INSS Insight N° 1937, 29 de enero de 2025, The Institute for National Security Studies. Instituto está afiliado a la Universidad de Tel Aviv *

Tras el acuerdo sobre la liberación de los rehenes, ¿qué hacer con la Franja de Gaza?

Un análisis de las alternativas de gobernanza en la Franja de Gaza para “el día después” de la guerra.
Por Ofer Giterman*. Traducción: Luis Morgenstern Korenblit

El acuerdo para liberar a los rehenes está cambiando el curso de la campaña militar en la Franja de Gaza, pero deja a Israel frente a complejos desafíos estratégicos. Si bien el acuerdo puede lograr el objetivo de traer a los rehenes de regreso a casa, también pone de relieve el fracaso en la eliminación de Hamas. Israel no ha logrado establecer una alternativa a la organización durante los largos meses de guerra. Como resultado, Hamas seguirá planteando desafíos tanto en materia de seguridad como de civiles. En comparación con las opciones, como por ejemplo la de imponer un gobierno militar, la anexión o continuar la situación caótica actual, la solución más equilibrada para Israel parece ser el establecimiento de una administración tecnocrática local, apoyada por Estados árabes moderados, manteniendo al mismo tiempo su libertad de acción militar. Esta administración tecnocrática se centraría en la estabilización humanitaria de Gaza, la rehabilitación económica, la creación de una alternativa al gobierno de Hamas y el establecimiento de las bases para la reconstrucción a largo plazo de la Franja.

El acuerdo de liberación de rehenes está transformando la naturaleza de la campaña militar en la Franja de Gaza. Más allá del deseo natural de ver a los ciudadanos israelíes regresar del cautiverio de Hamas, no es una exageración decir que su liberación tiene importancia histórica. Defiende el ethos judío de redimir a los cautivos, el ethos israelí de responsabilidad mutua y el principio de las Fuerzas de Defensa de Israel de no dejar a nadie atrás. Además, el acuerdo llega en un momento en el que las estructuras militares de Hamas han sido desmanteladas, aunque la organización sigue siendo la fuerza dominante en la mayor parte de la Franja de Gaza. La intensidad de los combates ha disminuido y las Fuerzas de Defensa de Israel podrían beneficiarse de una pausa en el combate incesante para reorganizarse y prepararse para la siguiente fase. Además, parece que la presión diplomática del presidente Trump para finalizar el acuerdo antes de que asumiera oficialmente el cargo dejó a Israel con pocas alternativas.

Si bien el acuerdo logra uno de los tres objetivos de guerra declarados (el retorno de los rehenes), en principio dificultará la consecución de los otros dos: la destrucción del ejército de Hamas y de su capacidad de gobierno en la Franja de Gaza. El alto el fuego, la reducción inicial de la presencia militar en la primera fase del acuerdo y la retirada completa de las fuerzas de las FDI de la Franja en la segunda fase, impedirán operaciones militares intensivas destinadas a erradicar a Hamas del territorio.

Sin embargo, en realidad, la continuación de la actividad militar en la Franja de Gaza de la misma manera que antes, sin una estrategia política paralela, no logrará el objetivo de erradicar a Hamas. A lo largo de la guerra, Hamas ha mantenido el control civil sobre la Franja, se ha apoderado de la ayuda humanitaria y de los refugios, ha impuesto su autoridad a través de las fuerzas de seguridad interna y ha aprovechado su control y las terribles condiciones civiles para seguir adoctrinando a la población a través de su red de da’wah. Además, hay informes que indican que Hamas incluso ha renovado sus filas en su ala militar -si bien con reclutas jóvenes e inexpertos- y ha adoptado una estrategia de operaciones de terror y guerrilla contra las fuerzas de las FDI.

El fracaso en la erradicación de Hamas -sobre todo como movimiento que cuenta con el apoyo público de los habitantes de Gaza- era inevitable una vez que quedó claro que Israel, por sus propias razones, no estaba trabajando para establecer una alternativa en la Franja de Gaza o incluso para crear las condiciones para que surgiera una. Un estudio comparativo de los procesos de desradicalización en regímenes marcados por una ideología y una violencia extremas -desde la Alemania nazi y el Japón imperial hasta los talibanes en Afganistán y el régimen Baas en Irak- revela una lección clave: el éxito no depende únicamente de la derrota militar completa de un régimen radical, sino también de un esfuerzo activo para cultivar una alternativa local, más moderada, en su lugar. La sociedad palestina de Gaza no ve ningún horizonte ideológico, político o gubernamental más allá de lo que Hamas ofrece como vía para recuperarse de la destrucción y construir una realidad diferente. En estas circunstancias, las expectativas del público luchan por extenderse más allá del marco de Hamas, y la continuación de la lucha sólo alimenta la industria de la yihad, que sigue siendo la única empresa sostenible en la Franja de Gaza.

