comité, la republicana Virginia Foxx, aprovechó para acusar a la administración demócrata en el gobierno y a académicos progresistas de ser tolerantes a discursos antisemitas en los campus. En la primera audiencia, de diciembre de 2023, arremetió con saña contra las rectoras de Harvard, Pensilvania y el MIT. El informe atribuye a la Universidad de Harvard, la más antigua del país, una respuesta lenta a los mensajes supuestamente hostiles contra estudiantes judíos. Harvard también habría ignorado las recomendaciones del grupo consultivo que creó específicamente para hacer frente al aumento de mensajes de odio en su campus. La polémica le costó a Claudine Gay el rectorado, tras semanas de presión por parte de políticos y donantes judíos. La rectora de Pensilvania no tardó en renunciar, mientras que Gay, la primera rectora afroamericana de la centenaria Harvard, aguantó unas semanas más, hasta que presentó su dimisión.

La supuesta tolerancia al acoso antisemita de las autoridades académicas de universidades de la Ivy League -donde se forman las futuras élites del país- fue objeto de críticas por parte de destacados miembros de la comunidad judía y, especialmente, de grandes donantes, que amenazaron con retirar sus aportes. La mayoría republicana del comité, que también llamó a declarar posteriormente a la rectora de Columbia, Nemat Shafik, consideró «insuficientes» las respuestas de las tres rectoras al interrogatorio de los congresistas.

Por su parte, cientos de profesores de la Universidad de Columbia aprobaronuna moción de censura contra su rectora, por haber solicitado en dos ocasiones la intervención de la policía de Nueva York para desalojar el campamento pro-palestino y un edificio del campus ocupado. Nemat Shafik fue acusada de haber cometido un «atentado sin precedentes contra los derechos de los estudiantes», como la libertad de expresión («Profesores de la Universidad de Columbia en Nueva York emiten voto de censura contra su presidenta”, Agencia Efe, 7/5/24).

Asimismo, la rectoraShafik había sidoacusada por legisladores y dirigentes judíos de pro-palestina. En abril, Columbia se convirtió en el corazón de los acampes pro-palestinos. Las protestas fueron calificadas de «antisemitas» y destacadas figuras del Partido Republicano pidieron la dimisión de la rectorapor no actuar con suficiente mano dura. Uno de los abanderados de la causa fue el speaker de la Cámara de los Representantes, el republicano Mike Johnson, quien se apersonó en el campus y acusó a la rectora de permitir que «el virus del antisemitismo» se extendiera por el campus (Antonia Crespi Ferrer, «La rectora de Columbia dimite meses después de las protestas contra la guerra de Gaza en la universidad», El Diario.es, 15/8/24).

Además, The Washington Post informaba que importantes empresarios instaron en privado al alcalde de Nueva York a utilizar a la policía contra los manifestantes del campus de Columbia. Mensajes en un chat privado de WhatsApp revelaban el interés del grupo de millonarios por la labor del regidor a la hora de moldear la opinión pública, en relación a la guerra de Gaza, con una narrativa pro-israelí.

La politización del boicot académico y del antisionismo = antisemitismo

Ahora bien, el análisis de la protesta antibélica y del apoyo al boicot académico no puede prescindir de tomar en cuenta la politización del abordaje de la guerra en Gaza, tanto por las derechas republicanas en EE. UU. como en Israel.

La polémica sobre el antisemitismo traspasó los límitesdelos campus,y se convirtió en un nuevo frente de las guerras culturales de republicanos contra demócratas en el Congreso; los primerosacusaron a universidades de élite de ser bastiones de la izquierda woke. La reciente aprobación por parte de la Cámara de Representantes del proyecto de Ley de Concientización sobre el Antisemitismo muestra la deriva política e institucional del debate; esa iniciativa legislativaexige al Departamento de Educación que adopte la definición de antisemitismodifundida por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (HIRHA); el polémico proyecto está provocando una nueva división en las filas demócratasentre quienes denuncian el creciente antisemitismo en los campus y los más progresistas o izquierdistas.

