¿Pasará Israel la prueba del 7/10? ¿Y será condenada por la historia cuando se retire de Gaza?

Si el 7/10 pulverizó el mito de la capacidad disuasiva de Tzahal para garantizar la seguridad de los ciudadanos israelíes, el silencio ahora de muchos ante los planes de destierro forzado de palestinos por su admirado ultraderechista norteamericano es un agravio a la historia de sus padres y abuelos judíos desterrados. Desgraciadamente, hay muchas evidencias que invitan a ser pájaro de mal agüero y temer que Israel sea condenada también por la historia judía cuando se retire de Gaza.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalén

El conflicto Israel-Palestina nos mal acostumbró: creíamos que sin la Naqba no podíamos entenderlo. También nos ilusionamos mucho tiempo con que, sin los territorios ocupados del 67, podríamos habernos ahorrado Intifadas y terror. Pero después del 7/10, nadie cree ya que Israel sea el mismo país que festejaba 75 años de la Medina cuatro meses antes. Aquel Simjat Tora sangriento fulminó definitivamente la ilusoria póliza de seguro de Tzahal, que, suponíamos, sería vitalicia. Primero, destruyó la confianza sionista de que nadie en el mundo podría ofrecer más seguridad a los judíos que los israelíes; después, el operativo bélico de Tzahal en Gaza demostró que su guerra justa para defendernos se deslegitimaba al transformarse en una vengativa guerra de tierra arrasada contra la población civil. Y, si durante mucho tiempo negábamos estar cometiendo crímenes de guerra imprescriptibles, luego de quince meses se duda mucho menos.

La infame amenaza de Trump de expulsar a dos millones de gazatíes para construir la «Riviera del Medio Oriente» -prometida a Netanyahu- expone a Israel ante una prueba moral insoslayable. Y aunque fuese irrealizable el abyecto programa colonialista de Trump, su oferta pública al Primer Ministro hebreo exige de todos los judíos una condena categórica. Lamentablemente, muchos israelíes se complacen imaginando que no tendrán más vecinos terroristas en Gaza después de la masiva deportación de gazatíes, y algunos hijos y nietos de sobrevivientes creer tener buenos motivos familiares para rechazar la imputación de tal complacencia. Pero para que no quepan dudas de la complacencia exigida a Israel, Trump tuiteó su plan diabólico de que Tzahal ejecute la limpieza étnica antes de que Israel transfiera a EE. UU. la Franja como sitio de demolición para su reconstrucción inmobiliaria.

Carolina Landsmann resumió este depravado negocio inmobiliario de Trump en los siguientes términos contractuales: “El negro hará la limpieza étnica, y luego el negro puede irse. Estados Unidos se quedará con uno de los puertos estratégicos en el Medio Oriente, y Tzahal será responsable de la coordinación de seguridad”.

Y para quien no lo entendió, Trump publicó ayer una aclaración en Truth Social: “Israel transferirá la Franja de Gaza a Estados Unidos al final de la guerra”, Estados Unidos comenzará lenta y cuidadosamente a construir lo que se convertirá en uno de los proyectos más brillantes de su clase, ¡No se requerirán soldados estadounidenses allí!, enfatizó» (Carolina Landsmann, “Trump humilló a Netanyahu”, Haaretz,7/2/25).

Por su parte, la diputada del partido comunista árabe-judío Jadashdefinió esa complicidad en términos de complementariedad conspirativa entre limpieza étnica de Netanyahu y negocios globales de bienes raíces de Trump: “Netanyahu funge como su contratista de demolición. La guerra de destrucción de Israel tenía precisamente este objetivo: convertir la Franja de Gaza en un lugar inhabitable y encontrar a alguien que se haga cargo de los evacuados. Muchas figuras dentro del gobierno y el ejército de Israel lo dijeron claramente; solo había que escuchar” (Aida Touma-Suleiman, “Trump y Netanyahu urdieron el crimen del siglo. Pero nos opondremos al kahanismo y al imperialismo”, Haaretz, 10/2/25).

Pero ha sido el escritor B. Michael, columnista de Haaretz, quien ha denunciado tanto el silencio complaciente de la oposición liberal del centro político israelí como la hipocresía de los kahanistas fascistas del sionismo religioso. El título de su artículo es sarcástico: “El entusiasmo de los fascistas no es sorprendente, lo sorprendente es que estén dispuestos a entregar la tierra de sus antepasados a un goy de los EEUU”: “El entusiasmo de los fascistas no sorprende. La limpieza étnica es uno de sus principios fundamentales. Pero lo que sí sorprende y expone su hipocresía es el entusiasmo de los teofascistas (‘fascistas en nombre de Dios’). Ellos juran día y noche que están trabajando solo para cumplir la promesa divina, para purificar y santificar cada centímetro de la tierra judía prometida, para redimirla y establecer la impoluta soberanía judía sobre cada parcela de la «tierra de sus antepasados”. “Pero de repente llega un extranjero estadounidense, un magnate inmobiliario con problemas legales, y propone quedarse con un enorme pedazo de la tierra de sus antepasados y construir casinos y mansiones de lujo para los ricos y venderlos al mejor postor. Y ellos, increíblemente, lo reciben con cantos y bailes, casi como si lo montaran sobre un burro blanco chipriota, aquel sobre el cual llegará subido el Mesías. De repente, Dios permite hacerlo. De repente, la tierra de los antepasados ya no es sagrada ni intocable. Es solo dinero” (Haaretz, 11/2/25).

