9/01/25

Para devolver al genio de la deshumanización a la botella, en ambos lados, es necesario terminar la guerra

Es urgente poner fin a la guerra, no solo por las víctimas israelíes, sino también por los dos millones de ciudadanos gazatíes que sufren las consecuencias del conflicto. Aunque se concluye que las acciones no cumplen con la definición estricta de genocidio, se subraya que la situación es ya de por sí suficientemente grave sin necesidad de clasificaciones adicionales.
Por Rubik Rosenthal. Traducción: Oded Balaban

La pregunta de si lo que ocurre en Gaza es un genocidio es un debate interno cómodo en Israel. El genocidio tiene una definición: es la exterminación física planificada y dirigida desde arriba de un pueblo o un grupo étnico por otro pueblo o estado. Lo que hace Israel en la Franja de Gaza implica el asesinato masivo de civiles gazatíes en una guerra que comenzó lícitamente y como necesidad existencial, pero cuyo desarrollo ha sido vengativo, innecesario y trágico para ambas partes. La guerra debe terminar. Por nosotros, por los secuestrados, pero también por los dos millones de ciudadanos gazatíes, sus víctimas definitivas. No es un genocidio, pero lo que ocurre ya es suficientemente terrible sin necesidad de esa definición.

Además de los horrores y absurdos, lo que debería quitarnos el sueño es lo que esta guerra nos hace como sociedad. Esta guerra ha sacado a la luz uno de los rasgos de las guerras y los conflictos sangrientos: la deshumanización del enemigo, el momento en que el enemigo y todo lo que le rodea pierden para nosotros su condición de humanos.

No se trata de los asesinos y violadores del 7 de octubre; ellos mismos se encargaron de perder su humanidad por sí mismos. Se trata de una deshumanización más profunda hacia todo el espacio humano gazatí, y desde allí, en una ampliación gradual, hacia todos los palestinos en general, incluso dentro de la línea verde.

La deshumanización se refleja en soldados entusiastas cantando canciones de Janucá frente a una ciudad destruida. Es negar a un civil gazatí la posibilidad de llevar consigo pertenencias mientras huye de un área en ruinas. Es un oficial superior diciendo a sus soldados que entre los gazatíes no hay inocentes, es decir, que todos merecen la muerte. La deshumanización son las milicias de adolescentes que diariamente abusan de los aldeanos que han vivido allí durante cientos de años. Es el abuso diario de los colonos sobre los habitantes de aldeas palestinas, apoyados por rabinos y ministros, mientras la dirigencia de los colonos guarda silencio. Es un producto del kahanísmo que fue echado por la ventana y volvió disfrazado al centro del poder.

Casi superfluo recordar los dos mil años de diáspora en los que los judíos fueron vistos como subhumanos, susceptibles de ser saqueados y asesinados. Nosotros, más que cualquier otro pueblo, deberíamos saber qué significa la deshumanización. Pero esta guerra nos ha vuelto insensibles. Desde todos los rincones de la sociedad israelí en estos tiempos difíciles se escucha un zumbido: No nos importa lo que les pase. No sentimos compasión por ellos. No importa cuántos hayan muerto ni cuántos más morirán.

La compasión es la base para aceptar al otro, la primera condición para una reconciliación o acuerdo, incluso para una «paz fría». La falta de compasión es el primer paso hacia una deshumanización total.

Recordemos una lección de la historia: todo genocidio comienza con la deshumanización del pueblo que será masacrado

La deshumanización es un paso esencial, decisivo, en procesos que, en su etapa final, se convierten en genocidios. Las voces en Israel que llaman abiertamente al genocidio todavía son rechazadas o negadas, aunque hay quienes las documentan para un día futuro en La Haya. Sin embargo, recordemos que todo genocidio comienza con la deshumanización de quienes serán sus víctimas. Esto prepara el terreno, moviliza el espíritu de las masas.

Y es importante recordar esto especialmente ahora. La deshumanización está viva y activa en ambos lados del conflicto, alimentándolo continuamente. Tanto en Gaza como en las grandes manifestaciones en Europa y Estados Unidos sueñan con genocidios y limpiezas étnicas desde el río hasta el mar, y con la destrucción de Israel y sus judíos. Para revertir esta tendencia, para devolver al genio de la deshumanización a la botella en ambos lados, es necesario terminar la guerra. Ahora. A cualquier precio. Porque quien no puede ver la humanidad en el otro, al final perderá también la suya propia.