Sin dudas, la represión de la protesta antibélica ha sido politizada echando mano al concurso de legisladores de ambos grandes partidos de EE. UU., pretextando combatir el antisemitismo en los campus. En el último año, legisladores republicanos y demócratas han acordado sancionar a los manifestantes pro palestinos, acusando de antisemitas a las voces críticas de la guerra de Israel en Gaza. En respuesta al movimiento masivo de protesta, de campamentos y de disturbios generalizados en los campus, la Cámara de Representantes aprobó por abrumadora mayoría (320 a 91) el pasado 1 de mayo el proyecto de Ley de Concientización sobre el Antisemitismo. El proyecto de ley amplía y codifica la definición de antisemitismo hasta incluir «los ataques contra el Estado de Israel, concebido como una colectividad judía». El representante Jerry Nadler (demócrata por Nueva York) fue uno de los 70 miembros demócratas de la Cámara de Representantes que votó en contra del proyecto de ley, mientras que 133 votaron a favor. «El discurso que critica a Israel por sí solo no constituye discriminación ilegal. Al incluir el discurso puramente político sobre Israel en el ámbito del Título VI, el proyecto de ley tiene un alcance demasiado amplio», alertaba Nadler el 30 de abril de 2024. Tyler Coward, asesor principal de asuntos gubernamentales de la Fundación para los Derechos y la Expresión Individual (FIRE), advertía preocupado: «Nuestra Constitución y la jurisprudencia de la Primera Enmienda sostienen que el discurso político tiene derecho a las protecciones más sólidas, y eso incluye el discurso y la expresión sobre política exterior o estados extranjeros, como Israel» (Ben Armbruster, «Free speech crises loom with crackdown on Israel criticism»,Responsible Statecraft, Dec 06, 2024).

Posdata

La masacre del 7/10 y la guerra de represalia en Gaza estigmatizaron a Israel de modos variados: desde la intelectual y política palestina Hanan Ashrawi, que mintió al extremo de postular que el ataque del Hamás habría sido un punto de inflexión inventado por Netanyahu junto con el presidente Biden, hasta la más difundida acusación de genocidio. Infamar a todos los académicos israelíes también forma parte de la intriga académica del boicot que castiga en bloque el «contubernio sionista universitario». Contados intelectuales y excepcionales académicos de izquierda se han abstenido de acusar de genocidio a la invasión en Gaza, aunque incriminan de flagrante limpieza étnica la perpetrada por Tzahal. Es el caso del famoso lingüista y pacifista Noam Chomsky, mordaz critico de las políticas anti-palestinas de Israel, pero sin incurrir nunca en ramplonas analogías de la teoría poscolonial para denunciar al sionismo. «El conflicto israelí-palestino tiene poco parecido con los de Argelia y Vietnam. Los israelíes no son pieds noirs, como los colonos franceses blancos nacidos en Argelia», sostiene.

Al elegir la lógica estigmatizadora para condenar indistintamente a todos los universitarios israelíes, el boicot académico resulta moralmente infamante, porque marca a todos los ciudadanos del Estado judío con el fuego candente del vituperio. Pero políticamente el boicot académico también resulta reaccionario e ineficaz por las razones que expresan los rectores de las universidades de Israel para responden a la coalición de rectores boicoteadores de España: «Si bien a muchos les gusta pensar que el resultado de estos boicots impulsaría el tipo de cambio que vimos en Sudáfrica, trágicamente el resultado podría ser en Israel un Estado cada vez más militante e iliberal, menos propenso a promover la paz, la prosperidad y la democracia regionales. Nuestro sistema de educación superior ha ayudado a israelíes palestinos a alcanzar puestos importantes en áreas como el Derecho, la Medicina, las artes y la Alta Tecnología. Nuestros académicos siguen firmemente comprometidos con la paz, la coexistencia y el derecho internacional humanitario. ¿Las universidades españolas quieren debilitar esta fuerza positiva en la región en lugar de apoyarla?» («Israeli University Heads Respond to Spanish Rectors’ Statement on Violent Situation in Gaza», https://international.huji.ac.il/israeli_university_heads_on_CRUE_statement, May 21).

El boicot académico libra una falsa guerra cultural porque su arma es la incriminación y no el juicio.