Si el 7/10 pulverizó el mito de la capacidad disuasiva de Tzahal para garantizar la seguridad de los ciudadanos israelíes, el silencio ahora de muchos ante los planes de destierro forzado de palestinos por su admirado ultraderechista norteamericano es un agravio a la historia de sus padres y abuelos judíos desterrados.

El ángel de la historia de Benjamin y el Ángel que lucha con Jacob

La ciega confianza israelí puesta en la Seguridad y en la potencia tecnológica de Tzahal, mediante una alianza estrategia con Trump, me seducen a imaginar el envés de la parábola del ángel de la historia de Walter Benjamin. Pero en vez del Progreso, aquí en Israel se fetichiza a la Seguridad y la falaz alianza militar con EE. UU., en lugar de la paz con los palestinos. El rostro del ángel de Benjamín está vuelto al pasado, y para mi alegoría israelí, también yo imagino que “él ve una única catástrofe que incesantemente amontona escombros sobre escombros y los arroja a sus pies. Quisiera permanecer donde está, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado” en Gaza. Asimismo, me parece ver a la tempestad cómo enreda sus alas, “y es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Esta tempestad lo empuja sin cesar hacia el futuro, al cual vuelve la espalda mientras el cúmulo de escombros ante él crece hasta el cielo”. Walter Benjamin llamaba progreso a esta tempestad: después del 7/10 muchos israelíes llamamos fracaso colosal al porvenir del sueño sionista de la paz.

«Dibujo»Angelus Novus» de Paul Klee usado por Walter Benjamin como referencia para su teoría El ángel de la historia.

Confrontando al ángel de Benjamin arrastrado hacia el futuro -pero sin poder dejar de ver las ruinas del pasado- con aquel ángel divino del Génesis (32:25-30), a quien Jacob venció después de pelear toda la noche, ambos ángeles tan diferentes se parecen por la imposibilidad de agitar sus alas.

El ángel divino, alado pero derrotado, bendijo a Jacob llamándolo por su nuevo nombre, Israel, quien se ilusionó creyendo que Dios lo protegería para que nunca conociera la derrota, mientras que el ángel de Benjamin, rehén de su pasado en ruinas, nunca podrá desplegar las alas, aunque sea arrastrado por el tempestuoso Progreso.

Cuando finalice la guerra en Gaza, ¿surgirá un nuevo Jacob que merezca la bendición divina de seguir llamándose Israel? Aunque, quizás, el nombre “Israel” ya ha sido profanado hace meses por el gabinete kahanista y fascista de Netanyahu, que hoy está dispuesto a sacrificar a nuestros rehenes para proseguir la guerra en Gaza “hasta la victoria total”. Se trata de una profanación aún más imperdonable debido a la complicidad criminal de una inmensa minoría silenciosa en la sociedad civil israelí, la misma que le está haciendo el juego a Netanyahu,  dispuesta a inmolar a los 79 rehenes conciudadanos en Gaza por el ominoso plan de Trump de expulsar a los 2 millones de gazatíes que ningún país quiere aceptar.

Ya en noviembre de 2023, el profesor Yedidia Stern, presidente del Jewish People Policy Institute (Instituto de Política del Pueblo Judío), subordinaba el rescate de los rehenes a que Tzahal recupere el espíritu de disuasión militar. En una entrevista advertía sobre los riesgos del sentimentalismo israelí, al cual llamaba el talón de Aquiles que Yahya Sinwar reconoce y explota: “Hemos empeorado en términos de la capacidad para hacer frente a nuestros enemigos”, se quejó. Stern se oponía a que el regreso de todos los secuestrados fuera uno de los objetivos de la guerra. Ya a fines de 2023, el académico emérito de la Universidad Bar Ilan advertía que la gente en Israel “pronto tendrá que decidir si aceptará la exigencia de Hamás de devolver a todos los secuestrados a cambio de la retirada de Tzahal a la frontera, o insistirá en derrocar al Hamás”. Stern se hacía el olvidadizo, remiso de insinuar el precio a pagar: el sacrificio de los secuestrados que permanecen en manos de Hamás, quienes serán utilizados como escudos humanos y como chantaje emocional. Seguramente temía que, ante tal dilema, la opinión pública israelí estuviera claramente inclinada a liberar a los secuestrados, “pese a que el precio por esta debilidad lo pagará la próxima generación de israelíes” (Roger Alfer, “Llora un poco menos y dile al público la verdad: tienes que elegir entre los secuestrados o Hamás”:Israel en guerra, canal 11, 30/11/23).

Hoy en día los analistas políticos más lúcidos no dudan de que Netanyahu y su gabinete boicotearán la segunda etapa del canje de rehenes negociado con Hamás, invocando la factibilidad del plan de Trump y, básicamente, gracias a la total impunidad que el presidente norteamericano asegura a Israel.

El editor en jefe de Haaretz acaba de advertir sobre este peligroso boicot sin pelos en la lengua: “El presidente de EE. UU. ha naturalizado el debate sobre la limpieza étnica en Gaza y ha revelado los verdaderos deseos de la mayoría de los judíos en Israel. No creen en la posibilidad de coexistencia con los árabes en la misma tierra. La derecha lo expresa como: ´O nosotros o ellos´. La izquierda lo dice como: ´Nosotros aquí, ellos allá´. El Primer Ministro y el Ministro de Defensa han convertido el desplazamiento forzado de población en una política gubernamental y en un requisito para ascender en el ejército”. (Aluf Ben, “No los subestimen. Trump, Netanyahu y Katz están cumpliendo el legado de Kahane”, Haaretz, 11/2/25).

Desgraciadamente, hay muchas evidencias que invitan a ser pájaro de mal agüero y temer que Israel sea condenada también por la historia judía cuando se retire de Gaza.