¿Qué sigue? En el corto plazo, en las próximas semanas, el acuerdo con Hamas podría evolucionar en dos direcciones diferentes. La primera posibilidad es avanzar hacia la segunda fase del acuerdo, que incluye el fin de la guerra y la retirada completa de las fuerzas de las FDI de Gaza. La segunda posibilidad es el colapso del acuerdo durante la transición a su segunda fase, lo que llevaría a la reanudación de los combates. El resultado dependerá de tres actores clave: Hamas, que es poco probable que entregue a todos los rehenes restantes, ya que busca retenerlos como moneda de cambio para su supervivencia; el gobierno israelí, que enfrentará presiones políticas y públicas conflictivas tanto a nivel nacional como internacional; y la administración Trump, que, al igual que su papel decisivo en la negociación del acuerdo actual, se espera que ejerza presión directa sobre Israel y presión indirecta sobre Hamas -a través de Qatar y Egipto- para dirigir la dinámica en Gaza en línea con los intereses estratégicos más amplios de la administración.

Celebraciones en Gaza tras la declaración del alto el fuego.

Ya sea que el acuerdo avance a la segunda fase o fracase en una nueva lucha, es fundamental reconocer que evitar el debate sobre alternativas estratégicas a largo plazo para la Franja de Gaza es perjudicial para Israel. Detener la guerra y retirar las fuerzas de las FDI sin estabilizar la Franja o establecer una alternativa a Hamas creará un vacío de poder que sólo reforzará el gobierno de Hamas. De manera similar, reanudar la lucha sin establecer una alternativa viable a Hamas conducirá a un resultado similar. Estratégicamente, estos dos escenarios son variaciones del mismo enfoque: uno que preserva el control de Hamas sobre Gaza y restablece efectivamente la política de Israel anterior al 7 de octubre, aunque bajo nuevas condiciones: mantener la libertad operativa de Israel sin derrotar a Hamas, permitir la entrada de ayuda humanitaria, pero evitar la reconstrucción de la infraestructura local y la economía, perpetuando así un estado de caos permanente en la Franja.

Una alternativa, que podría surgir de una decisión israelí o gradualmente de la inestabilidad actual, es la conquista militar total de Gaza y la imposición de un gobierno militar. Esta opción maximizaría las capacidades militares de Israel en la Franja, en particular una vez que se levanten las restricciones al uso de la fuerza (anteriormente limitadas por las preocupaciones por la seguridad de los rehenes vivos), lo que ayudaría a reprimir militarmente a Hamas. Sin embargo, los riesgos y desafíos de este enfoque son significativos. Militarmente, las FDI tendrían que comprometer fuerzas sustanciales durante un período prolongado, y seguirían sufriendo bajas en una larga guerra de desgaste contra las tácticas guerrilleras de Hamas. Diplomáticamente, una ocupación militar, en el futuro previsible, eliminaría la perspectiva de normalización con Arabia Saudita, obstaculizaría la creación de una coalición regional y profundizaría el aislamiento internacional de Israel, aumentando las presiones diplomáticas globales. Económicamente, el gobierno militar exigiría que Israel asumiera la plena responsabilidad por Gaza, incluida la gestión de los asuntos civiles y los esfuerzos de reconstrucción, un esfuerzo que costaría decenas de miles de millones de shekels del presupuesto estatal (ya que no fluiría ayuda humanitaria internacional a la Franja bajo la ocupación). Incluso después de asumir todos estos costos, no hay garantía de que Hamas sea erradicada. Si bien la organización sería reprimida y debilitada, no desaparecería y probablemente seguiría existiendo como fuerza política e ideológica dominante en Gaza.

Una versión más extrema de la gobernanza militar es la anexión parcial o total de la Franja de Gaza, una posición apoyada por ciertas facciones dentro de la coalición israelí y, según encuestas recientes, por un porcentaje significativo de la población de Israel (aunque a menudo sin una comprensión plena de sus implicaciones). Si bien esta opción no ofrece ninguna ventaja militar sobre la gobernanza militar, sus costos son significativamente más altos. Diplomáticamente, el aislamiento internacional de Israel se intensificaría, el proceso de normalización con Arabia Saudita se congelaría y la estabilidad regional -junto con los acuerdos de paz con Egipto y Jordania- podrían verse en peligro. Económica y socialmente, otorgar la ciudadanía israelí a dos millones de residentes palestinos plantearía una amenaza al propio proyecto sionista. Los llamados a promover la «emigración voluntaria» no sólo constituyen un claro crimen de guerra, sino que también son impracticables. Además, anexar sólo partes de la Franja de Gaza sin su población palestina seguiría desencadenando las consecuencias diplomáticas plenas de la anexión completa sin ofrecer ningún beneficio estratégico real a Israel.

En contraste con las alternativas problemáticas descritas anteriormente, Israel aún no ha respondido a la propuesta presentada por Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Jordania para establecer una administración tecnocrática en la Franja de Gaza. Esta entidad propuesta estaría compuesta por burócratas y profesionales locales sin vínculos con Hamas (de los cuales hay miles en Gaza, muchos afiliados a Fatah). Contaría con el apoyo de una administración internacional-regional encargada de estabilizar la Franja y sentar las bases para su rehabilitación. Los Estados árabes que respaldan la propuesta reconocen que, en las etapas iniciales, Israel necesitaría conservar la libertad operativa para combatir el terrorismo e impedir que Hamas recupere fuerza (un interés compartido). Sin embargo, Israel ha dudado en aceptar la propuesta debido al requisito de la participación de la Autoridad Palestina (AP). La AP tendría que solicitar asistencia regional e internacional y establecer una fuerza policial para mantener el orden público en Gaza. El gobierno israelí se muestra cauteloso ante esta opción, ya que considera a la AP como una plataforma para establecer un Estado palestino, aunque también duda de su capacidad para luchar eficazmente contra el terrorismo, dada su historia de incitación y radicalización. Aunque ésta no es la solución ideal para Israel -si es que existe- sigue siendo la más viable en las circunstancias actuales.

Por su parte, Hamas ha aceptado la iniciativa de Egipto de establecer un comité civil, allanando así el camino a una administración tecnocrática. Esta decisión se debe a que Hamas reconoce que, mientras mantenga el control civil sobre la Franja de Gaza, tendrá dificultades para conseguir la ayuda extranjera necesaria para la reconstrucción. Al mismo tiempo, Hamas ha amenazado con atacar a cualquier entidad extranjera que opere en la Franja, especialmente si colabora con Israel. Sin embargo, es probable que evite la oposición directa a un organismo administrativo dependiente de la Autoridad Palestina, en particular si incluye a fuerzas árabes de Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.

La primera prioridad de la administración tecnocrática será la estabilización humanitaria de Gaza. Gradualmente, reconstruir la infraestructura y la economía, desarrollar una fuerza de seguridad para mantener el orden público y combatir el terrorismo, y promover la desradicalización en el gobierno y en la vida cotidiana, en particular en el sistema educativo. El éxito de estos esfuerzos depende de la participación y la asistencia directas de los Estados árabes, que no sólo son importantes patrocinadores financieros, sino que también aportan una valiosa experiencia en la lucha contra la radicalización, dada su historia previa en el trato con grupos islamistas extremistas.

Para Israel, garantizar la máxima libertad operativa sigue siendo esencial para eliminar las amenazas y promover el desarme de Hamas, con el apoyo de los actores árabes e internacionales. Una vez que se concluya el acuerdo sobre los rehenes y se apacigüen los combates en Gaza, Israel se enfrentará a cada vez más dificultades para mantener la libertad operativa e impedir que Hamas socave la administración tecnocrática, de la misma manera que Hezbolá ha ejercido control sobre el sistema político del Líbano. Una posible salvaguardia podría consistir en que Israel se reservase el derecho a llevar a cabo operaciones militares en Gaza según fuera necesario en una etapa posterior, justificadas como una medida de legítima defensa.

Otra ventaja de una administración tecnocrática local es su potencial para servir de base para una resolución más amplia de la cuestión palestina en el marco de una iniciativa regional más amplia, en particular una encabezada por la administración Trump. Un mecanismo de gobierno de ese tipo podría ayudar a estabilizar la zona y demostrar la voluntad de Israel de permitir el autogobierno palestino, un factor importante para satisfacer la demanda de Arabia Saudita de un camino claro hacia el establecimiento de un Estado palestino. Cuanto más exitosamente cumpla su mandato y funcione eficazmente la administración tecnocrática, mayor autonomía obtendrá. Al mismo tiempo, si la Autoridad Palestina emprende reformas significativas que satisfagan tanto a Israel como a los Estados árabes moderados, podría fortalecer gradualmente sus vínculos con esta administración en Gaza.

En conclusión, un análisis de las opciones para “el día después” de la guerra en Gaza destaca la administración tecnocrática local como la opción menos problemática entre un conjunto de opciones imperfectas que enfrenta Israel. Este enfoque logra un equilibrio entre la necesidad de establecer una alternativa a Hamas en Gaza -respaldada por Estados árabes moderados- y el imperativo de preservar las responsabilidades de seguridad y la libertad operativa de Israel. Ofrece un marco para lograr que los estados árabes inviertan en la estabilización de la esfera civil y en los esfuerzos de desradicalización en Gaza antes de exigir a la Autoridad Palestina que asuma el control, especialmente si la Autoridad Palestina no ha realizado reformas significativas. Además, este modelo permite a Israel conservar la influencia sobre el proceso político que la administración Trump parece dispuesta a promover como parte de su visión para establecer un nuevo marco regional.

Nota del traductor: Hasta hoy han sido liberados 5 israelíes y 5 trabajadores extranjeros con toda la parafernalia montada por Hamas.

* El coronel (en reserva) Dr. Ofer Giterman es investigador principal en el programa de investigación «Del conflicto a los acuerdos» del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS). Al mismo tiempo, se desempeña como investigador principal en el Instituto de Investigación de Metodología de Inteligencia (IRMI).

* https://www.inss.org.il/publication/gaza-the-day-after/